Cena encantadora [Caeli, Lucius y Amy]

Al final hice como me recomendó Lucius unos días atrás. Me digné a ir al Templo Angelical ya de noche, cruzando a través de las puertas del cielo que separaban ambos territorios, no sin antes detenerme con mesura delante de los guardas y dedicarles una sonrisa tierna. Estaba muy contenta. Por fin cenaría con Lucius a solas, o al menos de forma más privada. Y seguro que sería muy romántico conmigo. Bailaríamos. Nos abrazaríamos.

¡Aayy!¡Qué encantador llega a ser!

Atravesé, mientras me sumergía en mi mar de pensamientos y sueños despierta, lel camino que llegaba hasta las puertas del Templo, rodeada de majestuosos árboles de hojas verdes, que me daban frescor bajo la luz de la Luna.

Ya había entrado en el TEmplo, y al parecer, nada más llegar a las puertas, unas ángeles estaban esperándome para guiarme hacia el comedor principal. Sin embargo, a diferencia de lo que me esperaba, era un cuarto más pequeño, más íntimo y más personal. No era el comedor de gigantescas proporciones en los que seguramente comería Lucius con el resto de su "familia".

Al entrar, me incliné con una sonrisa tierna frente a las ángeles, y me senté en la mesa redonda, frente a la puerta, colocando las manos sobre mis piernas. Cuando éstas se fueron, me llevé las manos a la boca, nerviosa, riendo por lo bajo.

Jeje. ¡Va a venir Lucius!¡Va a venir Lucius!¡Aayy!¡Voy a cenar con él!

Por un momento se me había olvidado que venía una invitada a cenar con nosotros.

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Veníamos caminando por el pasillo. Ya me habían informado de que al final la cena se celebraría en otra sala más pequeña e íntima y no en el gran comedor, lo cual agradecí, así no estaríamos tan distanciados. Esperaba con gran emoción el encuentro con Amy, realmente deseaba que ella y mi hermana Caeli congeniaran.

Dos ángeles custodiaban la entrada y al vernos llegar, abrieron la puerta de doble hoja de par en par, permitiéndonos el paso. Les hice un gesto de aprobación con la cabeza y, sin detenernos, entramos a la sala.

A pesar de ser más pequeña de lo que podría parecer, en comparación con otras estancias del Templo Angelical, era bastante amplia. Una mesa redonda con cabida para unas ocho sillas, estaba bien vestida de blanco para la cena con tres servicios bien completos dispuestos entre sí con una perfecta simetría, y un centro de mesa con una gran vela encerrada en el interior de un jarrón de cristal con la parte superior más estrecha aunque abierta para que le entrara el aire que necesitaba para mantener la llama encendida, y alrededor de éste una corona de flores blancas de entre claveles, rosas y dama de noche. Junto a la pared y entre los huecos de las ventanas, parecían estar colocadas las demás sillas. Y bien distribuidas por la sala, a una altura que podría quedar por encima de las cabezas, adornaban las paredes juegos de parejas de espadas de luz cruzadas de manera ascendente, ofreciendo la acogedora, tenue e indirecta luz que iluminaba la sala.

Nada más entrar, liberé a Caeli y me acerqué a saludar a la bella Amy, como de costumbre con mis finos modales tomando su mano para besársela.

- Bienvenida, querida. Espero que no hayas tenido que esperarnos mucho... -Dije sin apartar la mirada de sus profundos ojos verdes.

Al terminar con los saludos, me giré, volviéndome de nuevo hacia Caeli.

- Por favor, Caeli, permíteme presentarte a Amy Maya Sunie, Reina Renegada de los Ángeles -Estaba tan ilusionado que por un momento se me olvidó que ya se conocían.

Me levanté de la silla sobresaltada al ver que entraba Lucius por allí, acompañado de una bella mujer de rasgos suaves y enternecidos, a pesar de la ligera oscuridad que se podía notar en su aura. Me di cuenta. Era Caeli, y está como la recordaba de hacía tantos meses ya.

VIno Lucius hacia mi, y me quedé quieta esperando a que se acercara. Cuando tomó mi mano para posar sus labios en ella, me ruboricé, como casi siempre pasaba que me hacía eso.

No...no he esperado casi nada...jejeje..

Respondí, claramente ruborizada, mientras mi rostro se sonrojaba progresivamente.

Tras eso, Lucius procedió a presentarme a Caeli, aunque ya nos conocíamos. Estando frente a ella, traté de ocultar mi rubor, aunque seguía sonriendo, un poco más levemente que antes. Me acerqué un par de pasos hacia ella, y desvié mi mirada, seria con toques de amabilidad y ternura, hacia sus ojos plateados. Y tratando de ocultar mi rubor, me dirigí a ella en tono denotablemente amable.

Caeli...volvemos a vernos... Como te prometí...

Me acerqué un par de pasos más. Ya estaba lo suficientemente cerca como para poder tocar su hombro con la mano.

HE estado...mucho tiempo esperando este momento. EL momento para poder verte otra vez. Siento todo lo que ha ocurrido entre nosotras. De verdad que lo siento...

Añadí, allanando un poco mi sonrisa, sin dejarla desaparecer. No me atreví a acercarme más aún sin ver su reacción. Quizás podría reaccionar de mala manera, y no era mi intención dañarle. Quería abrazarla, acariciar su pelo de forma cariñosa. Quería demostrarle que siempre quise poder volver a verla.

Dejé que Calei me condujera del brazo hasta el pasillo, pero rápidamente me solté, caminando a su lado, pues no veía la necesidad de acompañarle colgada de su brazo todo el camino.

- No soy de cotillear mucho, pero... ¿una persona especial, Calei? ¿He de suponer que tienes pareja...? -Pregunté con cierta picardía.

No pude evitar pensar en Kaede... de todas las personas que había conocido, pensaba que ella y Calei podrían hacer buena pareja. Sonreí para mí de forma adorable, riendo también para mí divertida, tratando de imaginarme a Calei con una chica...

Llegamos finalmente al lugar de la cena, dos Ángeles nos abrieron la puerta mientras yo seguía sonriendo feliz en mi nube particular. Calei se acercó a saludar muy cariñosa y educadamente a la persona que antes me había referido. Me sentí un poco celosa... -de la clase de celos que puede sentir una niña pequeña al ver que otra persona recibe más atención de su idolatrado hermano mayor... -. Posteriormente me presentó. Su nombre en un primer momento me resultó indiferente, me sonó al de un Ángel cualquiera... pero es que lo cierto era que no había visto su rostro hasta ese momento...

