La Guarida del Cazador [William y Scarlett].

La galeaza mercante se deslizaba majestuosamente sobre las tranquilas aguas del Archipiélago de Khasla, usando solo el impulso de sus tres velas latinas. Reinaba una calma chicha a bordo pues aún no habia amanecido y los remeros, marineros profesionales en su oficio, dormían cerca de sus puestos. Solo los tripulantes de guardia, menos de media docena, permanecían alertas en sus puestos: el capitán había dado instrucciones para que el barco no encallara en alguno de los bancos de arena que bordeaban la geografía de las islas. Como el amanecer estaba cercano, los marineros de guarda de afanaban en observar la cercanía de la costa y los bajíos.

-Aquella es la Isla de los Cazadores,- Susurró el timonel y con un gesto de su cabeza señaló al frente, a una gran masa oscura que se dibujaba en el fondo del horizonte celeste que empezaba a cambiar de color; -no vamos a comerciar hoy con ellos, así que pasaremos de largo.-

La persona que se encontraba sentada sobre un arcón de madera, alzó la vista de un pequeño libro con el símbolo inquisitorial en su tapa. Era una muchacha joven, se semblante serio y sereno que primero lanzó una mirada a la lejanía y luego al timonel.





El marinero Lucca fumaba en pipa en el puente de proa mientras observaba las playas de la Isla Volcánica de los Cazadores, había un importante banco de arena por la mura de babor, pero no le preocupaba, la galeaza seguía una ruta paralela bordeando las islas y el mar estaba en calma. El tabaco que había adquirido en Liang le parecía tan delicioso..... , aspiró con parsimonia varias bocanadas de aquel delicioso humo y se dejó embriagar por la sensación de placer que le proporcionaba el tabaco, mirando embobado la figura del volcán que cada vez se veía mas nítida ante él a medida que el horizonte se aclaraba, casi incluso que se veía de mayor tamaño. ¿o era cosa suya?.
Una sensación extraña de que algo iba mal le recorrió el cuerpo, miró al mar y el banco de arena estaba peligrosamente cerca del barco, de hecho.... ¡¡¡ el barco iba hacia el banco de arena !!!.

-¡¡¡ MARCUS, IMBÉCIL VAMOS A ENCALLAR !!!.- chilló al volverse al timonel, pero no le vió en su puesto; -¿PERO QUÉ?.... - No llegó a terminar la frase, la proa de la galeaza golpeó el banco de arena y se incrustó en su interior sacudiendo a toda la nave con gran fuerza, derribando marineros y objetos antes de detenerse por completo.

El marinero Lucca se levantó de cubierta con una mezcla de sorpresa e indignación, por toda la cubierta de remos, marineros sacados con brusquedad de su sueño se revolvían en sus puestos y maldecían mientras miraban en todas direcciones. Unos minutos después el capitán apareció en cubierta ajustándose su casaca desabrochada y gritando malsonantes a diestro y siniestro. Lanzó un rápido vistazo a la cubierta y se volvió a la popa. Subió la escalerilla, vio el timón sin gobierno con el timonel inconsciente en el suelo al lado.

-¡¡¡ EEEH, MALDITA FURCIA, DEMONIOS !!!, ¿¿¿ NOS HAS HECHO ENCALLAR PARA QUE DESEMBARQUES AQUÍ ???- Chilló el marinero Lucca a la joven que había cortado las amarras de la rampa de desembarco de mercancías y había aparecido de las entrañas de la bodega, sujetando las riendas de un caballo negro de hermoso porte.

La joven se volvió al marinero y le fulminó con su mirada seria, la mano derecha se afianzó sobre la empuñadura de su espada. Llevaba puesta su armadura y el caballo estaba listo para viajar.
El marinero Lucca se mordió la lengua y permaneció quieto en su puesto. A su lado se situó el capitán y algunos marineros mas, que miraron incrédulos a la joven.
La chica descendió con agilidad por la rampa de desembarco a el agua, que la cubrió hasta casi el cuello, el fondo parecía blando e inestable, pero eso no la detuvo, siguió avanzando con dificultaden dirección a la playa, mientras el caballo la seguía dócilmente.

