Reencuentro Draconiano:

El lugar era perfecto.
Lejos de la civilización y poblado por humanos que solo se preocupaban de sus asuntos y no metían las narices donde no les llamaban. Un pequeño territorio en medio del océano coronado por una misteriosa torre, pero eso carecía de importancia para mi, lo que verdaderamente me importaba era el lugar en si mismo, su aislamiento.
Hacía bastantes meses que no había vuelto a saber nada de aquella joven uroba que me había encontrado en la espesura de Vaeh Urobhak. Casi me había olvidado del asunto, ocupado como estaba con mis tareas en las fuerzas renegadas, hasta que un día por casualidad la vi en uno de los asentamientos cercano al Valle de la Niebla.
Tenía buen aspecto y parecía haberse integrado bien aunque desconocía si se había reunido con su familia. Poco a poco fui averiguando algunos datos para poder localizarla con mayor precisión y finalmente me atreví a enviarle un mensaje. En él le preguntaba como se encontraba y que había sido de ella en todo ese tiempo. Para mi sorpresa me pidió que me reuniera con ella para verme y aunque receloso al principio, finalmente accedí a su petición aunque imponiendo algunas condiciones. No se me había olvidado que seguía estando en el bando leal.

Y aquí estaba:
Había llegado volando tras un largo pero tranquilo viaje, ella se había encargado finalmente de elegir el lugar y yo le dí la aprobación. ¿Como conoció este lugar?, probablemente en las abladurías y aventuras de los habitantes del Valle de la Niebla, de todas formas se lo preguntaría en cuanto la viera. Tenía mucha curiosidad y estaba algo impaciente por verla de nuevo, no sabía explicar porqué pero al principio ella había despertado mi desconfianza, para luego provocar en mi sentimientos mas directos y pasionales, finalmente había decidido alejarme de ella por considerarlo lo mas correcto y ahora en el recuerdo, me despertaba ternura.
Me dirigí a una de las pequeñas playas mas apartadas y como había tiempo, la recorrí examinando el lugar, era un lugar tranquilo oculto entre las lomas y con unas pequeñas cuevas junto a un pequeño acantilado,
un buen sitio... Pensé para luego volver sobre mis pasos y sentarme en la arena, cerca de la orilla.

Me quité el sombrero y me desabroché la capa y la parte superior de mis prendas para refrescarme. Aunque me encontraba solo en aquella playa, siempre bajo a atenta presencia de la misteriosa torre. No dudaba que Lysandra me encontraría fácilmente.

Tanto por conocer.....

Había pasado mucho tiempo desde aquel día en Vaeh Urobhak. Tras haber conocido a Axel, me dirigí hacia el Valle de la Niebla y allí conocí a otros urobas, que vivían en un pequeño asentamiento a los pies del enorme e imponente Palacio del Colmillo. Aquella gente me aceptó sin más preguntas, me dieron cobijo cuando les conté un poco mi historia, les ayudé en las labores que pude y aprendí a manejarme un poco más como dragón, además de conocer un poco las costumbres propias de mi raza.

Un buen día, me entregaron una nota que me habían dejado, tras un día de duro trabajo en el hogar. La abrí y resulto ser de aquel temeroso dragón negro llamado Axel. Parecía haber estado averiguando qué era de mi, y me preguntó cómo había estado en este tiempo.
Le contesté tan rápido como pude: Que no me atrevía a presentarme ante la Emperatriz y darme a conocer mucho entre aquellas gentes, y aunque me trataban bien en aquel lugar no me sentía del todo integrada.

Le dije que quería llegar más lejos, algún día quería conocer el otro continente llamado Vaahl, y para ello tendría que surcar los mares. Propuse entonces vernos al cabo de un mes en medio de la nada, en aquel sitio llamado la Torre del Fin.

Con el dinero que había ganado trabajando en la granja de mis anfitriones y ayudando en todo lo posible, pude costearme un pasaje en barco hacia allí. Sabía que en poco tiempo podría llegar si me transformaba en dragón y echaba a volar, pero me daba miedo que me viese algún humano surcar el cielo y tuviese problemas.

Atracamos en el puerto. Era un asentamiento costero de tamaño medio en una isla coronada por una gran torre, cuyo final costaba alcanzar con la vista. Me deslicé entre las gentes y comí un poco antes de empezar a recorres las playas, con esperanza de verle. Éstas eran bastante salvajes, sin bañistas, pues eran de aguas muy frías y el tiempo allí parecía muy irregular.

No tardé muchas horas desde que llegué en encontrarle. Estaba sentado en la arena, y el agua casi le tocaba los pies. No llevaba ropas a parte de un pantalón negro, pero pude ver el resto tirada a un lado. Me acerqué hacia él y me quedé de pie, mirando sus hombros relajados. No podía ver su rostro, pero por sus cabellos y todo lo demás sabía de quién se trataba:

-Hola, Axel. Ha pasado tiempo... -dije suavemente, esperando que se girase.

