De nuevo allí

De nuevo en ese lugar, la ciudad al pie de la torre de los dioses. Cada noche no podia hacer más que contemplar la inmensidad de tal estructura. Durante toda mi vida habia seguido los ideales de varios de aquellos dioses, pero nunca habia creido en su existencia fisica. Y sin embargo, alli estaba. A veces, cuando alguien moria podia notarse un aura tan oscura como la muerte, era Saphine, haciendo su trabajo. ¿Es que acaso el mundo se habia vuelto del revés? Lo que antaños achaqué a alucinaciones de moribundo ahora no desaparecía de mi mente. Cuando Saphine vino a buscarme el dia de mi muerte...

Y allí, en lo alto de la torre del campanario de la ciudad, observaba el pulso intermitente de su aura, era sutíl, alguien que no loestuviese buscando no lo vería. Como un faro de oscuridad, cada luz significaba una vida menos. El mundo era grande, y Saphine tenia trabajo.

Y encima habian aparecido más renegados, le habia seguido el rastro hasta la ciudad. Una princesa en el bando equivocado podria salirnos muy caro. Solo era cuestión de tiempo que notase mi presencia.

Desde aquel encuentro con la Inquisición, no había podido parar de darle vueltas a mi existencia. Algo había cambiado desde mi despertar... o muchas cosas... Lestat ya no estaba a mi lado, Mater tampoco, ni ninguno de mis hermanos... Me hallaba completamente sola... No podía depositar ese peso sobre Dean o Lucía, no... ellos aun eran muy jóvenes e inexpertos. Y Jace... era tan impredecible y lo mío era tan personal que no estaba segura de si debía compartirlo con él...
Miré hacia lo alto... “Saphine, si de verdad estás aquí, vengo a pedirte consejo...” No imaginaba que se encontrara tan arriba, tratándose de la misma muerte, pero arriba, en lo alto había algo que me llamó especialmente la atención... Olía a muerte... no como recordaba cuando sentía la presencia de Saphine... era el olor de otro vampiro...
Reduje mi aura, esperando poder sentir la suya. Era un príncipe... ¿A qué habría venido? Me picó bastante la curiosidad, así que, después de mucho tiempo ocultas –tendrían polvo de no usarlas–, dejé salir mis cartilaginosas alas negras –volviendo a ascender mi aura– y las batí, impulsándome hacia lo alto.
Aparecí por detrás, pero aterricé con suma elegancia, volviendo a esconder mis alas.
Le observé por un momento, en silencio. Seguramente hubiera notado mi presencia. Tenía un porte elegante, y parecía respirar el mismo aire que yo en estos tiempos –si es que ambos pudiéramos respirar...
–Buenas noches –Saludé, en un susurro acariciante pero cordial.
Esta vez, vestía un vestido de corte victoriano –como de costumbre– pero era blanco, nublado por pequeños fragmentos de tela de encaje negro que suavizaban su brillo, adornando la pomposidad de la falda, y un apretado corsé, cuyos tirantes quedaban bajo los hombros mostrando un escote en barca.

Ni siquiera me giré, para comprobar que estaba ahí, podia rastrear su presencia con total facilidad. La vampiresa renegada que habia despertado de su letargo hace poco. Era consciente de que su aura era similar a la mia en poder, pero eso no me importaba.

-Buenas noches. -Respondí mientras me giraba lentamente. Llevaba, como siempre, una capa negra con capucha que ocultaba la semi armadura que llevaba debajo. Retiré la capucha de mi cabeza, dejando al descubierto mi pelo negro y la miré a los ojos, escrutando su aura. Era muy antigua.

-El mundo debe de haber cambiado mucho desde la última vez que caminaste. -Dije con aire distante mientras volvía a mirar aquella inmensa construcción que se alzaba en los cielos. -Creia que nunca te darías cuenta de que estaba aqui.

