Un paseo matutino

Una suave melodía se escuchaba a lo lejos, pero a la vez acogía a todo el palacio y sus alrededores gracias a la rica acústica del lugar. ¿Quién sería? ¿Quién estaría tocando? No era otra que una chica en apariencia joven aunque de pelo plateado, pequeña de constitución, a quien muchos la hubieran confundido con una niña, inocente y frágil, que se mecía ensimismada al son de la música, pareciendo bailar con el piano que tocaba en la sala de música. Ajena a lo que sucedía a su alrededor.

Melodía que suena:

Me encontraba en mis aposentos leyendo tranquilamente. Hacía un día espléndido, el sol brillaba radiante, los pájaros canturreaban alegremente y la temperatura era más que agradable. Estaba centrado en mi lectura cuando comencé a oír una melodía lejana. Era una melodía conocida, que había escuchado hace mucho tiempo, y jamás pensé que volvería a tener la oportunidad de hacerlo, al menos en el palacio.

Levanté el rostro y cerré momentáneamente los ojos, disfrutando de dicha canción. Después de un rato, observé por la ventana. Una pequeña brisa mecía la cortina semitransparente.

Entonces descubrí de dónde procedía aquel sonido. Una muchacha menuda y adorable tocaba el piano con gran brío en la sala opuesta a mis aposentos. Pronto noté que se trataba de Akari, la recién nombrada Arconte. No había tenido demasiado tiempo para hablar con ella, pero sin duda su talento musical era sobrecogedor. Me quedé observando hasta que terminó, con una amplia sonrisa amistosa en mi rostro y las manos apoyadas en mi regazo, con las piernas cruzadas.

Mi aura, cuando me relajaba de tal manera, tenía la costumbre de desbocarse, liberándose y armonizándose con mi ser. La ventana estaba abierta y una suave brisa penetraba desde el exterior, agitando mis largos cabellos al son de la música.

Puse fin a la bella pieza con la misma armonía y delicadeza con la que había entonado el resto, quedándome unos instantes en silencio, disfrutando de él con los ojos cerrados. Había tocado casi toda la pieza con los ojos cerrados. Me sentía tan cómoda con la música, que sentía como si pudiera caminar sobre la melodía sin necesidad de estar pendiente de nada más. Mi oído me guiaba y sincronizaba mis finos y alargados dedos de pianista con la melodía.

Inspiré con profundidad y abrí los ojos, inclinándome hacia delante para cerrar la tapa del piano con suavidad, como si se tratase de algo muy delicado. Una nueva ráfaga de viento que entró desde la ventana me azotó el rostro y agitó nuevamente mis cabellos. Giré un instante la mirada hacia la ventana y me levanté con decisión hacia ella. Me apoyé en el marco de la hoja de la ventana abierta, mirando hacia el exterior, dejando que la brisa me golpeara nuevamente. Lo cierto era que el aire tenía algo especial que me hacía sentir como en casa, aunque desconocía por qué sería...

Me di cuenta entonces, que desde aquella ventana se podían ver las de estancias que se encontraban en el otro ala, separadas por un pequeño patio en forma de U cuadrada, que daba directamente al jardín. Mi mirada, tranquila, se posó entonces en una de ellas, descubriendo al toparse con aquellos ojos azul eléctrico la mirada de otra persona que parecía estar, o haber estado observándome. No se trataba de otra persona que de el Emperador. "¿Qué hace mirándome?" Entorné la mirada, entre sorprendida e intrigada, pero luego la aparté y salí al jardín, pareciendo que no le diera la menor importancia.

Hacía un día espléndido, o eso auguraba aquella mañana tan soleada. Mis pasos me sacaron de aquel pequeño patio bien cuidado, hacia los verdes campos que rodeaban el palacio. La brisa matutina parecía ir dejando una estela tras de mi en la falda, a la altura un poco por encima de las rodillas, de mi sencillo vestido blanco de tirantes. Volví a ensimismarme inconscientemente mientras contemplaba el verde horizonte.

Hacía relativamente poco tiempo que había sido ascendida a Arconte, pero como tal, todavía no me había sido encomendada ninguna tarea de trascendencia. Esperaba con la paciencia que me caracterizaba a ser llamada ante el Emperador. Mi maestro había puesto mucho empeño al presentarme como candidata para dicho puesto y su perseverancia y gran ahínco habían logrado convencerle finalmente. Aunque, yo sinceramente, ignoraba porqué tendría tanta fe en mí. Era una chica normal como cualquier otra.

