Regreso a la ciudad.

Largo tiempo había pasado desde el momento en que decidí abandonar mi letargo y mi guarida para afrontar de nuevo el mundo. Pero, a pesar de que hacía ya tiempo de aquello, todavía no me había decidido a entrar en la ciudad. Así pues, volando desde lo más profundo de los bosques decidí acercarme a ella de una vez por todas.

Cuando llegué, pude observar que las calles estaban abarrotadas de tiendas y establecimientos, con productos de lo más interesante a mis ojos. Quizá debería comprar algo de ropa nueva, la que tengo empieza a desgastarse… Aquél día, previendo que habría criaturas por doquier, había decidido portar una capa negra que me cubría desde la cabeza, con una amplia capucha, hasta los pies, escondiendo mi cuerpo, mi arma, y mis alas.

Proseguí caminando por entre las calles, hasta que transcurrido un tiempo, comencé a sentirme agobiada ante tanto contacto con otros. Me escabullí de las calles principales por una calle algo más estrecha, que para mi sorpresa, terminaba en una pequeña plaza algo sombría, con una deslumbrante fuente en medio. Me aproximé hasta ella y me posé en su borde marmóreo, mientras con ambas manos me descubría la cabeza. El viento meció mis cabellos del color de la noche, y sentí la frescura en mi rostro. Hundí una mano en las aguas, jugueteando con los pocos peces coloreados que habitaban en la fuente.

Parece que sois los únicos en los que puedo confiar libremente…

Era un dia perfecto para pasear por Eliria, casi no me habia pasado por la ciudad.

Caminaba sin perder de vista ningun detalle, aunque era un sitip pequeño parecia una ciudad acojedora.

Intente relajarme ese dia, en el infierno hania muchas cosas que hacer todavia y necesitaba un dia de relax.

Baje mi aura al maximo por si acaso.

Perdí la noción del tiempo junto a la fuente, tratando de acariciar a los esquivos peces de colores, y para cuando quise darme cuenta, la luz de la tarde había comenzado a caer.
Me incorporé de nuevo, y recoloqué la capucha sobre mi cabeza. Recorrí el camino por el cual había venido, y me introduje de nuevo en las calles principales de Eliria. Paseé con tranquilidad, observando cómo comenzaban a iluminarse, una a una, las farolas y luces de la ciudad. Me sentía casi como una niña.
Traté de hacer memoria y recordar dónde había visto las tiendas de armaduras y ropajes, y cuando creí haberlo recordado, me encaminé hacia ellas. Finalmente, las encontré, y comencé a ojear diferentes ropajes de cuero negro, correas, armaduras, guanteletes…
No es que fuera pobre, pero mis ahorros tampoco eran una maravilla. Alcé los ojos pensativa, tratando de echar cuentas sobre cuánto me podría gastar, cuando de repente algo me llamó la atención. Por la calle pude ver caminando a un ser, quizá un demonio, de cabellos rojos y ojos azules. La luz del fuego de las farolas hacía relucir sus cabellos de una forma curiosa. Aparté la mirada antes de que se diera cuenta de que estaba mirando, pues no era de buena educación.

Seguía caminando pensando que quizás me pasaría por alguna librería. Quería echar un buen vistazo a los ejemplares que hubiese por allí y comprarme alguno. Hacía mucho tiempo que adquieria un libro y tenía ganas de leer algo nuevo.

Pronto llegué al centro del pueblo, donde había también una hermosa fuente y varias tiendas. Me quede un buen rato sumergido en mis pensamientos, observando aquella fuente, cuando me dio por mirar hacia otro lugar, y fue entonces cuando me di cuenta de que alguien me estaba observando desde una tienda.

Era una mujer, con un aura que no supe definir exactamente, tenía que ser alguien neutro.

Observándola detenidamente pude darme cuenta de que era alguien muy hermosa. La mire y la mediosonreí.

Volví de nuevo a mis cuentas, pensativa. Una brisa sacudió los cabellos que asomaban por mi capucha, y consiguió erizarme la piel. Alzando la vista hacia el cielo, advertí que rápidamente comenzaba a caer la noche. Dubitativa, acabé por optar dejando allí las prendas, con la idea de regresar más temprano otro día. Me introduje de lleno en las calles principales, no sin antes advertir no muy lejos de mí al hombre de cabellos cobrizos al que había mirado antes. Le descubrí mirando hacia mí, con una pequeña sonrisa. Comencé a caminar, sin un rumbo definido, cavilando si cabría la posibilidad de que se tratase de alguien a quien hubiera conocido tiempo atrás. Casi completamente segura de que no era así, dudé por un momento si aproximarme hasta su posición y entablar conversación, o seguir caminando.

Me aproximaba a su posición, con las dudas revoloteando en mi cabeza. Fruncí el ceño, dudosa, hasta que finalmente, dejé atrás su posición. Había pasado cerca de él, pero por alguna razón, mi mente me había obligado a seguir caminando. Quizá deberías empezar a ser más extrovertida… Reí sarcásticamente por dentro, sabiendo que eso no cambiaría nunca.
Caminando no mucho más, alcancé a divisar una especie de terraza veraniega, en la cual servían cerveza, pasteles calientes de carne, y pequeñas y variadas tartas de distintos sabores. Parecía como si hubieran cortado por la mitad una taberna, y la hubieran dejado al aire libre. Me aproximé, y solicité algo de agua, descansaría un poco antes de regresar a casa.

