La brisa del despertar

Aparecí herido en la cueva.

-¡Aral!

Frunci el ceño mientras avanzaba hacia ella.

-Me ha seguido, pero aquí no me encontrará. Esa mujer...quiere acceder al pozo. No puedes permitírselo.

La mujer se acercó a mi y me agarró.

-¡Te falta un brazo!

-No...es una ilusión, pero no creo que haya funcionado. En cualquier caso, no debes dejar que la encuentre, he localizado otra.

-¿Dónde?

-Ya os informaré.

Ella me tendió una venda y la utilicé para curarme la herida del hombro. Mientras tanto, caminé hasta el portal que se encontraba en la sala del otro lado. Lo observé cifrando sus relieves en mi mente.

-Temo que la cuna sea la tumba de la cuna de una tumba de la cuna de la misma tumba.

Ella me miró, visiblemente sorprendida. De mi zurrón saqué un ungüento que me apliqué en la herida y unos granos de cacao que le tendí con una sonrisa.

-Te prometí que te los traería.

Los tomó agradecida, mientras me daba la vuelta.

-Volveré. Tengo mucho que hacer. Hasta pronto.

Me transporté antes de que ella pudiera articular palabra.