Audiencia con el Rey

Envainé mi espada y saqué un cigarrillo y una cajetilla pequeña de fósforos del bolsillo derecho de mi pantalón. Me lo puse en la boca y raspé el fósforo contra uno de los pilares, tras caminar hacia él. Encendí mi cigarrillo y caminé hacia Hakuno manteniendo prendido el fósforo, volteándolo de manera horizontal para que cuando consumiese la parte diseñada para éso, empezase a quemar la madera y se mantenga viva la llama.

- Tsk... ¿A poco fué tan fuerte? Me excedo demasiado al enojarme... - Dije en voz baja, a la vez que lanzaba el encendedor hacia su cara. Sabía que el fuego era una debilidad de los vampiros, mucho más la exposición prolongada, por lo que también sabía que él, instintivamente, recobraría el sentido para quitarselo de encima, y minutos después de éso no le quedaría ningún rastro de la quemadura.

Inconscientemente sintió el fuego en su cara, y casi inmediatamente despertó de un salto, sintiendo el gran dolor que provocaba el fuego, se llevó la mano a la cara para ahogar la pequeña cara, quemándola también.

Miró completamente confundido al rey durante un par de segundos, mientras su cerebro terminaba de procesar lo que había pasado, luego le miró directamente a los ojos. -Ésto me resulta extraña y perturbadoramente familiar... - Dijo regresando a su seriedad de antes, pero con la voz ligeramente temblorosa aún, debido al susto que se había llevado con el fósforo.

-Más te vale no volver a hacer eso...- Dijo tuteándolo por primera vez.

- No seas miedoso. - Le dije socarronamente a la vez que le daba una profunda calada al cigarro y retenía el humo en mis pulmones. Es curioso que, sin necesidad de respirar, se me dificultase tanto hacerlo para poder fumar tranquilo... Como si hubiese olvidado cómo se hacía.

- A decir verdad me sorprendiste... Decime, Hakuno, ¿Qué pensás hacer con tu vida? - Exhalé todo el humo que estaba aguantando, más del triple del que un mortal hubiese podido sacar con una sola calada, por lo que toda la zona se llenó de un humo denso que iba en ascenso hacia el techo, bastante alto, por cierto.

Observó el humo elevarse, de entre las pocas cosas que recordaba de cuando estaba vivo, era el odio que le tenía al humo del tabaco, claro, porque le disgustaba el olor, ahora que era un vampiro, a penas se percataba de ello.

Miró de nuevo al rey, habiendo recuperado por completo la compostura, y pensó durante un momento. -Quiero que me digas por qué nunca me dijiste que eres el rey, por qué no me dijiste ni tu nombre, por qué me entrenaste durante tanto tiempo y un día sin avisar desapareciste.- Dijo seriamente, era quizá la frase más larga que había pronunciado en las últimas décadas, pero también las que había planeado decir durante aún más tiempo.

Una plena sonrisa sincera se dibujó en mi semblante sin que pudiera evitarlo. Lo miré con... ¿Cariño? Realmente le había desarrollado cariño a ése vampiro. De hecho, puede que hasta nuestros destinos estén entrelazados más de lo que el o yo podíamos suponer hasta el momento.

- Perdoname. - Le dije sinceramente mientras me acercaba más a él y le tendía una mano para ayudarlo a incorporarse.

- La verdad, es que te entrené con la intención de que algún día te conviertas en mi más importante aliado, en mi mano derecha. Ví mucho potencial en vos... Y no me equivoqué. Un día, creí que lo mejor era alejarme de vos para dejarte madurar en muchos aspectos... Y para que así estuvieses ahora tan listo como lo estas. - Una calada a mi cigarrillo que ya estaba a punto de consumirse acontecía en cada pausa que hacía en mis palabras.

Ignoró su ayuda y se incorporó por sí mismo, y le miró seriamente. -Ajá...- Deslizó suavemente su báculo en su espalda, y cuando hubo terminado, volvió la mirada hacia el rey, quien se encontraba fumando.

