Una noche de visita con mi pequeña princesa ^^

Le dediqué una sonrisa cálida y reconfortante, pareciera necesitarlo mucho ahora mismo, y yo sólo quería hacer que se sintiera mejor y que se le pasara el mal trago.
La acompañé hasta el salón, sin soltarle la mano y con suavidad la dejé sentada en el sofá.
–Voy a ir a por la sangre, espérame aquí –Le dije aun sin soltarle la mano, e intentando transmitirle confianza–. No tardaré.
Solté su mano –ahora sí– con suavidad y rápidamente bajé a las cámaras criogenizadas del sótano a por un par de bolsas de sangre. Al subir, me desvié rápidamente a la cocina –seguramente Lucía me hubiera sentido, pero no quería volver a su lado hasta que tuviese la sangre lista–, y la puse a calentar para que se descongelara. Después la eché en una botella de cristal con el cuello abierto –eran de las típicas botellas que se usaban para echar el vino y que éste respirase–, y regresé al salón junto a mi pequeña princesa.
–¿He tardado mucho? –Le dije con una sonrisa, esta vez más traviesa, al tiempo que me dirigía al fondo, justo detrás del sofá en el que ella se encontraba, a coger un par de copas del mini-bar. Y al instante siguiente estaba sentada a su lado, a su izquierda, terminando de posar las copas sobre la mesita. Comencé a vertir la sangre en ellas–. Siento mucho lo que ha pasado esta noche, Lucía... no esperaba que la cosa resultase así...
Posé la botella sobre la mesa y le entregué su copa, posando mi mirada preocupada en sus –ahora– ojos verdosos.

Sus gestos y la calidez que emanaba toda ella aun que realmente no estuviese del todo viva eran reconfortantes, me tranquilizaban. Me senté en el sofá y esperé paciente mirando la estancia, cada una de las decoraciones que tenía era antigua, era mucho mas antigua que cualquiera del castillo.
Noté como estaba casi de nuevo a mi lado, estaría haciendo todavía algo. El olor a sangre entonces comenzó a inundar la sala, cerré los ojos suspirando.
Los abrí en cuanto la escuché-No... no tardaste mucho no te preocupes-sonreí como pude y cogí la copa que me tendía mirando atentamente como se vertía la sangre en ella. Di un pequeño sorbo, pasándome la lengua por los labios.
Escuché su disculpa y bajé un poco la cabeza-no tienes nada que sentir, supongo que ahora mismo soy demasiado cría para esas cosas, pero intentaré aprender todo lo que pueda...-susurré algo optimista-la próxima vez...-dejé caer mi cabeza en su hombro tranquilamente, me sentía mucho mejor así.

Le di un trago a mi copa sin dejar de observarla y escucharla. Tenía que admitir que la verdad era que la sangre sabía deliciosa cuando tenías hambre...
Volví a dejar la copa sobre la mesa y entonces sentí la cabeza de Lucía sobre mi hombro... Me quedé quieta...
–Creo que lo mejor es que vayas aprendiendo poco a poco, al ritmo que tú necesites... –Comprendí finalmente. Pues, después de todo, Lucía era muy pequeña aunque pareciese una adolescente.
Era extraño, me sentía extraña... le estaba cogiendo mucho cariño muy rápidamente... Se hacía querer mucho inconscientemente... y yo era de carne y hueso... no podía evitarlo tampoco. Sentía que deseaba protegerla... No quería que se viese envuelta otra vez en una situación como la de hacía un rato. Si yo podía evitarlo, no lo permitiría.

Asentí haciéndola comprender que lo había entendido, pero yo seguía pensando lo mismo. Me haría mas fuerte, conseguiría aprender del modo correcto todo lo que ella me había enseñado y lo que sería mejor aun, ponerlo en práctica. Le dí un pequeño sorbo a mi copa, realmente esta sangre estaba buena me preguntaba de donde la habría sacado.
-te.. te importa que me quede..?-pregunté algo avergonzada, no me sentía con fuerzas para irme a casa y mucho menos cuando veía que estaba a punto de amanecer. Me levanté para mirarla a los ojos-si molesto puedo marcharme...-sonreí

