[Misión] El mito de la cueva gélida (Caeli)

Finalmente has llegado al páramo gélido que se extiende ante tus ojos. Ante ti, ves la entrada de la cueva, que estaba señalada en el mapa. Parece un entorno bastante oscuro, excepto por la pobre luz que penetra desde fuera. Tu mayor problema va a ser por ahora internarte en la cueva, y conseguir visibilidad para poder proseguir. Un intenso olor a humedad invade tus fosas nasales. Y por si eso fuera poco, parece que la entrada está resbaladiza por algunos bloques de hielo que se mantienen ante tus pies.

No era la primera vez que visitaba los Desiertos Fríos del Norte, sin embargo sí que era la primera vez que venía a este lugar. Llevaba el aura suprimida. Bajo la sombra de la capucha de la túnica oscura que me abrigaba del frío, observé la entrada de la cueva en busca de alguna referencia. Después ojeé el mapa. Mis manos estaban abrigadas con unos guantes de piel.

- Sí, parece que es aquí.

Avancé con pasos tranquilos, tanteando el terreno. El suelo resbaladizo de la entrada me preocupaba, pero no por eso me iba a detener. No sabía hasta dónde llegaría la capa de hielo del suelo, pero por ahora no veía otra opción que levitar. Sin embargo, antes de dar el primer paso hacia el interior, eché una ojeada para ver si encontraba algún elemento que me permitiera iluminar el camino.

Se encontraba en la pared una antorcha con paño lleno de sebo, lista para encenderse con una pequeña llama. El camino parecía descender, y más abajo, se podía ver una luz difusa, extraña, como si iluminara la cueva a través de un cristal. Eso te permitía ver levemente el suelo de roca cubierto de musgo, debido a la humedad. Ahí hacía una temperatura bastante mejor que la del exterior.

- Hmm... “Esto mejora las cosas...” -Me dije, recogiendo la antorcha de aquél lateral. Después saqué unos fósforos de un bolsillo bajo la túnica y la prendí para que me iluminara el camino.

Ahora podía ver un poco más allá. Avancé entonces en la oscuridad, internándome al interior de la cueva, levitando levemente sobre el suelo -simplemente evitando el rozamiento con el hielo, para no resbalarme-, y pude entonces comenzar a vislumbrar un resplandor a lo lejos, tenue, pero cuya luminosidad iba aumentando a medida que me aproximaba, por lo que pude comenzar a divisar un suelo de roca verdoso.

Me mantenía ojo avizor, sin elevar mi aura más de lo necesario para el control elemental, así podría estar al tanto si alguna criatura se aproximaba.

Llegué hasta el suelo rocoso y me posé sobre él limpiamente, con suavidad y elegancia, suprimiendo mi aura para poder disponer de mi percepción aural al máximo y no hacer un gasto de energía mayor del estrictamente necesario. No sabía hasta dónde me tendría que adentrar ni lo que me podría encontrar en el camino, pero debía reservar mis energías.

Me di cuenta entonces de que el frío invernal parecía haberse quedado más atrás, pues la temperatura aquí comenzaba a ser mucho más agradable, incluso lo suficiente como para albergar vida -observé al ver las capas de musgo que cubrían algunas de las partes del rocoso suelo.

Pero no era únicamente eso lo que me llamaba la atención... “¿Qué será lo que alumbra la cueva?” Me preguntaba, contemplando lo que tenía delante.

Delante de ti veías que la cueva iba descendente, hacia las profundidades de la tierra. Sin embargo, cuando pisaste el suelo, pareció hundirse un trozo del suelo, lentamente. Eso te debería haber asustado, pues cuando eso ocurrió, oíste un golpe muy fuerte detrás de ti. Cuando te hubieras girado para ver de qué se trataba, una gran roca caía rodando desde la entrada, directa hacia ti. Era lo suficientemente grande como para aplastarte y acto seguido, bloquear el camino que tenías ante tus ojos. No sabías si podrías llegar. Te iba a costar mucho, y el suelo, musgoso, estaba lleno de grietas y desniveles.

Un paso en falso... “Mierda...” Seguido de un golpe seco detrás de mí. Me giré instintivamente y las pupilas se me dilataron en una expresión de sorpresa al ver una enorme bola de roca rodando hacia mí.