-Bueno, si me disculpas... - Dijo, dando media vuelta, quedando de espaldas completamente hacia el vampiro. -Tengo cosas que hacer...- Y caminó lentamente hacia la entrada.

(No hubiese esperado menos de él...) Pensé a la vez que observaba su andar y escuchaba sus palabras. Antes de que se consumiera, le lancé mi cigarro a la parte de atrás de su cabeza, golpeándolo y haciendo que vuelva a sentir el calor.

- Oh, lo siento, pero no, no te vas. - Le dije de forma confiada a la vez que me plantaba delante de él nuevamente "como teletransportándome", con la mano izquierda adentro del bolsillo de forma tal que solamente asomara el dedo pulgar por fuera de él, y la mano derecha completamente libre. Lo miraba con una expresión entre autoritaria y rebajante, esperando su reacción.

Le miró arqueando una ceja, aunque su mirada no mostraba signo alguno de sorpresa, adoptó la misma pose que el rey tenía en ese momento. -¿En serio?- Dijo con un tono de molestia.

Si había algo le mermaba la concentración, era que los demás se sintieran superiores a él, aún si realmente lo fueran. Tampoco es como que tuviera realmente un lugar a dónde ir, ni cosas que atender, pero tampoco entendía la espontaneidad del comentario del rey.

- Oh, éste espejo está roto. No me veo tan guapo como en realidad soy... - Le dije, con sorpresa, con una muy bien disimulada intención de molestarlo.

- Decime una cosa, Hakuno... ¿Sabés de donde venimos nosotros, los vampiros? - Le pregunté seriamente a la vez que tanteaba nuevamente mi bolsillo, y extraía de el otro cigarro, que me puse en la boca pero no encendí.

Empecé a pasearme por la sala, lentamente, admirando cada detalle de arte barroco que adornaba la sala del trono y, aunque no estuviésemos en el ahora, mis aposentos y cada parte del castillo. Realmente me resultaba atrayente ése tipo de arte... Atrayente y, misterioso.

Miró con un poco de sorpresa al rey, después musitó un suspiro y elevó una sonrisa burlona en su rostro. -Estoy casi seguro que mediante otro vampiro....

Sabía que lo que estaba diciendo era algo que se le ocurriría a un idiota, pero tampoco le gustaba filosofar mucho, o darle demasiada seriedad a cualquier tema, aún si su rostro mostrase lo contrario, simplemente hacía bromas con todo, aunque la mayoría de veces no le hacían gracia ni a él mismo.

- No sólo peleas bien, además sos un erudito... - Le dije sarcásticamente a la vez encendía el cigarro con un fósforo. Apagué el fósforo agitándolo velozmente en el aire y lo lancé a un lado. Le dí una breve calada al cigarrillo y me senté en el piso con la espalda apoyada en los grandes portalones, de manera que me sentía muy cómodo.

- Todos venimos de La Niña... Tiene otro nombre, pero no me gusta decirlo. - Exhalé el humo y le dí otra calada al cigarro. - Fué la madre de generaciones y generaciones de vampiros... Y a cada generación, el poder disminuía de manera ínfima... Y entre más viva un vampiro, más poder va adquiriendo. - Esta vez el humo iba escapando de mi boca cada vez que habría la boca para decir algo, así que no fué necesario sacarlo de mi cuerpo para dar otra calada.

Se recargó en el pilar más cercano a donde se encontraba el rey y cruzó los brazos, dejándolos descansar debajo del tórax. -Si... Yo también me leí los libros de historia...- Dijo con cierto tono de burla a las palabras del rey.

Miró fijamente al gran portón, pero sin verlo realmente, durante una milésima de segundo se perdió en sus más profundos recuerdos, luego regresó y continuó lo que estaba diciendo. -¿Quisiera su majestad ir al grano?- Dijo con un tono medio aburrido y medio burlón.

- Bueno, contando a La Niña... Estás frente al cuarto vampiro de la historia. Obviamente, ésto es secreto de estado. - Coloqué el cigarro entre mis pies y lo pisé para apagarlo a la vez que exhalaba la última aspirada de tabaco que había podido darle.

