recordando el primer vuelo

Era de noche y así probablemente no me encontraría a nadie volando por el lugar, hacia demasiado tiempo que no pisaba aquellas tierras con la tranquilidad propia de la emperatriz. Me senté en aquel gran cañon con los pies colgando por el borde.
-Se respira la tranquilidad de antaño-susurré cerrando los ojos, mirando al horizonte y poco despues al gran vacio bajo mis pies. Por un momento pensé en transformarme y tirarme hacia abajo, pero no sería lo mejor, al menos no ahora.

Otro día, otro día más rodeado de la asquerosa felicidad de estas tierras donde todo es "magníficamente verde y colorido". Bobadas, ojalá pudiera arrancar hasta el último pedazo de hierba de este cañón y dejarlo todo rojizo, desierto, tranquilo... No había hecho más que asomarme a la boca de una pequeña grieta de una de las laderas cuando noté algo de gravilla que caía desde un punto más alto.
-Otro estúpido niñato...- Gruñí.
Esta zona era la más usada por jóvenes Urobas para emprender su primer vuelo, de hecho, creo que aquí me arrastraron mis padres para que lo intentase, bastó con darme la vuelta para que dejaran de insistir.
Entonces comencé a trepar para alejar a quien quiera que se hubiese acercado. Lo hacía bastante rápido, era de las pocas cosas que se me daban bien.

Escuché un sonido proveniente de abajo, no era normal escucharlos porque la gente ya no estaba allí, era demasiado tarde en la noche. Eché un vistazo por mis pies y vi algo escalando a gran velocidad, la verdad es que me había llevado un gran susto al verlo así que me levanté sin embargo no me fui, su aura era la de uno de mi especie.

cuando ya se acercó un poco mas pude observarle mejor, estaba realmente escuálido aquel hombrecillo, pero no por ello dejaba de tener músculo. Fruncí el ceño al mirarle, la verdad es que su expresión no era lo mas agradable del mundo-Pareces mas un lagarto que un dragón-dije algo burlona, la verdad es que me había sorprendido demasiado-Me asustaste, ¿se puede saber que hacias raptando tan de noche?

Cuando al fin alcancé el punto más alto la vi, era la emperatriz, a quien la debería guardar respeto y más normas similares... Como odio esos sistemas, aún no sé por qué me presenté a Arconte.
-Pues seguramente un lagarto sobreviviría más que tú cuando no haya árboles y plantas de las que alimentarse. - La respondí a su "fascinante humor", aunque lo hice bastante bajo para intentar que no me oyese. - Si estoy aquí es por pura rutina, pensaba que alguna criatura estaba a punto de saltar para su "primer y mágico" vuelo y me había acercado a ver cuánto tardaba en romperse un par de huesos. La pregunta es, ¿Qué haces tú aquí? Nunca se acerca nadie y esta noche tienes que aparecer tú, cuando no hay ni siquiera una luna de la que disfrutar. - Dije molesto.

Alcé una ceja interesada, la verdad es que no me sonaba de nada este tío y aun así se hacia el entendido de muchas cosas-Seguramente mucho mas tiempo que tu, pequeño dragón-silbé con maldad.
Esbocé una sonrisa algo pícara-Nunca hay nadie por la noche en estos lugares, sin embargo a mi también me hubiese gustado ver un par de dragoncitos quebrarse algun hueso, siempre es divertido.-
Volví a sentarme en el suelo con la mirada otra vez hundida en el horizonte-¿y porque no? quiero decir, en teoría este es mi territorio así que porque no pasearme cuando me apetezca- No sabía porque, tampoco como, pero tenía ganas de guerra esta noche y si habia alguien dispuesto a dármela bienvenido sería.