Toda la paz que sentía en aquel momento desapareció dando paso a un profundo malestar al reconocer a la Ángel... “Ella...” -La voz de mi pensamiento no había sido otra que la de mi bestia interior-. Los recuerdos bombardearon instantáneamente mi mente, mi aura ascendió oscura y mi mirada se ensombreció en consecuencia, entornándose impredecible y llena de odio.

Se me olvidó por completo a lo que había venido, que estaba en el Cielo... la presencia de mi hermano Calei... incluso las propias acusaciones hacia mi persona que hace un momento había recordado también... pues en este momento toda mi existencia se había enfocado entre la Ángel y yo, todo lo demás había desaparecido para mi percepción, tiñéndose de oscuridad, como si me encontrase en medio de un pasillo oscuro en el que solamente nos encontrásemos ella y yo, cada una a un extremo del mismo...

Su dulce tono me salpicó, incrementando mi indiferencia. “¡Falsa!” Era sorprendente cómo era capaz de tapar mis más profundas emociones y sentimientos, simplemente camuflándolos con una suave y envolvente brisa.

- Sunie... volvemos a encontrarnos... -Mi voz se había vuelto más grave y severa. Esbocé una media sonrisa torcida. Sin embargo, a diferencia de nuestro encuentro anterior, hacía ya un tiempo en las Llanuras, no sonaba forzado, estaba tranquila. Y en cierto modo, me alegraba de haberla encontrado, así podríamos poner al fin remedio a aquél suceso... pues ya no había nada que me retuviese, yo era dueña de mis propios actos, ya no tenía que respaldar la voluntad de un rey ausente...

Bajo mi túnica oscura, no se percibía, pues lo había ocultado junto a mis rasgos demoníacos -como las alas oscuras-, pero... como si de una invocación se tratara mi recién adquirida Lanza de Thor, voló hacia mi mano -que junto con la invocación hizo aparecer, recubriendo mi fina, suave y blanquecina piel, los guantes de piel que usaba para protegerlas de los rayos que rugían envolviendo la majestuosa arma-, e interpuse amenazadoramente su filo entre ella y mi persona, para impedir que se me acercara más. Mi mirada, aun así, era de advertencia.

A medida que me acercaba a ella iba fijándome en que su rostro había perdido la sonrisa con la que había entrado por esa puerta. Y además, notaba cómo un influjo de energías oscuras comenzaban a rodearla, y a llenar la sala. Había perdido la sensación del presente, de lso que nos rodeaban. Su oscuridad era muy fuerte, y al ver cómo esbozaba esa retorcida sonrisa, me puse alerta. Era la primera vez que agudizaba mis sentidos en mucho tiempo.

Al ver delante de mi un filo centellear y soltar leves descargas eléctricas al aire, retrocedí un salto, y me dispuse recta, cruzando los brazos delante de mi, y mirando con altanera. Mi tono cambiaría. Lucius escucharía este tono de voz por primera vez en su vida. Se había secado, y apagado. La inocencia que tenía hace unos segundos se había disipado, dejando paso a unas cejas arrugadas por la concentración, mientras apuntaba a Caeli con un dedo a su rostro, estirando el brazo.

Me presento desarmada, sin ánimos de presentarte batalla y así me vienes. ¿No eres capaz de deshacerte de pasado? Deja esa lanza

En la pared, sobre otra, había colgada una espada fina y alargada, de empuñadura dorada. Su filo brillaba como si fuera luz en sí misma, aunque no fuese una fuente de luz muy fuerte.

Corrí hacia la pared, y tomé la espada entre msi manos, sacándola de su anclaje y la empuñé con las dos manos, en postura defensiva, para bloquear un posible ataque de Caeli.

Luego, evitando acercarme a ella, mantuve la distancia girando a su alrededor, para poder tener más márgen de movimientos.

Bajé la cabeza para poder mirar hacia CAeli más directamente, entornando mi mirada hacia la parte superior de las cuencas oculares, mientras miraba con seguridad en mi misma hacia Caeli. Esperaba que Lucius no me viera en ese momento el rostro.

No tenemos por qué pelearnos. He venido para hablar contigo. Simplemente ODIO esta clase de peleas sin sentido, racistas y alocadas. Te están corrompiendo la mente sobre qué es moral y qué no. Tratan de volverte en contra de una gran parte de tu esencia. No te dejes llevar por eso. Aun así, y aunque no desee dañarte bajo ningún concepto, si no me ofreces alternativa, y te enfrentarías a mi, no dudes que me defenderé.

Con una mano me aparté el pelo de mi rostro, dejando caer sin darme cuenta la flor que llevaba enganchada al pelo debajo de la oreja, y volví a empuñar la espada con decisión. Si esto tenía que ser una batalla de moralidades, que así fuera.

- No... Realmente, ella y yo no... "¿Cómo puede haber pensado que somos pareja...?" -Caeli me hizo ruborizarme con su suposición, pero traté de disimularlo refrescando mis mejillas. Pero, aun así, la miré de soslayo con cariño, se la veía muy feliz, por lo que no dejaba de resultarme tierna.

Y todo iba bien hasta que después de presentársela, percibí la oscuridad creciente en Caeli... Me asusté. Su semblante se había ensombrecido soberanamente e incluso su voz... "¡No! ¡No te transformes ahora en demonio, Caeli, por favor!"

- Caeli... -Mi voz, aunque suave, sonó advertiente. Le estaba pidiendo antes de que la cosa fuera a más que parara. Pero, confiado de mí, no preví lo que vino a continuación...

Todo sucedió muy deprisa: Caeli había hecho aparecer a una velocidad de vértigo una lanza electrificada cuyas chispas saltaban a la vista y había amenazado a Amy... Me pilló con la guardia baja, iba detenerla, pero Amy fue más rápida... Retrocedió y empuñó rápidamente una de las espadas de luz de la pared, hablándole a Caeli de forma aplastantemente seria y decidida, sin dejarse intimidar, pidiéndole que dejara la lanza y tratando de convencerla de que no iniciara el enfrentamiento, pero que si así lo hacía ella libraría batalla.

No me esperaba una reacción así por parte de Amy. Me sorprendió, tenía que admitirlo, pero gratamente. Descubrí en ella una nueva faceta de seriedad y responsabilidad. No todo en ella parecía ser dulzura e inocencia después de todo. Sabía enfrentar de cara los problemas cuando se le presentaban, lo cual me pareció admirable. Comprendía ahora mucho mejor por qué su pueblo la habría elegido para liderarlos.