-AL DIABLO CON ELLA !!!, VAMOS ESTÚPIDOS, HAY QUE DESENCALLAR EL BARCO !!!- Chilló el capitán a sus subordinados gesticulando con los brazos.

Estaba amaneciendo y el Capitán no tenía ganas de ser un "invitado" de los cazadores.





-Bien Viento, ya hemos llegado a la Isla.-Dije en voz alta contemplando la espesura que se extendía frente a ella desde la playa y que rodeaba el inmenso volcán del centro de la isla. Era una visión espectacular y exótica, muy diferente de los monasterios y fortalezas que había conocido en su vida.

-Bueno, vamos allá.- Le sonreí a el caballo y poniendo un pie en el estribo, acortando las riendas con la mano izquierda y sujetando las crines, monté sobre viento. Chasqueé la lengua y el caballo se puso en marcha para internarse en la espesura boscosa. Antes de internarse demasiado me volví unos instantes para ver por última vez la galeaza encallada: los marineros habían botado la chalupa y con unos cabos atados entre el navío y el bote, intentaban remolcar la galera fuera del banco de arena, algunos remeros proporcionaban esfuerzo adicional desde la galeaza.

-Probablemente pronto lo conseguirán.- Pensé para mi misma y sonreí divertida.

No podía permitir seguir hasta otro puerto isleño y buscar a algún pescador lo suficientemente valiente o loco para que la ayudara a llegar a esta isla. No quería golpear al timonel, pero nunca hubieran consentido parar la galera y dejarme desembarcar.
Durante un buen rato avancé por la espesura que parecía no tener fin, poco después reconocí que estaba perdida. Mirase donde mirase, todo era espesura exótica y no parecía haber caminos por ninguna parte, incluso empecé a preguntarme poco después si la isla estaría verdaderamente habitada.
Desmonté y me quité el casco disgustada, cerré los ojos y reflexioné intentando tranquilizarme para encontrar la solución al problema: simplemente tenía que seguir avanzando con cuidado en dirección a el volcán, tarde o temprano llegaría a su falda y desde allí podría ascender a una posición elevada y observar las zonas de la isla, en busca de algún signo de los cazadores o la civilización.
Me puse en camino a pie tirando de las riendas del caballo, avanzando con dificultad por la espesura, no se cuanto tiempo estuve avanzando pero se hizo eterno y monótono pero finalmente alcancé la falda del volcán. Ascendí por una de sus caras, la mas practicable y observé el contorno que pude de la isla. No se vislumbraban signos de civilización alguna, ni siquiera algún pequeño asentamiento. En la lejanía del mar, se podía distinguir las velas latinas de la galeaza, ya liberada del banco de arena, poniendo agua de por medio con la isla.
Si esta no era la isla de los cazadores tenía un problema, pero aún quedaba una baza por jugar: el interior del volcán.
Me volví y reflexioné largo rato mientras observaba el volcán, luego descendí a la base y sobre el caballo, me puse en marcha de nuevo en busca de un rastro de los cazadores, consciente de que si no encontraba algo rápido, se me echaría la noche encima y tendría que buscar un refugio.
Finalmente hallé lo que buscaba justo al anochecer: una entrada al volcán y para mi sorpresa estaba vigilada. Así pues en efecto los cazadores se guardaban en el interior del volcán.

Decidí dar un pequeño rodeo y aproximarme de frente a los guardias, saliendo de la espesura, para darles tiempo a que me vieran y dieran el aviso. Una maniobra típica de los forasteros que no buscan problemas.
Recta sobre el caballo, a paso lento y majestuoso, sujetando las riendas con la mano izquierda y la empuñadura de la espada en la otra, avancé hacia la entrada saliendo de la espesura frente a los guardias.


La suerte estaba echada.

Los cazadores que custodian la entrada principal al interior del cráter son cuidadosamente elegidos por sus habilidades para realizar semejante tarea, y los que allí se encontraban en ese momento no eran menos. El pasado había sido duro para nuestra raza, por lo que cualquier incidente era tratado al más mínimo detalle.

