Un paseo por la playa [Lucius y Amy]

Después de encontrarnos con cierto demonio, acabamos por llegar a la playa tras un corto vuelo desde la isla en el océano. Aún era de día, y el sol estaba en todo lo alto, aunque empezaba a ir descendiendo hacia el horizonte. Iba sostenida de su mano, sonriendo, y muy cerca de él, con nuestros brazos entrelazados, al igual que los dedos. Nos detuvimos en un saliente rocoso, ante el cual tomamos asiento, observando el bello paisaje que dejaba del mar aquel saliente, casi como si estuviéramos rodeados por agua en todas direcciones.

Apoyé mi cabeza sobre su hombro, y cerré los ojos apacible, con el aire marino acariciando suavemente nuestros rostros, y jugueteando con nuestros cabellos.Suspiré. Hacía muchísimo tiempo que deseaba estar así con él, mucho tiempo había pasado sin verle, y sin disfrutar de su grata compañía.

Todavía mis pensamientos se arremolinaban. El silencio armonizado por la orquestral música del mar, armonizaba nuestros pasos acompasados a lo largo de la orilla. La brisa marina y sentir la arena fina bajo mis pies, eran algo que me ayudaba mucho a la relajación.

Ella no se había atrevido a decir nada todavía, a pesar de acompañarme uncida a mi brazo. Todavía desconocía qué tipo de poder sobrenatural ejercería sobre mi ser para transmitirme tal calma. Y yo, sin embargo, no hacía más que preocuparla. A veces me preguntaba si la merecería de verdad... Pero, a fin de cuentas, ella nunca me había abandonado, había sido yo el cobarde que al verme sobrecogido y acorralado entre dos mundos completamente diferentes, había huído sin remedio.

No sabía de quién habría heredado aquella faceta... De mi madre no, desde luego. Ella siempre demostraba un coraje admirable ante todas las situaciones. Y mi padre, a pesar de su duro carácter, tampoco le había visto nunca flaquear. En cambio yo, cada vez más me venía abajo al faltarme el apoyo...

Sabía que lo tenía en ella, pero era lo único que me quedaba... Por eso a veces me resultaba tan difícil acudir a ella. Me remordía la conciencia dejar si quiera que ella soportara un solo ápice de mi carga. Pero por algún lado tendría que salir...

- Te debo una disculpa, Amy... -Dije con suavidad, tras apoyarme a su lado contra la roca, observando sus bellos ojos como dos zafiros con pesadumbre. Pero al momento siguiente volví la vista hacia la línea horizontal del mar, incapaz de sostenerle la mirada-. Sé que no tengo excusa, pero tras lo sucedido en Eliria con Demian y Angeline, necesitaba un tiempo de reposo y busqué la tranquilidad del océano... Para mí ha resultado un duro golpe. Un desengaño así, no es fácil de superar... Aunque no sé si tú habrás pasado por algo parecido...

Volví a posar con cierta timidez la mirada en sus ojos, necesitaba de su contacto visual, de su arrojo y su candidez... De una razón, al fin y al cabo, para volver a aferrarme a ella... A la vida.

Yo sabía que para él resultaba a veces difícil expresar lo que pasaba antes, tanto lo pude notar en aquella ocasión en la que me hice pasar por Samasha. Aun habiendo liberado gran parte de su carga en aquella ocasión, y más aún cuando se desengañó del todo... Lo veía en sus ojos. SE sentía culpable hasta la médula, y eso me producía dolor, porque no quería que se sintiera culpable. A mí me daba igual ya todo eso. Le quería tal y como era.

Giré levemente la cabeza en cuanto me dirigió la palabra, para poder ver sus ojos azul-eléctricos con atención. La unión de nuestras mirada fue tan volátil como una estrella fugaz, pero decidí seguir mirándole a los ojos con calma.