Me mantuve expectante hasta que tocó la última nota. Entonces no pude evitar sonreír complaciente. Realmente tenía un talento innato para la música, y en concreto el piano. Cuando terminó volví a lo que estaba haciendo.

Fue entonces cuando llamó a mis aposentos uno de mis hombres de confianza. Al parecer traía noticias de relevancia.

- Su alteza, ha llegado un mensaje importante de un mercante del imperio - dijo escuetamente.

Al escuchar aquellas palabras me levanté del asiento y me dirigí hacia el centro de la sala, con las manos cruzadas en la espalda.

- Adelante, puedes pasar - respondí a la espera de escuchar aquellas nuevas.

El áster entró algo apresurado y empezó a hablar atropelladamente.

- Veréis, según nuestros informes, dicho mercante asegura que ha aparecido un nuevo continente de la nada, como por arte de magia. En un principio no le creímos, pero no ha sido el único que lo afirma. Es por ello que vimos adecuado el informarle, majestad.

Me quedé pensativo durante unos instantes y después despedí al mensajero.

- Gracias por la información. Reflexionaré sobre estas noticias junto con el resto de la corte. Puedes marchar.

Acto seguido me llevé una mano a la sien y cerré los ojos. Entre susurros comencé a invocar a un espíritu.

- Ghost who inhabit so far, between the death and the life, I summon you. Come and serve me as the spiritmaster I am. I promise I do not desire you any harm. Come at me, I summon you.

Una neblina verde empezó a materializarse a pocos metros de mí. Poco a poco fue tomando forma, hasta aparentar ser un joven muchacho servicial, transparente y verdoso. El espíritu hizo una reverencia, y sin que le dijera nada ya sabía que es lo que tenía que hacer, con una simple orden mental.

*Quiero que vayas lo más lejos que has estado jamás de Lineris y descubras si realmente ha aparecido un nuevo continente. Confío en tu capacidad, mi fiel súbdito. Espero con ansias tu regreso.*

Acto seguido la criatura se desvaneció tal como había llegado y yo me dirigí a la sala de juntas. Por el camino ordené a uno de los guardias que avisara al resto del gobierno áster para comenzar una reunión en dicho lugar.

El canto de los pájaros que animaban la mañana eran ahora la melodía que cautivaba mis oídos. Ensimismada en mis pensamientos, me había acercado a observar las flores, agachándome para acariciarlas y poder oler su aroma. La brisa matutina intensificaba su fragancia y llenaba mis pulmones del puro y dulce aire que corría entre ellas.

- Disculpe, milady...

Una voz me sacó de mi ensimismamiento. Me incorporé, volviéndome hacia el áster en un grácil y rápido giro. Mi mirada ambarina se clavó en él, seria pero penetrante, aparentemente despreocupada. Pero en silencio. El áster estaba inclinado ligeramente y al recibir mi mirada, volvió a incorporarse. Parecía un chico joven, trajeado. Seguramente sería del servicio, ya que de otra manera quizá no se habría dirigido a mí en esos términos tan serviciales.

- Su majestad el emperador Philip Gua Feng ha convocado una reunión en la sala de juntas.

En silencio y con firmeza, asentí, acatando la información y como agradecimiento. Y, sin decir nada, me alejé de allí hacia el palacio, con paso acelerado. Y al llegar al muro, volví mi cuerpo intangible y lo atravesé como si nada, penetrando hacia el interior.

Volví a tangibilizar mi cuerpo una vez hube atravesado el muro, de nuevo hacia el interior de la sala de música, y sin perder tiempo, la abandoné por la puerta y recorrí el pasillo rumbo a la sala de juntas.

Había dos guardias áster cuidando la puerta, pero me abrieron la puerta en cuanto me vieron llegar, por lo que casi ni me detuve y en silencio entré.

