Resurrección

Hacía frio, mucho tiempo habia pasado desde la ultima vez que vine aqui, pero necesitaba despejarme y huir por un instante de la persecucion de esos malditos humanos. El viento ondeaba mi capa y desordenaba mi cabello rojizo, mis huellas eran facilmente seguibles, pues todo estaba lleno de nieve.

Paré en medio de aquella ventisca de nieve, para clavar mis ojos verdes cual esmeralda en una figura, parecía humano pero no un seguidor de la inquisicion. Me acerqué a algo mas de velocidad hacia aquel hombre, hasta que ya le ví a un par de metros, aqui no vivian humanos, al menos no muchos, me le quedé mirando-Vaya, hacia mucho que no veía a nadie por estos parajes, temía haberme perdido-dije haciendo como una humana mas.-disculpe mi intromision-

Una mujer, de apariencia joven y cabellos rojizos que al reflejo de la blancura pura de la nieve parecían fulgir cuales llamas, se topó en mi camino. Clavé mi mirada azul eléctrica en su figura, recorriéndola de un sencillo vistazo para luego penetrarla en los suyos causando un efecto embriagador en ella.

- No creo necesaria la disculpa, Señorita -Me atreví a adivinar su condición social por la edad que aparentaba-. Siempre es un placer toparse con alguien de tan buen ver en estos parajes tan desérticos. Hacía mucho que no encontraba a nadie por aquí tampoco -Una encantadora sonrisa adornó sus labios, acompañando a toda su expresión-. Decidme, joven... ¿Os halláis perdida? Si así fuera podría indicaros el camino de vuelta a la sociedad gustosamente. No está bien visto que una señorita de vuestra edad merodee sola por estos parajes.

Me le quedé mirando con una suave y dulce sonrisa, normal en mi expresión, parecía majo,"de mi edad?, cualquiera le dice que tengo mas de 300 años.."pensé divertida, parecia alguien en quien poder confiar, mas algo en el me era realmente familiar-No hace falta, paseaba simplemente por estos parajes, comunicarme con la gente nunca fue demasiado lo mio-sonreí tapandome un poco mas con mi capa-¿sabes?, me recuerdas a alguien conocido, pero no sabría decirte a quien.-me le quedé mirandole, escrutandole con la mirada, quizas estubiera equivocada y no fuera un humano.

Su aura era poderosa, mucho diría yo, y también oscura. Al tener la mía completamente suprimido podía percibirlo con claridad. La observé con curiosidad sin dejar de sonreír de aquella manera tan encantadora.

- Pues, le prometo señorita, que no he tenido el placer anteriormente de conocer a alguien como vos -Avancé un paso hacia ella, con calma pero firme. Quería estudiar el efecto que le provocaba mi repentino acercamiento-. ¿Era alguien de vuestro agrado a quien os recuerdo?

Mi mirada azul-eléctrico parecía cautivar son solo compartirla.

Al ver que se acercaba, di un paso hacia atras-Supongo que simplemente es una pequeña coincidencia-reduje mi aura, al notarle tan altivo y cautivador con su mirada, que a mi, despues de ver el rojo carmesí de algunos de los mios, poco me hacían-Realmente hay poca gente que no me agrade-mi mirada denotaba picardía

Me detuve al ver que retrocedía, pero no dejé de observarla de la misma manera. Su piel, era de lo más pálida, resaltaba de manera especial con su cabello rojizo. Parecía que mis ojos la recorrieran como si de una suave caricia se tratara. Reparé de nuevo en su sonrisa para fijarme en el detalle de sus colmillos. Sonriendo de nuevo, contagiándome de su picardía, volví a atravesar su mirada esmeralda con mis eléctricos ojos azules. "Hmm... vampiresa..." Anoté mentalmente como si lo saboreara en mi interior. Había terminado de atar cabos.

- Un punto a mi favor, entonces, ahora que sé que esa persona era de vuestro agrado -Ladeé ligeramente el rostro: su expuesto y suave cuello parecía atraerme, aun así no di muestras de ello, ya que mantuve el mismo semblante encantador-. ¿Puedo preguntaros, si no es mucha indiscreción, cuál es vuestro nombre?

