Había abandonado el reino de los brujos, para adentrarme en la penumbra del territorio renegado, era la primera vez que visitaba aquel sitio, pero sin duda esto no seria una simple visita, si no que a partir de ahora aquel seria mi hogar. Desde que abandone el Castillo de la Brujería, no podía quitarme de la cabeza las ultimas palabras que había oído del rey Dunkel, me había echado del reino donde nací y crecí, eso incrementaba mi rabia hacia el.
Poco a poco me fui adentrando en territorio renegado, en comparación al oficial, este estaba mucho mas demacrado y arruinado, solo con ver la cantidad de mendigos que adornaban las calles sentados por los suelos, se podía saber lo que por allí se cocía. Como ya estaba acostumbrado la gente me miraba extrañada, ya no solo por mi rareza física, si no que a esto se le sumaba que nadie me había visto nunca por esos lugares, y todos sabían que era extranjero.
Me acerque a un hombre que caminaba junto a una mujer y un niño por la calle, seguramente una familia, y le dije
- Disculpa señor... ¿Quien gobierna por aquí? - El hombre por un momento me miro extrañado y después me habló
-Nadie... hace tiempo que no tenemos ningún gobernador- El hombre me hablaba como si me estuviera explicando algo obvio, pero yo era nuevo por allí, por lo que no sabia nada
-Gracias - Le dije antes de seguir caminando y dejarlos a tras.
Mientras caminaba por callejuelas, pensando se me ocurrió una idea que podría funcionar, pensé que yo podría hacerme rey de los renegados, pero eso solo podría ser posible si toda aquella gente me aceptaba como tal, ya que no tenia a nadie por allí que me respaldara, y tampoco me convencía tomar un trono vacío con el pueblo en mi contra, sin duda tendría que ganármelos, podría ser muy fácil, aunque también muy difícil.
***
Después de pasar la noche en una posada, mes dispuse a buscar a alguien que me ayudase, pase por varias tabernas, hable con bastantes personas, ¡incluso jugué un rato al domino! pero no encontraba a nadie que me sirviera.
Había pasado toda la mañana buscando y nada, ahora me encontraba caminando por un callejón cuando de repente note un fuerte tirón en la espalda, me gire y era un ladrón, que me había arrebatado mi báculo, que lo llevaba colgado en la espalda, justo nada mas quitármelo, salio corriendo, pude distinguir sus ropajes negros, y el pañuelo de color rojo desgastado que le cubría parte del rostro, yo salí corriendo tras el.
No podía permitir que se llevase mi báculo, entre la multitud de gente que había por las calles le seguí corriendo, estuve un buen rato siguiéndolo, hasta que el mismo se adentro en un estrecho callejón sin salida, rápidamente me aproxime a el y le arrebate mi báculo de un fuerte tirón, al ver que oponía resistencia le solté un puñetazo en el estomago, y finalmente le quite mi báculo
- ¿Como te atreves ladronzuelo- De un brusco tirón le quite el pañuelo de la cara, se le veía realmente asustado, era un chaval de unos 18 años, le mire a los ojos, mostrándome enfadado y me dijo
- Lo... lo siento señor, solo pretendía venderlo para conseguir algo de comida...- Estreche la mirada al oír sus tímidas palabras ¿se creía que yo era una monja?
- ¿Crees que por no tener nada que comer es una excusa para robar?... Y aun así ¿Que pasa con tus padres?- El chico me dijo
- Soy huérfano... - Su mirada reflejaba tristeza, le volví a preguntar algo con un gesto de duda
- ...¿Y tu educación mágica? el chico me respondió
- Mi educación mágica es muy pobre, casi no e asistido a ninguna escuela de magia- El ver la situación de aquel chico, se me ocurrió algo, tal vez, el podría ayudarme y me serviría para lo que necesito, y a cambio si consiguiera ser rey, tendría un salario y una educación mágica, se lo dije y el chico acepto el trato.
Su trabajo consistía mas que nada en llamar a toda la gente que pudiera para traerla a la plaza principal de la ciudad, allí yo me encargaría de dar un discurso, con el que pretendía ganarme a la gente para que me aceptasen como su rey, a la primera, y sin tener problemas graves.
Ya pasado el medio día, en la plaza principal, se habían acumulado un montón de personas, muchos murmuraban y se rumoreaban cosas. Yo me subí en unos escalones, para estar mas alto que el resto, y desde allí comencé a hablar
- Queridos amigos brujos renegados, hoy os e traído aquí, para solucionar un problema que todos los que estamos aquí tenemos, y creo que esta bien claro que aquí se nos toma como si esto fuera la cloaca del reino de los brujos, y como si todos nosotros fuéramos los desechos, ¡Y no debemos permitirlo!... Debemos demostrarles de una vez por todas nuestra valía, nuestra fuerza y nuestro poder- Entre la multitud comenzó a oírse murmullos, algunos de aprobación, otros de dudas, pero lo que importaba e que todos estaba prestando atencion por ahora
- Todos nosotros tenemos el deber de convertirnos en una amenaza para ellos, tenemos el deber de dejar de ser los simples renegados y alzarnos en gloria con el sobrenombre de oficiales, ¡Por que nosotros nos lo merecemos!... Pero para ello necesitamos un líder, un rey, que sepa llevarnos hasta la gloria, alguien que sepa lo que los renegados necesitamos, y que consiga que los actuales oficiales con solo escuchar la palabra renegados, tiemblen de terror- De pronto todos comenzaron a murmurar cosas en un tono mas alto, parecía que todos estaban de acuerdo conmigo
- Mi nombre es Tornak, y creo que puedo ser ese rey que necesitamos. Así que, si creéis en vosotros mismos, queréis un mejor futuro para vuestros hijos y para vosotros, y sobre todos queréis ser alguien mas que las ratas de la cloaca de los brujos, ¡Seguidme a mi, y comenzara la revolución que os llevara a la gloria!- La multitud comenzó a gritar en signo de aprobación con los brazos alzados, yo orgulloso observaba desde encima de los escalones. Todos comenzaron a gritar
- ¡Viva el Rey Tornak!, ¡Viva el Rey Tornak!, ¡Viva el Rey Tornak!- Lo repetían una y otra vez.
Tras aquello, me dirigí acompañado por parte de la multitud al castillo de los renegados, y allí firme los documentos de gobernador.
Una nueva era para los brujos se acercaba.