Regreso al infierno

Por una vez, desde hace mucho tiempo, decidí entrar al infierno por una de las puertas de Yggdrassil. Allí se alzaba majestuosa, imponente, desafiando a cualquiera que pretendiera pasar más allá, en busca de criaturas que los humanos no deberían conocer.



No esperaba gran cosa, por lo que reduje mi aura lo máximo posible, aunque teniendo en cuenta mi actual estado, cualquiera con algo de poder podría detectarme. Sin embargo, crucé la puerta sin vacilar.

Una vez dentro respiré profundamente. Aunque no era muy bonito, aquel era mi hogar. El hogar al que siempre regresaba de mis largos viajes, el que me esperaba imperturbable, sin cambio aparente. No sentí ninguna presencia demoníaca, por lo que desplegué mis alas. Aquellas se encontraban marchitas y casi descoloridas. Su tono no llegaba a gris, pero si era un negro más claro de lo usual. Alcé el vuelo y me dirigí hacia el templo diabólico. De un modo u otro, algo me decía que debía volver allí, aunque fuera solo para observar como se habían desarrollado los acontecimientos en mi ausencia, y por supuesto, si se había elegido un nuevo gobernante, como estaba estipulado en las leyes de los demonios.

Por el camino simplemente contemplé solemne el paisaje que me rodeaba:
Montañas escarpadas, de roca negra y roja. Volcanes que escupían fuego y yermos desolados. No pude evitar girar el rostro hacia mi observatorio, abandonado desde hacía bastante tiempo, pero no había tiempo para recordar viejas historias, podría volver más tarde a aquel lugar.

Poco después alcancé las lindes del Templo, y ni vista de un solo guardia, lo que hacía estremecerme en cierta medida... ¿Qué habría ocurrido en mi ausencia?

Esa mañana estaba en el estudio organizando papeles y viendo como podría restaurar poco a poco el caos que había en el infierno desde que llegué.

No podía creerme que hubiese tan pocos demonios aquí, algo tuvo que pasar...¿pero el qué? eso ya no lo sé. Me rasque el mentón, le estaba dando demasiadas vueltas a la cabeza.

De repente escuché un golpe, como si una puerta se hubiese abierto abajo. Me puse en alerta en seguida. Cogi mi capa

Spoiler:

y me la puse de inmediato.

Baje las escaleras impaciente, no sabía quien podría estar hoy aquí...además que yo recordara no había invitado a nadie.

-¿Quien anda hay?

En cuanto llegué a las puertas del Templo aterricé trastabillando un poco. Pude sentir un aura poderosa, lo cuál no hizo más que parecerme gracioso. Pues sí, alguien me había sustituido en mi cargo, lo cuál por un lado me alegró, así ya no tendría que perder el tiempo con la regencia del reino y podría dedicarme a cosas más importantes. Por otro lado supuse que echaría de menos aquellas reuniones con el patán de mi príncipe Wataru. ¿Qué habría sido de aquel maldito idiota?

Empujé las puertas con cierta dificultad y anduve hacia el interior. Allí encontré un hombre alto, pelirrojo, con una capucha negra que le cubría todo el cuerpo. Estaba totalmente solo, preguntándose quién sería el que había cruzado los pórticos ¿Qué había sucedido? Por su aura deduje rápidamente que se trataba de un demonio, en concreto del rey de los demonios. ¿Quién si no, si no había más demonios en todo el reino? ¿Habrían huído al desaparecer toda su corte?
Hice un gesto sarcástico con mis labios y me planté a unos pocos metros de aquel hombre. A continuación alce mi vista y contemplé sus ojos.

Aquellos ojos irradiaban ambición y profundidad, lo cuál me agradó, mas por supuesto no se podían comparar a los del antiguo monarca.

- Me pregunto que habréis hecho para formar este disparate... ¿Sois acaso el rey de los demonios? - interrogué con media sonrisa irónica. Me sorprendía que hubiera llegado aquel hasta allí. Poca cosa habría hecho para alcanzar la corona si no había nadie para disputarsela - ¿Resulta que os encontráis solo, sin ningún criado?

Chisté con la boca mientras negaba con la cabeza. Las cosas habían cambiado demasiado durante mi ausencia.

Al fin aquella persona dio la cara, era un hombre mas mayor que yo. Podria decir que era pelirrojo al igual que yo pero tenia el pelo demasiado canoso como para determinarlo con seguridad.

Su aura me impacto de lleno, a simple vista no parecia alguien poderoso pero ese aura conseguia intimidarme. Preste con atencion todo lo que me estaba diciendo y su sonrisa conseguia perturbarme.

Espere pacientemente a que terminarse de mofarse de mi, ahora era mi turno.

