La vuelta

Era la más oscura de las noches que había visto jamás en Eliria. Posiblemente se debía que hacía mucho tiempo que no la pisaba y no la recordaba... En cualquier caso, acababa de salir de ese putrefacto hoyo en el que había estado metido durante un tiempo que para mi me resultó indefinido.

Pero nada importaba. Había logrado lo que me propuse.

Y allí estaba yo, con el peor aspecto que jamás había mostrado. Se podría decir que era el precio que tuve que pagar para asimilar el poder de la Gema, para asimilar la Sabiduría. Todo mi poder se había esfumado cual hoja seca en la hoguera.

Pero nada importaba. Poseía aquello que ambicionaba.

*Aún quedan muchas cosas por hacer... Muchas criaturas a las que visitar, a las que contar mi andadura en lo más profundo del Limbo. Y por supuesto, aún queda hacer lo más importante, ya solo queda un último paso. Después de todos estos años cada vez veo más cerca mi fin...*


Las calles se encontraban totalmente desiertas. Los edificios que rodeaban el paseo se agazapaban formando siluetas estrambóticas, desdeñosas, como si de una obra macabra de un brujo se tratara. No había humanos, ni animales, ni nada con vida. Quizá fuera porque inconscientemente sabían que por aquel lugar no caminaba nada bueno... Algo que ni siquiera se podría confirmar que estuviera muerto o vivo. Ese algo no era más que Aspicious Oicilpus, antiguo rey de los demonios caído en la desgracia, o al menos en apariencia...

Mi lento y pesado caminar se asemejaba al de un convicto dispuesto a ser ejecutado. Cabizbajo, como si grilletes en los pies llevara, me movía de la misma forma que arrastrando algún tipo de peso. Sin embargo, pese a esta deplorable apariencia, mi rostro demacrado, falto de vida y de esperanza, marcado por grandes ojeras bajo los profundos ojos negros como pozos; una pícara sonrisa se dibujaba en mis agrietados labios. Una sonrisa que helaría a cualquier mortal cuerdo. Una risa desquiciante comenzó a brotar de mis pulmones, retumbando por toda la calle en la que me encontraba. Eventualmente, la historia tocaría a su fin.

Hacía tiempo que no salía de caza por la ciudad. Desde aquél encontronazo con ese... “dios” –reencarnación de Zetros– o lo que fuera, de la Inquisición en el pueblo costero, había preferido ser más cauta.
Salí de un oscuro callejón tras saciarme, cuidándome de no dejar prueba alguna.
Vestía un vestido de corte victoriano de un oscuro rojo sangre, con encajes en negro que suavizaban en cierto modo lo llamativo del rojo. Llevaba el pelo rubio platino ligeramente recogido por arriba, cayendo suelto y ligeramente ondulado por la espalda hasta la altura de las caderas aunque un par de mechones reposaran sobre mis hombros luciéndose sobre el discreto escote en barca del vestido, cuyos tirantes, quedaban unos centímetros por debajo de los hombros. En aquella oscuridad, mis ojos se veían especialmente misteriosos debido a la perfecta máscara delineada que los enmarcaba.
Caminaba altiva, con el aura suprimida, como si supiera que la gran mayoría de miradas hubieran sido acaparadas a mi paso. Estaba acostumbrada a que los hombres me admiraran, por lo que no me cohibía caminar por las calles –estuvieran más o menos concurridas–, y recibir miradas atentas, envidiosas e incluso lascivas.
De repente, algo me sobrecogió por dentro. No estaba segura en un principio de qué pudiera ser... pero me sentí algo inquieta. En seguida una risa desquiciante me hizo centrar toda mi atención en una sola persona de las que caminaban a esas horas por la calle.
Su aspecto no me hubiera llamado especialmente la atención, de no ser por el aura que emanaba... había algo en ella... ¿era acaso su antigüedad? No estaba del todo segura de que fuera eso exactamente... pero me inquietaba.