–¡Claro! –Respondí rápida y casi inconscientemente–. Eso no tienes ni que pedirlo, mi casa es muy grande. Luego subiremos a buscarte una habitación y puedes dormir en ella siempre que quieras.
Sonreí con sinceridad, inclinándome con cuidado de nuevo a coger mi copa. Me la llevé a los labios y le di un nuevo trago en silencio.
La miré con cierto cariño y posé mi mano libre sobre la suya también libre.
–Y no te preocupes por eso, pequeña... tú nunca molestas... Llenas esta casa de alegría con tu presencia... –Susurré, esta vez un poco más pícara y encantadora, pero sin perder el afecto en mis palabras.

sonreí agradecida-Muchas gracias por dejarme quedar, aun que deveras no necesito ninguna cama, puedo dormir aqui mismo.-Palpé casi con cariño el sillon-es suave y blandito, no creo que vaya a tener problemas para conciliar el sueño-
Me puse algo nerviosa con sus palabras, las escuchaba y me llenaban bastante mas que cualquier otra cosa, pero no conseguía estar tranquila. Comprendí de pronto lo que quería, aun que era realmente algo que no pedirías normalmente-o..oye Katerina..-susurré con dificultad. Pues hasta ahora mi madre era la unica que lo habia echo-acariciame la cabeza... por favor- era la unica manera en la que yo me lograba tranquilizar. Ni las palabras, ni las miradas intensas, nada me llenaba tanto como el contacto con otra persona.

–¡De ninguna manera! –Exclamé negativamente, arqueando una ceja. Habiendo tantas camas en la mansión, no iba a permitir que durmiese en el sofá. Pero luego volví a mirarla de forma encantadora–. No hay necesidad de que duermas aquí, pequeña... Hay camas de sobra... “¡Sí será por camas!” –Pensé irónicamente, al tiempo que le daba un nuevo trago a mi copa de sangre.
Pero, entonces ella me pidió algo que me sorprendió... quería que le acariciara la cabeza... Dudé por un instante, sintiéndome estremecer... Dejé la copa nuevamente sobre la mesa, con cuidado, y suspiré, mirando su precioso cabello negro, suave y brillante, como pensándome cómo debería comenzar a acariciarlo... “Vamos, Katerina, que no es para tanto...”
Cerré los ojos, y dejé hacer a mi mano...
Sentí los dedos penetrar su cabello lentamente, buscando el contacto directo con su cabeza... me estremecí de sólo sentirlo y cuando llegué a su cabeza comencé a deslizar los dedos entre su pelo, acariciando su cabeza con suavidad...
Empecé a entonar una nana suave aunque guturalmente, sin molestarme en abrir la boca... acompasando el movimiento de mis dedos con el de la melodía, todavía sin abrir los ojos...
Esperaba que aquello fuese suficiente para tranquilizarla, a mí también me relajaba y, en cierto modo, también me estimulaba... Su cercanía, provocaba un extraño estado en mí... que no era capaz de remediar... me era sencillamente inevitable...

No me negué cuando volvió a insistir de que me quedara en una de las habitaciones, entonces sentí su mano sobre mi cabeza, primero levemente y luego profundizando un poco mas. Mis mejillas se sonrojaron completamente y cerré los ojos, ese sentimiento cálido, esa dulzura... me estremecí por unos instantes y me apoyé en ella, abrazándola-Gra..cias por todo Katerina... de verdad-susurré. Empezaba a quedarme cada vez un poco menos despierta, adoraba esa sensación y mas si era alguien conocido al cual tenía mucho aprecio.

–Shh... No me las des, pequeña... Y ahora descansa... no te preocupes por nada... –Susurré, con suavidad.
Sonreí para mí misma, sin dejar de acariciarle la cabeza, y retomé nuevamente la nana.
Yo también me sentía muy a gusto en su cercanía... sentía que se relajaba y era algo mutuo... No quería ahora mismo interrumpir esto –lo que fuera que estuviera sucediendo–, preferí continuar con la caricia y susurrando la nana, sin perturbar la tranquilidad ni el momento.

