Un invitado especial

FInalmente habíamos entrado en el Reino Renegado, tras haber aceptado las condiciones y propuestas de Lucius. La confianza es la base de toda relación, ya sea profesional o particular. Así que debía aplicarla en su más absoluto rigor. Podía confiar en él. Prácticamente su rostro me lo decía- apariencia que esperaba no me fallara-. Luego hablaría con él sobre aquella cláusula de visitas a nuestros reinos.

Así que finalmente atravesamos el camino rodeado de jardines, con majestuosos árboles a la vera del mismo. Ya estábamos acercándonos a la plaza anteriormente citada, donde se encontraban algunos ángeles caminantes por la zona.

Entonces me dirigí a Lucius para aclararle algo de cierta importancia, mientras enfocaba mis brillantes ojos verdes hacia su rostro, especialmente atenta a sus ojos azules brillantes.

Lucius, es importante dejar en claro algo sobre esto. Me parece bien tu cláusula, que por cierto luego trataremos. Y me parece exquisito que quieras dialogar con los ángeles. Pero te advierto que quizás a alguno no le agrade tu presencia, por el mero hecho de ser oficial. No obstante, espero con franqueza que esa eventualidad no ocurra, pues aquí todos son educados en la solidaridad y la colaboración con todos. Finalicé la frase con una sonrisa que no pretendía ser formal, sino algún toque dulce.

Tras escuchar los argumentos de Amy, asentí estando de acuerdo con ella. Acepté la invitación y crucé las puertas justo después de ella, como todo buen caballero. Mis ángeles se habían quedado a las puertas, sin llegar a cruzar, pero permanecerían alerta para allanar estas tierras si algo me sucediera.

El Reino Renegado del Cielo... Lo cierto es que era la parte más salvaje y natural del Cielo, o eso me parecía a mí con tanta vegetación llenando de vida las tierras que ahora recorríamos. Caminaba con tranquilidad, junto a Amy, acompañando su paso de forma natural.

Amy me guió a través de unos preciosos jardines. Mi vista no cabía en sí del gozo que suponía nutrirla de tal belleza natural. Amy se detuvo antes de llegar a una plaza en la que parecía haber más ángeles. Me detuve yo también y me giré hacia ella para dirigirle toda mi atención. Escuché su advertencia, pero no me alarmé en absoluto, sino que por el contrario sonreí.

- Os agradezco la consideración, Amy, pero creo que sabré estar a la altura de la situación y ganarme incluso su confianza -Sonreí de nuevo, de forma encantadora, e incluso esta vez podía notarse un atisbo de orgullo inclusive.

Después, aguardé con paciencia a que la bella Amy tomara de nuevo la iniciativa y me invitara a proseguir hacia los ángeles. Guardaría el respeto en todo momento, pues en aquél lugar ella era la máxima autoridad y como tal lo respetaba.

Atendí a su respuesta. Parecía decidido, así que creo que era el momento de acercarse a alguno de los que allí moraban. Avancé unos cuantos pasos más hasta llegar a un ángel que parecía descansar en un banco, recibiendo la luz del sol. Me detuve frente a éste, y le dediqué una sonrisa formal, mientars hacía una inclinación de saludo.

Saludos, Sebastián. Veo que estás muy tranquilo hoy, jejeje Dije sonriendo.

Éste, al darse cuenta de con quién hablaba, se levantó del banco, y se inclinó levemente hacia delante

Buenos días, señora Sunie. La verdad es que sí, hoy es mi día libre

Sonreí ante lo que decía. Me gustaba ver que mis súbditos estaban tranquilos y relajados de vez en cuando. Entonces me giré hacia Lucius, y coloqué una mano en su espalda, como si quisiera que avanzara un poco.

Mira, Sebastían, este ángel que aquí ves se llama Lucius y le gustaría hablar contigo

Dije, mientras me retiraba un par de pasos.

Entonces Sebastían le dedicó otro saludo tranquilamente, sin desaparecer su expresión de tranquilidad de su rostro.

Cömo no, señora. Encantado de conocerle. Me llamo Sebastían Kozlov, pero llámeme sólo Sebastián, por favor

Me acerqué a aquél ángel de nombre Sebastían después de que Amy nos presentara y realicé una amplia reverencia a modo de saludo.

- Gracias, Amy, de todo corazón -Le agradecí con una mirada cómplice. Me acerqué primero a ella, y posé una mano en su hombro en señal de agradecimiento.

