El frío helador de la montaña

Me levanté del suelo,ya había tenido bastante por hoy,así que quería marchame a casa.

Empecé a caminar en la dirección opuesta con la que había venido,y me sumergí en mis pensamientos.

No podía quitarme la última conversación con Aspicious. Pensaba que había hecho bien pero..,la simple idea de no volver a hablar mas con el,me angustiaba en el fondo de mi ser. Seguía caminando con la cabeza gacha,camino al limbo.

Aparecí tras kaede instantáneamente. Había visto parte de la escena sin ser descubierta. Me lancé a ella,y con un movimiento firme la desencapuché y tapé los ojos,mientras esbozaba una sonrisa maliciosa.

-Cuanto tiempo sin verte..Kaede,al fin te encuentro.

Y dicho esto,me la llevé del lugar,dejando únicamente la capa gruesa que llevaba sobre ella. La nieve no tardaría en hacerla desaparecer.

Me quedé mirando al cazador pensativo.

- De acuerdo. Te propongo una cosa. Tengamos un combate, aquí y ahora. Si te quedas satisfecho te unirás a nosotros. ¿Qué te parece?

La propuesta del demonio me había convencido. Hacía mucho que no tenía ningún contrincante serio, esto me valdría para medir verdaderas fuerzas, y aquel lugar era perfecto.

- De acuerdo demonio, pero si te derroto... Te mataré con mis propias manos. ¿Estás de acuerdo con eso? - pregunté poniendo una mueca macabra.

- Por supuesto - contesté con un susurro mientras extendía mi aura en todo su esplendor por el paraje.

Aquella era la primera vez que el rey de los demonios iba a mostrar su verdadero poder desde que era rey. Un aura muy oscura, pero tenía algo peculiar. No era una oscuridad como la de William o Luccie. De cierta manera, se podría decir que aquella oscuridad no era tan tenebrosa como la del resto de reyes oscuros, pero era algo así como... insondable, cargada del conocimiento incognoscible del mundo, que ningún mortal debería conocer.

Desenfundé mi espada que comenzó a arder y desplegué mis alas negras. A continuación un pequeño tornado de un tamaño casi impreceptible comenzó a girar en torno a mis pies.

Mi rostro se mostraba sereno e impasible, y mis ojos negros y profundos como pozos analizaban cuidadosamente al cazador y su mascota. Le apunté con mi arma y dije unas escuetas palabras.

- Adelante.

- ¡No esperaba menos, demonio! - respondí alegremente con una risa desquiciada mientras mi aura alcanzaba el potencial de la de Aspicious y desenfundaba mi espada. La gema de mi frente comenzó a brillar de un color escarlata.

Sebastian se colocó en guardia, todo estaba preparado para que diera comienzo el combate.