Tardó unos instantes en volverse y devolverme el saludo. Me sorprendió muy gratamente lo que vieron mis ojos, sin embargo le apreciaba muy joven para ser un vampiro, aunque no tanto como la pequeña Lucía... la vampiresa más joven y extraordinaria que había conocido en mi larga eternidad.
Su comentario, me dejó un instante sin aliento... pero llevaba mucho tiempo domando mi autocontrol, no se apreció ni un ápice de mi sorpresa.
–Debe ser el primero capaz de apreciar mi longevidad con un solo vistazo –Respondí con calma. Me sentí honrada por aquello, mi sonrisa lo demostró, aunque traviesa. Tenía razón, había cosas que habían cambiado, lugares y personas que ya no se encontraban en el mismo lugar que recordaba–. Un placer, caballero. Soy Katerina. Y... si no me hubiese dado cuenta de su presencia... no estaría ahora mismo aquí... –Dije con cierta picardía.

-Llevo siguiendote desde que saliste de tu mansión, no hay nada que se esconda a los ojos de quien posee la espada del heredero. -Descolgué en in instante el inmenso mandoble que llevaba a mis espaldas y inqué en el suelo mientras lo sujetaba por el mango. Me informaron de tu llegada hace poco, y tambien de que habias ido a hablar con Itachi. -Poco a poco la escruté con mi mirada de color carmesí.

-Pero no era de mi de quien hablaba, si no de ella. -Señalé con mi mano libre la torre que ahora quedaba a mis espaldas, más concretamente el lugar en el que el aura de Saphine aparecia y desaparecia. -Aquella a la que esta noche volverás a ver. -La amenaza quedó clara, sin embargo, todavia no habia desenvainado a Vlad. El aire corría con furia aquella noche y mi capa ondeaba con violencia, dejando entrever la armadura que ocultaba.

¿Me había estado siguiendo? ¿Con qué propósito? Nadie antes me había seguido el rastro de aquella forma, normalmente era yo quien lo hacía. “Si tanto interés tenías en encontrarme, ¿por qué no te habías presentado antes ante mí? ¿Querías que yo te encontrara? Porque no me has llamado la atención al tener el mismo rango aural que yo... Pero... ¿¿¿me has estado investigando??? ¡¿Pero qué coño?!” Iba a responderle eso cuando me señaló un lugar que me estremeció... hablaba de Saphine.
Le atravesé con la mirada. ¿Qué quería de mí? ¿Y por qué estaba tan seguro de que vería a Saphine justamente hoy? ¿Acaso su gran espada se lo había pronosticado?
–¿Ignoras que tenemos más en común de lo que crees...? Porque no alcanzo a entender por qué deseas eliminarme... ¿Es que acaso me consideras una amenaza...? –Concluí con calma, hablándole esta vez en segunda persona, directamente. Si estaba tratando de intimidarme, debía saber que así no lo conseguiría, había cosas que ya no me impresionaban para llegar a hacerlo–. Ambos servimos a Saphine... y si conocieras mi pasado anterior al letargo, verías que puedo serte de mayor utilidad viva... –Traté de persuadirle. Había leído en su actitud mucho más de lo que necesitaba. Si Vlad, el mandoble legendario le había elegido, no podía ser menos que un siervo más de la gran diosa de la muerte–. Y no puedes equivocarte más... no te han tenido del todo bien informado... porque la primera persona a la que acudí fue otra más inocente, pero que los vincula a ambos en cierto modo... Y no me equivoqué con ella...
Si no era del todo obvio, hablaba de mi pequeña princesa... Lucía Wingates.

-No dije que acudieses primero a Itachi. -Asi que era ella despues de todo. Herondale y Slither siempre tenian a Lucia bien vigilada por mí, los últimos informes habian sido extraños, implicaban casas invisibles, a Dean, a Lucia y a otra vampiresa.

-Ya serví a Saphine una vez, mis manos estan manchadas de la sangre de mucha gente. Y por lo que parece las tuyas tambien. No pareces el tipo de compañia que un padre querria para su hija. -Otra pulsación de aura en la torre. ¿Lo notas? Saphine hace su trabajo. -Avancé poco a poco hacia ella, no tardé demasiado pues la torre del campanario apenas media dos metros de largo.