- ¡Mierda, mierda, mierdaaaa!

Expandí mi aura y me lancé a volar túnel abajo, creando un carril de vacío a mi paso que sustentara mis alas sin apenas rozamiento, permitiéndome alcanzar una vertiginosa velocidad. La antorcha se apagó al ser cortada por el aire, pero la seguí portando mientras huía de la enorme bola, esquivando gracias a mi gran agilidad los obstáculos que encontrase en el camino, procurando no perderme detalle de las paredes del túnel por si divisaba algún hueco en el que poder apartarme para dejar pasar a la bola sin que me aplastara.

Como cada vez el túnel era más inclinado, más rápidamente se acercaba la roca hacia ti. El vacío que creaste también le daba rebufo a la roca, acelerando ésta más de lo que desearas.

El túnel estrecho que tenías ante tus ojos, frente a un par de columnas, empezaba a cerrarse. Una puerta de roca comenzaba a subir desde el suelo, para terminar con tu camino, y finalmente ser aplastada con la roca. Tenías unos pocos segundos para poder esquivar las dos columnas y poder pasar antes de que se cerrara la puerta.

Poco tiempo para pensar... el instinto de supervivencia se adelantó a mí: a mi espalda creé una capa de viento que empujara hacia atrás generando resistencia y rozamiento a la roca y a la vez propiciara mi propulsión hacia delante -como sucede con el motor de un cohete, por ejemplo-. De este modo ganaría velocidad y frenaría a la roca.

La puerta se cerraba delante de mí y yo tenía un pequeño hueco entre dos columnas para atravesarla y ponerme a salvo al otro lado. Pero no podía pararme a calcularlo... desenvainé mi espada de oscuridad y la lancé con ayuda del aire, colocándola cual imán entre la puerta y el suelo, para que me diera unos segundos más antes de cruzar...

Efectivamente, la masa de aire que enviaste hacia atrás, te impulsó fuertemente, y la roca quedó bastante frenada, dándote tiempo a pensar y ejecutar tu próxima jugada. La puerta se fue cerrando lentamente, y atravesabas el espacio entre las dos columnas. La espada, finalmente quedó atrancada entre la puerta y el suelo, aguantando ésta el gran peso de la puerta de piedra. Eso te permitió, a duras penas, pasar por debajo de la puerta, y tirar de la espada para impedir su rotura. La puerta se cerró, dejándote en un profundo silencio la estancia donde te encontrabas. La tenue luz, como si de un pequeño foco se tratara, todavía iluminaba la estancia pobremente, desde el subsuelo. El hielo que cubría algunos agujeros en la roca permitía que vieras esa luz. Tenías curiosidad por acercarte, por ver qué iluminaba aquello. Nada te podría pasar, no ahora al menos. Y al lanzar una mirada furtiva, podías ver un objeto en la lejanía, rodeado de capas de hielo, brillar como si de algo incandescente se tratara. Algunos chispazos se podían observar a su alrededor. Por supuesto: Era la lanza de Thor, la que se mencionaba en la leyenda. No podrías acercarte, no por ahora al menos, por ese camino.

ENtonces, lo mejor era que siguieras adelante, donde, al final en la pared, veías al fondo dos puertas, junto a dos estatuas.. HAbía un escrito en el centro de todo el conjunto, que rezaba lo siguiente.

"Cada una de estas puertas conducen a un lugar diferente: La morada de la Lanza mágica y la morada del tesoro.. Y ambos tienen unos guardias protegiéndolos. Uno de ellos siempre miente, mientras que el otro siempre es sincero. Tan sólo una oportunidad tienes para preguntar y averiguar así, cuál de las dos puertas es la correcta... la de la lanza. Sólo tienes una oportunidad para formular la pregunta correcta"

Rodé por la sala al entrar de cabeza por el hueco a tal velocidad, dándome tiempo a recoger la espada prácticamente a mi paso. Me tomé unos instantes para recuperar el aliento una vez me hube detenido, tumbada en el frío suelo... había faltado poco... Mi respiración agitada resonaba en el profundo silencio que había entre las cuatro paredes.