Entre sus caricias tranquilizadoras mientras movía suavemente mis cabellos y la nana que susurraba mis fuerzas, o lo que quedaba de ellas, desaparecieron. Mis ojos se cerraron poco a poco hasta que cerrados por completo me sumieron en la oscuridad, flojeé hasta que mis brazos cayeron hacia el sofá.
Seguramente cualquiera me hubiese tomado por muerta, pues no respiraba, mi corazón no latía y mi cuerpo estaba frió, sin embargo estaba pacíficamente dormida.

Me di cuenta de que mi pequeña princesa se había sumido en un profundo sueño, pero mi nana se prolongó suave al compás de mis dedos, que aún recorrían su cabeza acariciando su suave cabello... mi voz se convirtió en un susurro y continuó disminuyendo progresivamente su volumen hasta confundirse con el silencio... entonces mis dedos se retiraron con suavidad de su cabeza y cuidadosamente la coloqué sobre el sofá.
La observé al tiempo que recogía mi copa y bebía de ella... si no fuera porque sabía que era una criatura de la noche, diría que en ese momento la estuviera confundiendo con un ángel...
Me terminé mi copa y la dejé nuevamente sobre la mesa. Después me levanté y con cuidado la cogí en brazos... y con el mismo cuidado la subí al piso superior –pues, como ya le había dicho, no la dejaría durmiendo en el sofá.
Llegué hasta mi habitación. Estaba todo muy bien ordenado, la verdad es que mi espacio me gustaba que estuviera presentable si recibía alguna visita –aunque no fuese lo habitual–, pues Lucía había sido la primera en visitar mi casa en mucho tiempo.
La dejé suave y cuidadosamente sobre la cama y le quité los zapatos con delicadeza. Aún llevaba aquel vestido que le regalé, pero pensé en que de no ser porque pudiera sentirse incómoda, el corsé no le dificultaría la respiración ya que no le hacía falta tal cosa.
Volví a contemplarla fascinada, era realmente una joven muy hermosa... a cada instante que transcurría mi fascinación por ella se incrementaba y en cierto modo me sentía atraída por ella... era algo extraño.
Me incliné sobre ella, mi mano casi roza su mejilla, pero la retiré en el último instante, como si me retractara... pero entonces mi impulsivo cuerpo se me adelantó y mis labios rozaron los suyos por un efímero instante que no llegó realmente a probarlos...
Me aparté de ella –como si de algo sagrado y prohibido se tratase–, mucho más rápido de lo que el primer impulso me había hecho reaccionar, posando mi dedo índice sobre mis labios... El rubor hubiera coloreado intensamente mis mejillas si mi sangre pudiera seguir causando ese efecto... ¿Qué me había pasado...? ¿Me había gustado y deseaba más...? ¿La deseaba a ella...?
Negué, apartando rápidamente esos pensamientos de mi cabeza... No podía ser... Ella era mi pupila... Además, Dean –aquel joven licántropo que conocí durante la última luna llena en el bosque–, había calado muy profundamente mi corazón... a pesar de que yo me lo negase porque ambos habíamos acordado que sería algo casual...
Los primeros rayos del amanecer penetraron a través de los cristales templados de los ventanales, posándose cálida e inofensivamente sobre el rostro de Lucía... No quería que aquello la despertara, por lo que rápidamente cerré las cortinas cuidándome de no hacer el más mínimo sonido.
Después me senté en la silla que estaba junto al tocador. Pasé largas horas contemplándola, intentando no quedarme dormida... aunque, no recuerdo exactamente en qué momento acabé sucumbiendo al sueño... pues lo último que recuerdo era su bella imagen dormida sobre mi cama, con aquel vestido victoriano color cyan y sutiles encajes en negro que le regalé... nada más...

Una profunda oscuridad nubló mi vista hasta que al hacer el gesto de abrir los ojos observé una gran prado verde. Ese verde era mucho mas intenso que el de cualquier lugar, esa intensidad esos colores y armonía me hicieron correr inconscientemente.
A mi alrededor varios lobos corrían conmigo, no eran distinguibles pero aun así lo hacían, pronto el suelo se abrió bajo mis pies haciéndome caer, cerré los ojos mientras veía que cada uno de los lobos desaparecía en niebla. Pronto mi descenso paró y me elevé hacia el cielo azulado, estaba maravillada era algo increíble.