Después de soltar aquella larga carcajada sombría mire hacia el frente. Nadie. Nadie había en la ciudad. Nadie excepto una mujer en la lejanía.
Apenas podía distinguir su figura, estaba muy oscuro y se encontraba bastante lejos, pero podía distinguir que era una mujer por la forma de sus ropajes.
Solté una risita aguda. En verdad pareciera como si se hubiera quedado allí pasmada, observandome algo inquieta.

Al fin y al cabo, llevaba mucho tiempo sin ver a ningún ser vivo (o criatura) y mi aspecto no era de lo más adecuado para... digamos una reunión social. En el fondo veía normal que algunos se espantaran.

Pese a todo aquello, continué mi camino como si nada hubiera sucedido. Casi arrastrando los pies y con las brazos cruzados, caminaba del mismo modo que anteriormente, cabizbajo. Dio la casualidad de que aquella mujer se entontraba en mi camino, cosa que no me importó lo más mínimo y pasé junto a ella sin prestarle ninguna atención.

Sin detener su caminar, dirigió su rumbo hacia mí. Mis grandes ojos se abrieron por un instante al verle acercarse. Mi visión vampírica estaba acostumbrada a la oscuridad y pude apreciar su aspecto demacrado a medida que se acercaba. Pero... pasó de largo como si nada, como si yo fuera completamente invisible...
Me quedé por un instante petrificada y en el sitio. Era la primera vez que me pasaba algo así en toda mi larga eternidad...
De repente, la rabia me corroyó por dentro. No soportaba sentirme ignorada... Me había dado la impresión de que viniera hacia mí por algún motivo, pero lo cierto era que ni siquiera su oscura mirada se había detenido a mirarme ni un ápice siquiera –aunque a mí, quizás por la sensación que su presencia me provocaba, me hubiese parecido todo lo contrario...
Fruncí la mirada y al instante siguiente estaba frente a él, mirándole a los ojos con desafío, y cortándole el paso...
No sabía exactamente por qué lo hacía, pero era incapaz de reprimir mis más fuertes impulsos, y este demonio me había provocado... Además, lo que fuera que tuviera de especial su aura, me llamaba especialmente la atención, sentía curiosidad por averiguar qué la hacía ser tan especial, para tan poca cosa...
En cierto modo, me recordaba a mi pequeña princesa... Su aura emanaba también una gran presencia, aunque su inocencia era lo que más destacase en ella precisamente. Este sujeto era misterioso... y maleducado. ¿¿¿Cómo se atrevía a ignorarme???
La oscuridad, hacía sombra en mis ojos, que estaban clavados como puñales en él. Una torcida sonrisa perfiló macabramente mis labios.
–Lamentable... –Chasqueé la lengua. Mi voz sonó como una caricia, susurrante, aunque llena de sorna–. Ni siquiera un “buenas noches”... ¿caballero? –Dudé un poco de la última palabra empleada, cuya enfatización se vio forzada en consecuencia–. Sé que no nos conocemos de nada y dudo si realmente me hubiera gustado que así fuera... Pero, la verdad... qué decepción para tan inquietante presencia...
Mi aura había comenzado a ascender progresivamente, aunque no fuese más que una forma de intimidación –además de sutil presentación–, ya que volví a suprimirla poco después.

Solté otra breve, aguda y quizá algo histérica risotada, posiblemente a modo de burla ante el absurdo despliegue de parte de su poder.
Acto seguido fui alzando mi cabeza poco a poco, observando detalladamente a la mujer. La primera impresión que me dio fue graciosa. De todas las personas con las que esperaba encontrarme por primera vez tras mucho tiempo, tenía que haberme topado con una de esa calaña.

Antes de llegar a su rostro con la mirada, a la altura del cuello, pronuncié unas palabras con voz calma y solemne y con media sonrisa en los labios.

- Disculpad, no imaginaba que las señoritas de compañía pudieran ser ofendidas tan fácilmente. Aun siendo vampiresa, vos tenéis un oficio realmente vulgar. No obstante, no os vilipendiaré más de lo necesario. A una dama siempre hay que tratarla con respeto...