Me ruboricé ligeramente al darme cuenta de que Amy estaba realmente atractiva en aquella actitud empuñando la espada de luz...

Parecía que Amy tenía todo bajo control, pero era mi casa, yo era el anfitrión y aun así no podía permitir aquella clase de disputas bajo mi techo.

- Caeli, por favor, escucha a Amy... No es momento de enfrentamientos... Lo lamento, no imaginaba que podría suceder esto... -Me puse delante de ella mirándola directamente a los ojos, congelando la piel de mi mano izquierda para protegerla de los relámpagos mientras la instaba con suavidad a que bajara la lanza-. Si no es por tí ni por ella, hazlo por mí, te lo suplico... Quiero estar lo más a gusto posible contigo... Perdóname por creer que podría presentártela tan pronto... para mí es algo muy importante...

Mis ojos se habían humedecido. Le dije todo aquello poniendo mi corazón en la mano. Realmente me dolía verla de nuevo en aquella actitud... yo estaba convencido de que Caeli podría ser mejor persona, tenía fe en ella.

Me mantuve en aquella posición, inundándola con mi aura tan luminosa como la propia Acrisea, esperando que efectuara en ella el mismo efecto reconfortante que durante nuestro encuentro en la Senda del Viajero tuvo.

Mi mirada de odio e indiferencia permanecieron impasibles durante todo su discurso. Ni siquiera me impresionó que se armara, es más recordaba cómo en su día la había hecho transformar toda su bondad en una Ángel armada llena de hipocresía. ¿Acaso ella me había estado esperando...? ¿Sabía que había venido...? Pues me había encontrado y estaba dispuesta a saldar la cuenta que pendiente se había quedado aquél día.

Dejé que una mueca chistosa se cachondeara de ella y su envalentonado discurso. Me importaba bien poco lo que ella pensara, mucho menos lo que sintiera al respecto. No tenía derecho a tratar de ahondar en mis emociones. ¿Qué se había creído?

Calei se interpuso entre nosotras, desarmado. Su mirada azulada caló en mí. Me hablaba directamente y suplicaba que no prosiguiera en mi particular batalla, no en su casa... En mi interior, Caeli se conmocionó, despertando nuevamente. Sin embargo era DaemonCaeli la que gobernaba ahora mi cuerpo, a pesar de que mi hermano me estuviese tendiendo su mano para salir de la prisión de oscuridad en la que ahora me hallaba confinada.

- Por favor, apártate... Esto no es cosa tuya... -Profirió guturalmente la grave voz del Yo que ahora dominaba mi ser. Estaba dispuesta a ensartar a aquella Ángel con mi lanza nueva. Sin embargo, la sorpresa que me llevé al ver que los rayos no afectaban a Calei cuando osó tocarla para que la bajara, fue tal... que lejos de hacerme bajar la guardia o paralizarme shockeada, sólo logró enfurecer más a la Demonio...

El entrecejo se me arrugó y los ojos antes diamantinos se entornaron tiñéndose de oscuridad, saliendo mis colmillos a relucir.

- Te lo vuelvo a repetir, Calei: Apártate si no quieres que te salpique a ti también -Amenacé, empuñando con más fuerza la lanza e incluso atreviéndome a arañar ligeramente su dura piel con el filo de la misma.

Me hice a un lado para poder ver a CAeli frente a Lucius. Tenía una sonrisa burlona en su rostro, sonrisa que me empezaba a molestar. Se estaba burlando de mi y además, miraba hacia Lucius con furia.

Y fue cuando ordenó a Lucius y se dio cuenta de que éste no sufría ningún daño, que empezaba a rezumar oscuridad en su ser, viendo cómo se oscurecían sus ojos y sus colmillos se alargaban. Me impresionaba, ciertamente, pero no iba a dejar que eso me intimidara. No en este estado.

Repentinamente vi cómo arañó a Lucius, y empujé a éste a un lado. Quizás era inmune a la electricidad...superficialmente. Pero no iba a dejar que le hiciese daño. Me dispuse frente a ella, empuñando la espada de Luz con decisión, y dije entre dientes, mirando con seriedad hacia ésta.

Ni te atrevas a tocarle. Menos a dañarle. ¡Yo estoy aquí!¡Intenta acabar conmigo!

Ya me había enfurecido lo suficiente. Mi frente se arrugaba por el enfado, al igual que ligeramente mi nariz. No, ya había sido suficiente. Lo que nunca pensé a lo que llegaría, esta vez llegó. La primera vez que alguien me vería furiosa, enfadada, con ganas de cortar con la espada en rodajas a mi enemigo, o en este caso, enemiga.

Moví la espada de manera que su filo apuntase hacia el bazo de Caeli y di un paso rápido hacia ella, estocando con la espada en dicho punto.

¡Ya estoy harta!¡No le vas a dañar!¡Y me da igual si me haces daño a mi!

Cada vez la situación me parecía más divertida, o eso o DaemonCaeli estaba disfrutando. A ella no le importó lo más mínimo empujar a Calei para evitarle un daño mayor -que tras el intento me di cuenta que no tendría mucho sentido con la lanza- y acometió una torpe aunque rápida estocada, que esquivé sin apenas esfuerzo. Resultaba muy fácil leerla...

- Ten cuidado con esa espada, Sunie... ¿Realmente sabes cómo se usa? Si mal no recuerdo lo tuyo eran el arco y las flechas... Aunque veo que en ese sentido has aprendido la lección, je je je... -Vacilé, aun siguiendo con el cachondeo-. Me sorprende que me invites a que acabe contigo... Pero, si realmente es lo que quieres... ¡Qué así sea!

La oscuridad no tardó en envolverme como una sombra visible, difuminando por un instante mi apariencia, que al poco volvió a mostrarse completamente transformada e irreconocible para los que no me habían conocido transformada en demonio y esta vez empuñando la espada de oscuridad.

Con el filo de mi espada por delante de mí, salté con una agilidad digna de un felino, precipitándome contra ella en un armonioso tirabuzón que tenía como objetivo su blanco y suave pecho, con la intención de ensartarla atravesando su corazón de lado a lado y dejarla clavada, empalada contra el suelo.

¡Maldición, he fallado! Pensé en cuanto me vi expuesta, y me volví a colocar con la espada frente a mi nariz, en postura defensiva, mientras oía lo que ella decía. Lo peor de todo es que se está riendo de mi en mi cara...

Gruñí levemente, rechinando los dientes. Me estaba empezando a enfadar de verdad, a pesar de lo difícil que era. Y sólo ella me había sacado de mis casillas tanto como ahora lo está haciendo.