Cuando aquello me dejó en el suelo de nuevo, escuché un susurro hermoso y al darme la vuelta una corriente de viento se acercaba hacia mi, me rodeó como si de unas juguetonas marmotas se tratasen. Me acarició la mejilla por un momento, era un contacto frío pues el viento era frió, sin embargo el cariño con el que lo hizo lo convirtió en algo extremadamente cálido.
Una figura de agua se formó de pronto, no conseguía observar su cara, sus movimientos eran serpenteantes, pronto aquella figura se acercó a mi y yo a ella. Apenas fue un instante cuando sus labios rozaron los míos, sintiendo humedad en ellos antes de que la chica desapareciese y se convirtiese en lluvia.
De repente un gran arco iris apareció dándome de lleno con sus innumerables y bellos colores cegándome, cuando pronto se desvaneció y volvió la oscuridad cegándome por completo.

Abrí los ojos somnolienta observando la oscuridad a mi alrededor, miré a Katerina ahora dormida en la silla, no sabía como había llegado a aquella cama. Me enderecé, ella parecía sumida en un gran sueño, me levanté acercándome a ella no era justo que yo durmiese en la cama y ella en una silla pero tampoco quería despertarla. Pasé mi brazo por su cuello y otro por sus piernas, no pesaba demasiado y tenía la suficiente fuerza para levantarla sin que me costase y la puse sobre la cama. Me di cuenta de que todavía llevaba su vestido así que me lo desabroché dejándome en ropa interior, al fin y al cabo era mi maestra, no tenía porque darme vergüenza ni nada. Me acosté a su lado tapándome con las sabanas y me abracé a ella, pues a pesar de estar fría me daba el calor que yo necesitaba. Cerré los ojos, aparentemente dormida, pero sin hacerlo del todo, pues me era imposible.

Desperté sobresaltada y bruscamente. Había perdido completamente la noción del tiempo...
Me di cuenta entonces de que estaba acostada sobre mi cama... ¿En qué momento había llegado hasta allí? Entonces, sentí en mi cintura unas pálidas y blanquecinas manos, abrazándome desde atrás. Extrañada, me giré lentamente y con cuidado para ver de quién se trataba... “¿¿¿Lucía???” Y para colmo de males, no había rastro del vestido. ¿¿¿Se lo había quitado???
Intenté que la sorpresa no me hiciera reaccionar muy bruscamente. “¿¿¿Qué??? ¿¿¿Pero cuándo ha pasado esto???”
Me agité tanto que no me atrevía a moverme para no despertarla. Si la sangre aun circulara por mis venas, me habría hecho ponerme colorada por completo y sin remedio. Sentí la tensión tensar mi cuerpo, rígido como en el rigor mortis.
No estaba segura de que aquello estuviera bien... aunque recordaba que yo con mi maestra había dormido muchas veces y no había sido algo inocente precisamente...
Oprimí los párpados, apartando ese recuerdo. Todavía me sentía confusa... No sabía cuánto tiempo sería capaz de resistirme a sus encantos si ella se acercaba tanto a mí...
“No hagas nada indebido, Katerina... Es tu pequeña princesa... tu pupila... No la mancilles, ella se merece a alguien mejor...”
Y, aunque, pareciera hacerse cada vez más evidente para mí que pudiera sentirme bastante atraída por ella... yo no quería forzarla a nada... quería cuidarla... y si no conseguía controlarme, seguramente lo estropearía todo...
“Lucía, por favor... no me provoques...” Suspiré controladamente, para no hacer ruido tampoco. Estaba aterrada... pero no tenía miedo de ella, sino de lo que me provocaba... si me dejaba llevar, podría asustarla y no quería que eso pasara...
Empezaba a notar un sudor frío por mi frente... pues trataba que me rozara lo menos posible, pero al estar abrazada a mí desde atrás, me sentía completamente atrapada... sentía su cuerpo presionar mi espalda, con la única barrera de mi vestido...

