Ambrosía

Era una noche despejada de verano. Acababa de caer, no serían más de las diez de la noche. El ambiente en las calles era tranquilo, los comercios habían cerrado a cal y canto hacía ya un rato, tan sólo se podía apreciar más vida en los locales nocturnos.
Hoy había cambiado mi vestimenta, lucía un vestido rojo sangre con los adornos y acabados en negro, el cabello ligeramente recogido y un pequeño tocado a juego que llevaba colocado estratégicamente torcido sobre la cabeza, con un pequeño encaje negro que cubría parte del lateral de mi cara sobre el lado que se inclinaba.
Mis bonitos ajuares denotaban que no era una mujer cualquiera, sino una distinguida dama que paseaba solitaria por las calles. Lo que llamaba la atención de los paisanos que me cruzaba, es que fuera sola, ya que habitualmente las mujeres de mi clase iban acompañadas de algún apuesto acompañante o alguna doncella que se hiciera cargo de las pertenencias y caprichos de su ama.
Pero la gente no me miraba solo por eso... Algunos, incluso me dirigían miradas recelosas y salían huyendo, y es que no pasaban por alto mi gran parecido con la diosa de la muerte... Saphine.
La edad desde luego no se reflejaba en mi apariencia –o quizá me equivocase, ya que mi porte denotaba mucha seguridad– aparentando no la edad que tenía frío mi cuerpo, 16, sino algunos años más. Algunas personas se hubieran atrevido a echarme 21 años.
Vi que una mujer que, por sus vestiduras pudiera decir que fuese de clase baja, se adentraba en un pequeño y oscuro callejón. Como una sombra, la seguí sin ser vista y con su sangre me di por cenada aquella noche. No me dio ningún reparo dejar su cuerpo allí tirado, pues nadie me había visto.
Saqué un pequeño pañuelo del mismo color rojo del vestido y me limpié los restos de sangre que pudieran haberme salpicado y, tras recolocarme de nuevo el vestido y el tocado, volví a salir al exterior como si nada hubiera sucedido.
A mis finos oídos comenzó a llegar una buena y animada música que seguramente estaría tocando alguna banda de música en alguno de los locales nocturnos, y guiada por la música –que dicen que amansa a las fieras, no sé si será verdad– hallé el nombrado local. Sobre la puerta había un gran cartel iluminado con letras llamativas y acordes al local que rezaba “Ambrosía” y me adentré en él.
El salón era amplio. La luz era tenue, acogedora, pero permitía ver las mesas que había alrededor de la pista de baile a los pies de un pequeño escenario sobre el que la banda de música tocaba su canción y una larga barra de bar nada más entrar a la derecha del local, quedando justo frente al escenario que estaba al otro lado del salón.
Sonreí para mí misma –quedé prendada del local– y ocupé una de las mesas de los laterales que rodeaban la pista de baile. Tenía un sillón acolchado y rojo oscuro, que rodeaba la mesa salvo por el lado que daba a la pista. Me senté a un lado y pedí una copa mientras observaba el ambiente y los clientes del local. Me gustaba la música, y tenía el presentimiento que había elegido bien, sería una noche agradable.

Divagaba por los alrededores de la ciudad columpiándome por los arboles, disfrutando, como siempre, de la naturaleza. Entonces algó me hizo detenerme, alcé la cabeza al cielo, con los ojos cerrados. Olia a vampiro. Que estuviéramos mejor no significara que los vampiros y los licantropos estuviéramos en paz, no habia ningun acuerdo parecido.

Bajé de los arboles y me dispuse a entrar en la ciudad. Mis vestimentas eran simples: camisa blanca sin mangas abierta hasta mi musculado pecho, a través del cual se podía apreciar parte de la gran cicatriz. También se veía un tatuaje tribal descender desde el cuello, perdiéndose en la camisa por el hombro y siendo nuevamente visible por el brazo hasta el codo. Mis pantalones eran amplios, esta vez no estaban rotos (como solía ocurrir por las transformaciones) pero si eran algo amplios. Unas botas normales calzaban mis pies.

Caminaba siguiendo su rastro. Llegué tarde, me encontré el cuerpo sin vida de una mujer, la observé. Tenia claramente las marcas de sus colmillos y su sangre estaba drenada. "Pobre infeliz..." fruncí el ceño, odiaba que consideraran las vidas humanas tan simples... Yo no era humano, pero si que valoraba la vida, por eso las victimas que pasaron por mis manos antaño nunca caerán en mi olvido. Y desde que aprendí a controlar a mi lobo interior, no volví a tocar a un solo humano, solo a animales. Y estos, si eran mas grandes y fuertes que yo, mejor, un nuevo reto.