-Además, el mero hecho de presentarte ante Itachi se considera traición, y la tración se paga con la muerte. Sin embargo... -Di un pequeño salto hacia atrás y me quedé en el borde contrario de la torre. -Yo, Walter Wingates, principe de los vampiros estoy aqui como justicia de la reina. Demuestrame de que eres capaz Katerina la renacida. -Desenvainé a Vlad con ambas manos y la empuñe hacia ella. Una sonrisa demencial se dibujó en mi rostro.

-Bailemos. -Salté hacia ella y dibujé un arco descendente con Vlad, tan solo para medir el nivel de mi rival.

Negó la acusación sobre Jace y afirmó que también era un asesino. Sonreí siniestramente, que se tornó en una mueca de desagrado casi al instante, que borré por un rostro sombrío e indiferente.
–Entonces... tampoco lo serías tú, dado que también eres un siervo de Saphine... –Estaqué, verbalmente. Si nos íbamos a apuñalar con palabras, no me quedaría corta–. ¿Eh... papá? –Esto último, más bien, sonó como una ácida burla.
Tenía que reconocer, que me estaba divirtiendo bastante... las ironías con puñales despertaban mi psicopatía...
–¿Justicia de la reina? –Solté una sonora y siniestra carcajada–. Otra vez mal informado... porque fue ella la que me salvó del fosfatinador de la Inquisición... –Mastiqué bien, enfatizando cada palabra con regusto ácido. Lo que evidenciaba que ella no era la que había deseado mi muerte, sino no habría intervenido y me hubiera dejado a mi suerte ante aquel rayo.
Y con ello y un bonito pseudónimo, me invitó a bailar... Le dirigí una mirada entre traviesa e indescifrable... El baile de la seducción y el asesinato eran mi especialidad...
Se abalanzó sobre mí, blandiendo a la sanguinaria Vlad...
Me encontraba casi al borde del precipicio, por lo que no tuve más que dejarme caer hacia atrás con una sonrisa siniestra en los labios, para esquivarlo. Fue fácil.
Me mimeticé mientras caía al vacío, tras lo que saqué nuevamente mis alas negras para frenar la caída, desenvainando mi espada que pareció relamerse al ser llamada al combate.
Viré, ágil y veloz, rodeando la torre para volver a ascender en espiral.
Mis deseos no eran los mismos que los suyos, regresaba para enfrentarme a él no porque deseara su muerte, todo lo contrario, consideraba su potencial, al igual que un día Mater hizo esa consideración conmigo. Mi determinación era convencerle de que yo no era una amenaza para él. Jamás haría daño a Lucía y pensar en borrar a un vampiro del mapa, tendría que haber sido por una dura traición que no se mereciese la vida eterna.
Y Walter Wingates no era un traidor para mí.

Si, la adrenalina del combate, hacia tiempo que no disfrutaba de este dulce placer. Y con nada menos que una de las antiguas.
-Hace tiempo lo fuí, ya no más. Solo te entregaré a ella si es necesario. -Antaño si que habia sido un asesino, habia recibido instrucción para ello y habia sido el mejor. Pero esos tiempos terminaron cuando conocí a Luccie. Ahora tan solo hacia lo que necesitaba para sobrevivir.
-Puede que Luccie te salvase allí, ella es así. Ahora conocerás la otra cara de la realeza. No podemos dejar vivir a ninguna amenaza para el reino. ¿Lo eres tú? -Se habia lanzado al vacio, se habia mimetizado, nada de eso me importaba. Podia rastrearla facilmente, no era invisible para mi. Salté al vacio tras ella y extendí mis alas.

-Tus trucos no te servirán conmigo. -Conseguí ponerme tras ella gracias a mi increible agilidad y lancé un nuevo tajo, esta vez directo a sus alas, la parte más vulnerable en el aire. -Tal vez has pasado demasiado tiempo durmiendo. -Ninguno de mis golpes trataba de matarla, ¿hasta donde llegaria ella? Era una renegada, eso era evidente, pero no se parecia nada a Itachi. Disfrutaria con esta batalla, eso estaba asegurado.