Así pues, los guardias de turno, portando picas y escudos, tomaron la iniciativa al percibir que una figura montada a caballo aparecía de entre la espesura. Por su porte y su actitud no parecía que viniera a buscar problemas, pero desde luego allí no podía pasar cualquiera. De este modo cerraron el paso cruzando sus armas y con voz imperativa uno de ellos preguntó:

- ¡Forastera! ¡Presentáos! - bramó gravemente, sin perder en ningún momento el control de sí mismo.

Lo sucedido era algo rutinario, pero sin duda alguna aquella mujer parecía tener un aura peculiar. No era una humana cualquiera, había sido entrenada en el arte del control áurico, de eso no había duda.

OFF: Gran post, más de uno debería aprender a rolear como tú xD

Estaba completamente segura que tan pronto había abandonado la espesura para avanzar a la entrada, los guardias ya detectaron mi presencia. Permanecieron en guardia mientras me acercaba a ellos, -Están bien instruidos.- Murmuré y acompañé mis palabras con una tenue sonrisa. Continue avanzando al mismo paso hasta a estar lo suficientemente cerca de los guardias, para poder mantener una conversación pero poder actuar en el caso que las cosas se pusieran feas.
De todas formas en esta Isla estaría atrapada en el caso de.....

-Se os presenta Scarlett Reed; Caballera Portadora de la Espada, de la Orden del Primer Llamado; Anteriormente Neófita Inquisitorial.- Recité con claridad manteniendo el porte ante los guardias.

-Solicito entrevistarme con vuestra Señoría, si ésta bien puede atender mi petición antes del anochecer.- Relajé el tono pero conservé la compostura: -La noche se acerca pero aguardaré su respuesta.-

Sin perder el aplomo y la compostura mi mano derecha soltó la riendas, solo sostenidas ya por la mano izquierda y con el brazo en angulo la apoyé en la base del peto de mi armadura, en la cintura, mientras esperaba respuesta a mis demandas.

Los dos guardias se observaron mutuamente antes de responder a las palabras de la mujer. Por lo visto era una antigua inquisidora, lo que no resultaba un argumento que pudiera ayudar a su entrada pacífica. Pese a ello, parecía que venía en son de paz, por lo que eso era un punto a su favor. Uno de los cazadores dio media vuelta y se aproximó a la vigilia más cercana para informar del suceso.

- Tendréis que esperar un momento - dijo el restante mientras su compañero hacía su trabajo.

Al cabo de un rato volvió a aparecer e hizo una señal de aprobación con la cabeza.

- Podéis pasar, pero seréis escoltada hasta la llegada al Bastión, y una vez allí se os procurará la concesión de una audiencia con el general - respondió con respetuosidad.

Acto seguido abrieron el paso a la mujer, que rápidamente fue rodeada de un grupo de cazadores armados, tal como le había indicado el guardia.

Tras presentarme aguardé a los consecuentes movimientos de los guardias, el proceso lógico que determinaría si me permitirían seguir avanzando hasta su líder o si tendría que abrirme paso a golpes de espada para escapar. ¿Pero escapar hacia donde?. Estaba en una Isla, atrapada en el territorio de los Cazadores; lo que significaba que o bien me unía a ellos y sobreviviría al menos unos días más, o bien todo acabaría rápido y caería en el olvido.
La suerte estaba echada...

Unos minutos mas y el guardia asintió con la cabeza a su compañero y pronto me encontré en camino de ser recibida por su "General". Aquella palabra jerárquica me impresionó aunque no mostré signo alguno en mi rostro. Los Cazadores parecían estar bien organizados y fuertemente militarizados.
Normalmente habíamos oído hablar de ellos mis compañeros y yo con términos despectivos: vagabundos, salvajes, bárbaros, tramperos...; incluso otros términos mas insultantes que sería mejor no rememorar en este lugar ni momento.