Después de que se disculpara conmigo, hundí su brazo en mi pecho y lo aferré con mis dos brazos enteros, mientras que colocaba las piernas delicadamente hacia un lado, para poder ponerme en perpendicular con respecto a su cuerpo.

Lucius... No te preocupes. Yo ya te dije lo que pensé una vez en el templo de Samasha. Yo no he pasado por lo que tú, aunque la verdad es que tuve una dificultad amorosa con un muchacho llamado Andrew. Es muy bondadoso y muy caballeroso, pero parece ser que no terminé de atraerle, así que no pudo ser.

Bajé la mirada, mientras seguía aferrada a su brazo, ahora con más fuerza, apoyando mi frente sobre su hombro.

Yo estaré aquí... Aunque hayas pasado muchos males y penurias... Soy tu apoyo... Y lo seré Respondí bajando el tono de voz, acabando por susurrar a su oído levemente. Así que... no te preocupes...Yo te entiendo, mi querido Lucius...

FDI: Este tema es anterior a que se aplicara lo de la Norma de los Renegados. Pero en el siguiente que abramos ya lo vamos aplicando. O si quieres, ya en éste, Amy. Cuando terminen ese tema de conversación, podrían sacar ése y que lo vayan hablando.
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A pesar de mi marchito estado de ánimo, no pude evitar sorprenderme al escuchar su historia. Y aunque me dejé hacer, camelado completamente por sus mimos, esperé a que terminara para preguntarle sobre ello.

- Andrew... ¡¿Wingates?! -Pregunté con asombro. Para mí era una inesperada sorpresa, pero aun así aquello logró devolverme la sonrisa y el sentido del humor. Reí divertido-. Sí que apuntas alto, eh... pillina... -Dije picándola un poco para sacarle los colores.

Me encantaba ver el rubor en sus sonrosadas mejillas. No podía evitarlo, pero su adorable inocencia se reflejaba en ellas cuando la asaltaba, y me cautivaba.

Tras aquello la abracé, abarcándola con mis grandes brazos como si se tratara de la cosa más delicada. Me hacía muy feliz su presencia y, de alguna manera, siempre conseguía animarme. La tomé entonces por la barbilla con mi mano izquierda, alzándosela con suavidad con apenas dos dedos, cuya barbilla casi cupiera entre ellos dos, y sin previo aviso, le robé un dulce y prolongado beso de sus labios.

Me separé suavemente de sus labios y liberé su barbilla con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Sabes? -Dije apoyándome sobre las palmas de mis manos en la roca-. Lo he estado pensando y creo que más que gritarlo a los cuatro vientos, prefiero una boda sencilla y en petit comité. Sólo tú, yo, y los ángeles. La sacerdotisa de Samasha del Cielo podría celebrar nuestra unión. Y, si gustas, podrías convertirte en mi Princesa... ¿Qué te parece, querida? -Ahora tomé sus manos con las mías entusiasmado, colocándome frente a ella ligeramente inclinado hacia ella, y acaparando por entero su mirada.

Al parecer se asombró de que me hubiera acaramelado con Andrew Wingates. Pero al oir su risita y su comentario noté que mis mejillas se calentaban, y un rubor aparecía por mi rostro, rubor que quería ocultar ocultándome en su pecho, como una gatita mimosa.

Bueno.... Sonreí, aunque creía que en este momento él no me la podría ver. ... no fue premeditado...

Entonces, como si él supiera que fuera a sonrojarme, me abrazó con ternura, a lo que respondí colocando mi mano sobre una de sus manos, mientras que su otra mano la usó para sostenerme la barbilla, y alzarme mi mirada hacia su mirada azulada. Aún tenía trazas de rubor en mis mejillas, pero no tan marcado. Había aprendido a no descontrolarme tanto con el rubor con el tiempo.

De repente, sin que yo me lo esperara, me besó, durante apenas uno segundos, segundos que me quedé con los ojos cerrados, sintiendo una cálida y agradable sensación de paz y amor.

