La primera escapada

Sonreí para mi misma al ver la reacción de ambos. Parecía que después de todo, mis suposiciones no fueran mal encaminadas. Y, reposando la cabeza sobre mis manos, orgullosa y satisfecha de lo que acababa de hacer, continué contemplando las estrellas. No me arrepentía.
–¡Ay, esta juventud...! –Dije en un suspiro, para mi misma.

Permanecí así un largo rato disfrutando de la buena vista del mapa estelar. Lo cierto era que me relajaba bastante. Hasta que la cercanía del alba me advirtió que ya era hora de marchar y decidí regresar de nuevo a la tumba que me había visto despertar, ya que todavía no tenía un techo al que regresar.