Primera clase (Dean y Lucius)

Tras haber hablado aquel dia con Lucius habíamos acordado que un día iría a su reino y comenzaría con mis lecciones médicas. En verdad estaba muy impaciente, deseaba aprender todo lo que él pudiera enseñarme y más. Me habia revisado algun que otro libro de medicina antes de ir, pero poco había podido sacar de esos viejos libros... la mayoría eran suposiciones y apenas daban datos de la anatomía humana.

Llegué a las puertas del cielo y me acerqué al guardia.

-Buenos dias, son Dean Wingates, vengo a ver al rey Lucius.-le dije formalmente y sonriente, estaba de muy buen humor.

El guardia te examinó y señaló el camino encolumnado que había tras las puertas del Cielo, en respuesta y volvió a ponerse firme. Ese camino llevaba directamente al Templo Angelical. Al parecer, éste había sido informado de tu llegada.

Asentí, sonriendole agradecido.

-Muchas gracias-volvió a su puesto y yo entré. Observandolo todo con fascinación caminé por el camino señalado. Todo era tan luminoso... bajo mis pies pude ver las nubes. Allí hacia más frio del normal, pero la brisa era relajada, olía a puro.
Todo tenía un aspecto muy clásico.. colúmnas sobretodo de orden jónico decoraban el corredor, hasta llevarme a un edificio principal, nuevamente de estilo clásico construido con lo que parecía marmol brillante.

Llegué hasta las puertas de aquel edificio y algo duditativo entré. No sabía bien hacia donde ir, los guardias estaban firmes, me miraban de reojo pero mantenían sus puestos.

Llegaba en ese momento por los pasillos. Había sentido la presencia de Dean, que venía a su primera clase. En cuanto le vi, no pude evitar sonreír. Me agradaba realmente este chico y que se interesara por aprender medicina, mucho más.

- Me alegra ver que te hayas decidido a comenzar tus lecciones tan pronto -Le dije a modo de saludo, con una cálida y acogedora sonrisa-. He dispuesto una sala para tus prácticas. Acompáñame.

Comencé a recorrer los pasillos con paso tranquilo, procurando ir en todo momento en compañía de mi invitado y no dejarle atrás.

- Dime, Dean. ¿Qué es lo que te llama especialmente la atención de la medicina? ¿Por qué tienes te interesa aprenderla?

Le ví llegar. Entonces, sonriente, hice una pequeña reverencia a modo de saludo.

-Buenos dias señor Lucius.-le seguí, caminando a su ritmo sin demasiada dificultad. Me hizo una pregunta, esa era facil, no tenía apenas que pensarla-Si le soy sincero, señor, soy debil. Intento mejorar pero me cuesta muchisimo hacerme más fuerte. No desistiré pero... hasta entonces temo por la seguiridad de mis seres queridos. Si no puedo defenderles luchando por ellos, almenos quiero poder ciudarlos y.. curarlos. Además de que la medicina siempre me ha llamado mucho la atencion, señor. Pero todos los libros que encuentro son basura del medievo, y perdone mi lenguaje

Fui observando las salas por las que pasabamos, todas eran del mismo estilo que las de antes. Vi a algunos angeles al pasar, como era lógico. Cuando más veía de aquel lugar más me gustaba, todo parecía estar impoluto y en su sitio. Sencillo, pero elegante... y el olor.. no dejaba de admirar ese olor a nada... a puro.. a limpio...

- Oh, por favor, llámame Lucius -Le corregí. Me parecía un chico muy educado, pero ya no tenía por qué tratarme de usted. Escuché lo que pensaba al respecto y no pude evitar reír levemente-. Ciertamente, los libros pueden nutrirte de muchos conocimientos, pero con lo que se aprende realmente es con la práctica.

Le decía, a medida que avanzábamos por los pasillos.

- ¿Alguna vez has aplicado los primeros auxilios a alguna persona? -Pregunté con curiosidad.

Le hacía todas estas preguntas no sólo por la curiosidad, sino porque también me interesaba saber hasta donde llegaban sus conocimientos y su pericia.

Agachñe un poco la cabeza... tutearle me resultaría raro, aun no le conocía demasiado bien e iba a ser mi maestro, pero haria un esfuerzo.

-Si le digo la verdad señ..-me corté y reconstruí la frase-Si te digo la verdad, Lucius, me quedé en el boca boca..-dije algo avergonzado

Sonreí ante su respuesta.

- Bueno, eso no es del todo malo -Le dije con cierta complicidad-. Así no tendré que corregirte malos hábitos que pudieras haber adquirido.

