Buscando las Piedras en las Cuevas Infernales

Suspiré de puro cansancio, aunque sonó casi como un bufido, y me acerqué a la tumba. La examiné de cerca tanteándola con sumo cuidado y respeto. Tenía un relieve de Erzebeth sobre la tapa labrado de forma exquisita. Su rostro, pese a estar representado como si durmiera, expresaba el poder y la ambición de la diablesa ya fallecida, y los pliegues de la sábana que la cubrían estaban tan pulidos que parecía seda de verdad. Mis dedos descendieron hasta toparse con la ranura del sepulcro. No sería físicamente difícil abrirlo, dudaba de que estuviera incluso sellado. El problema iba a estar en la parte mental. Había que tener las gónadas muy bien puestas para atreverse a intentarlo.
-Lo siento, creo que e-es la única manera. No parece que tenga ningún mecanismo. Creo que lo único que la protege es el respeto, así que si quieres... Bueno, lo que quiero decir es que no hace falta que lo hagas tú, puedo intentarlo- me ofrecí, vacilante. No me entusiasmaba la idea, pero entendía que para Arshei podía ser aun más duro abrir aquella tumba dado que también se trataba de su antepasada.

*Escuché lo que dijo Angela y suspiré*

-No hace falta Angela... ya has tenido demasiadas emociones por hoy...

*comenté con un suspiro mientras me acercaba a la tumba y la abría con mucho cuidado. No costaba nada abrirla, pero vacilé mientras lo hacía un momento. Sin embargo, seguí adelante con el asunto. nada mas abrirlo, vi otra parte de arriba, sobre la que descansaba la espada y 5 gemas, aunque sólo necesitábamos 3. Miré todo con admiración y alargué la mano dispuesta a coger las 3 piedras, quería dejar la tumba cuanto antes como estaba. Una mano salió de debajo cogiéndome la mía y soltó un grito penetrante que me erizó todos los pelos del brazo. Sin embagro, después me soltó como si no hubiese nada malo en aquello. Asustadísima, retiré las piedras, pero la espada se movió con ellas. Miré todo sorprendida, y recogí la espada también. después cerré la tumba y mirñe la inscripción de la espada, que rezaba lo siguiente*

"La última gota te pertenece, la oscuridad es tu amiga"

*no lo entendí, pero ya tenía las piedras aunque me sentía muy turbada por lo que había tenido que hacer. Guardé las piedras en una cajita y suspiré*

-Bueno, creo que ya hemos acabado...

*dije con la turbación en mi voz, obviamente todo aquello me había impactado muchísimo y me habñia trastocado un poco. Cogí bien agarrada la espada por su mango, y la oscuridad de su filo, tan potente que era indescriptible, tan potente que causaba miedo y respeto y cuya esencia se notaba puramente diabólica ascendió hasta mi muñeca. Me asusté y solté la espada, pero esta no se soltó. De repente me di cuenta de que la oscuridad no me hacía daño, tan sólo era un sistema de agarre extraño pero que nunca te hacía perder la espada. La miré sorprendida cuando a una orden mental la oscuridad se retiró de mi muñeca*

-Bueno... al menos la espada me obecede... vamos Angela, salgamos ya de aquí...

*la dije caminando hacia la puerta y tras guardar todo en un lugar seguro encima mío, me hice un nuevo corte para salir con mi sangre. Nada mas salir, la voz femenina de Erzebeth dijo*

-Adios, Reina Arêsha.

*y la puerta se cerró detrás de Angela y mía. Suspiré y la miré*

-El camino estña despejado... vámonos.

*comenté y ambas salimos del lugar*

OFF:
Describe que te sucede mientras tanto y pon que sales y ya está ésto terminado, xd.

Me tapé los oídos al escuchar el grito, mis tímpanos eran muy sensibles. Dejé caer las manos enseguida porque odiaba quedarme sin los sentidos que me quedaban y asistí a la escena sin decir nada. Retrocedí varios pasos, aquella energía que emanaba de la espada no era nada que hubiera sentido antes. Me asustaba y me reconfortaba a la vez, como un familiar demasiado autoritario para mirarle a la cara. Hacía que me sintiera pequeña en un sitio tan grande, no solo por mi altura de menos de metro cincuenta. Seguí a Arshei con la cabeza gacha, aun impresionada por todo lo que había descubierto y presenciado en aquellas horas. No me atrevía a romper el silencio, así que permanecí callada hasta que salimos de allí. Una vez que el suelo de aquella cueva desapareció bajo mis pies, respiré aliviada. Misión cumplida.