La sala era bastante amplia, tenía forma rectangular, con las paredes redondeadas y de un tono tierra claro. En uno de los extremos pequeños había una pequeña elevación donde se encontraba el trono que debía ocupar el emperador, no tan majestuoso como el de la sala del trono, pero sí destacaba sobre el resto, y tras el que un gran escudo se imprimía sobre un estandarte de terciopelo rojo con los acabados en dorado, colgado de la pared. Mientras que en los laterales, de la misma estructura que el trono, había sillas dispuestas ordenadamente, siguiendo paralelamente la línea redondeada de la pared. Cuatro gruesas columnas sustentaban el alto techo, dispuestas simétrica y armónicamente a una distancia proporcional de cada esquina. Tras la alargada pared de la izquierda penetraba la matinal luz de Lineris. En los ventanales lucían dos tipos de cortinajes, unos más gruesos que hacían juego con el estandarte, recogidos en los laterales, y otros blancos traslúcidos que permanecían extendidos únicamente cubriendo media hoja. Y en el centro de la sala, una alfombra abría camino desde la entrada hasta el trono, incluso ascendiendo los dos escalones.

Caminé sobre la alfombra hasta aproximadamente dos tercios de la sala y me detuve, realizando una respetuosa reverencia hacia el emperador. Tras lo que esperé a que me diera indicaciones.

Me habia costado localizar el lugar. El castillo Aster. Habia recoibido una notificacion por que habia una importante reunion.
Entre cuidadosamente en el recinto y explore todas y Cada una de las salas hasta que finalmente encontre lo que buscaba. Una sala amplia y colorida.
En ella habia dos personas un hombre distinguido y una joven hermosa. Sonrei satisfecha.

-Saludos- dije con una leve inclinacion- Siento mi intromosion pero me han convocado para esta reunion.

Después de dar las órdenes al guardia me dirigí sin dilación a la sala de juntas, atravesando paredes y habitaciones. Una vez allí me senté en el trono y esperé a que llegaran mis arcontes.

La primera en llegar fue Akari, y antes de que si quiera pudiera abrir la boca para saludar apareció Azhara. Cordialmente respondí a su presentación.

- Buenos días a las dos, y no te disculpes Azhara, es tu deber el estar aquí ahora.

Indiqué con una mano que tomaran asiento y una vez lo hubieron hecho me dispuse a explicarles la situación. Con voz calma y gesticulando muy correctamente comencé a expresarme.

- El motivo por el que os he convocado es el siguiente. Hace escasos minutos he recibido un importante mensaje de un comerciante áster. Al parecer, un nuevo continente ha aparecido de la nada.

Según tengo entendido, hace eones existía tal tierra, y era llamada Vhaal, pero por alguna razón los dioses sellaron la comunicación entre ella y Lineris. Es pues de saber, que si ahora somos capaces de ver y llegar hasta el nuevo mundo, es porque la leyenda es cierta, y es más, porque algo ha tenido que suceder para que esto ocurra. Sin dilación he enviado a uno de mis hombres de confianza para que confirme la situación, pero por lo que parece, es bastante probable que así sea.

Esto podría llegar a suponer un cierto problema, por lo que he visto necesario contactar con vosotras. Lo que propongo es hacer un viaje de exploración in situ y descubrir si puede ser una amenaza o no. No sabemos lo que encontraremos allí, y por supuesto, el bienestar de nuestro pueblo es nuestra prioridad.

¿Tenéis alguna duda acerca de esto?

Antes de que pudiera incorporarme nuevamente, escuché una voz femenina a mis espaldas disculpándose... Rápidamente disminuí mi aura un ápice para poder conocer su rango, ya que al ser arconte no tuve que hacerlo casi nada, al tiempo que me giraba para observar a la recién llegada, con la calma, firmeza y pasividad que aparentemente me caracterizaban.

Se trataba de una arconte también, aunque no recordaba haberla visto anteriormente. Me preguntaba cuándo habría sido ascendida, porque de llevar más tiempo que yo, alguna vez la habría visto, y yo había sido recientemente ascendida. La apariencia de su recipiente era joven y hermosa, resaltando el rojizo color de sus largos cabellos. Sin embargo, el emperador, sí pareció reconocerla, ya que la llamó por su nombre. "Azhara..." Anoté mentalmente, no se me olvidaría.

Centré nuevamente mi atención en el emperador, tras ladear ligeramente la cabeza en señal de saludo hacia la recién llegada. Aquellas nuevas me sorprendieron bastante. "¿Un nuevo continente? Hmm, interesante..." Tras lo que me quedé pensativa por un instante, recordando un episodio anterior a ser ascendida, haría un par de años aproximadamente, y durante el cual, me encontraba entrenando con mi maestro y repentinamente percibí un aura tremendamente densa, poderosa y lejana, pero que sorprendentemente había llegado a sentir, debido a su gran poderío y presencia... Me preguntaba si aquel suceso habría tenido algo que ver...