Mantuve la mirada sin reparo alguno, embriagadora y pícara. Aunque para no incomodarla no volví a avanzar... por ahora.

-¿Un punto a su favor?-pregunté sin entender del todo lo que decíaAmbos nos mirabamos escrutandonos, intentando averiguar con una mirada, todo lo que pudieramos sobre el otro, "definitivamente no es humano" preguntó mi nombre, giré mi cabeza para mirar la fria nieve, para luego volver a clavar mis ojos en los suyos, avancé un par de pasos hacia un lado haciendo despues una pequeña reverencia-Luccie Hyuga a su servicio.. ¿y vos sois?- me eché un poco para atras la capa.-No suele pasar mucha gente por aqui, se me hace raro ver a alguien, como vos-

- Aquella que nace de la luz... -Recité tras escuchar su nombre, abstrayéndome un instante antes de verla realizar la reverencia cortésmente. Sonreí, esta vez torciendo el gesto de manera traviesa-. Es curioso... pero podría decir que somos tocayos, mi muy señorita Luccie. Mi nombre es Lucius, y es todo un placer -Realicé una laboriosa reverencia y al terminar, tomé su mano derecha para posar un suave beso en ella. Tanto con las yemas de mis dedos como con los labios pude percibir la gélida temperatura de su piel al rozarla. Mi caso era muy diferente.

Después retrocedí nuevamente para no incomodarla demasiado, irguiéndome de nuevo, aunque me fijé en sus mejillas especialmente por si llegara a sonrojarse.

- Un punto a mi favor, sí -Afirmé, repitiendo el comentario de nuevo-. Si llego a saber que aquella persona no era de vuestro agrado, podría haber recibido un trato menos cordial de vos, si no me equivoco...

Me sorprendí-vaya, nuestros nombres se parecen-me reí-menuda coincidencia Lucius- Me besó la mano, su piel era calida, demasiado. Aquello me recordo con fugacidad a Amy, pero ignoré la idea-No creo que me hubiera podido llegar a caer mal-dije con una encantadora sonrisa.-podría saber... ¿que hace un hombre como vos, con dignos modales, propios de la corte, en un paraje tan deshabitado y gelido como este?-dije realmente interesada.

- Lo haré con gusto... -Respondí volviendo mi semblante aun más travieso-, si vos me devolvéis el favor contándome si padecéis algún tipo de enfermedad... -Observé su reacción, como si esperase que se sorprendiera, y sonreí con picardía-. Vuestra temperatura corporal es un tanto anormal... fría como un témpano de hielo de estos parajes... Al menos me diréis que guardáis todo el calor de vuestro cuerpo en vuestro órgano más vital... -Con esta insinuación, era obvio que me refería al corazón-. ¿O habría de preocuparme?

Obviamente me sorprendió, pero mi semblante se volvio mas alegre todabía, los humanos no sabían de nuestra existencia y lo tomaban simplemente como cuentos de miedo-¿Porque devería preocuparse? ando, respiro..., estoy perfectamente-me reí, aparté con gracia un mecho de pelo de mi hombro.-Entonces caballero, respondera a mi pregunta?-

- Eso no os lo niego... seguramente no habríais llegado hasta aquí... -Volví a tomarle la muñeca, esta vez para buscarle el pulso-. ¿No será que sufrís una hipotermia por el frío? -No le encontraba el pulso como era de esperar, así que sin pensármelo me acerqué a ella y apoyé mi barbilla en su frente, como si tratara de averiguar si tenía fiebre. Igualmente helada... Así también me di cuenta de que respirar... no respiraba, por más que ella lo afirmara.

Me separé de ella fingiendo sorpresa, hacía rato que me había dado cuenta de que era una no-muerta, para qué ocultarlo más. Lo justo sería que yo le revelara mi condición también.

- Pues resulta que vivo cerca de aquí. Pero vos... ¿por qué escogeríais un paraje helado para pasear? Claro está que el frío no os afecta... -Parecía que estuviera hablando para mi mismo, hablando hipotéticamente y sacando mis propias conclusiones. Me volví hacia ella con una amplia sonrisa. "Qué inocente es..." Pero me parecía encantador en ella.