Puede que sea el arco mi especialidad. Pero sé también empuñar una espada si me fuera necesario. Y en este caso lo es.

Pero después de su burla hacia mi, parecía que iba a luchar en serio.Su piel se había palidecido, llegando a ser más aún que la mía, mientras que su cabello se ennegrecía al igual que sus ojos, perdiendo su fondo blanco. Hizo desaparecer su lanza eléctrica y apareció en sus manos una espada que rezumaba algo así como un aura oscura que la envolvía, y extendía su red de oscuridad por la sala.. En el fondo me empezaba a asustar, pero en mi estado actual no iba a amedrentarme. No sabiendo que mi vida y la de Lucius podía correr peligro.Aún tenía una sonrisa burlona en su rostro, y eso me repateaba. Y fue entonces cuando vi que me lanzaba una estocada directa hacia mi pecho, donde estaría mi colgante si lo llevase.Me di cuenta de ello y soltando la mano izquierda, bajé la espada en un giro de muñeca echándola a mi derecha, para apartar su estocada de mi. Al hacerlo la punta me rasgó levemente el vestido por el costado a la altura de mi cintura, y la fuerza de la estocada fue tal que en lugar de rebotar mi espada, se vio mi cuerpo lanzado al lado contrario, quedándome sobre un pie. Suerte tuve de que el vestido era suelto y no me alcanzó la piel y que pude reponerme colocando los pies. De haberme llegado a rasgar la piel, su espada de oscuridad me habría hecho mucho daño.

Conque jugamos duro ¿eh?Te voy a enseñar...

Gruñí al ver que me rasgaba mi adorado vestido, y mientras intentaba apartar la espada de Caeli ligeramente hacia abajo, levanté la espada y haciendo un giro sobre mi misma, le lancé un golpe lateral a la altura de su bazo, para, si le daba, elevar el corte ligeramente. Si había intentado atentar directamente contra mí, no me contendría.

Mis cartilaginosas alas negras se extendieron haciendo de paracaídas mientras una masa de aire me frenaba suavemente aunque fuera en seco. Rápidamente me giré para comprobar cómo había quedado mi víctima -sabiendo por las vibraciones de mi espada que ésta no había hendido carne alguna-, a tiempo de interponer mi espada de manera diagonal descendente, completamente perpendicular a la suya -mientras mis alas negras volvían a desaparecer-. “¡Es rápida!” Pensé. “Más de lo que esperaba...” Le dediqué una sonrisa traviesa cuando la peligrosa cercanía me permitió penetrar sus ojos con mi mirada. Tras lo cual, terminé dicho forcejeo, empujándola ligeramente con mi espada -metal oscuro contra metal luminoso- para que dejara correr el aire entre nosotras.

Sin poder borrar aquella maléfica aunque satisfecha sonrisa, cuyos colmillos sobresalían amenazadoramente, de mi ahora demoníaco rostro, así mi espada sobre mi cabeza mientras mi cuerpo se sincronizaba con ella como si de una calculada coreografía se tratase, rodillas flexionadas y mano izquierda adelantada paralela a la pierna contigua. Acometí hacia ella, saltando sobre su cabeza sin previo aviso, manteniendo en todo momento mi espada entre ambas como protección, clavándome en el suelo a su espalda, con una limpieza impecable y, como esperándola a que se girara para contraatacarme o protegerse del ataque que podría imaginarse que le imprimiría... deslicé mis pies opuestamente el uno del otro, de manera que quedé por debajo de su cintura abierta de piernas, pero con la espada en ristre, acariciando su delicado cuello, de manera que si se atrevía a realizar movimiento alguno... reventaría su vena yugular y todo habría terminado para ella...

Chirrié mis dientes al ver cómo sonreía mientras me observaba tras detener el golpe que le iba a propinar. Es demasiado persistente... No duró mucho tiempo, pues retrocedí un par de pasos después de que me empujase con su espada.

Sin embargo me quedé un poco patidifusa cuando veía que me saltaba por encima. Debía de ser acróbata para hacer un salto como ese.Pero eso no me iba a detener, y mientras caía, procedía a hacer otro corte lateral, a ver si era capaz de acertarle, mas al ver que introducía su pierna por debajo de las mías y se agachaba de esa forma, rozando con su filo mi cuello, detuve la espada por un momento con la punta sobre la cabeza de Caeli. Si ella me cortaba la yugular, no importaba, mi espada caería sobre su frente.

Pero no era eso lo que pretendía. No quería terminar mi vida allí. No, no lo iba a permitir. Mientras tenía la espada pendiendo sobre su cabeza, una de mis manos la fui llevando lentamente hacia arriba.

Eres muy hábil....Caeli. Pero no te voy a dar la satisfacción de matarme...No, no esta vez...

Repuse, mientras con mi mano cogía la punta de su espada y la movía a un lado. Pero el simple hecho de haberla tomado, hizo un leve corte en mi piel, y la oscuridad que rezumaba la espada además me estaba penetrando por la mano. Sentía dolor, pero a la vez frío, y a medida que notaba mi mano más fría, el dolor se iba disipando. Empezaba a sentir maldad en mi, sentía ganas de sonreir con malicia.

Mientras lo hacía, del corte que me había hecho empezaba a fluir la sangre de un rojo intenso por mi herida y recorría la espada desde su punta hasta su empuñadura, llegando a la mano de Caeli. Había sido la primera mancha de sangre del duelo.

Empecé a sonreir algo pícara, quizás imbuida por la oscuridad de la espada

Jeje...no...Tú no me vas a matar ahora. Has intentado atentar contra mi vida, y eso no quedará impune. No así como así, jejeje...

Terminé por decir, cuando pensaba que con la fuerza de mi mano, tendría la espada ya a la altura de mi hombro. Había perdido bastante sangre para entonces, pues el corte se había hecho un poco más profundo. Mi rostro se había enrojecido y el verdor de mis ojos se empezaba a diluir con un violeta intenso, diluyéndose éste lentamente. Pero no. No me había dejado todavía al menos dominar por la oscuridad

Su espada de luz se había detenido a la altura de mi sien, la observé de reojo sin apartar la mirada de la suya verdosa. Me sorprendió que se atreviera a tocar la espada, aunque fuera con un solo dedo, pero no dejé que se me notara exteriormente. La sangre comenzó a chorrear por su mano y el propio metal que rezumaba oscuridad de mi propia espada... la cual la penetró a una velocidad asombrosa, ejerciendo no sólo el daño, sino también su influencia... que se reflejó en su voz y el tono violáceo que habían adoptado ahor sus ojos.