Continué siguiendo a aquel ser, hasta que mis pasos me llevaron a lo que parecía un acogedor local. Entré, los musicos tocaban y la gente conversaba animadamente, influenciada por el alcohol. No me fue nada dificil localizar al vampiro, en este caso, una vampiresa. Su olor me desagradaba tanto como sus actos, y ahora estaba tranquilamente sentada pidiendo una copa en uno de los sillones. Me dirigí hasta la barra, sentándome en uno de los taburetes, desde donde la tenía bastante vigilada.
Pedí una copa y esperé. Aquí no pensaba armar escándalos, pese a ello, mi mirada se clavaba en ella de malas maneras.

Un insoportable olor a lobo inundó mis fosas nasales... “¿Otra vez?” Pensé enfurruñada.
¡Increíble! Parecía que mi persona fuese un imán para los licántropos. Hasta ahora, sólo había conocido a dos personas –o criaturas, según se mire– y una de ellas fue un licántropo.
Un sinfín de improperios sonaron como protesta en mis pensamientos. La diversión se me había jodido… o quizá me equivocase y no había hecho más que empezar…
Le di un largo trago a mi copa y me giré para ver el aspecto que tenía el susodicho. Mi mirada se cruzó con la suya, inevitablemente.
“¿¿¿Dean???” Fue lo primero que pensé al verle –si mi corazón latiera, éste habría dado un vuelco por la sorpresa que se llevó–. No, no era él, su aroma no era el mismo, este licántropo parecía mucho más maduro. Además, que yo recordase, Dean no tenía una cicatriz de guerra en el pecho ni un tatuaje en el cuello... Pero no podía negar que el parecido era bastante notable.
Aparté la mirada y la agaché ligeramente, volviendo a mirar hacia delante, hacia mi copa, perdiéndome un instante en el líquido transparente de color marrón.
No sabía qué tenían estos lobos, sería algo genético de su raza, pero todos los que había conocido hasta ahora, ¿tenían que ser jodidamente atractivos? Algo que, en la mayoría de los casos, se terminaba cargando su apestoso olor y su aversión hacia los vampiros.
El lobo estaba sentado en la barra y dado el momento en que lo detecté había entrado al local poco después que yo. ¿Me estaba siguiendo? “Lo que yo decía, tengo un imán para atraer a los licántropos...” Pensé, de malhumor, y volví a darle un nuevo trago a mi copa, para aliviar en algo mi malestar.

Me miró, y alcé una ceja interrogante ante su reacción al verme. Parecía haberse sorprendido. Parecía haber cambiado de humor al verme, pero no parecía ser como si yo le desagradase.. era raro.

Terminé mi copa y el camarero volvió a llenarla. Quedarme un rato ahí no me mataría, esperaría a que ella saliera y entonces arreglaría cuentas con ella

Si algo teníamos los vampiros, es que al estar muertos, las drogas no nos afectaban, por lo que podíamos beber alcohol hasta ahogarnos, que éste no nos trastornaba la conducta ni el pensamiento.
Y así había pasado un estúpido tiempo, como si esperara que sucediera algo.
Volví a echarle una ojeada, entornando los ojos tratando de descubrir algún detalle con mi buena visión, pero sólo alcancé a discernir que sus ojos no eran del todo marrones. ¿Qué tramaba? Pero no lo iba a descubrir si me quedaba aquí sentada.
Alcé la mano, haciéndole señas al camarero. Le susurré algo al oído y éste asintió. Después se acercó a la barra y le pidió algo a su compañero, señalando hacia el hombre que estaba sentado en la barra. Acto seguido, el camarero que estaba tras la barra se acercó a ti y te sirvió una copa de lo que estabas bebiendo.
–La señorita de aquella mesa le invita a esta ronda –dijo mientras guardaba la botella. Después se inclinó hacia delante, como si fuera a confesar una confidencia–. Si yo fuera usted, no me lo pensaría. Vienen pocas mujeres como ella a este bar...
Y retomó su labor, yendo hacia otro lado de la barra para atender a un cliente que le hacía señas.
Yo, desde mi sitio no pude evitar sonreír. Sentía curiosidad, no podía negarlo. Pero mi intención no había sido otra que llamarle la atención invitándole a una copa, pero me sorprendió que el camarero añadiera aquella guinda.