Me llamó la atención la luz que parecía provenir desde el subsuelo. Me incorporé entonces y giré hacia las ventanas de hielo para asomarme a contemplar el origen de dicho tenue resplandor. Allí estaba... congelada en un bloque de hielo... Me quedé anonadada por unos instantes, contemplándola embelesada, era preciosa incluso observada desde aquella perspectiva. Pero no podía alcanzarla desde allí, debía encontrar la manera de llegar a la sala que había justo al nivel inferior.

Aparté la vista de la ventana del subsuelo y entonces me di cuenta, al fondo de la sala había dos puertas, custodiada cada una por una estatua. Me puse en pie lentamente y me acerqué hasta allí con pasos tranquilos, sin apartar la vista de ambas puertas y estatuas. Pero luego me fijé en que entre ambas dos había un escrito. Lo leí detenidamente, parecía darme la clave de lo que debía hacer a continuación: una prueba de ingenio.

Me retiré, retrocediendo un par de pasos y escudriñé a ambas estatuas con la mirada. Permanecían inmóviles como era de esperar, pero estaba segura de que éstas representaban a los guardias del escrito... “Una siempre miente y la otra siempre dice la verdad...” Rememoré. “Sólo tengo una oportunidad. Debo formular la pregunta correcta...”

Medité sobre ello en silencio. Sólo había una pregunta que me daría la respuesta a la que yo quería llegar: la puerta que me conduciría hasta la Lanza de Thor. “Si le pregunto al que dice la verdad, me dirá la mentira, ya que su compañero diría la mentira siempre. Por tanto, la puerta correcta es la contraria a la que me diga... Pero si por el contrario le pregunto al mentiroso, me responderá la mentira, ya que su compañero habría dicho la verdad, pero yo le habría preguntado al mentiroso, por lo cual sé de antemano que me va a mentir. Por tanto, la puerta correcta es la contraria a la que me digan como respuesta...” Era una cuestión un tanto complicada de resolver, pero todo ello me llevaba a una única conclusión: “Pregunte al que pregunte, la solución estará en la puerta contraria a la que me indiquen. No cabe otra posibilidad...” La clave parecía haberla resuelto, pero ahora lo complicado era encontrar la pregunta adecuada...

Cerré los ojos por un instante y respiré profundamente. Después me acerqué a la estatua de la izquierda y formulé una pregunta:

- ¿Qué contestaría tu compañero si le preguntase a él qué camino escogería él para llegar a la Lanza de Thor?

Ciertamente, tan sólo tenías 1 oportunidad. Y esta vez la aprovechaste muy bien. La estatua a la que te dirigiste lentamente abría la boca, haciendo un roce leve con la roca de su propia boca, y una voz grave y lejana resonó en ella.

Mi compañero te respondería.... que se trata de la puerta derecha...

Tras recitar esa frase casi aprendida de memoria, la boca se cerró nuevamente, haciendo un leve chirrido por el roce. Te fijaste ahora que cada puerta tenía un gran pulsador al lado de piedra, que permitía abrir la puerta en cuestión.

Así que, siguiendo tu línea de pensamiento, decidiste abrir la puerta izquierda, tal y como planeabas que fuera. Pulsaste con tu palma de la mano la roca, y ésta, tras ser tocada, se hundió hacia el fondo, dejando un gran hueco en la pared. La puerta comenzó a moverse a un lado, como si tuviera un carril donde arrastrarse.El túnel ya estaba de por sí iluminado gracias al brillo que refulgía la Lanza, y por el hielo. Delante de ti, el túnel hacía un giro en espiral hacia abajo. Lo sentías: Estabas ya muy cerca de tu ansiado objetivo. Descendiendo el camino, se presentaba la última prueba para poder alcanzar la estancia de la lanza. Había una gran puerta, que bloqueaba el camino a la gran estancia brillante. A los lados de esa puerta había unas gigantescas placas de hielo, por las que podías ver la sala refulgiendo salvaje.