- No juegues con eso, Sunie, te lo digo por experiencia... mi madre murió a causa de la oscuridad... -Solté como quien no quiere la cosa, con un toque de gracia incluso. Pero al momento siguiente me di cuenta de lo que acababa de decir y me hizo recordar inevitablemente que yo ya me había juzgado culpable del crimen...

Aparté la mirada, perdida -comenzándose a ver el fondo blanco que enmarcaba mis ojos, pero permaneciendo el iris aun tan oscuro como la pupila- mientras bajaba la espada. ¡Increíble! Había sido vencida por mi propio recuerdo... por mi propia realidad...

Me sentía tan abatida que cuando Caeli volvió a gobernar me desplomé, desmayada, volviendo a ser tan angelicalmente hermosa como un Ángel...

FDI: Disculpad la demora, pero no quería interrumpir, está muy interesante
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- Caeli, por favor... No lo hagas... -Agarré la punta de la lanza con fuerza, reforzando el escudo de hielo de la mano-. Sé razonable, por favor...

Pero antes de que pudiera aferrarme lo suficiente a ella para poder arrebatársela, me apartaron de la escena de un empujón. Fue tal mi sorpresa al descubrir que había sido la propia Amy, quien había decidido librar batalla, que me quedé tirado en el suelo... contrariado, impotente y disgustado...

Ya había comenzado la batalla en cuanto logré volver en mí. Caeli se había transformado... y al darme cuenta de ello conseguí volver a centrarme.

Buscaba en mi mente alguna forma de calmarla... Los recuerdos de la batalla que tuve con ella durante el Eclipse Lunar regresaron en busca de alguna respuesta... en aquella ocasión había sido la luz y la sorpresa de reencontrarnos... Pero esta vez no contaba con ese factor y la luz no había causado ahora el efecto que deseaba... Mi mente trabajaba a una velocidad que a cualquiera haría desfallecer... Buscaba en mis recuerdos alguna anécdota que anteriormente me hubiera podido servir... Mi madre siempre me había dado muy buenos consejos, pero... ¿era alguno aplicable para esta situación? "¡Vamos, Lucius, piensa! Algo debe haber..."

Desde pequeño siempre me había gustado leer, y la investigación se había convertido en mi pasatiempo durante el tiempo que había estado de exilio... Ahora mis recuerdos regresaron a la caverna helada en la que había establecido mi hogar durante aquellos años... me había hecho con una buena colección de libros como bibliografía para mi investigación sobre las diversas formas de curación con el poder elemental... de la que mis ángeles de confianza habían participado y contribuido muy satisfactoriamente... Entonces recordé literalmente una lectura que en su momento me pareció muy interesante sobre unos estudios veterinarios...

Durante bastante tiempo atrás a hoy, interesantes estudios que se le han hecho a las vacas sobre su estado antes de morir, demuestra que el miedo que sienten al saber que van a morir se esfuma radicalmente al aplicarles una fuerte presión a todo su cuerpo, que las relaja y evita que los músculos queden en tensión al momento de la muerte y así la carne quede tierna posteriormente para su venta...

En su día me pregunté si esa forma de relajación serviría para todos los casos que se encuentren en un extremo. Pues ahora creía que era el momento adecuado para probarlo si quería devolverle a Caeli la cordura.

Me puse en pie, decidido. Sin dejar de analizar a ambas con mis ojos felinos. Esperando el momento adecuado para intervenir y poner a prueba mi diagnóstico. Pero, de repente, el duelo se detuvo... cualquiera de las dos podría perder la vida, sino ambas. Ya no podía esperar más: ¡era el momento! Corrí hacia ellas todo lo rápido que pude, pero me parecía que el tiempo transcurriera a cámara lenta... "¡Sangre!"

- ¡Amy! -Gemí, no sólo por su osadía, sino por el cambio que estaba experimentando su cuerpo al verse sometido a través de la sangre a la oscuridad. "¡¿Cómo has podido?!"

Con el aura luminosa al máximo, fortalecí ahora ambas manos con el hielo y golpeé las muñecas de ambas para desarmarlas a las dos, y poder colocarme entre ambas, esta vez de cara a Amy... Apreté los dientes ligeramente al sentir la oscuridad atravesar la capa de hielo y dañarme, al contrario que el metal, que de por sí no fue capaz de atravesar mi armadura. Sin embargo, la luz de la otra espada contrarrestó el efecto de la primera y pude serenarme ligeramente.

Mi aura era tan potente que esta vez abarcaba a ambas, envolviendo a los tres en su regazo. Sentía esta vez la fuerza necesaria para convencerlas a ambas. No podía permitirme perder a ninguna de las dos. Ya había sido suficiente.

Pero, entonces, Caeli se desplomó a mi espalda.

- ¡¡¡Caeli!!! -Gemí, volviéndome instintivamente hacia mi hermana y me agaché rápidamente para comprobar su estado. Su frente estaba helada y húmeda, era evidente que había sufrido un episodio de desmayo. Me puse en pie rápidamente tras colocarla en una posición cómoda sobre el suelo y meterle un extraño aparato en la boca para que no se tragara su propia lengua, colocándole después un cojín bajo la cabeza-. ¡Amy, rápido, ayúdame! Hay que poner sus piernas en alto para que la sangre regrese a su cabeza. Acerca una silla, por favor -Pedí al tiempo que yo mismo le elevaba las piernas.

"Vamos, Caeli... Regresa con nosotros..." Rezaba, mientras dejaba que mi luminosa aura no dejara de envolverla con su calidez.

Prácticamente había ignorado a Caeli, lo que dijo en ese momento. Estaba demasiado absorta en mi misma. HAbía perdido el sentido del tiempo y situación. No sabía por qué. Sin embargo mi cuerpo siguió cambiando. Mis tersas y jóvenes manos en un momento se arrugaron, y mi rostro igualmente, marcándose las venas uqe iban desde mis ojos hasta mi boca, trazando unas finas líneas azuladas en mi rostro blanco. Mis ojos se habían vuelto completamente violetas, y mi cabello flotaba, sin dejarse caer, tomando un color aún más claro y flotando por encima de mi cabeza.

Lancé una mirada de furia hacia Lucius que me miraba directamente a los ojos. Estaba maliciosamente seria en ese momento y no sabía cómo llegué a eso.

Tú, joven, morirás por tu osadía -Repuse con la voz cambiada. Parecía una voz femenina, sí, pero mucho más grave y más apagada.