Llegó un camarero, el que había hablado susurrando con aquella vampiresa. Me detuve a observarla, no quería que fuera amable conmigo. No sabía que pretendía, cogí una servilleta y pidiéndole algo para escribir al camarero me puse a utilizarlo con el papel. Devolví la pluma al camarero y me terminé la copa de un trago, aun mirándola. Saqué dinero y pagué. Me levanté y salí fuera.

El camarero llevó aquella servilleta a la mujer, tal y como le había pedido. Tras dejarla en su mesa se fue a atender a otros clientes.

Servilleta:

Spoiler:

Arqueé una ceja al leer lo que había puesto en la servilleta. “¿Pero qué mosca le ha picado?” Aunque no le faltara razón, había sido una asesina desde incluso antes de morir yo misma, y traía un buen historial de muertes a mis espaldas.
Me giré nuevamente para dirigirle una mirada interrogante, pero entonces recibí la suya, luego pagó y se marchó.
Desde luego la noche no estaba siendo lo que esperaba... Pero aun seguía con la mosca detrás de la oreja. “Aquella mirada... ¿qué había sido?” Cada vez estaba más desconcertada...
Me terminé la copa de un trago y pagué la cuenta. Después me levanté de la mesa y caminé hacia la salida.
Sabía que seguramente me metería en la boca del lobo, pero yo también tenía mis recursos. Había vivido mucho más que él. Sabía de qué pie cojeaban los licántropos, pero quizá éste me sorprendiera. Además, necesitaba algo de emoción, la noche se estaba tornando un poco aburrida.
Me detuve en la puerta del establecimiento, justo antes de salir. No me fiaba ni un pelo... Pero, él lo había dicho, era una asesina y mis presas no solían escapárseme, las encontraba allí donde estuvieran. Estaba claro que tenía algún problema conmigo, o eso me había parecido. Así que iba a aclarar la situación. Mi mirada lo examinó todo, y mi olfato buscaba el rastro de su pestilente olor a lobo. Si me esperaba, no habría ido lejos, por lo que dejé que mi oído también buscara algún indicio de su presencia.
“Vamos, lobito... Dime dónde te has metido...” Canturreé en mi cabeza, sin dejar de estar alerta a lo que sucediera a continuación.

Las calles estaban ya desiertas, solo se oía la música del local, aun que muy difuminada. Ella miraba a su alrededor, me buscaba.

-Con que... mendigos, ¿eh? ¿es un cliché o simple casualidad?-dije desde las alturas. Estaba en el tejado, recostado sobre uno de los laterales de aquel tejado a dos aguas. Mi pie se sostenía en un pequeño chapitel que sobresalía. Dejé de mirar las estrellas para mirarla desde aquella altura.

Escuché una voz, y en seguida todos mis sentidos confluyeron mi búsqueda en el mismo lugar. Miré hacia arriba, allí estaba.
–Tenga cuidado, no se vaya a caer... –Comenté irónicamente sin moverme del sitio–. Y ese es un asunto que no me gusta discutir a distinto nivel. ¿Por qué no baja y se reúne conmigo en el local? ¿O me dirá que no le gusta la música? Se que no me aceptará una copa, pero una conversación es gratuita si la acepta.

La miré, no me fiaba de ella. Se supone que tenia que sentir la misma aversión hacia mi como la que sentía yo hacia ella. Pese a todo, yo era mas fuerte que ella, de eso estaba seguro, y aun así me hubiera dado igual.

Con un ágil movimiento me deslicé y precipité sobre el suelo, junto a ella, aterrizando de pie y en perfectas condiciones. Había flexionado algo las piernas para amortiguar la caida, cuando me incorporé del todo seguía mirando desde lo alto, aun que eso era lo habitual por mi altura.

-¿Como puedes estar tan tranquila?-no podía evitar sentir rencor. Yo lo perdí todo una vez por culpa de ellos... no quería que nadie tuviera que pasar por eso.