-Vaya mira a quien tenemos aqui- dije dando palmadas- he oido cosas sobre ti...¿No eras tu el que gobernaba aqui antes? Has desparecido durante demasiado tiempo en ese trancurso he adquirido tu trono pero amigo no me culpes a mi de tu ineptitud- dije con la medio sonrisa que me caracterizaba- fuiste tu el que se fue dejando todo esto patas por hombro...no sabes el trabajo que estas dando. Esto es un autentico caos.

Ante aquellas palabras solté una larga carcajada. Resultaba graciosa la actitud de aquel jovenzuelo. Después me acerqué a él y le di unas palmaditas en el hombro mientras me dirigía a un banco para sentarme.

Una vez sentado crucé las piernas y comencé a aplaudir lenta y pausadamente.

- Maraviloso. Un joven como tú promete, sin lugar a dudas. Pero dime... ¿Qué tan arduo trabajo has realizado, si estás completamente solo en el infierno? ¿Dónde está el resto de demonios? - le cuestioné en un tono ciertamente picajoso - Y sinceramente, dudo mucho que conozcas realmente algo verídico sobre mí, jajajaja - concluí con una nueva carcajada.

Le clavé una fría mirada, muy propia de mí, puede que sólo tuviera 22 años pero eso no me convertía en un niñato ni mucho menos.

Me crucé de brazos. Sospechosamente parecía que esta conversación iba a ser demasiado larga.

-Veo que te has dado cuenta, en efecto aquí no hay nadie. Cuando llegue me lo encontré así y estas ultimas semanas me he dedicado a organizar todo un poco y principalmente he estado investigando porque me resulta muy extraño que no haya ni un sólo príncipe o maestro por estos lares. Y sí soy un joven de 22 años pero bastante espabilado para mi edad.

Sin eliminar la sonrisa pícara de mi rostro dejé que concluyera de hablar y después le contesté, aún sentado en el banco.

- Si has terminado con tu retahíla de estupideces déjame decirte algo, muchacho - repliqué muy seriamente -. No sé que habrás estado arreglando durante este tiempo, pero desde luego muy bien no lo has hecho. Y si no, ¿porqué no has buscado al resto de los demonios para alzar un nuevo reino? Cuando yo llevaba la corona el infierno era uno de los feudos más numerosos y poderosos de todo Yggdrassil, y míralo ahora... Más te valdría dejar de quejarte por lo que encontraste y te pusieras concienzudamente a solucionarlo...

Volví a negar con la cabeza y a chistar.

- Ya está bien de lloriquear. Al fin y al cabo nunca entenderías las razones que llevan a un verdadero demonio a abandonar su corona.

Acto seguido me levanté y con voz realmente siniestra formulé unas palabras casi a modo de oración.

- En este mundo hay cosas que nadie debería saber... Verdades absolutas que harían enloquecer a cualquiera. Yo soy el portador de esas verdades, y por eso he venido aquí, para restaurar lo que antaño fue majestuoso.

Miré dentenidamente a su rostro y esta vez realicé una proposición al rey.

- Por eso he venido aquí, para ayudarte a levantar esta pocilga. Tuya es la decisión.

Ese demonio impertinente, había conseguido enfurecerme. ¿cómo se atrevía a hablarme de ese modo?
De todas formas no merecía la pena discutir con el, se le veía demasiado testarudo y no tenía la cabeza para estas cosas.

Me senté frente suya aún con los brazos cruzados.

-Adelante, habla, te escucho...

Sonreí ante la nueva actitud del rey. Finalmente había conseguido lo que me propuse. Me daba mucha lástima la actual situación del infierno, y aunque ciertamente me importaba poco lo que le sucediera, en el fondo tenía un sentimiento de añoranza por aquel lugar.

- En primer lugar, creo que sería conveniente presentarnos adecuadamente... - dije levantándome a duras penas - Mi nombre es Aspicious Oicilpus, antiguo monarca del infierno y Portador del Conocimiento. ¿Cuál es tu nombre, nuevo rey de los demonios?

Me levanté del sillón al instante, lo mas apropiado era presentarse educadamente.

-Mi nombre es Demian Bolkinski, Rey de los demonios- dije con una medio sonrisa.

Me acerqué tranquilamente hacia él sin parar de examinar su aura, su apariencia, su personalidad y su actitud. Cuando por fin quedé satisfecho asentí con la cabeza y comencé a hablar.

- Antes de proseguir tengo una importante pregunta. ¿Dónde te encontrabas tú mientras yo regía el reino? ¿Fuiste un renegado? ¿Estuviste en un largo viaje? ¿O simplemente eras un habitante más del infierno?

Empecé a andar en semicírculos, con las manos juntas tras la espalda.

- Es algo que nos incumbe bastante a los dos, pues necesito saber cómo estás de dispuesto para gobernar este maldito lugar.

Mi expresión cambió completamente. Mi semblante se puso totalmente serio, un atisbo de oscuridad cubrió mis ojos y mi cuerpo se tenso completamente.