En parte tuve suerte de que Lucius actuase tan rápido, y hubiese apartado ambas espadas de un sólo movimiento, sacando así el filo de la de Caeli de mi mano. Excepto por la piel arrugada y los ojos violetas, volví a la normalidad, cayendo de rodillas al suelo, tomando aire como si estuviera ahogándome.

Mientras tanto, veía cómo Lucius ayudaba a Caeli a reponerse, y cómo me pedía que fuera a por una silla. Asentí débilmente, y tras dar una bocanada de aire, me levanté. Aún no había visto mis manos ni mi cuerpo, por suerte para mi, hasta que tomé la silla de la mesa. Fue netonces cuando vi mis manos rugosas, como si hubiese envejecido mi cuerpo casi unos 50 años más. O incluso más aún. Estuve a punto de lanzar un grito por mi boca, pero traté de contenerme, y sólo salió un débil gemido, que tras lo cual, cogí la silla, todavía asustada, y me fui hacia Lucius, colocando la silla bajo las piernas de Caeli.

Tras soltar la silla, me llevé una mano a la cabeza, notando que también tenía arrugas allí.Esto no puede estar pasando... y a rastras, me dirigí al sofá. Pero antes de que pudiera sentarme, me desplomé encima, boca abajo, probablemente de la conmoción.

- ¡¡¡Alissia, Ariel, Mera!!! -Grité, al ver que Amy se desplomaba también. No podía atender yo solo a las dos. Las tres aparecieron rápidamente en la sala, ya que eran las que habían estado custodiando la entrada-. Mera: acerca la espada de oscuridad a Caeli y colócala sobre su pecho para que en algo ayude a su recuperación, mientras tú, Alissia le das aire... Ariel, necesito que traigas paños lo más rápido que puedas.

Tras dar las órdenes pertinentes, dejé a Caeli en manos de Mera y me acerqué rápidamente a Amy, arrodillándome a su lado. Con delicadeza, acerqué mi mano a su cabeza y acaricié suavemente su pelo.

- ¿Amy...? -Pregunté casi en un susurro. Esperando para ver su reacción y valorar sus síntomas, pues me parecía que ella sí estaba consciente.

Al notar su mano acariciando mi cabello, traté de tranquilizarme, respirando profunda y rápidamente, mientras llevaba mi mano hacia el hombro de Lucius. Entonces se me veía arrugada, ya aún menos que antes, casi como si tuviera sólo unos 5000 años de vida, años que por supuesto no tenía, y lo coloqué encima de su cálida piel. Entonces, apoyando mi mano en el sofá, me giré lentamente hacia él, primero viendo mi perfil, únicamente viéndose mis cabellos alborotados blanquecinos que volvían a tomar su color con lentitud. Y mostré un rostro envejecido, como una de esas humanas que tenían más de 60 años, con arrugas bajo mis ojos y mis mejillas, y mis ojos violetas, que habían perdido el brillo que antes habían adquirido, quedándose en un tono oscuro. Mi mano temblaba, y miraba con ojos de desasosiego hacia los ojos de Lucius, quedándome perdida en ellos.

Mi voz sonaba igual que siempre, pero se notaba atemorizada.

Lucius...dime..¿cómo...estoy...?¿Qué he...hecho?¿Y qué...me ha pasado...?

Acerqué mi mano hacia la otra que tenía libre, temblando, y se la tomé con suavidad. La tenía tersa y suave, muy joven. De hecho, eternamente joven. Esperaba que no se asqueara de mi en estos momentos.

Notaba algo extraño en su cabello, ahora estaba más claro, sin embargo no le presté la suficiente atención en un primer momento, pues me preocupaba mucho más cómo se encontraba. Observé cómo se incorporaba con dificultad, la ayudé para que no le costara tanto, pues tal y cómo la había visto caer sobre el sofá, imaginaba que estaría cansada. Y la sorpresa que me llevé al poder ver su rostro fue indescriptible. Hice un esfuerzo sobrehumano para que no se me notase el susto, sumado a la desagradable preocupación, teniendo que reprimir mi primer impulso de retroceder. ¿Qué le había sucedido para de repente estar tan desmejorada?

Clavé mi mirada en los iris de sus ojos, también ligeramente cambiados, pero el mantener la mirada me ayudaba a permanecer más sereno y evitar que mi gesto y mirada la juzgasen, pues era algo inevitable y no quería provocar que se sintiera peor de lo que ya estaba por ello. Pues en el fondo, no la rechazaba, era sólo la impresión que me causaba el ver aquél cambio tan desmejorado en su salud, pues aun la seguía apreciando mucho... más de lo que seguramente ella se imaginase. Y por ello, mi mirada se tornó tiernamente preocupada ante su pregunta. No podía mentirle, pero tampoco le podía contar la realidad tan cristalina...

- Creo que la oscuridad te ha... afectado negativamente, querida...

Agarré con fuerza la mano que me extendió, transmitiéndole mi apoyo incondicional. Y aumenté mi aura al máximo para darle toda la luz que precisaba en aquel momento, cerré los ojos y le solté la mano para posarla sobre la otra en su pecho, a la altura del corazón. A continuación, de éstas, comenzaron a destellar flashazos de luz cegadores como fuertes pulsaciones, de energía curativa procedente de la luz, que penetraron hacia su interior como si su cuerpo los absorbiese, extendiéndose a cada rincón de su organismo. Pretendía expulsar toda la oscuridad residual que aun quedase en su interior, ya que estaba convencido de que aquello sería el causante de aquel precoz envejecimiento... Lo había visto anteriormente en mi madre, en los días anteriores a dar a luz a mi hermana... Las heridas de oscuridad sólo se podían curar con luz... pero su estado estaba tan avanzado que ya era irremediable... A Amy aun podía salvarla... y si tenía que gastar toda mi energía para hacerlo... lo haría.

Vagaba sin rumbo ni propósitos en la serenidad del vacío... No recordaba cómo había llegado allí ni el porqué, quién era o de dónde provenía... simplemente sentía paz... una paz infinita en la que me había sumido y de la cual no tenía propósitos de abandonar...

Todo estaba en calma... sin embargo, noté el frescor de una suave brisa acariciar mi rostro, pero no podía verla en aquella oscuridad por más que mis ojos se hubieran abierto de par en par y la buscasen con ansia. Notaba algo familiar en aquella brisa, pero no era capaz de relacionarlo con nada de mi ahora desconocida existencia.

Sentí cómo algo me agitaba y con fuerza tratase de arrancarme de aquél lugar. “¡No! ¡Déjame!” Yo no quería irme... Me encontraba demasiado a gusto...