Mantuve su mirada, no me intimidaba, incluso aunque fuera más grande que yo y tuviera que mirar hacia arriba.
–Porque no tengo nada que perder –Dije, por toda respuesta–. Ya lo perdí todo una vez... Además, no he venido aquí buscando pelea. Soy una superviviente, cazo para sobrevivir. ¿Acaso existe algún problema con eso? ¿Es una vida humana más importante que la de cualquier animal? Yo creo que no. Son vidas –Le dije muy tranquila–. En este mundo las vidas se miden por el valor sentimental que merecen hacia ti. Y no tengo ningún motivo para atentar contra tu vida, por más que seas un licántropo, no eres mi enemigo.
No aparté la mirada en ningún momento. ¿Quería ver el miedo en mis ojos? Para mí el único miedo posible era el de perder a las personas que amaba, la muerte nunca había sido un temor para mí, tampoco no existir. La existencia –que no la vida, pues para mí ya no lo era desde hacía mucho– es efímera cuando no se puede sentir.
Continuaba tranquila, mirándole a los ojos en silencio. Me había dado cuenta de que sus ojos tenían un toque verdoso, aunque ahora eso no importara.
–Lo siento, si te supongo una decepción como vampiro. Pero así es como soy. Cuando vives tanto tiempo acabas aprendiendo a darle valor a lo que en un principio te era efímero...
Tenía razón. Quizá en el interior del local no hubiese sentido la libertad de decirle aquello abiertamente.

-Una vida humana... no, no tiene mas valor que la de un animal. Pero el animal puede tener ciertas alternativas, alternativas de luchar, alternativas de herirte y poder huir. El ser humano no, se cree en la cúspide de la cadena y en realidad no es más que el eslabón mas débil. Su inteligencia le salva, pero contra ciertas cosas eso no sirve de nada.-hice una pausa. Yo personalmente solo cazaba, cuando lo necesitaba por que al fin y al cabo yo era un licantropo, a animales grandes y carnívoros pese a que estuvieran menos apetitosos-No soy tu enemigo por ser un licantropo, en tal caso soy tu enemigo por ser un vampiro-no era su enemigo, pero no me gustaba nada los vampiros por innumerables razones, y la de ser licantropo era la última de ellas.-¿Lo que es efímero? la vida es una cuerda tan fina, tan frágil...-Medité un instante, agachando la cabeza-Yo lucho por los que amo, y nunca dejaré de hacerlo. Ya he perdido demasiadas veces lo que tenia como para permitirme el lujo de hacerlo de nuevo. Pese a ello, mi sentido de la justicia me obliga a, de mínimo, llamar tu atención respecto a esto. En realidad no tengo interés alguno en descuartizarte, aunque admito que disfrutaría con ello

–¿En serio tienes tanta aversión a los vampiros? ¿Qué te han hecho?
Aparté la mirada un instante quedándome pensativa, sus palabras me habían hecho reflexionar.
–No tengo problema en variar mi dieta si es que te molesta que cace a cualquier ser humano. Y ya que tengo que hacerlo para alimentarme, podría hacer de verdugo de los que más se lo merezcan... ¿Qué te parece? –Mi mirada, por primera vez desde que estaba en su presencia, se tornó traviesa. La idea que se me había ocurrido no me parecía tan descabellada después de todo–. Nuestra lucha es la misma, no padezcas. Sólo que yo perdí a la gente que amaba. Pero protegeré a las nuevas con mi vida como he venido haciendo siempre...
Lo había dejado caer, pero no había nombrado a esas personas. ¿Por seguridad? Puede. Que no tuviera intenciones delictivas conmigo no quitaba que las pudiera tener con ellos...

Fruncí el ceño, eso era una puerta muy onda en mí. Y no pensaba abrírsela a cualquier persona, así por que si. Además, me parecía patético lamentarse a cada momento por lloros del pasado. Pasado, pasado es.. y ahí es donde debe estar.

-Eso no te incumbe.-dije con frialdad, más de la que yo mismo hubiera expresado jamas... no era lo mio ser así, yo siempre era cálido, pero había tocado un tema muy delicado.
Su contestación me sorprendió mucho. Hasta no me parecía mala... lo razonaba... no lo negaba por que sí. Era algo muy extraño para mi, con toda la sarta de chupasangres que había conocido.-Sorprendentemente, no me parece mal.-dije aun sorprendido. Al decir que protegería a los que amase, pensé en Ian, en Hanako y sobre todo en Dana y Dean. No iba a permitir que nada les pasara, a ellos no, no volvería a ser débil y a perder lo único que tenía. Yo también perdi a gente a la que amaba.. y mucho, y todo por culpa de su raza.-Es honorable por tu parte, y por ello, en parte, te respeto. Eso si, ni se te ocurra intentar dañar a alguno de los mios. Solo te lo advierto.