Tan sólo quería esperar por si ella me decía algo que no supiera ya, o sí. Para mostrarle mi condición tal y como habíamos acordado. Pero no antes.

Hizo todo lo posible para encontrarme un misero atisbo de que estaba viva, le miré, cierto era que no necesitaba respirar, pero podía hacerlo perfectamente, empecé a respirar tranquilamente-Por supuesto que no tengo una hipotermia-me le quedé mirando cojí su mano y la puse de nuevo en mi muñeca-creo que no lo has medido bien-el flujo de sangre era normal, yo tenía pulso pues sino moriria, otra cosa era que mi sangre estubiera tan fria como el hielo. Me aparté de nuevo-como bien sabes, los viajeros en estos parajes pasan mucho frio, eso es todo-me giré mirandole de reojo, sabía que el ya tenía alguna idea de lo que era-a no ser que... por algun casual, no fueras un humano corriente y moliente, si sabes lo que me pasa ¿porque no me lo dices?-dije juguetona, mirandole a los ojos.

Me contagié de su mirada juguetona y la acompañé con una sonrisa. Pero mantuve la incertidumbre unos segundos en los que mantuve la mirada, haciendo esfuerzos por no estallar en carcajadas.

Carraspeé, intentando que no colapsara la risa y tras un largo suspiro la volví a mirar, esta vez más serio. Y comencé a mostrar mi aura progresivamente, aunque el ascenso fuera suave, llegó hasta su punto álgido.

- Hace bastante rato que me he dado cuenta, Luccie. Tú y yo, no somos normales... -Dejé escapar una pequeña risa, me hacía gracia la situación.

Me quedé observándola, en silencio, esperando a que dijera algo respecto a lo que percibía de mí.

-dime algo que no sepa-me reí, su risa se me habia contagiado al igual que el buen humor, aun que de verdad me sorprendí con su aura-Ya se de que me sonabas, eres un angel, igual que Amy-dije entusiasmada-pareceis una raza en peligro de extincion, solo e visto 3 en tooooda mi vida-dije estirandome tranquilamente y dejando libre albedrío a mi aura, no me gustaba tenerla reducida.-Es extraño que vivas en un lugar tan frio y deshabitado.-

Volví a reducir mi aura una vez llegó al máximo, suprimiéndola de nuevo, mientras escuchaba su observación. Sonreí.

- Bueno... -Me rasqué ligeramente la cabellera-. Ciertamente, es una larga historia... y se remonta diecisiete años atrás... Pero, lo que dices es muy cierto. "En peligro de extinción", tiene gracia -Reí ligeramente-. Pero lo cierto es que algunos logramos sobrevivir, como ves.

En ese momento preferí haberme callado, pero ya no había vuelta atras-Bu..bueno, espero que no pienses que vengo a mataros a todos ni nada por el estilo-dije rascandome la nuca-la primera vez que me topaba con alguien de luz siempre pensaban algo extraño sobre mi-soy una reina muy pacifica aqui donde me ves-me reí

- ¡Una reina nada menos! Por favor... -Volví a reverenciarla y a besar su mano en señal de respeto-. Y por lo que veo os atrae la luz también...

Guardé silencio un instante. Cayendo en algo...

- Ya que estamos, os revelaré un secreto... -Me incliné hacia su oído para susurrarle-. Soy el príncipe heredero del Cielo... Lucius Jupiter... -Tan pronto como terminé de susurrar mi nombre, me separé de ella guardando las distancias de nuevo y la contemplé por un instante-. ¿Os gustaría tratar temas de... amistad?

Realmente quise decir alianza, pero no disponía de gran cosa por el momento, por eso preferí dejarlo en un término algo más pequeño por ahora, "amistad".

Me volvió a besar la mano-por porfavor, no me llames reina-empecé a ponerme roja, realmente me avergonzaba ese termino, me volví un poco mas seria-atraerme la luz... lo siento pero tengo problemas con eso...-dije girando la cabeza a un lado y subiendo instintivamente mi mano, a costado derecho. Me sorprendí mucho ante su revelacion-¿Heredero?, vaya impresionante, no seras del reino de Amy ¿verdad?-pregunté extrañada.