Después me acerqué al caballero.

- Muy buenas tardes tengáis, mi buen caballero Sebastían. ¿Cómo os encontráis? -Introduje, sin perder mis buenos y recatados modales-. Veréis, me gustaría preguntaros algo que sucedió aproximadamente diecisiete años atrás... -Comencé con calma-. Me gustaría saber, si fuerais tan amable, si habéis vivido en esta parte del cielo todo este tiempo y si sabéis de algún acontecimiento de trascendencia...

Asentí levemente ante su agradecimiento y le dejé que hablara con Sebastián sin problema alguno.Éste se dispuso frente a Lucius con mirada cordial.

Al oir a Lucius se dispuso con una postura pensativa, pero tenía una mirada de intriga. Era algo que pocos conocían, lo que aquí aconteció hace ya 17 años.

Sebastian entonces retrocedió un paso, con mirada huidiza, como si no quisiera hablar mucho del tema.

Eh...bueno, por supuesto. Veamos...una mujer entró en este reino, aunque no sabíamos quién era...la mayoría de nosotros. Nunca supe de ella...eh...bueno...

Repentinamente, chasqueó los dedos, como si se acabara de dar cuenta de algo.

¡Ah! Acabo de recordar que tengo que...¡recoger a los niños de la escuela!¡Sí! Siento tener que irme tan repentinamente, señor Lucius. Un placer haberle conocido Dijo éste finalmente mientras sonreía nerviosamente, mirando hacia otro lado que no fuera donde estuviera Lucius. Le estrechó la mano de improviso y se marchó acto seguido, con caminar veloz hacia el Templo.

Estaba perpleja por su actuación. Realmente ni yo misma me lo esperaba. Entonces me acerqué a Lucius y me quedé al lado.

Eh...bueno...no me esperaba esto...siento las circunstancias, jejeje... Dije con una sonrisa para intentar quitarle importancia al hecho. Luego coloqué una mano en su hombro, aunque sonreía algo nerviosamente.

Quizás sea mejor volver a intentarlo otro día, Lucius, jejeje

Comencé a escuchar el relato del ángel renegado de nombre Sebastían, sin embargo quedé preocupado al notar su repentino y brusco cambio. El tema parecía haberle puesto nervioso y se escabulló tras despedirse estrechándome la mano, devolviéndomela después con una tacto ligeramente húmedo. Tan sólo había recibido de aquello una pequeña información nada esclarecedora... "Una mujer..." Me ensimismé un instante tratando de sacar en claro lo que podría significar...

Me devolvió a la realidad la dulce voz de la bella Amy, disculpándose en el nombre de Sebastían por aquella falta. Clavé instintivamente mi mirada en sus ojos.

- No tenéis por qué disculparos, mi querida Amy. Aunque os honra tal gesto -Le dediqué una cálida sonrisa-. Es obvio que parece ser un tema mucho más delicado de lo que parece y debo tener paciencia. Ya lo volveré a abordar en otra ocasión cuando los aires se vuelvan a templar.

Avancé un instante hacia ella. Me radiaban mucha más confianza de la que pudiera haber esperado en un principio.

- Creo que regresaré. Aún tengo asuntos que arreglar -Le tomé la mano con mucha suavidad e intercambié una mirada íntima y cómplice antes de pisar un suave beso de despedida en el dorso de su mano-. Estaremos en contacto.

Me separé y comencé a caminar con tranquilidad hacia la frontera.

Tras ver cómo se marchaba Sebastián, me fijé en los ojos azules brillantes como zafiros, que destellaban como si fueran joyas recién pulidas y escuchaba lo que decía con atención, devolviéndole la sonrisa al ver la suya.

Sin embargo, al ver que se acercaba a mi, se me aceleró el corazón, y peor fue aún cuando me tomó la mano, me lanzó aquella mirada y me dedicó un beso muy forma, cabe añadir, en el reverso de la mano. Me sonrojé como una niña pequeña que acababa de expresar sus sentimientos. Respondí, un poquito nerviosa.

Sí, mejor en otro momento, querido Lucius. Espero que tenga un grato camino hasta su morada, Lucius... Añadí, realmente sin sentir la necesidad de hacerlo. Y estando quieta como una estatua, movía la mano despidiéndome de él, mientras éste se alejaba de la verja blanca que separaba el limbo del Reino Renegado.