En la puerta había marcada en la piedra la forma de una mano, y unos agujeros en el hueco que queda entre los dedos. En la pared había un cuchillo viejo, pero con el filo tan afilado que podía cortar la respiración. Parecía un juego de habilidad. Lo conocías bien de haberlo visto anteriormente en el infierno, donde hacían apuestas arriesgadas de este tipo: DEbías colocar la mano en el hueco, y con el cuchillo, clavar la punta en los agujeros entre los dedos. El riesgo estaba en que sin querer, podrías cortarte un dedo. Y además, tenías que hacerlo en 5 segundos. Si no, debías volver a intentarlo.

El reto estaba servido

Mi línea de pensamiento parecía haber sido la acertada, pues la puerta que decidí abrir tras la respuesta me llevó hasta la Lanza de Thor, o al menos podía verla a través de los grandes bloques de hielo que se erigían como ventanas a ambos lados de la puerta que me separaba de la estancia final en la que se encontraba. Gracias al reflejo del hielo, su luz incandescente refulgía incrementada por su efecto.

Pensé que con algo de fuego atravesar los bloques de hielo me haría el tránsito más sencillo. Observé la antorcha apagada que aun portaba en mi mano izquierda. Incluso incrementando el oxígeno que alimentase la llama con mi poder elemental, hubiese creado una llama tan potente capaz de derretir el bloque de hielo... el problema era que allí abajo consumiría el oxígeno restante que yo habría de respirar muy rápidamente, y no podía arriesgarme... no al menos estando tan cerca de alcanzarla...

Me acerqué a la puerta con pasos tranquilos y descifré con mi analítica mirada el fin de la siguiente prueba: una prueba de valor... Si quería obtener la Lanza de Thor, debía arriesgarme a clavar el afilado cuchillo entre los huecos de mis dedos a una velocidad tal que me diera tiempo a superarlo en cinco segundos... pudiendo perder alguno de mis estilizados tarsos por el camino.

Suspiré... No me asustaba la prueba, pero demostrar la valentía de aquella forma me parecía una forma un tanto peculiar. Sobre todo que aquella actuación fuese el resultado que determinase si llegaba hasta el final de la prueba o no.

Pero, bueno... No me quedaba otra si quería conseguir la Lanza. “A situaciones desesperadas, se requieren medidas desesperadas.” Me dije. En la vida todos hemos llegado a cometer un acto suicida y loco por obtener un fin. Éste sería el mío.

Con calma, dejé la apagada antorcha en el suelo y me retiré los guantes que cubrían mis manos del frío y, tras guardarlos bajo mi túnica, extraje el cuchillo de la pared y lo observé por un instante recorriendo su filo con la mirada, sintiéndome tentada a comprobar la calidad de su afilado rozando una de mis yemas contra su punta. El pulso se me aceleró... apenas un solo roce había ocasionado un corte con la precisión de un bisturí médico y había hecho brotar la sangre... Me llevé el dedo a la boca para cortar la hemorragia mientras miraba fijamente el cuchillo, con mirada desafiante...

- ¡Ésta será la primera y la última vez que consigas derramar mi sangre, viejo y desgastado trozo de hierro! -Le dije como si de una persona se tratase, aceptando el reto.

Después, y una vez se me hubo cortado la hemorragia, me sequé el dedo frotándolo contra mi túnica y luego acerqué la mano desnuda hacia el hueco diseñado para ocuparla. Ejercí una suave presión, dejando que las yemas de toda mi mano izquierda se adhiriesen a la roca. Y, sin pensármelo, contuve el aliento y empuñé el cuchillo con fuerza con la diestra -como si fuese a apuñalar a alguien- y, tan rápido como pude, fui clavando su punta entre los huecos que quedaban entre mis dedos, realizando una exhaustiva cuenta mental que me determinase el tiempo empleado: “5, 4, 3, 2, 1...”, procurando encajar las puñaladas con cada cuenta y en los huecos de la roca, no en mi propia carne.

Mantuve la frialdad en todo momento -a pesar de que la adrenalina se me hubiese disparado en aquellos largos cinco segundos de apuñalamiento-, e incluso me mantuve conteniendo el aliento al finalizar. No sabía si había sido por la tensión del momento o no que había dejado de sentir los dedos, pero eso también me impedía sentir el dolor si hubiese perdido alguno de ellos. En cualquier caso, hasta no obtener una pista de si hubiese superado o no la prueba, no volvería a respirar y permanecería cual estatua, expectante...