Reí ante su reacción, me había parecido encantadora.

- ¿Problemas con la luz? Nadie lo diría, pues a pesar de ser un ser de oscuridad, simpatizáis con los seres de luz cuando lo normal sería que los repudiarais... -Dije en tono bromista, sin ánimo de ofender-. Aunque en mi caso, yo no tengo problema con los seres de oscuridad, los que no puedo ver ni en pintura es a los caídos... pero qué se le va a hacer... cada uno tiene sus preferencias, y para gustos los colores... -Guardé silencio un instante y me incliné hacia Luccie como si fuera a confesarle una confidencia-. No habéis respondido a mi pregunta... ¿debo pensar que "no gustáis ser mi amiga"?

La pregunta fue acompañada de una mirada pícara. Me distancié de nuevo, para no molestarla.

- Y si me permitís el atrevimiento, Luccie... creo que no deberíais renegar de vuestro rango. Deberías sentiros honrada y no avergonzada por haber recibido el derecho divino para gobernar a los vuestros. Deberíais ser un ejemplo para los vuestros. Si su reina se avergüenza de sí misma... la fuerza de la nación no será la misma si su líder no es sostenible... -Mi mirada azul-eléctrica ahora denotaba preocupación y cierto cariño-. Meditadlo fríamente y veréis que tengo razón.

-Es.. largo de explicar-me levanté un poco el corsé dejando ver parte de mi costado derecho, una gran espiral negra con espinas, lo adornaba, mucha gente no sabía lo que era, pero el al ser de luz lo notaría casi al instante. No era tinta, sino la mas negra oscuridad la que hacia esa forma. La volví a tapar algo incomoda-ademas digamos que estoy acostumbrada a los seres de luz, Ian es el rey de los licantropos y es mi primo, al igual que mi cuñado es rey de los licantropos renegados-me reí algo nostalgica de mi primer encuentro con ellos.-No le e dado una respuesta aun, porque si eres del reino de Amy, ya tengo una alianza con ella.-sonreí, para luegvolverme a tapar con la capa-y no me averguenzo de ser reina, es solo que... no me creo superior a nadie-le miré a sus ojos azules tan llamativos-Soy un vampiro mas viviendo en el reino, no quiero que nadie me trate mucho mejor de lo que tratarian a uno de los mios, porque como ellos, yo nací, morí, resucité, me entrenaron y llegué a ser lo que soy-

Mi mirada se volvió preocupada, pues ella parecía estarlo en un principio y no me costó empatizar con ella. Sin embargo, comenzó a levantarse el corsé, lo que me preocupó aun más. "¿Acaso pretende insinuárseme?" No podía permitir que prosiguiera, pues a mis ojos continuaba siendo una joven, de muy buen ver, pero una joven y no había venido a buscar eso precisamente de ella.

Me apresuré a posar mis manos sobre las suyas para detenerla, pero ya era tarde... Ella había sido más rápida (como era de esperar, me cuadriplicaba en velocidad por ser reina), y se lo había levantado lo suficiente como para dejar ver el tatuaje que parecía palpitar por sí solo en su costado.

La miré a los ojos intensamente, entre preocupado y embriagado por su cercanía. Pero cerré los ojos y me aparté, liberándola, con una sonrisa traviesa en mis labios para disimular, mientras escuchaba el resto de su historia.

- Ya veo... Sois una caja de sorpresas, mi bella Luccie -Le dije con una mirada, esta vez cálida, que no entramaba más picardía ni travesuras. Comenzaba a cogerle cariño a esta jovencita-. Tenéis mucha más relación con la luz de la que imaginaba... Durante éste tiempo he oído hablar de los reyes que mencionas, pero no tengo el placer de conocerlos. Si gozan de tu confianza, seguramente serán buenas personas, no lo dudo -Sonreí, esta vez dirigiéndole una mirada cómplice-. Sin embargo... Tampoco tengo el placer de conocer a esa tal Amy de la que me habláis... -Mi semblante ahora se solemnizó, volviéndose mucho más serio-. Por cómo la nombráis imagino que será una ángel como yo, pero desconocía de su existencia... -Mi tono se había endurecido, era como si me molestara ser el último en enterarse de lo que para mí era una gran noticia, pues una ángel más había sobrevivido a la guerra...