Avanzamos ligero hacia el bastión, yo a lomos de mi caballo y fuertemente escoltada por los guardias. Muchos se paraban unos segundos en sus quehaceres diarios para observarnos, mejor dicho: observarme, mientras nos acercábamos al corazón de los Cazadores. Sabía que odiaban a la Inquisición, ¿y que raza no la odiaba?. Viendo como los trata a todos, con sus perjuicios y fanatismos.
Pero ahora no era el momento de pensar en estas cosas, me la estaba jugando, lo sabía muy bien.

Alcanzamos la entrada de la Fortaleza y me detuve casi al mismo tiempo que los guardias, estaba claro que no podría continuar a lomos del caballo. Desmonté y acaricié a mi fiel montura:

-Bueno pequeña...,- Susurré a mi yegua, pero no terminé la frase. En el peor de los casos probablemente acabaría sirviendo a un nuevo propietario. Era un buen caballo de guerra.

-Adelante pues, llevadme ante vuestro comandante y cuidado con dañar a mi caballo.- Dije con firmeza y unas pizcas de orgullo al Sargento del grupo de guardias. Apoyé mi mano sobre la empuñadura de mi espada y eché a andar escoltada por el grupo.

Desaparecí en el interior de el Bastión, en busca de mi destino.

El sol comenzaba a caer ya en el Bastión. Me encontraba en la zona de entrenamiento, realizando como era habitual en mí los diversos ejercicios diarios de las artes marciales. Era necesario ser constante en este aspecto, pues aunque no fuera para mejorar, sí que lo era para mantener la buena forma. Varios sacos de pelea se encontraban rotos en el suelo, y Sebastian no se quedaba atrás, pues él también se entrenaba, lanzando dentelladas y zarpazos a muñecos preparados para ello.

Fue cuando ya estaba terminando que un Cazador entró en el lugar para darme una información importante. Realizando un saludo militar pronunció el mensaje.

- Mi general, una visita inesperada nos ha acontecido. Al parecer se trata de una antigua inquisidora. Se le ha permitido el acceso y está estrechamente vigilada. Creímos conveniente esperar a que dierais un veredicto para tomar una decisión en cuanto a su destino.

De pronto golpeé más fuerte de lo normal uno de los sacos, que salió despedido para reventar violentamente al chocar contra la pared. Mi torso se encontraba desnudo y perlado de sudor, y mi respiración se calmó al instante. Sebastian detuvo también su ejercicio para prestar atención.

- Una inquisidora... - dije sin más al tiempo que marché con rapidez hacia el lugar donde se encontraba. No tenía duda, al reducir mi aura pude percibir con claridad que había un aura de luz que no encajaba con la de los Cazadores, pero que sin embargo no me resultaba desconocida.

Una vez allí pude observarla mientras me acercaba. Era quien yo creía que iba a ser, y al parecer resultaba que mis palabras habían hecho realmente mella en ella... Eso, o simplemente era una espía, pero aquella segunda opción me pareció tan ridícula que la descarté por el momento. En cualquier caso, su destreza como guerrera era innegable, eso ya lo había descubierto hace tiempo.

- Y finalmente cayó en las redes de la caza - comencé a hablar con la estrambótica sonrisa que era habitual en mí -. Debe ser que la Inquisición te ha tratado muy mal para que vengas buscando cobijo aquí, ¿o es acaso solo una de las múltiples estratagemas que tramáis?

Sebastian me había seguido de cerca, y fue el primero en comenzar a rodearla. En el fondo algo me decía que si se encontraba allí no era precisamente para causar revuelo, pues era demasiado digna como para que ese fuera su objetivo.

Llevaba un rato esperando ser recibida por el líder de los cazadores, rodeada por sus guardias, eso si a una distancia prudencial de mi. Me dejaban un cierto margen de maniobra, casi seguro para la recepción y entrevista con su jefe. Sabían que yo sabia que estando en el corazón de su base, no tenía posibilidad alguna de sobrevivir si las cosas se torcían y podían torcerse muy fácilmente. Pensé al ver aparecer el enorme felino que acompañaba a el líder de aquella gente.
Era un tipo muy alto y musculado, esbelto y con el pelo blanco. Tenía el pecho al descubierto y estaba bastante claro que venía de alguna clase de combate o quizás un entrenamiento. El enorme gato se acercó a mi para empezar a husmear rondando alrededor mio, como solían hacer los felinos, salvo que este era seis veces mas grande que el mas grande gato doméstico y que no se frotaba contra mi para tantearme. Me estaba acechando.