Entonces cuando me soltó la barbilla, abrí los ojos, y me quedé mirando su claro rostro, mientras que puse una mano en su hombro, y la otra la usé para apoyarme en la roca de forma cómoda, pero no quería soltarle. Al parecer me propuso una boda sencilla, íntima y tranquila. Tal vez era mejor así, mucho más relajado, más tranquila, y más cálida, que una boda por todo lo alto. Entonces me sostuvo de mis manos, inclinándose hacia mí, de manera uqe no podía ver otra cosa que sus ojos azules, pues era lo único que atraía mi mirada, con la fuerza de un agujero negro.

Ayy... Suspiré, abrazándome a Lucius con ternura, apoyando mi rostro en su pecho, donde podía oír su corazón latir con fuerza. Me parece maravilloso, Lucius... Desde luego, estaría encantada de convertirme en tu princesa... Repuse soltando un suspiro al final, acurrucándome en él, como una gatita que busca el regazo de su amo para poder ser mimada. En realidad era lo que quería, ser mimada por él, sentirme pequeñita y abarcable por él. Y desde luego, si él no se daba cuenta, es porque estaría pensando en algo, o mirando algo, porque ofrecer me ofrezco en bandeja a él.

El firmamento se había ido tiñendo de un rojizo sobrecogedor y el gran astro comenzaba ya a ocultarse hacia el interior acompañado de la melodía del mar a nuestra espalda.

- Desde luego... estas cosas no se premeditan... -Dije al tiempo que acariciaba suavemente su cabello, sin dejar de abrazarla con ternura contra mi pecho-. La bella Miandra juega un papel importante en el destino de las personas... Entre ella y la bella Samasha configuran el devenir de este tipo de acontecimientos sociales.

Me separé de ella con suavidad al escucharla decirme con entusiasmo que se convertiría en mi princesa.

- Entonces, regresaré al Cielo para disponerlo todo. Tú simplemente espera mi llamada y ponte guapa, ¿vale?

Con una sonrisa de oreja a oreja, la observé de soslayo con la intención de marcharme pero deteniéndome por un instante más para contemplarla. Luego, me desaparecí en un destello de luz.

Relajadamente oía el sonido acompasado y relajado de su corazón latiendo, como si se tratara de un metrónomo de tiempos cortos. Notaba cómo su mano acariciaba mis cabellos, y eso me hacía que cerrara los ojos, casi durmiéndome, mientras atendía casi como si estuviera hipnotizada a las palabras de Lucius.

Sí, así es... Aunque creo que Samasha a veces juega unas cartas un tanto curiosas, sin duda

Repuse casi en un susurro, que apenas se oía más allá del rumor de las olas meciéndose contra la roca y la arena.

Entonces él se separó de mi cuidadosamente, y me senté frente a él, desatando un leve suspiro de entre mis rosados y tiernos labios.

Asentí ante su pregunta, y totalmente inmóvil, dejé que mi amado Lucius se marchara de la playa,que me dedicó una mirada que no sabía descifrar si era cariño, estupefacción o ... Me ruborizaba pensar en la tercera opción, y me quité esa idea de la cabeza. Yo me iría al que pronto dejaría de ser mi Templo si las cosas iban bien. Y de hecho, esperaba que así fuera.

Me tendí en la roca boca arriba, con mis cabellos castaños alrededor de mi cabeza como si fuera un abanico vivo, que cambiaba su forma a voluntad del viento, y cerrando los ojos, disfruté unos instantes del rumor suave de las olas, tras lo cual, me erguí con parsimonía, y observando el mar, mi cuerpo se fundió con una masa de luz blanca que empezó a envolverme, dejando una brisa con mi perfume natural fluyendo en el aire, como única prueba de mi presencia en aquel lugar virgen y bello, que pronto se mezcló con el aire, entrelazándose y arremolinándose con él.