Reí ligeramente, mi sentido del humor no podía evitar aflorar cuando me encontraba a gusto. Me detuve ante una puerta.

- Hemos llegado -Le dije con una sonrisa.

La sala parecía un laboratorio. Era luminosa y espaciosa. Tenía una mesa de operaciones en el centro, estanterías cargadas de libros de medicina para consultas al fondo, y en la pared contigua a esta, había herramientas para elaborar medicamentos. Del otro lado de la sala había un escritorio, con una silla a cada lado y material para escribir.

- Por favor, pasa -Dije invitándole a entrar primero.

Había una mujer ángel sentada en la parte que parecía más un laboratorio químico. Tenía el cabello oscuro, con reflejos azulados, y sus ojos eran tan cristalinos como el agua. Era muy hermosa.

- Oh, Ariel, estabas aquí... -Dije al verla, entrando tras Dean. La chica se levantó rápidamente al vernos, pensando que no debiera estar allí y se puso a recoger sus cosas precipitadamente-. Oh, por favor, Ariel. No te marches. Tu ayuda nos vendrá bien.

La chica se detuvo, entonces.

- Dean, te presento a Ariel. Ella es una de mis aprendices. Aunque hace tiempo que ya dejó de serlo. Es muy buena -Le dije orgulloso. La chica le sonrió.

Reí aliviado ante su respuesta, al menos no se reiría por mi ignorancia.
La sala no tenía nada que ver con lo que hubiera visto hasta ese entonces. Era muy luminosa, espaciada, limpia y ordenada... me gustaba bastante, a decir verdad. Olía mucho a desinfectante.
Entonces, me percaté de una mujer, estaba sentada y nos miró. En verdad era guapa. Se puso a recoger nerviosa, como si hubiera hecho algo malo o molestara. Lucius nos presentó. La sonreí e incliné un poco la cabeza, saludándola educadamente.

-Buenos dias, señorita.-la mostre mi encantadora sonrisa, cuando estaba feliz solía hacerlo mucho y sin querer.

Al parecer nos iba a acompañar la mujer, esperaba no actuar de mala manera ni equivocarme demasiado... si no sentiria bastante más verguenza.

Pasé dentro de la sala, situandome al lado de Lucius, esperando.

- Imagino, Dean, que sabrás controlar tu aura, ¿verdad? -Pregunté al tiempo que pasaba hacia el otro lado del escritorio y con un gesto de la mano invitaba a Dean a sentarse-. Si no es así, comenzaremos por ahí. Tienes que controlar muy bien tu aura para poder transmitir tu energía al que la necesite. Y, no solo eso. La cantidad de energía que uses, repercutirá mucho en tu salud mientras estés realizando la cura. Es importante que no la derroches y uses la necesaria. Bonito sería que te cayeras tú inconsciente tratando de salvarle la vida a otro.

Mientras tanto, Ariel parecía preparar algo. Se había ido al fondo, parecía estar buscando algo tras la puerta que había entre la ventana y las estanterías.

Le atendí y me senté ante la invitación.

-Si, aprendí a controlar mi aura cuando.. aprendí a controlar a mi lobo interno. Fue casi instintivo.-le escuché atento y asentí, era algo que tenía que tener muy en cuenta... entonces comprendí que para poder curar bien tambien tendría que hacerme fuerte y que mi aura se hiciera fuerte... quedé pensativo. Entonces miré a la mujer, estaba haciendo algo, aun que no sabía el que. Me quedé observándola curioso.

Posé mi mano izquierda en mi barbilla, en un gesto pensativo a lo que decía Dean. Cierto era, por un momento lo había olvidado... aquel incidente con Luccie anterior al cumpleaños, era él...

Volví en mí y le sonreí con gentileza, sacando una pequeña pelota de goma del cajón y entregándosela.

- El control del aura para un médico es más que eso... Pero nos servirá como punto de partida -Le dije, devolviéndole la mirada a los ojos después de apartarla de la pelota-. Esa pelota te ayudará a practicar tu control aural. Debes ser tan preciso como un cirujano quirúrjico... -Apoyé el codo izquierdo sobre la mesa y, sobre dicha mano, mi barbilla nuevamente, intensificando el contacto visual-. Aprender a regular la energía que usas es muy importante... Guardártela, concentrarla en un sólo movimiento y expulsarla de forma precisa. Eso no solo ayuda para la sanación, también te servirá de mucho en combate... Pero aquí has venido a aprender medicina, si no me equivoco -Sonreí. Más adelante podría enseñarle algunas cosas referentes al control del aura en el combate. Le ayudarían con su precisión.

