Amy Sunie Renegada Líder Ángel
Cantidad de envíos : 876 Localización : En un país multicolor, en el cual nació una abeja bajo el sol. Fecha de inscripción : 21/12/2010 Reputación : 5 Monedas : 5830
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| Tema: Diario de Amelia, Preview de una historia corta Mar Ene 18, 2011 11:58 pm | |
| Esta es una historia corta de corte triste. Se me ocurrió precisamente estas navidades. Ésto es sólo una preview, la versión completa os la dejaré cuando la tenga acabada. Me agradaría que hagais por favor críticas constructivas y opiniones de lo que veis. Gracias por la lectura de mis queridos lectores.
Hola, querido diario. Escribo este viejo recuerdo en tus páginas para no olvidarlo nunca. Fue el día especial que tanto anhelaba, y a la vez tanto odié más tarde. Sin embargo, es un bonito recuerdo. Martes, 5 de enero 1999 Desperté por el molesto ruido del despertador de campana, que resonaba por toda la estancia. Abrí los ojos, y sin ver exactamente dónde ponía la mano, apreté el botón de apagado del despertador a tientas. Un aire fresco y seco inundó mi nariz en cuanto tomé aire profundamente. Al poco tiempo, me levanté, apartándome el edredón de encima. Me quedé sentada sobre el borde de la cama. Unas manos de color rosado frotaron mis ojos, impidiéndome ver instantáneamente la oscuridad que me rodeaba. Al apartar mis manos de niña, un armario blanco con unas letras de colores diversos sobre él se erigía ante mí. Las letras tenían unos lunares blancos, y formaban la palabra Amelia. Al poco después, moví mis pies a tientas, y los introduje en mis zapatillas de felpa con escudos medievales. Con un ligero bostezo, que tapé con la palma de mi mano, me levanté de la cama, y me acerqué a la percha que colgaba de la pared. Tomé la bata de color escarlata que colgaba de ella, y me la até fuertemente, rodeando mi cuerpo aniñado. Con pasos que arrastraban las zapatillas, me acerqué a una puerta de madera. Con mis manos gélidas como el témpano, tomé el picaporte redondo de madera, y lo giré despacio, rechinando el roce del metal con el mecanismo de apertura. Ante mi, se presentaba el oscuro pasillo que conectaba mi cuarto con el resto de la casa. Frente a mí, había una puerta, también de madera, que se encontraba cerrada. Continué mis pasos ruidosos, y con un giro de muñeca, abrí la siguiente puerta. Me giré hacia un lado, y me miré ante el espejo. Una cara ligeramente rosada, del que colgaba cabellos dorados lisos y largos, aunque con un tono muy pálido, que tenía a su vez unos labios rosados pequeños, una nariz redondeada y pequeña, y unos bonitos ojos azules brillantes se apareció ante el espejo. Bajo los ojos, lucía unas finas ojeras, señal de que no había dormido bien. El pelo estaba un poco alborotado por acostarse. Tomando el peine que tenía en la repisa bajo el espejo, me peiné el pelo rubio, alisándolo nuevamente. Mi boca se abrió sin que yo se lo ordenase, y un ligero bostezo volvió a salir de entre mis labios, cerrando mis ojos a su vez. Cuando volví a cerrar la boca, volví a mi habitación, y encendí la luz. Ante mis ojos, un deleite para los ojos de una niña de 10 años se presentaba. La cama, aunque deshecha, tiene un edredón de color rosa, mientras que el cubrecama sobre el que duermo es de un color blanco pálido. La almohada está también decorada de color rosa. Una mesita de noche de madera, pintada de rosa y blanco, tenía un despertador redondo antiguo, de campanas teñidas de un color dorado.
Me acerqué a la cama, y alisé el cubrecama con mis manos, arrastrando las arrugas hacia los bordes. Acto seguido, recompuse el edredón, bien colocado bajo la almohada. Tras eso, me giré, mientras mis brazos seguían el movimiento por inercia, sin hacer ningún esfuerzo. Sentía que apenas los podía mover en aquel momento. Poco después, continué hacia el pasillo, y miré a cada lado del pasillo. Sólo se veía la oscuridad que cubría todo, y en el fondo de esa oscuridad, unas puertas con picaporte redondos. La tímida luz que entraba por el baño me permitía ver un poco más lo que había en el pasillo. Unos marcos de madera contenían fotografías que cubrían una buena parte del pasillo. Un hombre alto, de pelo corto y moreno, vestía un traje de chaqueta elegante, con pantalones negros como el carbón y unos mocasines brillantes recién limpiados. A su lado, había una mujer de pelo largo que se alargaba hasta por debajo de la espalda, de color dorado muy brillante y claro. Vestía un traje de novia, de mangas largas, volantes en el vestido, y unos guantes de tela que alcanzaban sus codos, cubriendo el resto de los brazos. Ambos sonreían con una cálida sonrisa, con los ojos cerrados. Desvié mi vista hacia otro marco, que contenía a esas mismas personas, y una niña en medio de ellas. La niña, con los mismos cabellos que la mujer, sonreía alegremente, mirando a la cámara. En su sonrisa, mostraba sus pequeños dientecitos y los huecos vacíos que indicaban que faltaban dientes en su dentadura. Suspiré levemente, bajando la cabeza un poco, y continué por el pasillo arrastrando los pies. Un silencio sepulcral inundaba mis oídos. Nada se oía, siquiera un ratón, o el sonido del agua recorrer las tuberías. Me acerqué a la puerta, y la abrí del mismo modo que las dos anteriores. Una estancia prácticamente vacía, a excepción de una mesa en el centro de madera, de color cerezo, y un perchero en la pared, se mostraba, oscura. Atravesé, con lentitud y el corazón palpitando velozmente y encogido, la estancia, y me adentré en la cocina.
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