Por unos segundos todo se mantuvo en tensión y en un pesado y molesto silencio para ti. Pero tras un instante, que te pareció muy largo, sonó un chasquido en la puerta, y ésta se fue dejando caer hacia abajo. Ante tus brillantes ojos veías, encerrada en un bloque de hielo, la Lanza de Thor. Ésta refulgía brillante, tanto que casi te cegaba. El hielo de la sala reflejaba los destellos de los chispazos, de manera que parecía verse algunos colores del espectro del blanco difuminados en el aire. Por encima del bloque se podía ver un pequeño agujero, tan grande como tú de ancha, por donde penetraba ligeramente la luz del sol. Podías tomar el bloque de hielo, o intentar sacarlo del bloque ahora mismo. En cualquier caso, la lanza, finalmente, la tenías ante tus ojos.

Contuve el aliento durante aquellos largos segundos... pero entonces, la puerta comenzó a sumergirse en el suelo ante mis ojos, como si fuera transportada por unos raíles. Seguí su descenso con la mirada, inmóvil, hasta que mi mirada se topó con el relampagueante bloque de hielo que exhibía la lanza, enmarcada gracias a la iluminación natural que provenía de un hueco en la techumbre. Cambié el peso de una pierna a otra, volviendo a erguirme y suspiré profundamente, volviendo a inspirar con la misma profundidad, dejando que mi respiración volviera a reanudarse.

Esperé a que la puerta terminara de abrirse y me permitiera el paso libremente. Observé a mi alrededor antes de dar el primer paso. “Demasiada tranquilidad... demasiado silencio... No puede ser tan sencillo...” No, definitivamente no podía ser que ahora estuviera al alcance de mi mano y no hubiese ningún peligro acechando. Tenía un mal presentimiento, pero ya no podía echarme atrás, había ido a buscar la Lanza de Thor y ya no me iría sin ella de aquél lugar.

Después de sopesar todas las posibilidades, me agaché ligeramente para recoger la apagada antorcha que había dejado en el suelo, y después comencé a avanzar lentamente pero sin dubitar, con la mirada fija en el relampagueante bloque de hielo y la antorcha orientada hacia el suelo.

Observé la Lanza por un instante más tras detenerme a una corta distancia en la que pudiera observarla bien. En este lugar podía arriesgarme a fundir el bloque de hielo, pues si entraba luz natural por el techo, estaría conectado con el exterior, permitiendo el paso continuo de oxígeno.

Introduje la mano derecha al interior de mi túnica y volví a extraer los mismos fósforos que usé al principio para encender la antorcha. La chispa repiqueteó al frotarla contra la madera de la antorcha y casi al instante se adhirió al aceite que la impregnaba, propagando la llama hasta su cima en un abrir y cerrar de ojos.

“Vamos allá.” Extendí mi brazo, entonces, acercando la llama al bloque de hielo que bloqueaba a la lanza. Una corriente de aire empujó la llama, alimentándola, y rodeó el bloque haciéndolo arder. Las llamas se reflejaban fulgentes en mis diamantinos ojos, ahora llenos de determinación. Poco tardó el hielo en comenzar a derretirse.

Sólo esperaba que en este impás no surgiera algún otro peligro que me hiciera interrumpir el proceso...

Bien era cierto que parecía ser todo demasiado tranquilo. Mas parece que pudiste derretir el hielo sin mayores complicaciones que las gotas de agua fría resbalando por tu brazo. Finalmente, allí estaba: la Lanza de Thor descansaba en aquel pedestal, esperando a que la tomaras. En el pedestal se advertía de que su uso requería aislantes, sin ser más específicos. Ahora tan sólo tenías que coger la Lanza y salir de allí. Pero ¿Cómo? La entrada estaba bloqueada por la roca. Ese era tu mayor problema en estos momentos.

Detuve mi mirada en el mensaje de advertencia del pedestal que sostenía ahora la Lanza, sus rayos relampagueaban infinitamente, chisporroteantes. Tenía sentido, pues después de todo sino la descarga me alcanzaría a mí y no era precisamente a su portador a quien debiera herir.

