Corroborando los conocimientos

Ya era momento de visitar el nuevo continente. Lineris había aparecido de la nada tras la caída del sello de Omega. Había leído mucho sobre ella, pero nunca había tenido la oportunidad de visitarla. La pregunta era... ¿Cuál era el motivo por el que los dioses habían aislado Vhaal del resto de Yggdrasil? Y más aún, ¿por qué Ycter seguía oculto...?

Aquellas preguntas por el momento no tenían una respuesta inmediata. Lo cierto era que yo ya tenía mis elucubraciones e hipótesis, pero necesitaba investigar a fondo sobre ello para dilucidar la verdad. Las dos piedras del conocimiento de las que había tomado mi poder solo me daban alguna pista de lo que podía haber sucedido. En cualquier caso, lo mejor era visitar Lineris, a parte de para esclarecer dichas cuestiones, para disfrutar de un paraje totalmente nuevo para mis sentidos. Es por ello que decidí viajar a la conocida como la ciudad más grande jamás construida por la humanidad, Liang.

Cinco gigantescos barrios eran los que la componían, cada uno con sus peculiares costumbres. Dichos barrios estaban conectados por largas y anchas carreteras, altamente transitadas por mercaderes. El barrio central era el más pequeño pero el más concurrido. En él había una gran cantidad de bazares, tiendas y lugares de recreo. Las calles, aunque abarrotadas, se encontraban impecables y el aire que se respiraba, pese a estar algo cargado, era limpio y revitalizante.

Me encontraba en uno de los callejones secundarios del mercado central, con mi aura reducida, rodeado de todo tipo de diferentes humanos. Algunos vestían con ropajes amplios y claros, su tez algo morena; otros mostraban rasgados los ojos y una piel clara, trajeados con seda elegante y con finos encajes; los que vendían en los tenderetes eran dicharacheros, muy bien lavados y vestidos, la mayoría con algún tipo de sombrero. Ante aquella amalgama de culturas mi indumentaria no llamaban la atención, aunque bien es cierto que más de un humano parecía incomodarse por mi presencia... Me acerqué a uno de los puestos que llamó mi atención. En él había un telescopio algo viejo con diferentes objetivos. El mercader, al verme interesado, preguntó muy educadamente:

- Por lo que veo le interesa mi observador del cielo - dijo en la lengua de Lineris -, sin duda una gran elección para aquel que quiera explorar el universo más allá de Yggdrasil. Usted parece un tipo inteligente. ¿Qué le parece? Se lo dejo solo por 75 monedas.

Miré de soslayo algo aburrido al dependiente. Sin duda alguna en mis aposentos y en mi observatorio tenía instrumental mucho más avanzado. Con voz profunda y seria conteste al amable hombre. Lo cierto es que era amable en apariencia, porque por aquel cachivache no daría ni 20 monedas. Seguramente algún desgraciado caería en la trampa.

- Solo estaba mirando, haría bien en limpiarle el polvo un poco al instrumento. La limpieza es imprescindible para este tipo de aparatos. Quizá algún ignorante se lo compraría... Si me disculpa, ya he visto suficiente.

El mercader puso cara de ofendido, pero antes de disponerse a replicarme yo ya me había marchado. Continué explorando la ciudad, en busca de algo que mereciera la pena.

Hacía tiempo que deseaba venir hasta Lineris a conocer el continente. Había leído en los libros de Historia y Geografía de la gran biblioteca del Templo Angelical sobre éste continente y sus secretos, pero con todo lo acontecido recientemente, apenas había tenido tiempo de dejarme caer por éste lugar. Fue precisamente por motivos de mi compromiso con la bella Amy por lo que al final me decidí a visitar la capital de Lineris.

Había leído de su grandeza, de su clase, de su gran cosmopolitismo, por lo que esperaba poder encontrar alguna idea que inspirase la decoración para la celebración.

Era una ciudad inmensamente grande en comparacón a lo que estaba acostumbrado a ver de Eliria, y esperaba algún día poder visitar cada uno de sus cinco grandes e importantes barrios más al detalle, ya que por el momento era el barrio de los mercaderes el que había atraído más mi atención.

Caminaba con el aura suprimida entre los coloridos puestos del bazar, echando un fugaz vistazo curioso a cada uno de los exóticos productos que los comerciantes ofrecían a sus clientes o bien tuvieran expuestos en sus particulares escaparates. Había tratado de asemejar mi vestimenta todo lo que las buenas referencias de los libros me habían proporcionado para no llamar demasiado la atención de sus ciudadanos, acomodando los colores a blanco y marrón, más acorde a mi personalidad. Aunque fuese inevitable no recibir alguna que otra mirada de todo aquél que descubriera la notable diferencia de mis rasgos con los de la gente de por aquí. Notablemente alto, pelo largo y rubio dorado, ojos claros y de un azul-eléctrico intenso, y aunque mi piel estuviera ligeramente bronceada y reflejase un suave tono dorado, al lado de las gentes de aquí, era bastante caucásico.