Frío... algo frío y a la vez de lo más cálido y acogedor me atraía... lo sentía adherirse a mi pecho... traté de aferrarme a ello, olvidándome de la paz tan placentera en la que antes había resistido quedarme... y de repente, como un fuerte tirón, una fuerte luz me abofeteó al tiempo que absorbía atragantándome una fuerte bocanada de aire...

Entorné los ojos tapándomelos con la mano, había demasiada luz a mi alrededor que me quemaba los ojos... descubrí dos rostros a mi vera, observándome con preocupación. Eran dos mujeres hermosas. La primera de ellas, pelirroja, piel morena y ojos caobas, la cual no reconocía... y la otra, castaña con unos curiosos ojos del color del ámbar... Me quedé observándola, había algo en ella que me resultaba extrañamente familiar.

- Majestad, ha despertado -Anunció ésta, desviando la mirada hacia otro lado. Quise seguir la trayectoria de su mirada y precipitadamente me incorporé. Tuve que llevarme rápidamente la mano a la frente por el mareo, pero en cuanto se me pasó, volví a mirar hacia aquél lugar. Pero todo lo que podía ver era la espalda de un sofá, del que sobresalía una cabellera rubia, dorada como el sol.

Me levanté -aprendida la lección, ahora más despacio- y me acerqué caminando con cuidado hacia el sofá. La escena que descubrí no pudo más que sobrecogerme y preocuparme. La mujer que había tumbada en el sofá brillaba, se veía que estaba enferma o algo y él trataba de curarla. Me fijé en su rostro, el de ambos, me resultaba familiar... pero más el de él... pues a ella no la había visto así antes.

- ¿Calei...? -Pregunté sin pensar.

Poco a poco iba notando que la oscuridad de mi se iba expulsando, pero de una manera muy lenta y gradual. Pero sentía ganas de llorar en cuanto vi la mirada de Lucius observándome con la melancolía con la que me miraba fijamente a los ojos. Y decía que me había afectado negativamente...A veces es demasiado suave hablando. Quería llevarme las manos a la cara, para tapármela, no mostrarle mi ahora posiblemente horrible rostro. Me sentía casi tan apenada como para querer quemarme la cara, o para quemarme los ojos.

Sin embargo, el notar cómo Lucius me tomaba firmemente la mano y me irradiaba de su luz, me transmitía paz. Me sentía como si fuera un padre cariñoso con su hija, que le daba apoyo sin condiciones, sin prejuicios. Sentía que en él podía confiar hasta en los peores momentos.Era más que un padre incluso. Algo difícilmente descriptible, y algo difìcil de comunicar.

Fue entonces cuando sentía su mano conduciendo a la mía hasta mi pecho, y colocaba ambas encima de la mía. Dirigí mi mirada allí, y podía ver cómo se había iluminado de forma incandescente la mano de Lucius, transmitiendo esa iluminación hacia mi ser. Poco a poco iba viendo cómo mi mano volvía a tomar su forma tersa, suave y joven lentamente, y mis ojos empezaban a brillar levementente, aclarándose su color y perdiendo su tono violáceo, pasando primero por un azul oscuro, y luego llegando a ser verde oscuro, que seguía aclarándose lentamente. Mis cabellos volvían a tomar el color chocolate claro que tenían y volvía a dejarse caer, liso y suave. Entonces caí en la cuenta que hacía unos segundos que había oído la voz de Caeli otra vez, y torcí mi cuello de forma instintiva hacia ella, buscando su mirada. Aún quedaba por recuperar el brillo de mis ojos mi piel y mi cabello por completo, pero esperaba que me reconociera ahora. No me había olvidado de Lucius, por supuesto, pero sentía que le debía una disculpa a Caeli.

¿Caeli...?

Fue entonces cuando volví a ver a Lucius a los ojos. Estaban a punto de saltárseme las lágrimas al ver lo bueno que habia sido conmigo.

Lucius...Muchas gracias...por sacarme de eso...Añadí, casi a punto de hacer pucheros.

Se me notaban los ojos brillando, como si estuviera lagrimando muy suavemente.Quería aferrarme a esta realidad, a él, a Caeli, a todo lo que me rodeaba. Levanté las manos de mi pecho y estreché su cuerpo entre mis brazos, fuertemente pegado a mi, como si no quisiera dejarle ir. Pero tras unos segundos, me di cuenta de que Caeli seguía detrás, y me giré repentinamente hacia ella, ya dejando ver lágrimas a punto de dejarse caer por mis mejillas.

Caeli...lo siento mucho.....yo... Me quedé a mitad de frase, sin saber qué decir ni qué hacer. Pudiera ser que aún siguiese enfadada conmigo, y no sabía qué hacer con ello. No sabía cómo lidiar con eso.

Mi hermano parecía estar concentrado, pues no me prestó atención cuando le llamé. Por lo que, me centré entonces en ver lo que hacía... me maravillé entonces al ver cómo conseguía rejuvenecer a la mujer que estaba tendida en el sofá. La reconocí entonces, aunque fuera lo último, su rostro también se restauró... Era Amy Sunie, la Reina Renegada de los Ángeles... En ese momento no sentí aversión alguna, a pesar de recordar de golpe y precisamente por ello... simplemente me sentía algo contrariada. Pero, me alegraba de que hubiera vuelto a ser ella.

Sin embargo, me sorprendió cuando ésta abrazó a Calei y no pude más que bajar la mirada ligeramente apenada. Ahora lo comprendía... Ella era la persona especial de la que me había hablado... Ellos se querían... o al menos esa fue la impresión que me dio.

Los observé un poco cohibida -me sentía un poco celosa, pero aquella vez mi mirada parecía cansada, como si lo hubiese asumido finalmente- y Amy me devolvió la mirada en aquél instante. Se me disculpó completamente conmocionada y por un momento no supe qué hacer ni qué decir... el pulso se me aceleró por el ligero estrés, y terminé colapsando todo aquello acumulando lágrimas en mis ojos que amenazaban con derramarse.

Mi cuerpo entonces actuó sólo y avanzó hacia el lado opuesto del sofá, donde se inclinó hacia ella y estrechó una de las manos de Amy entre sus manos.

- Soy yo la que debo disculparme, Amy... -Le dije mirándola a los ojos-. Tú no tenías culpa de nada y lo he tenido que pagar contigo... -Pestañeé, tratando de contener las lágrimas-. He atentado contra tu vida y eso no me lo perdono... Te prometo que no lo volveré a hacer nunca más. Ya sé quién fue el asesino de mi madre y poco puedo hacer ya para remediarlo... No volveré a querer vengarla... lo he asumido. Estoy en paz.