Guardé silencio un instante, volviéndome ligeramente sin darle la espalda, pero inmerso en mis pensamientos. Divagaba imaginándome cómo podría ser esa ángel, porqué reinaría cuando el derecho divino me era legítimo a mí... No podía evitar sentirme molesto por aquello.

- No... -Respondí en un tono seco. Traté de evitarlo, pero los músculos de mi cuello se habían tensado. Respiré profundamente y volví el rostro de nuevo hacia Luccie, de nuevo mirándola con calidez, pues ella no tenía culpa alguna de esto-. No pertenezco al reino de Amy... -Dije ahora con más suavidad, volviéndome completamente para encararla de frente y poder mirarla directamente a los ojos, aunque guardando las distancias-. Mi linaje procede del reino oficial del Cielo... Lo lamento pero no guardo ninguna clase de relación con la dama de la que me habláis.

Ante todo, guardaba el respeto ante la desconocida ángel, aun sin conocerla. Mi rostro, aunque serio, guardaba ese ápice de calidez en la mirada con la que continuaba observando a Luccie.

- Luccie, ¿podría invitaros a pasar a mi casa para guarecernos del frío invernal? Ahora mismo dispongo de todo el tiempo del mundo y si gustáis podría ofreceros algo caliente para tomar mientras me relatáis vuestra historia. Confieso que me habéis despertado el interés...

Aquella mirada embriagadora regresó a mis ojos azul-eléctrico y esperando que aceptara mi propuesta, le tendí el brazo para que se colgara de él.

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FDI: Este tema es anterior al del Templo Angelical donde conozco a Amy, ya lo arreglaré para que parezca que me suena su nombre allí.

Puso su mano en la mia, a lo que yo le miré interrogante, como intentando comprender lo que pasaba, quizas fuese el tatuaje, cosa que no me extrañaría, asi que me apresuré a taparlo.-Si realmente conozco a mucha gente de luz, aun que cuando le conozcais agradecería que no les hablaseis de mi, las relaciones con los licantropos, no han mejorado demasiado-cuando hablé de Amy parecia no sentirse agusto asi que cambié de tema-me encantaria tratar temas de amistad con vos, sin duda os veo respetable y no creo que tengais intenciones ocultas-sonreí, relamente era mucho mas agradable de lo que podía haber imaginado. Asnetí a su ofrecimiento-por favor, hace frio y aun que no lo note demasiado, se me entumece el cuerpo-me reí

- Vamos, pues -Dejé que se enganchara de mi brazo y mostre mi doble par de alas emplumadas blancas, expandiendo mi aura. Las batí con fuerza y nos elevamos a una altura considerable. Apoyé mis manos en sus caderas y bajo el brazo que tenía más cercano para sostenerla bien.

El vuelo transcurrió en silencio. La guié hasta unas montañas nevadas y aterricé sobre la entrada de una cueva con toda la suavidad que pude.

- Hemos llegado -Crucé una mirada pícara con ella y le sonreí, antes de adentrarme en la cueva.

Avanzamos durante unos instantes hasta llegar al interior de una caverna que parecía estar amueblada con figuras hechas de hielo. En las paredes, colgaban espadas de luz, adheridas con exquisito buen gusto a las paredes, inclinadas por parejas con la punta de la hoja casi enfrentada, bien distribuidas por la caverna. Éstas pertenecían a mis ángeles.

- Bienvenida a mi humilde morada -Me detuve a la entrada y le cedí el paso cortésmente para que entrara ella primero.

Inmediatamente después, unas cuantas mujeres la mayoría surgieron de las cavidades anexas a la caverna y se apresuraron a acercarse a nosotros y formar perfectamente. Todas me observaban y yo sonreía.

- Atended a nuestra invitada -Indiqué a las mujeres. Eran mi séquito de ángeles, las que logré rescatar del Cielo sanas y salvas tras la guerra-. ¿Qué deseáis tomar, Luccie?