Por raro que pareciese, no había desconectado de la conversación, ya que podía estar pendiente de varias cosas a la vez. Nos había propuesto hacer un viaje de exploración a dicho nuevo continente y quería saber si teníamos alguna duda al respecto. Observé por un instante a Azhara antes de volver a fijar mi amplia mirada ambarina en el emperador.

- Majestad -Comencé, con voz suave, aunque firme y consecuentemente algo más grave de lo que pudieran haber esperado que saliera de tan poquita cosa, ya que la seriedad me hacía pronunciarme de ese modo-. Por mi parte no hay inconveniente. Haré como dispongáis.

Dije con voz calma y desvié la mirada por un instante, pensando en cómo referirle mi evocado recuerdo.

- Pero creo que debo referiros algo que acabo de recordar que creo que podría guardar una estrecha relación con este nuevo descubrimiento, majestad -Volví a fijar mi penetrante mirada ámbar en sus ojos azul eléctrico-. Sucedió hace aproximadamente dos años... Mucho antes de llegar al palacio y ser presentada ante la corte. Durante un entrenamiento con Amagami Kaito, mi maestro. Nos perturbó la aparición de un aura cuya presencia, al menos a mí, me hizo helar la sangre... Su poderío, afirmaría que era equiparable al de una leyenda... Sin embargo, podría decir que lo percibía tan lejano que pudiera haber afirmado que no se encontrara en Lineris, sino mucho más allá del océano... Posiblemente en el continente que acabáis de nombrar. Pero fue por tan solo unos instantes, luego desapareció sin dejar rastro y nunca más la he vuelto a percibir.

Aguardé expectante de escuchar y ver sus reacciones tras mi relato, volviendo a enmudecer hasta que nuevamente tuviera algo que decir o se me alentara a expresar mi parecer.

Me crucé de brazos y preste mucha atención a lo que no estaba contando Philip. Asi que ya no se trataba de un simple rumor...en verdad ahi fuera había otro continente. No sabia hasta que punto eso nos ponía en peligro pero lo que sabía es que teníamos que actuar cuanto antes.
Escuche las palabras de la joven que tenía enfrente mia. Analice rápidamente su aura, era del mismo rango que yo. ¿cuando la había ascendido? no tenía contancia alguna de ello, pero era mejor así, cuantos mas arcontes mejor para Philip. Estudié el recipiente en el que se hallaba la nueva arconte. Cabellos plateados y esos ojos ámbar. Buena presencia y muy diplómatica, si...podría decirse que era toda una princesa. Podría haber sido peor.
Me aclaré la garganta y me dispuse a hablar.

-Así que los rumores son ciertos, existe un nuevo continente llamado vhaal, no quería acabar de creérmelo pero ultimamente no se habla de otra cosa por los alrededores del reino-me cruce de brazos pensativa- en cualquier caso teneís razon majestad- dije con una diplomatica inclinacion de cabeza- debemos actuar cuanto antes para evitar cualquier tragedia. No tengo ninguna duda al respecto sólo decidme que es lo que debemos hacer- luego me acorde de algo- Sólo una cosa majestad, solicito su permiso para instalarme en alguna de las dependencias del palacio.


Normalmente era un espíritu libre pero esta vez era necesario que me quedase por un tiempo en el palacio.

Escuché con atención a las dos mujeres mientras me cruzaba de piernas. Una vez hubieron terminado ambas respondí en primer lugar a Azhara.

- Por supuesto, mi querida arconte. Puedes instalarte en cualquier habitación que se encuentre libre del palacio - dije mientras hacía un gesto afirmativo con las manos.

Acto seguido me levanté del trono para dirigirme hacia ellas. Posé mis manos en sus hombros simultáneamente y con voz clara e imperativa, pero llena de afecto, ordené:

- Entonces, ásters mías, será mejor que vayáis a prepararos para el viaje. Coged lo que creáis necesario, pero no os excedáis. Se trata de una expedición pacífica, pero no por ello debéis bajar la guardia. Id lo suficientemente armadas como para poder protegeros en caso de peligro. Por lo que ha comentado Akari, podríamos encontrar algo desagradable allí.

Una vez dicho esto observé detenidamente el rostro de cada una y les dediqué una amplia y cálida sonrisa.