- En fín, nunca me respondiste. ¿Qué tenés pensado hacer con tu vida? - Le dije mirándolo a los ojos con auténtica curiosidad. Me llevé la mano izquierda distraídamente a la cabeza y empecé a revolver mi pelo... Me estresaba que todo el peso del mismo se inclinase hacia adelante, así que lo dispersaba de vez en cuando.

Miró de reojo el castillo, casi como si no hubiera escuchado el secreto del rey, no es que no le sorprendiera, pero no le parecía relevante en lo absoluto. -Ajá...- Dijo al aire, y entonces el rey le hizo nuevamente la pregunta.

Y como si fuese una película, recordó su último día como un mortal, cuando en aquella preciosa iglesia iría a consagrar su matrimonio con la mujer más hermosa del mundo; Y recordó cuando, en el momento donde debía confirmar los votos con un beso, de pronto sintió un dolor agudo en el cuello, y miró al padre, cuya expresión de terror dejaba ver su parálisis, y entonces, cayó al suelo, y lo último que vio, fue el perfecto vestido blanco siendo arrancado por las propias manos convertidas en garras de quien le llevaba puesto, y después de eso, lo último que escuchó fue un "Bienvenido", seguido de una risa burlona.

Y miró de nuevo al rey, como si hubiera despertado de una pesadilla, si siguiera vivo, estaría empapado en sudor, y pasaron casi 20 segundos mientras procesaba la pregunta del rey, y otro medio minuto más, mientras recuperaba la compostura.

-No lo se... - Mintió, pues no era de los que molestaban a todos con sus problemas, y no quería sentir lástima por nadie.

- No me mientas... Pensá que soy el único y el más importante aliado de qué disponés. - Le dije seriamente, evidenciando el hecho de que no era cosa fácil mentirle a alguien tan observador como yo, que conocía las respuestas fisiológicas a la mentira... Afortunadamente, éstas no se borraban ni después de muertos, o tendría problemas en situaciones diplomáticas.

- Te ofrezco una habitación privada en mi castillo, y... Un rango en mi armada. Veo mucha utilidad y potencial en vos, me gustaría que te conviertas en mi mano derecha... En el Primer Príncipe de éste nuevo reino supremo que estoy construyendo. - Le dije con una sonrisa de cordialidad. Realmente estaba interesado en contar con alguien como él entre mis aliados... Mi mejor aliado, éso es lo que sería. Y además, el más digno de confianza.

-De acuerdo.- Su respuesta fue rápida, casi ni lo había considerado, aunque tampoco había mucho que considerar, era el mismísimo rey que estaba solicitando su participación dentro de su ejército, y más aún, no con un simple cargo de teniente o cosas así, sino como el príncipe.

-... ¿Y qué gano yo con eso?- Preguntó, y se dio cuenta que quizá debió haber preguntado eso antes de aceptar, pero de todas formas, no tenía nada mejor que hacer, al menos no de momento.

- Básicamente... La posibilidad de, junto a mi, cortar muchos cuellos. Si te pareciese insuficiente, que no lo creo... No necesitás hacer nada, te vas a convertir en parte de la realeza. Una vida de comodidas con la única excepción de la batalla o las campañas en que me acompañes. - En realidad no necesitaba convencerlo, porque ya había aceptado. Pero sabía que lo de los cuellos le haría aceptar la idea de buen grado.

Me incorporé de un salto y me sacudí un poco la ropa... Se había ensuciado con el combate y mi camiseta se había roto en el sector de las articulaciones de mis brazos, por la velocidad de mis movimientos y lo tensos que se debieron haber puesto mis inhumanos músculos cada vez que usaba toda mi fuerza.

Lo pensó durante un momento, sabía que al ya haber aceptado, y más delante del rey, impediría que decidiera echarse atrás, aunque esa no era su intención. -Bah... cortar cuellos...- Dijo con aburrimiento y casi bostezando.