Ariel salió de la sala del fondo con una pequeña jaula. Contenía un pequeño conejo blanco que tenía la pata derecha trasera vendada. Lo colocó sobre la mesa de operaciones.

- Mi señor, pensé que para la clase podría ser una buena práctica -Comentó la joven y hermosa ángel.

- Gracias, Ariel. Lo guardaremos para el final. Antes quiero comprobar con Dean, hasta donde llega su control aural -Le dije con una cálida sonrisa, volviéndome de nuevo hacia mi alumno-. Dean, quiero que uses esa pelota para practicar, también en casa. Pero ahora, quiero que me muestres tu aura y que canalices una pequeña cantidad hacia la pelota.

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FDI: De aquí puedes salir con una nueva ventaja, Control Aural, jeje. A tu personaje le vendrá muy bien para hacerse más fuerte, si es que no tuvieras ya pensada una tercera

Vi que tomaba una pelota de goma, la cogí y le miré algo desorientado.

Le escuché con atencion y volví a mirar la pelota, alzando una ceja. ¿Que haga qué..? ¿Cómo hago yo eso? Sabía reducir y aumentar mi aura... pero de ahi a concentrarla en un sitio distinto a mi cuerpo... habia un gran paso.
Seguía sin entender bien que quería hacer con eso... bueno vale si.. podia suponer que era para controlar el aura pero...
Entonces vi a aquella mujer sacar una jaula, en ella había un pequeño conejito con la patita vendada. Me dio pena, me gustaban bastante los animales y no me agradaba verlos mal, aun que parecía feliz comiendo lo que sea que estuviese comiendo.

Volví a mirar a Lucius... ¿que quería que hiciera con ese conejo? o quizas no era para mi... no lo sabia.
Me concentré en la pelota. Tenía que demostrar que podía hacerlo, era cuestion de orgullo... además no quería decepcionar a nadie... tantos años con mi padre me habian convertido en una persona que se esforzaría mucho en todo, y si alguien la estaba enseñando más. Tenía que demostrarle a Lucius que yo valía para esto, que no se tenía que cansar conmigo, que podía estar a la altura y no perdería el tiempo conmigo. Tenía que aprender rapido.

Puse toda mi concentración en aquella pelota, cerrando incluso los ojos. Traté de concentrarme en lo que hacia cuando la disminuía y la aumentaba. Supuse que tenía que utilizar el mismo método, de forma creciente y decreciente pero en lugar de en todo el cuerpo.. creciente en la mano, y en aquella pelotilla despues.

Me concentré hasta tla punto de que sentía que solo estábamos la pelotilla y yo, nada más. Seguí concentrándome, mi mano comenzó a ponerse más caliente, o eso me parecía a mi. ¿Lo estaba consiguiendo? sentía un poco la pelota... tenía que poner mucho más empeño. Continué centrando todos mis sentidos en la pelota, haciendo aumenta mi ahura... y entonces.. algo me sacó de mi concentración.

Abrí rápido los ojos y se me cayó el mundo al ver que la pelota había estallado. Mi cara era un poema, me sentía completamente fracasado, frustrado y asombrado. Miré a Lucius, esperando no encontrar una mala cara por mi metida de pata.

Me recosté sobre el respaldo de la silla apoyando mi barbilla nuevamente sobre mi mano izquierda, al tiempo que suprimía mi aura para sentir la de Dean. Y observé al detalle cada movimiento y cada gesto que realizaba el muchacho. Podía leer su gran empeño en cada uno de los gestos de su lenguaje corporal. Eso era algo que apreciaba muchísimo, eso era un factor determinante para el aprendizaje y no lo pasaba por alto. Este chico, costase lo que le costase, intuía que llegaría muy lejos con lo que se propusiese en la vida. En cierto modo, me sentía orgulloso de que me hubiera escogido como maestro.

Logró controlar su aura en cierta manera, pero ésta se le escapó de las manos en cuanto liberó su poder hacia la pelota. Un trozo de la goma me había salpicado cómicamente a la mejilla. Me la aparté, divertido, dejándola sobre la mesa y me levanté de la silla, acercándome a él.

- Creo que voy a tener que reconsiderar lo del combate -Dije, sin poder borrar aquella sonrisa de mi rostro, y al tiempo que me inclinaba hacia él y posaba mi mano izquierda sobre su hombro.