Noté un sobresalto en el cuerpo de Katerina y me aparté bruscamente algo desorientada, la verdad es que estaba cogiendo de nuevo el sueño.-¿que? ¿que ocurre?!-dije alzando la voz, pues realmente me había asustado. Me enderecé para mirarla, no hacia mucho que la había dejado en la cama y me había abrazado a ella así que supuse que se puso así por algún tipo de sueño.

También había notado que se había separado un poco al notar mis brazos-lo siento.. estoy demasiado fría?-pregunté palpándome la mano cercionandome. Barajé la posibilidad de que alguien hubiese entrado pero no habia absolutamente nadie en la habitacion asi que me la quedé mirando de nuevo.

Oprimí los párpados reactivamente cuando la escuché. “¡Mierda! ¡La he despertado!” Ya no podía disimular más. Me separé de ella –aprovechando la coyuntura– y me di la vuelta tumbándome de costado, apoyándome sobre mi brazo izquierdo, y tratando de mirarla a sus ojos rojos y no a su perfecta figura –tenía que admitir que para la edad que tenía, estaba mucho más desarrollada de lo que quizá se pudiera esperar, ya tenía el cuerpo de una mujer y eso no lo podía ignorar...
Fui a abrir la boca para decirle algo, pero me retracté al escucharla disculparse. Se me olvidó lo que le iba a decir antes y la miré algo más tierna.
–Tranquila, tu temperatura para mí es cálida... –Susurré, cálida–. Recuerda que yo también estoy fría... –Le dije ahora algo más pícara.
Me levanté de la cama. Yo aun llevaba el vestido puesto y no era cómodo para dormir. Me acerqué al armario y extraje un camisón de seda negro.
–¿Quieres que te preste uno, Lucía? –Dije, girándome hacia ella.
No pude evitar que mi mirada recorriera su silueta, las sábanas de seda marcaban sus curvas insinuantemente... Me mordí la lengua para tratar de calmarme, desviando por un instante la mirada... de nuevo empezaba a desearla... y cada vez me preocupaba más esta situación...

Suspiré tranquila al escuchar que era cálida para ella, en parte tenía razón al decir que era su temperatura mas fría que la mía, pero por otra tenía la sensación de estar congelada para el resto de personas que no fuese yo.
Entonces se levantó para cambiarse de ropa, ofreciéndome una prenda a mi también, miré mi cuerpo unos segundos, la verdad es que me hacia falta. Me levanté de la cama, ignorando el echo de estar en ropa interior ya que de verdad estaba con mi maestra, otra mujer.

Me acerqué aun con aquella sensación de haber echo algo malo en mi cuerpo, se había sobresaltado, alejado y luego levantado para cambiarse, quise no darle mucha importancia y sonreí algo sonrojada.-Pu.. pues si puedes dejármelo te lo agradecería, no traje ropa cómoda para dormir y.. prometo que cuando se vuelva a hacer de noche me iré, no quiero molestar.-

Se levantó de la cama y se acercó a mí aceptando mi ofrecimiento, sin embargo yo tuve que hacer duros esfuerzos por no mirarla, estaba en ropa interior. Apreté los dientes y desvié la mirada sintiendo mis mejillas arder y mi cuerpo revolucionarse a medida que se acercaba...
Interpuse el camisón que acababa de sacar del armario, como medida de protección, haciéndole entender que ése era el que le iba a prestar. Y rápidamente me di la vuelta y saqué otro para mí, y al momento siguiente estaba tras el vestidor cambiándome.
–Tranquila, si no molestas –Le dije alzando la voz ligeramente mientras me cambiaba tras el biombo–. Ya te he dicho que puedes venir cuando quieras...
Realmente aquello era lo que le hubiera dicho de todos modos, porque así era, pero a medida que las palabras iba saliendo de mis labios, en mi interior sentía que no estuviera bien. ¿Qué me pasaba? Estaba empezando a volverme loca... de atracción por ella... y no quería hacer algo que luego pudiera perjudicar nuestra relación maestra-pupila, aunque en el fondo recordase que mi maestra sí que hubiera sobrepasado aquella línea conmigo, pero yo... No podía hacerlo con ella, la veía tan inocente...