Se lanzó al vacío tras de mí. Mi espada rugió lascivamente al chocar con su mandoble. Me desmimeticé, parecía que no sirviera contra su rastreo...
–Tal vez seas tú el que necesite un descanso... –Asesté un tajo descendente a sus piernas. Mi mirada se había transformado, mi expresión ahora era macabramente psicópata–. Esa espada... ¿no te pesa demasiado?
Un asesino debía ser ligero para pasar desapercibido, no se puede ser preciso con una espada tan pesada... y mucho menos letal si no tienes un golpe de gracia. Por muy ágil que fuese, Vlad le restaría parte de ella. La conocía... había sido la espada de mi hermano Lestat mucho tiempo atrás... Y tarde o temprano, no sólo le pesaría por su gran tamaño, su alma le consumiría poco a poco...
Me apoyé en la pared y ascendí rápidamente por ella, saltando al vacío en picado para precipitarme sobre él cual lanza, dispuesta a ensartarle... la fuerza de la gravedad me ayudaría en el proceso...

Las espadas chocaron con brutalidad, cierto que perderia parte de mi agilidad al llevar a Vald, pero eso no me importaba en absoluto, no era lo más importante de esa espada. Bloqueé con facilidad su golpe, dado el tamaño de Vlad, apenas tuve que moverme.
-Cuando me canse te lo haré saber, no te preocupes. -Se lanzó contra la pared, ascendió y luego se lanzó en picado. Una sonrisa se dibujo en mi rostro.
-¡Ven a mi, baila conmigo! -Plegué mis alas, al igual que hizo ella y me dejé caer. Me desvanecí justo antes de que me ensartase, reaparecí justo a su lado lanzando un nuevo tajo horizontal hacia ella. Extendí de nuevo mis alas y frené mi caida para aterrizar en el tejado de la iglesia, mucho más amplio que el del campanario.

Se desvaneció y atravesé su halo virando a gran velocidad, aprovechando la inercia que llevaba para retomar mi trayectoria ascendente.
Sonreí para mí misma, macabramente, sabía que lo esquivaría... o esperaba que no me decepcionase, no quería matarle, pero sí quería ponerle al límite.
Reapareció, justo donde debía estar yo, para cortarme por la mitad, pero la velocidad que llevaba me hizo estar más arriba de lo que él había calculado y no tuve más que recoger las piernas, a tiempo de apoyar mis tacones sobre Vlad...
–Yo bailo, ¿y tú?
Frenó su vuelo para aterrizar, yo recogí y escondí rápidamente mis alas dando un mortal hacia atrás para aterrizar sobre el tejado grácil y suave como una gata, a unos metros de él.
–Eres un buen bailarín, Walter –Aprecié. En mi mirada siniestra y traviesa se reflejó cierto toque de complicidad, volviendo a envainar mi espada en su funda con suma elegancia y ligereza–. Y sigo pensando que haríamos mejor pareja de baile si trabajáramos en equipo.
No me estaba rindiendo, ni mucho menos. Pero consideraba que el duelo había terminado. Si quería comprobar de qué madera estaba hecha, haciéndome luchar contra él, no lo averiguaría, ya que no terminaría de dejar que mi espada se saciase.
–Y... créeme. Hay cosas que un hombre... como tú... no puede enseñarle a una mujer... como Lucía –La siniestralidad se borró de mi rostro al instante de nombrarla, volviéndome más seria–. Porque aunque no lo quieras admitir como padre... ella ya es una mujer.
Le dirigí una sonrisa, complacida. En el combate, Walter había estado a la altura de mis expectativas, no me había equivocado con él. Sólo esperaba, que algún día olvidara –o enterrara– su intolerancia, para que así pudiera empezar a ver... que no se trataba de oficiales y renegados... sino del orgullo de una raza que lucha por sobrevivir.