A continuación continué levantando la mirada hasta llegar a los ojos. Sin eliminar mi sonrisa burlona, clavé mis profundas y penetrantes pupilas en las suyas.
Los ojos de Aspicious... Aquellos eran lo más siniestro e inquietante de su apariencia. Parecía como si de ellos manara una fuente de un fluido desconocido, incognoscible, paralizante. Un fluido que llegaba a los ojos de su víctima para hacerla caer presa de la más pura de las verdades. La verdad que jamás debe ser conocida por los cuerdos...

Mi aura comenzó a expandirse tenuemente. Después de todo, no había demasiado que expandir, sin embargo... Cualquiera que la percibiera descubriría que se trataba del aura de un demonio. Sí, ¿pero qué demonio? ¿Qué diantres es lo que contenía para provocar una sensación de profundidad tal que jamás podría ser explorada? No era intensa en absoluto, pero parecía raída y vieja, como si antaño hubiera sido una de las más poderosas de todo Yggdrassil y ya hubiera perdido todo su explendor.

Con todo ello... Excruté el bello semblante de la vampiresa, que de poco le serviría contra mí, en pos de hallar una respuesta a mis preguntas más inmediatas. ¿Merecería la pena dicha persona, o solo juzgué demasiado pronto?

Conseguí que se detuviera y me mirara finalmente, con aquella mirada que no dejaba de causarme inquietud. Pero hacía mucho tiempo que había aprendido a controlarme... Y sonreí con cierto aire travieso y triunfante.
Sin embargo, aquella sensación de triunfo no me duró demasiado, al recibir el primer puñal, directamente en mi orgullo... había tocado la fibra sensible...
“¿¿¿Cómo??? ¿Se-ño-ri-ta de com-pa-ñí-a...?” Vocalicé, ofendida, repitiéndolo sorprendida en mi mente. Me eché un vistazo. No sabía qué era lo que precisamente le habría hecho pensar así. Era una dama, seguramente más noble de lo que este sujeto lo sería jamás. Oprimí los párpados un instante para controlarme no soltarle una fresca.
Reparé en que su lenguaje era antiguo –un, llamativo, detalle más que añadir, quizá, a su favor–, no parecía haberse adaptado a la jerga actual... o quizá hubiese decidido no adaptarse... quién podría saberlo...
–Pues con mal pie habéis comenzado, caballero... –Susurré, con suavidad, sin perder mi acariciante tono, y esbozando una sonrisa traviesa, pareciendo haber borrado de un plumazo lo que anteriormente pasó por mi cabeza–. Y lamento informaros de que habéis errado el tiro por completo
Caminé hacia él, sin dejar de escrutarle con la mirada ni borrar aquella sonrisa traviesa, dándome una vuelta a su alrededor, observándole con una ligero brillo de misterio.
–¿Alguna vez habéis escuchado hablar de la antiquísima casa de los Vandzant? Porque de ahí procede mi linaje... caballero –Volví a recalcar, sin perder las formas.
No quería que se llevase una impresión que no era, por lo que decidí aclararle ese aspecto.
–El tiempo puede no haber hecho aciagos en mi persona... sin embargo, caballero... No os confunda la naturaleza de mi aura... pues, y quizá os esté revelando demasiados detalles... no es más que un rol del que gusto hacer uso cuando salgo de... cena... –Esta última palabra, fue susurrada sugerentemente en su oído... del que me volví a apartar al instante siguiente para ver su reacción.
Quizá fuera algo ya inconsciente para mí, pero estaba muy acostumbrada a persuadir, fuese a quien fuera...
Preferí omitir palabras que pudieran delatarme ante los humanos. No había ninguno cerca, pero desde el encuentro con la Inquisición me cuidaba mucho más las espaldas.

Escuché atentamente sus palabras. Aquella señorita parecía ofendida por mis palabras. Me hizo gracia. Con esas pintas que llevaba y su actitud no era de extrañar que la confundiera con una prostituta. Sin embargo, no me parecía adecuado insultarla sin motivo, por mucho que lo mereciera.

Di un paso para atrás e hice un movimiento con la cabeza a modo de disculpa.

- Como dije antes, mi intención no era ofenderos, señorita - respondí aún sin quitarme la sonrisa sarcástica -. Y lamento comunicaros que no conozco tal famosa casa que vos indicáis, como dudo que hayáis oído de Aspicious Oicilpus, que es un servidor.

