Después de la extraña experiencia con la planta con tentáculos que se convertía en pera, nos dieron la noticia de que podríamos acercarnos a Liang para recoger una pequeña recompensa.
Estaba siguiendo a Axel por las callejuelas, pues el uroba parecía muy saber bien a dónde dirigirse. Aún no me había visto, hasta que se detuvo para hablar con joven, entonces me puse delante suyo de un salto
-¡¡Hola, Axel!! -dije, interrumpiendo lo que estuviese diciendo en aquel momento.
Luego miré al mercader de telas, que parecía tener una materia prima de estupenda calidad. En uno de los montones había un rollo de tela color azul, aparentemente delicada, que me llamó la atención.