Rápidamente me tendió el vestido, el cual yo cogí con agradecimiento, no tardó mucho en irse a cambiarse y yo al ver que no estaba por allí me cambié también. Era un vestido mucho mas cómodo que los pantalones que yo usaba normalmente. Entonces decidí sentarme en la cama a esperarla.

No sabía si era cierto o no eso de que podía venir siempre que yo quisiera, tendría que averiguarlo la próxima vez, si la casa me recibía entonces es que Katerina no mentía. Me recosté en la cama a la espera de que ella viniese mirando las cortinas como si aquello fuese lo mas interesante del mundo.

Me cambié rápidamente y volví a salir tras el biombo con una amplia sonrisa en mis labios. Tenía que admitir, que mi camisón le sentaba especialmente bien.
–¿Estás cansada, princesa? –Dije sentándome a su lado.
A lo mejor estaba teniendo unos cambios de personalidad muy bruscos, pero es que en el fondo deseaba pasar un buen rato con ella. Apoyé una mano suavemente en su rodilla y me acerqué un poco más a ella...
–No temas, pequeña... Esta casa ya ha comprobado que me agradas... –Susurré, penetrando mi brillante mirada azulada como el agua en sus intensos ojos rojos, bajo la tenue luz solar que pudiera entrar o no por los huecos de las cortinas.
–Dime, Lucía... ¿Alguna vez te has sentido atraída por alguien? –Pregunté en un suave y acariciante susurro sin apartar mi penetrante mirada de sus ojos. Estaba segura de que la respuesta podría ser afirmativa. Precisamente, de alguien tan inocente como ella, seguramente sería un sentimiento hasta más puro y verdadero que de cualquier otra persona...

Apenas sentí cuando había salido del biombo, pero al escucharla giré la cabeza sonriente-La verdad es que después de la pequeña siesta que e tenido, no mucho, aun que como me relaje podría volver a dormirme-suspiré tranquilamente. Había sido un dia largo y cansado aun asi mis ojos no se cerraban, me puse algo nerviosa cuando su mano se posó en mi rodilla, cosa que me hizo sonrojarme un poco, pero casi lo que mas me hizo sonrojarme fue su mirada clavada en la mia.
Bajé la cabeza algo avergonzada, en cuanto habló de atracción en mi mente apareció Dean, no le conocía demasiado pero lo que había visto de el me gustaba-La..la verdad es que si bueno. No se exactamente lo que es sentirse atraído por alguien, nunca lo e sentido pero... creo que si siento algo así.-

Me la quedé mirando a los ojos, bien era estaba avergonzada y nerviosa, pero había algo que no me dejaba apartarlos, como si ella misma quisiese decirme algo.

A pesar de tener la mirada clavada sugerentemente en sus ojos, no desadvertía sus reacciones. Como esperaba, mi gesto a su contacto la había puesto nerviosa y la había hecho enrojecer adorablemente... pronuncié la sonrisa, traviesa... tenía que admitir que me gustaba provocarle ese efecto... resultaba muy, muy alentador...
Pero entonces me acordé de aquella vez en las costas del atardecer cuando la conocí por primera vez y apareció Dean... Me sentí mal de repente, culpable de haberle preguntado por ello, sabía perfectamente lo que sentía por él... y lo que poco a poco se había ido arraigando en mi interior... Yo le conocí a él antes que a ella y sucedió lo inevitable... Me sentía como si la hubiese traicionado, aunque hubiera sucedido anteriormente, no podía olvidarlo... ni tampoco a ella. La quería mucho, eso lo podía afirmar... y en cuanto a Dean... simplemente tenía que olvidarlo, apartarlo de mí para que Lucía pudiera tener vía libre. Dean era un buen chico, perfecto para ella... y yo, sólo había querido divertirme un poco.
Aparté la mirada y la mano de su rodilla, deseando que no hubiera visto en mi expresión todo aquello que acababa de pasar por mi mente, y me volví hacia la cama, volviendo a retirar las sábanas, que ya estaban arrugadas.
Me tumbé de lado, acurrucada, apoyándome suavemente sobre la almohada con la mano opuesta entre mi mejilla y la almohada, dándole la espalda al resto de la cama.
–Sentirse atraído por alguien es cuando... –Comencé, de nuevo susurrante, aunque esta vez mi voz no arrastrara picardía o travesura alguna, sino sinceridad completa, e incluso un ligero toque de amargura–. Cuando alguien con su sola presencia te llena el cuerpo, la cabeza y el corazón de una extraña e incontrolable sensación... nervios, rubor, una extraña sensación en el estómago que se propaga al resto del cuerpo deseando escapar... excitación... como si desearas huir pero al mismo tiempo una fuerza inexplicable te lo impidiera porque en el fondo te sientes muy a gusto con esa persona... y lo que más te reconfortara es precisamente estar en su presencia, anhelando su cercanía... e invadiendo tus pensamientos como la peor ponzoña venenosa... que te roba el aliento y te atraviesa el corazón, como si te lo quisiera arrebatar...
Una lágrima de amargura resbaló por la comisura de mis ojos cayendo hacia la almohada. Cerré los ojos, oprimiendo los ojos con fuerza para reprimir el resto... deseando que aquello hubiese impedido al nublarme la propia visión que Lucía hubiera visto, sentido o incluso escuchado nada de mi silencioso sollozo.
Realmente no estaba segura de haber sido del todo certera con mi respuesta, pero era precisamente lo que yo, por mi experiencia, había sentido en dichas situaciones...