- No perdamos el tiempo, demostradme de qué estáis hechas. - abrí la puerta y antes de salir pronuncié unas últimas palabras - Nos veremos en las puertas del Palacio Espectral mañana a la salida del Sol. No me defraudéis.

Y dicho esto me dispuse a abandonar la sala.

La conversación se desvió del tema principal. Mientras tanto yo los observaba a ambos sin perder detalle con mis amplios ojos ámbar. Me dio la impresión de que Azhara no llevase mucho tiempo por aquí, ya que le pidió permiso al emperador para instalarse en una de las habitaciones del palacio. Me preguntaba dónde habría estado...

No se me alentó a decir nada más, por lo que simplemente me limité a asentir cuando el emperador de nuevo retomó lo que nos acontecía, urgiéndonos a que marcháramos a iniciar los preparativos para el viaje, abandonando la sala.

Me quedé ensimismada por un instante, ordenando mis pensamientos. Había depositado una importante misión en nosotras y yo haría todo lo que estuviera en mi mano por llevarla a cabo. De eso podría estar segura.

Volví mi mirada hacia Azhara, penetrándola por un momento en la profundidad de sus ojos verdes, dando la impresión de que los atravesara y pudiera ver más allá.

- ¿Quieres que te acompañe hasta las habitaciones? -Inquirí, seria e inmutable, dirigiéndome a ella como a una igual, pues aunque la respetara como arconte áster, a diferencia del emperador ella estaba a mi mismo nivel.

Volvi a inclinar la cabeza cuando Philip me dio permiso para instalarme.

-Muchas gracias majestad, ire a ver que habitación ocupo. No suelo ser de encerrarme en sitios pero creo que la situación actual lo requiere.

Ahora que ya teníamos "deberes" que hacer lo mas conveniente era que me quedase en el castillo durante una temporada. Lo primero que tenia que hacer era conocer mejor el reino y todos los alrededores.

Iba a dirigirme a explorar las habitaciones cuando oí una dulce vocecilla. Era la otra princesa, entonces fue cuando me fije mejor en ella. Era un poco mas pequeña que yo, muy hermosa y parecia que se habia ofrecido desinteresadamente en enseñarme las intalaciones, me volvi hacia ella e intente esbozar una sonrisa pero no me salio....al fin y al cabo no estaba acostumbrada a ese tipo de gestos.

-Sera todo un honor para mi- dije educadamente- si sois tan amable de mostrarme el camino os estaría muy agradecida.

- Por favor, llámame Akari. No tienes que ser tan formal conmigo -Me esforcé por dedicarle una sonrisa, aunque acostumbrase a estar la mayor parte del tiempo seria. Después le cogí suavemente de la mano y me la llevé, saliendo de la sala de juntas en silencio.

Le solté la mano en cuanto salimos al pasillo y seguí caminando guiándola por el palacio, en silencio. No era de muchas palabras, pero tampoco quería demorar mucho los preparativos para el viaje. Aun así, sentía que debía hacerme cargo de ella. Tal vez no tuviéramos nada en común, pero para mí el simple hecho de ser una arconte y ser nueva, ya me parecía suficiente motivo como para preocuparme.

El camino era largo y silencioso. Parecía que las dos teníamos mucho de lo que hablar pero que no podíamos empezar una conversación. Por mi parte estas cosas no se me daban muy bien, no era de las que se enrollaban como las persianas y sacaban temas de conversación de la nada.
Pero supongo que el tema del nuevo continente sería algo de lo que si tendríamos que hablar las dos.

-Tenemos que empezar a organizar el viaje y hablar de lo que vamos a hacer, supongo que iremos las dos juntas...quiero decir que ir por separado a un continente desconocido es un poco peligroso, ¿no crees?

Para mí no era algo extraño ni que me incomodase el silencio. Había veces en que se tenía algo que decir y otras que no, como me parecía ahora, que la estaba acompañando a su nueva habitación para que pudiera prepararse para el viaje. No era de las personas que pensase que fuera necesario “romper el hielo” ni nada por el estilo. La conversación, si tiene que haberla, fluiría por sí sola, no es algo que deba forzarse para decir banalidades.

Sin embargo, lo que ella comentó despertó mi interés. La observé con mis grandes ojos ámbar mientras continuaba guiándola por los pasillos.