Para mi sorpresa vi cómo sus ojos estaban a punto de dejar derramar lágrimas sobre sus mejillas, acercándose a mi y tomando mis manos como si fueran una piedra preciosa o algo similar. A decir verdad, y por raro que pareciese, tenía sus manos cálidas y suaves, y eso me gustaba. Parecía que estaba intentando contener su melancolía dentro de sí mientras me pedía disculpas. Disculpas que parecían salidas desde el fondo de su corazón. Eso me había llegado a lo más profundo de mi corazón. Sentía la sinceridad de sus palabras sincronizarse con los latidos de mi corazón, como si una cosa estuviera enlazada con la otra. Era casi magia.

Magia que provocó que las lágrimass que tenía contenidas se cerniesen sobre mi piel, derramándose como si fuera un vaso de agua por mis mejillas, enarcando una sonrisa al tiempo que mis ojos terminaban por brillar verdes nuevamente, ya recuperada. Y fue entonces, mientras lagrimeaba, cuando me abracé a ella, apoyando mi cabeza sobre su hombro.

Caeli...Sabía yo que tienes un corazón de oro en tu interior.... Añadí entre lágrimas, meciéndome ligeramente de un lado a otro, como si así tratase de calmarla, y a mi también. No podía dejar de abrazarla. Este era como todos los que no le di en su momento, por disculpas, por cariño, por ser la hermana de Lucius, y por todo lo que no hubiera y debiera haber hecho antes.

Arrodillado junto al sofá, continuaba sumido en una profunda concentración, tenía una gran capacidad para aislarme cuando precisaba de todo mi poder y concentración, y este caso lo requería. Con los ojos aun suavemente cerrados, continuaba transmitiendo las curativas pulsaciones de luz hacia su corazón, dejando que estás se extendieran hacia cada recoveco de su cuerpo.

No fue hasta que escuché la voz de Amy que apagué suavemente la luz. Mi mirada se perdió en algún punto del sofá, respirando profundamente, me sentía exhausto... Al principio no me había fijado en lo que sucedía a mi alrededor, continuaba aislado, tratando de restablecerme.

Amy se dirigió hacia mí y le devolví la mirada tratando de prestarle atención, pero aun mis oídos parecían estar taponados, pero su mirada emocionada me fue suficiente para comprender y con esfuerzo le dediqué una pequeña sonrisa.

Mis ángeles se dieron cuenta de lo que pasaba y acudieron en mi ayuda para cederme parte de sus energías. Cada una posó una mano en mi pecho e inició la transferencia. No era la primera vez que lo hacían, por lo que ambas parecían saber perfectamente lo que tenían que hacer.

Poco a poco fui recuperando las fuerzas y mis sentidos volvieron a despertarse nuevamente. Ya podía escuchar la conversación de Caeli y Amy, lo que se decían me emocionó. Observé a mis ángeles cuando consideré que ya me encontraba mejor.

- Gracias, chicas -Con cada una de mis manos, tomé las suyas y las separé de mi pecho para que terminaran la transferencia, y aun sin soltarlas, me incorporé poniéndome en pie cuan alto era, para dirigirme a Amy y Caeli.

Mis ángeles, terminada su labor, abandonaron la sala cerrando la puerta tras de sí.

- Me alegra ver que ambas habéis resuelto vuestras diferencias -Una mirada entrañable compartía la visión alternada de ambas-. Y ahora, si no habéis perdido el apetito con lo sucedido, podríamos pasar a la mesa para disfrutar de la velada más cómodamente y probar los deliciosos manjares con los que mis ángeles han querido deleitarnos esta noche.

Mientras la abrazaba, miraba hacia Lucius, y las ángeles que estaban curándole. Seguía apretada contra Caeli. Deseaba haber hecho esto hacía mucho antes.

Y mientras tanto, veía cómo Lucius parecía emocionado, mucho más contento de lo que hubiera cabido imaginar. Debilité mi abrazo con lentitud, hasta que finalmente, dejé caer mis brazos, desviando una mirada encariñada hacia Caeli, mirada que desvié hacia Lucius a los pocos segundos.

De reojo, veía cómo las ángeles se marchaban, y fue entonces cuando, soltando y asintiendo con suavidad a Caeli, y los ojos brillantes por la humedad, me acerqué a Lucius y pasé por su lado, dedicándole una sonrisa tierna. A pesar de todo, seguía siendo yo misma.

Entonces me senté en una de las sillas del lado largo de la mesa, esperando a los otros. Iba a ser una noche muy bonita finalmente

Me quedé petrificada ante el abrazo que me dio Amy, no podía moverme y la respiración se me había interrumpido, pero sentía mi corazón desbocarse salvajemente y el húmedo tacto de las lágrimas que colmaron irremediablemente al abrir los ojos de par en par en consecuencia, derramarse y hacerme cosquillas al recorrer mis mejillas con suavidad.

Su dulce perfume llegó hasta mis fosas nasales, fue gracias a eso que respiré de nuevo, ahora sintiendo todas y cada una de las emociones que me embargaban. No comprendía cómo me podía profesar tal cariño, sin apenas conocerme y después de todo lo que había sucedido entre nosotras, pero he de admitir que me enterneció, era muy difícil no quererla...

Alcé poco a poco las manos hasta rodear su espalda, apegándola todo lo fuertemente que me permitían las fuerzas contra mí. Era el abrazo más sentido que había dado en mi vida, el más fuerte y ella había sido la única persona en ganárselo. Algo increíble, pero cierto.

Escuché la voz de Calei felicitándonos. Me separé dificultosamente de Amy, desabrazándola, como si me costara soltarla ahora que la había atrapado y entre cabizbaja y tímida le devolví la mirada a mi hermano, simplemente girando ligeramente el rostro, pero sin despegarme todavía de la Ángel.

No me di cuenta del recelo que expresó mi mirada al observar a mi hermano... me sentía como dentro de una nube y no llegué a escuchar la invitación de mi hermano ya que no podía dejar de evocar aquél abrazo, como si aun me encontrase sumergida en él. Y tuvo que ser ella la que me devolviera a la realidad... al principio me perdí en la profundidad de sus ojos verdes, aun embriagada, y sentí como si ésta me abofeteara al alejarse Amy hacia la mesa y darme cuenta de dónde estaba y lo que había pasado.

Me giré ahora hacia mi hermano y compartí una intensa mirada con él antes de seguir a Amy hacia la mesa y tomar asiento lenta y dificultosamente, como si aun me encontrase ligeramente ida.