Hum... parecía que había metido el dedo en la llaga...
–Disculpa, no pretendía ofender, sólo comprender por qué los odias tanto. No puedo empatizarme del todo porque a mi nunca me ha pasado eso con los licántropos –Me encogí de hombros.
Pero sonreí, ¡había dado su aprobación! Parecía que comenzábamos a entendernos y eso en cierto modo me alegró. También se había ganado mi respeto.
Con la última amenaza sonreí para mí misma con cierta añoranza, no lo pude evitar, pensar en los licántropos me recordaba a Dean y a él nunca podría hacerle daño.
–Descuida. Te respeto –Sentí ganas de golpearle el hombro amistosamente, pero no lo hice, por respeto.
Mi sonrisa se amplió. Me alegraba que hubiéramos llegado a un entendimiento. Pero entonces caí en que no me había presentado y puse los ojos como platos.
–¡Ostras! Disculpa mis modales, por favor. No me he presentado –Dije un tanto avergonzada–. Mi nombre es Katerina. Katerina Vandzandt. Y es un placer conocerle.
De nuevo había vuelto a tratarle de usted, creía que era lo justo, no gozábamos de tal confianza como para tutearnos y antes la habíamos sobrepasado. Además, me merecía más respeto ahora, y esa era mi forma de demostrárselo.

Escuché sus palabras, en el fondo no pude evitar alegrarme, pero mínimamente.
Se presentó, y no era de caballeros no contestar a eso, fuera enemigo o amigo el que lo hiciera.

-Mi nombre es Andrew, Andrew Wingates. No sabría decir si es del todo un placer, pero almenos no es un disgusto.-dije, hablaba con sinceridad. Se podía dar un canto en los dientes con aquello. Ella seguía sin ser de mi agrado, era un vampiro, y pero aun, un vampiro que no conocía.

Me hubiera reído de su comentario, pero si no fuera porque mi piel ya de por sí era pálida, el que me viera diría que había empalidecido. “¿¿¿Wingates??? ¿El mismo Wingates que Dean?” ¡Claro! Su gran parecido no era un disparate... “¡Madre mía! ¿Y él que es? ¿Su padre o... su hermano, porque...?”
Respiré profundamente, necesitaba sosegarme. Sólo esperaba que no se me hubiera notado demasiado y mis ojos no se hubieran teñido de rojo carmesí... En fin, un desliz lo puede tener cualquiera...
Agaché la mirada.
–Discúlpeme, pero... ¿Ha dicho usted Wingates? –Pregunté despacio.
Dean no me había hablado de hermanos, pero sí había mencionado a su padre. ¿Y si fuera él? ¿Había estado hablando todo este tiempo con él, sin saberlo?
Ahora sí que estaba emocionada.

Fruncí el ceño, porqué se había puesto de esa manera. Mmmm al fin y al cabo era una vampiresa, igual conocia a Walter, al ser mi hermano compartíamos apellidos.

-Sssi, Wingates. ¿Por qué?-estaba desconcertado, ¿que la pasaba?

“¡Ay!” La mirada se me iluminó, mis ojos brillaban como dos luceros. No podía estar más emocionada y, siguiendo un impulso, le abracé efusivamente.
–¡Oh, no me lo puedo creer! ¡No-me-puedo-creer-que-haya-conocido-al-padre-de-DEAN! –Solté de un tirón, casi entrecortadamente por la efusividad. Le abracé tan fuerte que casi le estrujo, pero todo era causa de la emoción. Sin embargo, me di cuenta de que quizá me había excedido y le solté rápidamente y con cuidado, como si hubiese tocado algo súper delicado e intocable. Estaba muy nerviosa, pero aun así le mostré una amplia sonrisa mostrándole mi arrepentimiento por haberme excedido–. Discúlpeme, de verdad... yo...
Retrocedí un paso por si acaso, avergonzada. No sabía dónde meterme, deseaba que la tierra me tragase.

Me esperaba de todo, menos esa reacción. Quedé casi paralizado. ¿Dean? ¿De que conocia a Dean? fruncí el ceño, entonces lella se avalanzó sobre mí. Iba a apartarla rapido de un fuerte empujón, creyendo que me atacaba pero entonces comprendi que me estaba abrazando. Esto increcentó mas aun mi desconcierto.
Entonces se disculpó, parecía estar llena de verguenza.

Aun algo desorientado la traté de tranquilizar, asi me contaria de que conocia a Dean.