-La Inquisición....- Respondí dejando la frase en el aire con un suspiro. -¿Una Inquisidora contra todos los Cazadores?, ¿que clase de estratagema es esa?, la Inquisición puede ser muy fanática con sus enemigos, pero no es estúpida.- Proseguí en tono cordial manteniendo la compostura, no tenia miedo, pero no estaba en la mejor posición. De todas formas no iba a dejarme intimidar por aquella extraña entrevista.

-Os librasteis de nuestro lazo luchando bravamente y además os arreglasteis para escapar de nuestros rastreadores.- Hice una pausa antes de continuar: -Supongo que vuestros métodos de cazador para entrenaros, son mucho mejores que los de la Inquisición, ciertamente los cazadores os estáis volviendo un problema para la Orden.- Afirmé con educación y seriedad.



-Y desde luego no esperaba encontrarme con vos en el cargo de líder de los cazadores.-

Escuché atentamente sus palabras con diversión. Era evidente que solo uno de los mejores Cazadores hubiera podido escapar con vida de esa... "escaramuza". Las cosas se pusieron bien feas ese día, y la única opción que se me presentó fue la de huir con el rabo entre las piernas. Pocas veces había tomado esa decisión, pero acabar allí no hubiera tenido ningún sentido, pues siempre es mejor una retirada a tiempo que una muerte segura.

Los Cazadores que la rodeaban se pusieron tensos durante un momento. Aquellas palabras, aunque en un tono formal, en cierto modo estaban cargadas de orgullo y soberbia. Desde luego la mujer tenía agallas... Entrar en territorio enemigo y decir aquello daba a entender dos cosas. O bien sencillamente estaba demente, o bien su valor para cumplir con su cometido era encomiable.

- Debe ser entonces que no nos teníais en muy alta estima... - respondí con una amplia sonrisa maníaca en mi rostro. Todos mis súbditos conocían ya demasiado bien esa faceta mía, sabían que pese a mis esperpénticos actos trataba bien a quienes eran fieles y competentes, y que guardaba la verdadera actitud terrorífica para aquellos con los que entablaba enemistad - Pero sigues sin responder a mi pregunta, mujer inquisidora. ¿Qué es lo que pretendes con tus argucias? El Bastión no es un patio de recreo, como puedes ver, así que escúpelo. No me importará hacer caldo de inquisidor con tus huesos.

Aquella advertencia debía ser tomada ya en consideración. Estaba claro que si no mostraba cuáles eran sus intenciones acabaría en el calabozo, y desde luego ese sería el menor de sus problemas...

La Inquisición..... sonaba ya lejano en aquella isla perdida y guarida de cazadores.

-Respondiendo a vuestra pregunta: he abandonado a mis camaradas por propia voluntad.- Respondí con franqueza entornando los ojos en un gesto como si me quitará un gran peso de encima al confesar en este lugar. -Como os dije, la Inquisición es fanática aunque no estúpida.- guardé una pausa mientras seguía con la mirada al enorme felino que seguía dando vueltas, lentamente, alrededor de mi, para finalmente dirigir la mirada a los ojos del líder de los cazadores hasta enfrentarlos a los míos. -Su fanatismo me hastía, con el tiempo he llegado a comprender que tras la inspiración de grandes fines no hay nada mas que propósitos egoístas y ambiciosos, envueltos en un dogma pervertido y ocultos tras prejuicios tan absurdos como interesados.-

Solté la empuñadura de mi espada que descansaba en su vaina y con ambas manos procedí a retirar mi yelmo lentamente dejando mi oscura melena al descubierto, alcé el mentón y miré al cielo despejado, quizás fuera la última vez que lo pudiera ver en mi vida y tras unos minutos de silencio bajé la vista y volví a mirar a los ojos del líder de los cazadores con una sonrisa pícara en los labios:

-Solo por un casual se me ocurrió... venir hasta aquí con la esperanza de poder unirme a vosotros.-