No estaba mal, para ser una anciana queria decir. Bajó en frente mio y envainó su arma, muy bien, si queria hablar hablariamos.
-Tiene siete años, ha crecido mucho fisicamente, pero todavia le queda mucho por aprender. Y no estoy dispuesto a que una desconocida sea su maestra. -Clavé a Vlad en el suelo, debido a su peso no me costó mucho. Apoyé mi mano en ella y me moví a su lado, realmente era un arma enorme.

-No suelo bailar con viejas, pero no escuchar seria poco respetuoso. -Volví a adoptar una postura más serena, habia podido desahogarme durante el corto combate. Aunque no descartaba continuarlo más tarde.

[OFF Dios, cómo se me ha pirado la pinza!!! Gome nasai!!! >___<]

–Puedes estar dispuesto o no, Walter, pero al fin y al cabo la decisión es de ella... y Ella... me ha elegido a mí...
La sonrisa traviesa acompañó en cierto modo a mis movimientos, ladeando la cabeza y clavando una mirada penetrante en sus ojos, aun manteniendo la distancia.
Me hacía gracia lo carcas que podían llegar a ser algunos padres. Todavía recordaba al mío... y lo a gusto que me quedé cuando me vengué de él... Hombres como él, no deberían existir. Tal vez por eso desarrollé ese afán feminista inquebrantable, pues no soportaba que los hombres abusaran de las mujeres de manera machista. Por eso yo era como era, porque la mayoría de ellos eran tan fáciles de hacer sucumbir con tan solo un par de arrumacos y miradas coquetas, que así torturarlos resultaba mucho más placentero.
No obstante, este vampiro no parecía estar hecho de la misma pasta, lo que indicaba dos cosas: que no era machista o que tenía muy claro lo que quería y a quién quería. Eso precisamente, lo consideraba digno de admiración. Un hombre de dichas características merecía mi entero respeto, siempre y cuando me profesase el mismo... y nosotros teníamos un objetivo común, por el que no teníamos por qué enfrentarnos... y era proteger a la pequeña Lucía. Porque una cosa tenía clara, esa pequeña significaba mucho para mí y estaría dispuesta a protegerla y cuidarla, procurándole lo que fuese mejor para ella.
–Y te sorprendería... –Continué, en un susurro acariciante–. Quizá contigo siga comportándose como la niña que es, también lo veo normal, eres su padre. Pero, ya hace cosas que no son de muy niña...

De nuevo esos delirios febriles de los vampiros antiguos, suspiré. Algún dia tendria que limpiar la sangre antigua. Decian que cuantos más recuerdos guardabas en tu memoria menos espacio quedaba para el pensamiento racional.

-No me importan las relaciones que mantenga mi hija, es algo completamente natural, y al no poder quedar embarazada si no es por un licantropo... -Me encogí de hombros. -Ojalá se divierta. -Como podia haberse confundido tanto esta vampiresa tan... Repulsiva.

-Lo que me preocupa no es lo que haga en su vida privada, lo que me preocupa es lo que gente como tú, sin el menor sentido del mundo, de la vida, o de las relaciones pueda meter en su joven cabeza. Y no estoy dispuesto a permitir que mi hija se convierta en una ramera de la caza.

Le escuché a todo lo que dijo sin poder borrarme aquella sonrisa de la cara. Me estaba divirtiendo todo esto...
Decidí no entrarle más al trapo con lo de Lucía... no iba a ser yo la que le informase de los devaneos de su hija. Pero me sorprendió que hablase así de ella cuando a mí acababa de insultarme descaradamente... ¿Acaso no se daba cuenta de que acababa de insultarla a ella también?
Me eché a reír a carcajada limpia con lo último que dijo.
–Ay, ay, ay, ay, principito... ¿No sabes que la madre de todos los vampiros fue la que primero se dio a estos placeres? –Susurré, con voz cantarina–. Sé ve que nunca –Y recalqué el “nunca”– has probado la sangre excitada... –Reí, me reía de él–. Poco mundo has conocido, me temo... –Fingí una mueca dramática–. Me das penita...
Solté una risita aguda, tapándome ligeramente la boca.