Punto de partida

Tras haber hablado el día anterior con Natasha y después de mucho pensar, creía que todo estaba claro. Y ya era hora de consultarlo con mi padre.
Llegué, esta vez no a su despacho, hoy no estaba allí. Hoy estaba en su habitación.
Fui hasta allí y llamé a la puerta hasta que se me permitió entrar.

-Padre, tengo que hablar contigo-le dije con tono serio, cerrando la puerta tras de mí

Escuché a alguien llamar a la puerta, me giré y di permiso para entrar. Cuando vi que era Dean sonreí, contento de verle. Pero mi sonrisa se difuminó lentamente al ver su expresión.

-¿Ocurre algo?

Cerró la puerta y nos sentamos, entonces comenzó a narrar. Según hablaba mi expresion ganaba o perdía intensidad, según narraba mi confusión se hacia mas grande pero a la vez entendía más.
Me disgustó que no contara conmigo desde el principio. Yo era su padre, era la primera persona a la que tenía acudir. Me sentía mal por ello, pero ahora no era tiempo de sentimentalismos, tenía que hacer algo por mi hijo.

Fruncí el ceño, Luccie había tenido, entonces, la culpa de todo. Me enfurecí, era un peligro para todos nosotros. Pero ahora tenía que ocuparme de Dean, esta situación no podía continuar así.

-Dean, nos vamos-dije con firmeza y mucha seriedad-Y no volveremos hasta encontrar una manera de controlar esa parte oscura que se ha introducido en ti

Pensar que a mi hijo se le había introducido un aura de oscuridad me daba escalofríos. Sentía lo que le había pasado a Lucia, no era más que una pobre víctima en todo este macabro asunto. Una victima inocente que no se merecía aquello, pero los designios del destino son insospechados. Ahora entendía muchísimo mejor su reacción del otro día, aun que no la excusaba. Me seguía pareciendo muy exagerada y como sobre actuada, pero era una cría aun, ya maduraría. Lo que me daba miedo es que acabara terminado convirtiéndose en una dama de burdel cualquiera, pero esperaba que para eso ya estuviera ahí mi hermano, para ponerla firme, era demasiado consentido con su hija.

Me levanté y me dispuse a salir de la sala.

-Recoge todas tus pertenencias y despídete de quien te tengas que despedir, nos iremos mañana al amanecer.-le dije y entonces salí por la puerta.

Quedé petrificado, el sonido de la puerta me desaturdió un poco, pero no lo suficiente. Estaba completamente paralizado, en lo primero que pensé fue en Katerina.
Oh, Katerina... quién sabía cuando volvería a verla. En esos instantes el corazón se estaba desfragmentando. En esos instantes sentía como si un mazazo hubiera recibido en pleno pecho y solo pudiera quedarme quieto, soportando aquel dolor.

Ya no solo Katerina, sino Dana y todas las personas que había conocido en este tiempo, quien sabe cuando las volvería a ver...
Agaché la cabeza... la decisión de mi padre era rotunda, aun que sabía que también le molestaba irse por Dana. El no era tendente a mostrar ningún sentimiento, pero yo, ya no solo por olfato sino por intuición, sabía que no se sentía del todo bien.

Pero ahora no podía pensar en eso, estaba destrozado, no se me había pasado por la cabeza nada de aquello, no pensaba que tuvieramos que marchar a ninguna parte.

Me tomé mi tiempo para analizar la situación, y entonces, no habíendolo asimilado aun del todo, me levanté. Tenía que verla, aun que solo fuera una vez más.

Salí de la habitación