¿ debería explicarle toda la historia? creo que hoy no. No en este momento, pues aunque haya pasado mucho tiempo aún no estaba preparado para hablar de ello, y menos con un desconocido.

-Amigo, se que probablemente desconfíes de mi después de esto pero...digamos que yo estuve en el reino muchos años, antes de que tu adquiereses el puesto de Rey...pero ocurrió algo y tuve que irme de aquí, a tierras lejanas- di un largo suspiro- pero no puedo contarte lo que sucedió... así que sólo tienes dos opciones o te fías de mi y colaboramos los dos o supongo que eso nos convierte ahora en enemigos.

Le clave una seria mirada esperando su respuesta.

- Bah, bah, bah, paparruchadas - dije moviendo la mano como signo de negación -. ¡Lo que quiero es saber si estás dispuesto, muchacho! - bramé altivamente.

Sin pensármelo dos veces me volví a acercar a él. Esta vez aumenté mi aura lo suficiente como para que pudiera percibirla bien. Ese aura que contenía la sabiduría del mundo. Parte de la sabiduría de los dioses.

- ¿Has sentido eso, muchacho? Es algo que jamás llegarás a comprender. Ni tú ni nadie que puebla este condenado lugar. Pero eso no importa - para las últimas palabras adopté un tono mucho más sombrío y perturbador -, sin embargo más te vale hacerme caso si quieres que nos llevemos bien...

Después me volví a sentar en el banco, no sin cierta dificultad.

-¿Confiar en tí? ¡Claro que no puedo confiar en tí! Al igual que tu no puedes confiar en mí. Mas, tranquilo, eso se solucionará rápido. Los dos somos demonios, y los dos buscamos el bien de nuestra raza, ¿no es así? Entonces no hay más que hablar. La confianza ya vendrá después.

Escuche toda su palabrería y sentí su poderosa aura, estaba claro que ni él ni yo podíamos confiar el uno pero ¿acaso nos quedaba otra opción?

Le sonreí mientras le tendí mi mano.
-Estaba bien trabajemos juntos.

Me levanté de mi asiento y andando un poco a rastras me dirigí a la puerta por donde había venido, pasando de largo de Demian.

- Déjate de tonterías. Ya habrá tiempo de hacer manitas cuando hayamos solucionado este embrollo, aunque si pudiera evitarlo, mejor. No me gustan semejantes actos de confianza.

Me di la vuelta para mirarle y le apremié a que viniera conmigo.

- ¡Vamos! ¿A qué esperas? Ya estamos tardando, el infierno no se creó en un día. Hay muchas cosas por delante que hacer.

Al escuchar sus palabras le dedique una gelida mirada y retire la mano.

¿De que coño va este? Pense para mi mismo. Supuse que lo mejor era ignorarlo.

-Bueno dime gran señor, que hay que hacer.

Su actitud me irritaba.

Abrí los portones del templo y salí al exterior. Una vez fuera le dije a Demian.

- No sé cuanto tiempo llevas aquí, y ni te has preocupado por saber donde está el resto de demonios. ¿Qué crees, que van a venir aquí a adorarte? Hay que ir a buscarlos y a encontrarlos, a decirles que eres su nuevo rey. Quedándote ahí sentado lo único que puedes hacer es comerte los mocos, o lo que buenamente alguien te ponga en la boca.

Noté como se estaba empezando a crispar, lo cuál me hizo bastante gracia.

- Y será mejor que calmes esos humos. Un rey sin leales súbditos es más inútil que un botijo sin agujeros. Deja ya de vaguear y ponte a currar, jovenzuelo.

Desplegué mis alas y empecé a alzar el vuelo, esperando a que él me siguiera.

Ese comentario me hizo bastante gracia, el tio tenia gracia habia que admitirlo.

-cualquier cosa que se me ponga en la boca. Tiene su gracia, resulta hasta tentador¿ y dime tu te has llevado ultimamente algo a la boca?

Medio sonrei no pude evitar decirle eso.

-Bueno, ¿por donde empezsamos esa busqueda?

El primer lugar al que teníamos que ir era obvio. Aquel demonio ni se había preocupado por encontrar a los de su misma raza.

- Debemos ir a los yermos del infierno. Quizá no se te haya ocurrido empezar por lo más evidente, ¿me equivoco?

Sin llegar a darme la vuelta para mirarle dije refunfuñando en un medio susurro, lo suficientemente alto como para que me oyera:

- Menudos patanes sois todos, desaparezco y esto se convierte en un caos...

OFF: A partir de aquí iremos a otro tema, puedes postear si quieres una última vez aquí y luego nos movemos

Puse los ojos en blanco. Algo me decia qilue tenia que tener mucha paciencia con este tipo.
Ibamos a pasar bastante tiempo juntos y tenia que ser paciente con el.

-Bueno, te sigo.

Nos encaminamos juntos en busca de mas demonios.