Se apartó acostándose en la cama y arropándose un poco, ella seguramente hubiese dormido mucho menos que yo así que no la culpaba. Yo hice lo mismo hacia el otro lado, admirando cada esquina de la parte de la habitación que tenia ante mis ojos.
Entonces volvió a hablar sobre el tema, se me encogería el corazón si hubiese podido. Todo lo que ella había descrito, todo eso e incluso mas era lo que yo hacía poco había empezado a sentir por el.
-Yo.. entonces estoy segura de que.. me atrae mucho-susurré al aire. Cerré los ojos con una sonrisa tonta el la cara, pues era una sensación increíble y reconfortante sentirse así.

Suspiré prolongada y silenciosamente al escucharla, oprimiendo aun más los párpados si cabía... Ahora, con mucha más razón tenía que convencerme de ello. Dean no era para mí, sino para ella... Yo ni siquiera podía planteármelo, él era un licántropo y yo detestaba a aquellas criaturas. Necesitaba un vampiro... ¿Me serviría Jace? Negué en mi interior. Eso era algo que no se podía forzar...
Volví a abrir los ojos lentamente, las pestañas se me habían empapado de un marco de brillantes gotitas saladas que hacían resaltar especialmente mis ojos. La cabeza me daba vueltas... “A lo mejor Lucía...” Me volví ligeramente hacia ella para observarla, seguía sentada en la cama, observando la habitación ensimismada. No podía verle la cara desde mi posición, pero estaba segura de que estaría pensando en Dean...
Volví a suspirar, volviendo a acurrucarme.
–Algunas personas, incluso... –Proseguí en un susurro, aunque quizá más para mí misma–. Estarían dispuestas a dar su vida por esa persona y a cometer actos que la cordura en otras circunstancias se lo habría impedido...
Me sentía agotada... Era como si, de repente, estos sentimientos que acababan de aflorar me hubiesen consumido las pocas energías y ánimo que me quedaban y ahora mi cuerpo pidiese reposo.
Mis ojos se fueron cerrando lentamente, apagados por el peso que el cansancio les ocasionaba... realmente, en mi sueño, no me di cuenta de haberme quedado dormida, pues seguía estando en la misma posición, sobre mi cama, con Lucía sentada casi a mi vera...

Se dió un poco la vuelta, aun que no llegaba a poder verla la cara, entonces sus palabras me devolvieron a la realidad. Era una locura querer a una persona, la locura mas grande que alguien podía cometer pero había una cosa que había podido comprobar-..estaría dispuesta a hacer todo eso y mas por el...-susurré.
Cuando me dí la vuelta para mirarla ella ya había caído en un profundo sueño. Sonreí con dulzura antes de tumbarme a su lado y cerrar los ojos.
Entonces el sueño empezó a apoderarse de mis fuerzas, hasta que después de poco tiempo caí sumida en un profundo sueño.