-Vale, vale. Tranquilizate, no pasa... nada, tranquila. ¿De qué conoces a Dean? -me apresuré a preguntar

Tenía que tranquilizarme, sino no podría explicarle de qué conocía a su hijo.
–Le conocí en una noche de luna llena... Fui al bosque para observarla y entonces apareció él –Comencé mirando hacia el infinito con una sonrisa de añoranza. Después me volví hacia el señor Wingates y proseguí–. Tiene un hijo maravilloso, señor Wingates, puede sentirse orgulloso –Se notaba en mi mirada que hablaba desde el corazón y el cariño que le tenía se reflejaba en mis ojos, era incluso tierna–. Es de las mejores personas que he podido conocer en toda mi larga eternidad. Pero ahora que le conozco a usted, me doy cuenta de quién lo ha aprendido y eso le honra. Es usted un buen padre.
Sonreí de nuevo, me sentía mucho más aliviada ahora.
–Y discúlpeme por haberle abrazado, pero es que me había hecho tanta ilusión... –El brillo no terminaba de irse de mis ojos, era incómodo, como una especie de humedad. No podía dejar de sonreír, me sentía muy feliz.

La escuché, parecía que le habia tomado mucho cariño a mi hijo. Lo que me extrañaba era qué hacia mi hijo con ella. Sabía que a él le daban bastante igual eso de las razas, pero me seguía pareciendo raro.

Al escuchar sus alabanzas no pude hacer otra cosa que inchar levemente el pecho de orgullo. Ya de por sí estaba muy orgulloso de mi hijo, era una gran promesa y aprendía muy rapido, esto incrementó mi sentimiento.
No pude evitar sonreir ampliamente.

-En verdad estoy muy orgulloso de él.-suspiré-ha crecido tan rapido... es un chico brillante... Aprende con sorprendente velocidad, y aparte de no darsele nada mal las dotes fisicas, es un gran estratega. Se tira las horas muertas también en la biblioteca del reino, desde que la descubrió no sale de ahí más que ocasionalmente.-me di cuenta de que estaba hablando de más, y con alguien que no conocía. Se me escapó mi orgullo paternal.-Lo siento, creo que hablo demasiado.

No pude evitar emocionarme con cada una de sus palabras. Sin querer le había tocado la fibra sensible y es que, ¿quién no podía querer a ese chiquillo...? Bueno, para mí no era tan “chiquillo”, tenía que admitirlo...
Se me dibujó una amplia sonrisa llena de ternura. Había logrado enternecerme.
–No se disculpe, hombre, es natural que sienta tal devoción. ¡Es su hijo! Su cachorro... su sangre corre por sus venas, le quiere y no hay padre que no se enorgullezca de ver a su hijo lograr sus metas, convertirse en hombre...
Por un momento recordé a mi pequeña princesa Lucia... Mi sangre no corría por sus venas, pero yo no había tenido hijos en vida, tampoco había llegado a crear a mis propios hijos neófitos... ella era lo más parecido a una hija que había podido conocer.
Suspiré, con cariño. La echaba de menos... Recordaba que fue el propio Dean quien nos interrumpió la última vez. Deseaba verla...

En parte tenia razon, pero seguia sin gustarme.

-¿Tu tienes hijos?-pregunté casi descaradamente. No quería meterme en su vida, pero me daba curiosidad.

Me sacó de mis pensamientos. Le devolví la mirada por un instante sorprendida.
–¡Uy, no! Me quitaron esa posibilidad al convertirme hace ya miles de años... –Esbocé una vaga sonrisa, apartando la mirada ligeramente avergonzada–. Pero hay una niña que me tiene robado el corazón... Es mi pupila realmente pero para mí es lo más parecido a una hija...
Observé su expresión, a lo mejor había elegido mal el término “niña”, quizá se extrañase al malinterpretarlo.
–Bueno, niña... es una neófita con cara de niña –Aclaré, con una sonrisa–. ¿Y usted...? –Me interrumpí, buscando las palabras adecuadas–. ¿Dónde viven?
Sí, había usado el plural. Y no es que planease invadir su territorio con sanguinarias intenciones, nada más lejos de eso... Sólo deseaba volver a ver a Dean...
En realidad, recordaba dónde solían habitar los licántropos antaño, antes de que entrara en letargo... pero realmente no conocía esas tierras y tampoco sabía si seguirían habitando el mismo lugar.