Nos desaparecimos en un destello de luz, y reaparecimos en medio de la arena de un gran campo de entrenamiento. Se parecía mucho a un estadio olímpico griego, en el que solían entrenarse los atletas en la antigua Grecia. Frente a nosotros, había unos grandes bloques de mármol blanco, dispuestos sobre otros dos cada uno que los elevaban del suelo a modo de patas.

Aparté suavemente mi mano de su hombro.

- Pero antes... Es más fácil aprender a controlar el aura si lo liberas primero en un golpe potente y luego ir reduciéndolo hasta conseguir la precisión necesaria -Le dije. La gran luz de Acrisea nos iluminaba con su presencia y hacía brillar especialmente mis cabellos, haciéndolos relucir como si de oro puro se tratasen-. Dean, golpea el bloque de mármol con todas tus fuerzas. No te contengas. Pero recuerda usar el aura en ello como hiciste antes, ya que, no sólo incrementará tu fuerza considerablemente, sino que además protegerá tu mano de los posibles daños colaterales.

Al mirarle no parecía haber rastro de decepcion en sus ojos, cosa que me consoló mucho.Aun que me sentí muy avergonzado cuando un trozo de goma golpeó su cara.

Se acercó a mi y aucnao me quise dar cuenta, estabamos en un campo arenoso, era del mismo estilo que el resto de lo que habia visto de reino. Observé todo a mi alrededor, entonces le miré cuando hablaba.

Miré los bloques de marmol... y me sorprendió que quisiera que yo los rompiera. Eso ya no me resultaba tan dificil, habia hecho muchas pruevas por el estilo con mi padre... al fin y al cabo, me habia adiestrado por y para la lucha y habia utilizado muchos métodos tanto para aguantar el dolor como para aprender a no tener que padecerlo al defenderme correctamente.

Pero ahora lo que Lucius me proponía es usar mi aura como.. defensa.. o escudo... canalizarla en la mano. Me puse a ello, miré fijamente el marmol, casi desafiante.

concentré mi aura en los puños hasta sentir ese calor emanar de ellos. Entonces recordé lo que habia pasado con la pelota y reduje un poco el volumen del aura canalizada. "no valla a ser..." pensé precavido.

Con todas mis fuerzas golpeé aquel bloque. Lo desquebrajé, partiéndolo por la mitad. Sonreí ampliamente, lo había hecho. Le miré, contento, entonces noté que algo me goteaba. Miré mi mano.

-ah!-no pude evitar exclamar. Mi mano sangraba, al parecer esos bloques eran incluso más duros de lo que yo me esperaba y.. volví a decaer pensand que no había servido de nada lo del aura... No podía haberme salido de nuevo mal... me sentia un fracasado

En realidad el dolor no me molestaba, mi padre me habia adiestrado bien a él, aun que si que era cierto que verme el puño asi seria un tanto alentador

Suprimí nuevamente mi aura para percibir cada movimiento de la suya, sin apartar mi mirada, ahora normalizada, de él. Canalizó bien el aura hacia su mano, pero no supo expulsarla debidamente en el momento preciso, por lo que su mano pareció sufrir el daño colateral del que le había prevenido.

Sonreí nuevamente, no me alarmé por ello. Y, con aquella radiante sonrisa, me acerqué a él.

- No te preocupes, al principio es arduo complicado hacerse con la técnica. Pero con la práctica lo lograrás -Le animé, posando mi mano nuevamente en su hombro por un instante, aunque volví a apartarla casi al instante-. Mira. Que te hayas herido no nos vendrá del todo mal. Imagino que te sanará rápido, pero puedes acelerarlo con tu aura -Le expliqué, sin borrar aquella cálida sonrisa-. Suprime tu aura y cierra los ojos... Permítete sentir el dolor sin que intervengan tus demás sentidos por un instante... Y luego ve abriendo poco a poco la puerta a tu aura, pero intenta que ésta aparezca en el foco del dolor y lo vaya cubriendo poco a poco hasta que sientas que desaparezca.

Me miré la mano tras su explicacion, eso no parecía tan dificil.

-Bien, lo haré-le respondí decidido

Suprimí mi aura, entoncessentí el dolor y las palpitaciones en la mano. Poco a poco fui haciendo fluir mi aura hasta la zona dolorida. Sentí esa calidez, y un cosquilleo tambien. Abrí los otros tras un rato, miré mi mano. Ahora si que estaba feliz, mi mano estaba completamente curada... ya no sangraba, ya no había heridas abiertas. Miré a Lucius sonriente.

-¡Lo conseguí!