Entonces lo pensó durante un momento, y casi se pudo ver un atisbo de alegría en su mirada. -Aunque... Lo de las comodidades suena bien...- Dijo en voz alta, pero para sí mismo, y por un momento olvidó que el rey estaba justo en frente de él, y empezó a murmurar los pros y contras de ser un príncipe, casi todo era para quejarse, pero realmente estaba perdido en sus pensamientos.

- Nee... Como Primer Príncipe, sos el más importante en el reino después de mi, y mi heredero, así que tenés un nombre que los otros respetan... De hecho, podés impartir órdenes a todos excepto a mí. ¿No es maravilloso? - Le dije al notar que no había enumerado éso en la lista de cosas a favor.

Empecé a caminar con dirección a mi trono de rubíes y huesos otra vez, dispuesto a sentarme en él nuevamente.

Seguía cruzado de brazos recargado en el pilar, estaba completamente perdido en sus pensamientos, tanto así, que ya había olvidado lo de ser príncipe y estaba recordando el tiempo en que trabajaba en la mina, y seguía murmurando, ahora sólo eran frases sin sentido, palabras al aire, estaba empezando a notar que estaba hablando muy alto.

Sintió pasar al rey delante suyo, pero no le dio importancia, y entonces le escuchó hablar. -¿Qué? Ah, si, maravilloso...- Respondió sin realmente haber escuchado lo anterior.

- ¿Sabés? Estabas diciendo muchas estupideces hace un rato. - Le dije mientras me dejaba caer. Observé por unos instantes a la mesa de piedra que tenía frente a mí. Mesa con 12 asientos, 6 a cada lado, ubicándose mi trono de apariencia tétrica e imponente en la punta. Fuera de él, los únicos dos asientos que destacaban eran los que estaban inmediatamente a mi izquierda y a mi derecha. Eran dos asientos tan cómodos como los otros, y mantenían el mismo diseño, pero estaban labrados en plata.

- Por favor, Hakuno, tomá asiento. Ahora somos camaradas... En batalla, daré mi vida por vos, y espero que hagás lo mismo. Sería prudente que nos conozcamos y tengamos un vínculo más fuerte. - Le dije indicándole con un momentáneo ademán de mi mano el que estaba a mi derecha. - Éste asiento, de ahora en adelante te corresponde. ¡Ah! Y me disculpo sinceramente por lo del fósforo hace rato. La medicina no es mi fuerte, y no sabía como despertarte sin tener que llamar a los médicos del castillo, y no me gustaría que te hayan visto en ésa... Situación si no hubiese habido una causa lo suficientemente fuerte para éso.

Esperé atento su reacción a mi propuesta. (De hecho... Quisiera poder convertirte en un amigo, Hakuno.) Pensé distraídamente mientras me acomodaba mejor en mi trono, apoyándome en el acolchado del respaldo.

OFF: Ascenso de Hakuno a Príncipe realizado.

Hakuno sintió que de pronto los guardias le miraban de manera diferente, era una sensación que nunca había sentido, era una sensación que le gustaba, los guardias no le miraban como lo hacían cinco minutos atrás, ahora le miraban desde abajo, con respeto, como al príncipe que era.

-A juzgar por lo que dices...- Comentó sin mirar a nadie, mientras caminaba hacia el asiento que el rey había señalado anteriormente como suyo, y se sentaba con un leve suspiro, si no estuviera muerto, quizá habría salido algo de aire cuando lo hizo. -¿Ya tenías planeado convertirme en príncipe?- Preguntó con aparente desinterés.

- Como te dije, te entrené con la intención de que seas mi mano derecha algún día.- Le dije a la vez que posaba mis ojos sobre el, contemplando como se sentaba en el pequeño trono que ahora le correspondía.

Empecé a pensar qué sería lo mejor que supiese primero... Lo de Luccie y Walter, lo de mi historia auténtica, los pasadizos del castillo que había decidido compartir con él... Hasta que se me ocurrió el preguntarle a él qué quería saber.

- Bueno, ya estás acá... ¿Qué querés saber? Te contaré todo. - Le dije tranquilamente, ya sin mirarlo, mirando al otro extremo de la mesa como si ésta estuviese plagada.