Cuando dicha vampiresa se acercó susurrante y acechante no tuve más remedio que intervenir. Me giré bruscamente para mirar penetrantemente a sus ojos. Una voz profunda, seria e inquietante salió de mis labios, pero en realidad parecía que salía de otro lugar completamente distante.

- La sangre del Portador del Conocimiento no está hecha para criaturas necias. La sangre del Portador del Conocimiento no puede ser derramada a no ser que se quiera caer en la locura - levanté mi mano, huesuda y seca y planté mi dedo índice en su barbilla, a modo de advertencia -. Yo si fuera vos me lo pensaría antes de cometer alguna estupidez.

Me recitó unas palabras, parecían la cita literal de algunas escrituras. Sonreí divertida al captar el mensaje y no pude evitar echarme a reír.
–¿No estaríais pensando que iba a hincaros el diente? –Sonreí, todavía divertida–. Disculpadme si os he dado esa impresión, pero... no sois del tipo que a mí me gusta para eso... Además, cabe resaltar, que ya he cenado. Así que a lo más que podría aspirar es a tomarme una copa con vos, si gustárais.
Le observé, traviesa, mostrando ligeramente mi coquetería en la mirada. Pero porque todavía me duraba la sonrisa por la gracia anterior.
–Y no. Me temo que no he oído hablar de él... aunque tampoco hace mucho que desperté de mi letargo. Tiempo no había tenido de conoceros o escuchar hablar de vos... Aspicious, mi nombre es Katerina y es un verdadero placer... –Incliné la cabeza ligeramente ladeada con suavidad.

Una mirada sombría cruzó mi rostro. Mi pregunta inicial ya tenía respuesta. Aquella mujer podría llegar a ser peligrosa, y tampoco es que fuera a ser una gran aliada... Su actitud me repelía sobremanera, y su galantería me resultaba quizá no fingida, pero sí presuntuosa y aviesa. Pese a ello, no conseguiría nada conmigo mediante esos métodos. No me había hecho falta mucho más para desenmascarar su verdadera naturaleza.

- Se podría decir que es una lástima que no me conozcáis, quizá de ese modo hubíerais medido más vuestras palabras, así como vuestra actitud - repliqué serenamente, a modo casi de reprimenda -. Tampoco puedo culparos de vuestra ignorancia, si como bien decís acabáis de despertar de un largo letargo. Mi situación es similar, solo que al menos los demonios no perdemos el tiempo durmiendo durante siglos...

La vampiresa no me causaba buena impresión, por lo que tenía dos opciones. Marcharme de allí o indagar más acerca de ella, lo cual, sinceramente, no me produciría ningún beneficio. Pronto decidí cuál era la correcta. La eché un nuevo vistazo antes de proseguir con mi marcha y con un cierto desprecio articulé unas palabras.

- Deberíais saber que no todos los hombres son como pensáis. Sin preámbulos os expondré lo siguiente. Un sabio no descuida su salud mental; ni su integridad física, sobre todo si ya se encuentra mustia; ni su círculo social. Comprenderéis que no puedo aceptar una proposición de las características que sugiere, y mucho menos con alguien como vos... Con esto quiero decir que le deseo una buena noche, Katerina Vandzant.

Dicho esto hice un saludo formal con la cabeza y dispuse mis pies para continuar hacia la oscuridad de la noche.

Me mordí la lengua nuevamente. ¿Me acusaba de haber estado durmiendo más de la cuenta? No tenía ni idea...
Después se negó a mi proposición de tomar algo con un enrevesado discurso, antes de despedirse.
–Gracias... supongo –Susurré–. E igualmente os deseo una buena noche... Aspicious Oicilpus.
Tras realizar un pequeño asentimiento formal a modo de despido, le seguí con la mirada hasta que desapareció finalmente entre la oscuridad.
“Qué hombre más aburrido...” Chisté, para mí misma, algo decepcionada. Pero, para mí, la noche seguía siendo joven, por lo que comencé a alejarme del lugar hasta desaparecer también en la oscuridad.