No se a que jugaba aquella chica pero conseguía fascinarme. Llego a pasar a mi lado pero en el último momento cambio su ruta hacia el interior de la ciudad de nuevo.

No me lo pensé dos veces y la seguí. Al poco rato la encontré allí, sentada en una apacible terraza. Con toda mi osadía que me caracterizaba me senté a su lado.

-¿Vas a estar huyendo de mi mucho rato mas?

Me acomodé tranquilamente en una de las butacas de la terraza, y bebí lentamente el agua que me acababan de servir. Ojeaba a mi alrededor, observando qué consumían el resto de comensales, intentando descubrir quizá algún plato apetitoso, cuando una voz me sobresaltó, cogiéndome desprevenida. Era aquél chico, pelirrojo, al que había mirado momentos antes.
Sus palabras me descolocaron ligeramente.

- … ¿Disculpa? – dije, agachando levemente la cabeza, frunciendo el ceño y con una sonrisa torcida en el rostro. No se me hubiera pasado por la cabeza imaginar que me seguiría, y mucho menos, que fuera a entablar conversación conmigo.

Era tímida, eso saltaba a la vista. Parecía una mujer interesante.

-Bueno, me has mirado, has pasado descaradamente por mi lado sin decirme nada y luego saliste corriendo...¿tanto miedo te doy?

Le clave una mirada seria.

Fruncí el ceño, algo incrédula ante sus palabras. ¿Salir corriendo? Mi ritmo al caminar era por lo general bastante rápido, sí, pero no recordaba haber corrido en ningún momento. No había huido de él, podía notar que su aura era fuerte, y parecía ser oscura, pero por muy grande o poderoso que fuera quien estuviera ante mí, yo no era de las de huir.

- Disculpa si esa es la impresión que te he dado, no pretendía inducirte a error. – respondí educadamente. – Mi única pretensión era llegar hasta aquí para poder descansar, nada más.

Proseguí dando pequeños sorbos al agua, refrescándome la garganta. Si esa era la impresión que daba, quizá debiera replantearme aminorar mi velocidad al andar.

Espere paciente a que viniese alguien a atenderme y pedí un refresco. Ya que estaba sentado ahí con ella lo suyo era pedirse algo.

-Sí es así le pido mis mas humildes disculpas- dije con una sonrisa encantadora- soy recién llegado aquí y todavía no conozco a mucha gente. Permite que me presente, soy Demian Bolkonski.

Cogí su mano y la bese.

Le observé mientras pedía que le sirvieran, sin duda, no tenía pinta de tener prisa por irse. Le miré con los ojos más abiertos de lo normal mientras cogía mi mano, aquello era demasiado contacto personal repentino. Cuando hubo acabado, retiré mi mano tan rápido como pude y traté de relajarme.

- Lo mismo digo. – respondí, haciendo referencia a aquello de que era nuevo por esos lugares. Le di un buen sorbo a mi agua apresuradamente, había oscurecido y estaba algo alterada, quería acabarme lo mío.

- ¿Descansando? – pregunté sin mirarle, tenía la mirada perdida en el fondo del establecimiento, allá entre las sombras y las luces de los candiles que se contoneaban por el viento que entraba por la terraza.

-Podría decirse que sí he estado toda la mañana en el mercado y en los distintos comercios viendo que podría comprar de nuevo pero no se...nada consigue llamarme mucho la atención y vos, ¿encontrasteis algo de vuestro agrado?

Parecía un poco cohibida con mi prsencia, tenía la vista perdida en el fondo del establecimiento y evitaba a toda costa el contacto visual conmigo. Medio soreí parecía muy timida y eso me gustaba.

Afirmé con la cabeza lentamente, mientras le escuchaba. Le di vueltas al poco agua que me quedaba en el fondo del vaso, mirándola fijamente. Las voces de los comensales allí presentes se alzaban escandalosas en la terraza, casi me producían dolor de cabeza. Ciertamente, aquello me hacía recordar lo poco que me gustaba estar en lugares tan abarrotados. Demasiado contacto. Carraspée.

- Me temo que no nos hemos presentado debidamente. – dije, con más intención de saber su nombre, rango y estatus, que de decir los míos.

Al escuchar su frase pude intuir que no sería ella la que se presentase primero. Me encogi de hombros...tarde o temprano tendría que decirme su nombre.

-Cierto, perdone mis malos modales, Demian Bolkonski para servirla bella dama.

Hice una leve inclinación de cabeza cortes.

Ya conocía su nombre, pero para mi desgracia, nada mencionó sobre su estatus o rango. Lástima. Tendría que apaciguar mi curiosidad más tarde, o simplemente, dejarla ir. Asentí con la cabeza, en respuesta a su presentación.


- Edrielle. – respondí casi en un susurro, observando las profundidades de mi vaso. Hubiera preferido no dar mi nombre, pero odiaba ser injusta o descortés. Quid pro quo. Alcé la vista, y le observé rápidamente. Mi capacidad observadora, más desarrollada que la de la gran mayoría de gente, me permitió hacer un análisis, casi un examen de su apariencia en cuestión de segundos. Sin duda, tenía una apariencia curiosa, llamativa.
Una ráfaga de viento meció de nuevo mis cabellos, y me recordó que la noche comenzaba a caer, que era hora de dejar aquél lugar. Había sido un encuentro breve, pero no podía ser de otra forma. Carraspeé.


- Un placer haberle conocido, Bolkonski. – dije depositando el vaso en el centro de la mesa, y levantándome, preparada para abandonar el lugar. – Que pase una buena velada.