Tras depositar la antorcha de nuevo en el suelo -apoyándola en el pedestal, pues ya no me serviría de mucho-, abrí de nuevo mi túnica y volví a extraer los guantes que había traído para protegerme del frío, esperaba que la piel de la que estaban hechos fuese lo suficientemente aislante como para empuñarla. Después extendí, primero una de mis manos para realizar la primera comprobación y después la otra para terminar de extraerla.

Miré después hacia el techo. No podía salir por donde había venido, mi salida debía estar en la abertura por la que penetraba la luz natural. Extendí mis alas y comencé a generar una capa de aire condensado bajo ellas, acumulándolo a presión para salir después disparada cual proyectil hacia el agujero -sisando la Lanza por delante de mí, abriendo camino-, plegando mis alas aerodinámicamente contra mi cuerpo, también con el propósito de que no ocuparan más espacio que mi propio cuerpo.

Si todo había salido bien, debía salir al exterior.

Justo después de que tomaras la lanza, cuyas descargas gracias a tus guantes no te afectaban, el pedestal empezaba a descender hacia el suelo, hasta desaparecer bajo una trampilla, que quedó cerrada cuando una placa de roca cubrió el fondo. Y tu lanzamiento, a pesar de ser sagaz y muy calculado, tuvo un problema. Cuando pasaste una parte del túnel, tu cuerpo se había quedado atascado, y te habías detenido en mitad de camino. Escuchabas entonces cómo algo debajo de ti se iba fundiendo. Cuando se hubo hundido el pedestal, se había activado la trampa final. No lo sabías, pero debajo de esta cueva había un volcán dormido, fuera de actividad. Mas el pedestal había descendido hasta un punto donde se activó una especie de "encendedor", y el volcán se había reactivado. La lava comenzaba a subir desde debajo de la roca, y finalmente ésta quedó derretida. Un mar rojo iba subiendo poco a poco hacia ti, que estabas atascada en el túnel. Empezabas a notar en tus pies un calor agradable, pero que poco a poco se iba haciendo más insoportable. Tenías que hacer algo, o de lo contrario, acabarías abrasada para la eternidad.

“¡Maldición!” Me había quedado atascada al no haber previsto el estrechamiento del túnel. Comencé a notar calor bajo mis pies, miré hacia abajo, el resplandor de la lava ardiente me iluminó el rostro y se reflejó en mis diamantinos ojos ahora abiertos de par en par.

No me embargaba el pánico, pero sí me había entrado miedo. No tenía mucho tiempo para pensar, debía reaccionar con rapidez o de lo contrario el magma que ascendía me acabaría consumiendo viva...

Cerré los ojos para ayudarme a pensar más fríamente, aunque fuese algo complicado... tras lo que ascendí mi aura al máximo, concentrándome para lograr fundirme con la oscuridad y volverme intangible para poder caber por el estrecho hueco y lograr salir al exterior.

OFF Mi deber es decirte que había un método más fácil para salir de ahí. Es decir, explotar la roca que tenías a tu alrededor, aunque eso significara autodañarte.

ON

Tu acción, a parte de haber sido imprevista y poco usual, había tenido éxito, parcialmente. Buena parte de tu cuerpo se volvió intangible, pudiendo así atravesar la roca como si fuera un gas comprimible, a excepción de tu cabeza, cuyo cerebro se debía mantener. Fuiste elevándote por el pequeño túnel hasta salir finalmente por el cráter del que ahora sería un volcán.

Cuando te hubiste apartado manteniéndote volando junto al cráter, viste cómo la lava, lenta y tranquilamente, se derramaba de la boca del volcán, resbalando por sus laderas, y cayendo hacia el mar y hacia el hielo. La cima resultaba estar bastante alta, por lo que te viste sobre unas nubes frías que posiblemente descargasen nieve. La lava que cayó fue fundiendo el hielo, y solidificándose así mismo en cuanto entró en contactco con el agua. Aquel espectäculo natural, a pesar de que había sido peligroso para ti, era magnífico. Sin olvidar que habías conseguido la lanza y habías conseguido escapar de la cueva. TU misión había sido un éxito.

OFF Ehnorabuena. Espero que disfrutes de tu nueva Lanza de Thor. Üsala sabiamente.