El barrio comercial de Liang era mucho más grande y concurrido que el propio mercado de Eliria, que no hace mucho había visitado con la propia Amy con el mismo menester que ahora visitaba éste, el cual tan sólo se limitaba a la plaza central de la ciudad cuando éste disponía de un barrio entero dedicado sólo y exclusivamente al comercio. Era un espectáculo bastante impresionante.

Me detuve a observar los impresionantes y distinguidos retales de seda de un telar, maravillado con la calidad de sus productos. Acaricié una de las muestras, de un color marfil que brillaba a la luz del soleado día, sintiendo la suavidad del mismo y quedando sumamente impresionado con su calidad. De soslayo me percaté de que su comerciante me había echado el ojo y bordeado su propio puesto se acercaba hacia mí, pero antes de que pudiera abordarme, le dediqué una sonrisa cordial y continué mi camino, pues estaba seguro de que no se tratase del único telar del bazar y antes de decidirme por algo en concreto prefería comparar bien el género.

Ahora, y aunque seguía observando los productos de los puestos, iba algo distraído imaginándome cómo podrían quedar esos retales en los jardines del Templo Angelical, y no preví a tiempo mis pasos, pues al intentar esquivar a alguien que sí había visto, me topé accidentalmente con un hombre de cabellos cenizos y aspecto sombrío.

- Oh, disculpe mi torpeza, caballero -Me disculpé rápidamente, deseando que me hubiera comprendido pues no hablaba la lengua de Lineris, al tiempo que retrocedía y me detenía a comprobar que no le hubiera causado algún desperfecto. Mi mirada entonces se detuvo a estudiar detalladamente el aspecto del hombre, ya que no parecía concordar tampoco con el de las gentes de Lineris, pues también parecía ser caucásico como yo. Me fijé en un detalle que para otros ojos quizá hubiera pasado desapercibido, pero era algo que nunca lo hacía para mi precisa buena visión... Tras su facha bastante desmejorada, parecía que sus rasgos escondiesen aún la esencia de unas facciones perfeccionadas pero que ahora se veían bastante desmejoradas. Pareciera que antaño hubiera sido mucho más atractivo de lo que su aspecto ahora predicaba-. ¿Extranjero? ¿No seréis de Vaahl, por casualidad?

Me perdí entre la multitud mirando los numerosos puestos, hubiera sido difícil encontrarme en aquella situación. Entonces, sin darme cuenta, me topé con un apuesto hombre, de rasgos occidentales (probablemente de Vaahl).

Al chocarse conmigo me pidió muy educadamente disculpas, a la vez que escrutaba mi apariencia muy detenidamente. Hice una pequeña mueca ante este gesto.

- Discúlpeme a mí, señor. Andaba sin demasiado cuidado - respondí educadamente, a la vez que realizaba una pequeña reverencia a modo de disculpa -. Por lo que puedo percibir, vos debéis ser extranjero también. ¿Acaso sois de Vaahl, como lo es servidor?

Estreché la mano de aquel hombre. Al decir su nombre supe al instante de quién se trataba. O era mucha coincidencia, o tenía ante mí al mismísimo rey de los ángeles. Sin duda alguna si así era no parecía alguien peligroso en absoluto, y en general yo no tenía prejuicios contra su raza. Simplemente parecía que estuviera en aquel mercado por puro ocio.

- El placer es mío, Lucius - dije serenamente mostrando una cierta amabilidad -. Este exótico lugar está repleto de cosas nuevas que me gustaría descubrir: criaturas míticas que se ocultan a ojos de los humanos, artefactos imposibles jamás vistos en Vhaal y costumbres muy diferentes entre otras cosas. Mucho sé sobre este continente, pero es la primera vez que lo visito en persona. Se podría decir que es simple curiosidad.

Después de aquellas palabras me separé un paso para decir en un tono despreocupado.

- Pero dejando esto de lado, déjame presentarme. Mi nombre es Aspicious Oicilpus, erudito de uno de los grandes reinos de Vaahl.

Por su reacción pude suponer que había escuchado mi nombre en algún lugar, pero no podía asegurar cúanto sabía de mí. Tampoco le di demasiada importancia, hacía mucho tiempo que no podía mantener una conversación civilizada con un ángel, y aquello era agradable. Posiblemente su concepción cambiara en cuanto supiera que era un demonio, si no lo sabía ya. Hasta entonces vería a dónde llegaba la situación.

- Experto en medicina y biología. Suena interesante. Procuro que mi conocimiento abarque todas las ramas posibles, sin embargo no estoy especializado en esas dos - dije mientras caminaba indicando el camino a un salón del té que había visto anteriormente en mi paseo por Liang -. Creo que por aquí podemos llegar a un lugar acogedor donde tomar buenas bebidas. ¿Os gustan las infusiones?

OFF: Nos vamos aquí