- La verdad, desconozco cual será el plan de actuación que haya diseñado nuestro emperador, pero mañana lo descubriremos cuando nos reunamos con él -Dije, con voz suave y calmada-. Pero me aventuraría a decir que no creo que nos vaya a dejar solas si pudiera haber algún peligro.

Llegamos hasta el hall, donde había unas grandes escaleras que ascendían hacia la planta superior. Comencé a subirlas esperando a que Azhara me siguiese, volviéndome de nuevo hacia ella, esta vez observándola con una mirada algo impaciente y risueña.

- Nunca he compartido habitación con nadie que pudiera considerar cercano, pero tienes razón, quizá nos toque compartir alcoba en el nuevo mundo -Una pequeña sonrisa adornó mi fino rostro. No era algo que fuese habitual de ver en mí, pero es que ciertamente me hacía ilusión-. ¿No te hace ilusión?

Escuche atentamente sus palabras, no se que tenía aquella mujer pero me daba buenas vibraciones, sentía que podíamos llegar a llevarnos bien. Tenía ganas de empezar aquella aventura.

-La verdad es que tiene que ser muy interesante, jamas he viajado a algún lugar en compañía siempre he ido sola pero esta vez sera distinto. Tengo ganas de que empiece este viaje nos puede servir a las dos para conocernos mejor y a mi para conocer un mundo nuevo.

Puse mi mano sobre la pared y mi mirada adquirió un toque soñador.

-¿no te cansas siempre de lo mismo, del mismo mundo? sueño con conocer lugares nuevos, tierras encantadas...gente nueva...tiene que ser tan interesante.

Azhara se detuvo a mitad del segundo tramo de escalera y me observó con aire soñador, posando una mano en la pared. Me detuve a su vera y la observé con curiosidad. Me daba que a ella no era que le entusiasmasen demasiado los quehaceres de palacio.

- A mí me gusta la calma de este lugar -Respondí con simpleza, retomando mi expresión carente de emociones aunque aparentemente curiosa por la grandeza de mi mirada-. Pero veo que a tí no te gusta atarte a un solo lugar... -Retomé el ascenso por la escalera, ascendiendo cada paso con calma, esperando que Azhara me acompañase.

Aquello me había dado una perspectiva diferente en cuanto a la otra arconte, demasiado libertina para mi gusto. Yo consideraba que un arconte debía representar su papel cumpliendo con el deber para el que se le había encomendado, pero me daba la sensación de que Azhara prefería ir más a su aire. Sólo esperaba que dicha actitud no le trajera mayores problemas en el futuro.

Al llegar al descansillo de la planta superior, me detuve mirando hacia la profundidad del pasillo que quedaba justo hacia la derecha.

- Este ala está destinada a las alcobas imperiales. Salvo la del emperador, que se encuentra aislada del resto y con vigilancia permanente. No se puede acceder a ella si no es con su consentimiento -Le indiqué-. Puedes alojarte en cualquiera de ellas que se encuentre deshabitada. La mía es la última de la izquierda. Puedes visitarme cuando gustes.

Había suficientes puertas como para alojar a todos los arcontes e instructores y aún sobraba alguna. Permanecí expectante pero inmóvil, esperando por si Azhara tuviera algo más que comentarme. Pues yo también tenía asuntos de palacio que atender antes de ponerme con los preparativos para el viaje.

Me hubiese gustado seguir hablando un rato mas con Akari pero la verdad es que estaba cansada y tenía que reponer fuerzas. Mañana nos esperaba un viaje largo y tenía que descansar bien.
Sonreí a Akari parecía buena persona, creo que podía fiarme de ella.

-Bueno creo que me quedare con la habitación del fondo. Muchas gracias por todo Akari- dije cogiedola de las manos- espero que podamos hablar otro día, ahora estoy cansada asi que ya te veo mañana. Buenas noches.

La sonreí y me dirigí a mi alcoba.

Respondí con un ligero asentimiento, asumiendo que estaría en la alcoba de enfrente, y no pude evitar alterarme ligeramente ante el contacto al cogerme de las manos, pues no estaba acostumbrada a este tipo de trato. Sin embargo, intenté que no se me notara.

- Buenas noches, Azhara -La despedí, sin dejar de observarla. Y tras su marcha, descendí nuevamente las escaleras para terminar con los asuntos de palacio que debía atender antes de retirarme a iniciar los preparativos para el viaje al que el emperador nos había encomendado.