Me había quedado sumido en mis pensamientos contemplando el océano y sus palabras me sacaron de mi sopor:

-Lysandra...- Dije al girar mi cabeza para mirarla, lentamente dirigí la mirada a su rostro y sonreí.

Estuve unos segundos sin moverme observándola, de repente me había quedado en blanco, sin palabras ni preguntas que formularle, pero luego me puse en pie con torpeza y me sacudí la arenilla que se había adherido a mis pantalones con la palma de mi mano. Sonreí nuevamente y me rasqué por encima de la ceja derecha:

-Vaya... yo te vi, te vi en aquel asentamiento del Valle de la Niebla y supe al instante que eras tú, aunque me extrañó un poco...- Dije de un tirón pues de repente las palabras venían a mi boca atropelladamente: -Pero creía que te habrías dirigido a la capital, ¿no es mejor lugar que un frío asentamiento en un valle?.- Apenas había terminado la frase y ya seguía con otra: -Bueno claro, me habías dicho que no podías contar con tu familia...-

-Perdona..., estoy hablando demasiado...., Agaché la cabeza y miré al suelo un poco avergonzado, luego la tomé de la mano y la invité a sentarse junto a mi en la arena.

-Pero cuéntame tú, ¿que ha sido de tí en este tiempo?.-

Axel se volvió, pronunciando mi nombre. Si, sus ojos eran los mismos, y su piel pálida ahora se notaba más al estar con el pecho al descubierto.
Se quedó unos segundos en silencio mientras yo le miraba, y luego se levantó de la arena, sacudiéndose la que se le había quedado pegada.

Cuando se estiró, con una sonrisa, se hizo evidente la diferencia de altura, y tuve que levantar la vista. Eso me recordó al día en que le conocí. Sólo fueron unas cuantas horas, pero me sentí parte de algo, de su misma raza, y el simple recuerdo de la primera vez que me transformé lo tenía guardado en mi memoria con cariño.

Le escuché mientras hablaba estrepitosamente, con los hombros relajados, enredando los dedos de mis manos. Me reí cuando dijo que hablaba demasiado en una alegre carcajada:

-No pasa nada, enserio, me parece normal, hace muchísimo tiempo que no nos vemos...¿no? -dije sonriendo.

Entonces me agarró la mano para que nos sentásemos los dos, y aquel pequeño contacto hizo que me sonrojase un poco. Después de tanto...
Procedí a doblarme los bajos del mono, y también las mangas, para poder tocar la arena más a gusto, mientras le hablaba:

-Bueno, es raro que te cite después de tanto y en un lugar como este...¿verdad? Fue fácil saber en qué parte de la isla estabas...estoy...he aprendido algo sobre auras, y aunque no he conocido a todas las razas de este mundo, me dieron algunas indicaciones para diferenciarlas. Algún día espero que pueda comprobarlo por mi misma.


Me di cuenta de que eso no respondía a ninguna de sus preguntas y que me había desviado del tema:

-En fin, que...he estado bien, no he tenido muchos percances en este tiempo, simplemente estuve pensando, y aprendiendo cosas, ayudando a los demás. Me integré en una pequeña comunidad de urobas y eso me pareció suficiente. No sentía que tuviese alguna obligación con el reino, ni me sentía parte de la guerra que está empezando...pero seguí pensando, y creo que eres la persona de mi raza con la que quiero pasar el tiempo y...me gustaría que me enseñases, ni soy una gran carga para ti.

Me apreció haberme extendido demasiado, pero no tenía muy claro qué explicaciones darle, después de haberle hecho venir a ese rincón del mundo.

Ella me habló primero un poquito sobre su aprendizaje sobre las auras, al menos parecía que se había empezado a relacionar con el mundo pues ese era uno de los grandes enigmas de una chica Uroba enigmática. Había conseguido encontrarme gracias a eso aunque no esperaba menos de ella. En el fondo estaba seguro de que una vez que empezara a aprender habilidades no podría parar, estaba en nuestra naturaleza curiosa y también maligna. El poder nos llama, solo es cuestión de empezar a saborearlo.
Pero ella era tan vulnerable...

-Elegiste un buen lugar, me sorprendió un poquito no lo niego, pero es un lugar magnífico.- Apreté su mano y me la llevé a los labios, me gustaba su olor, me agradaba su presencia. Eramos ambos Urobas.

Ella finalmente empezó a contarme sobre todo lo que había sucedido todos estos meses, con quien había estado, lo que había hecho, aprendido y lo que esperaba de mí. Quería estar conmigo y quería que le enseñara a ser una Uroba. Aquellas declaraciones me turbaron mucho, desvié la mirada hacia el horizonte y contemplé el océano en silencio, pero en ningún momento solté su mano.
Se me presentaba un problema al respecto: sentía algo por Lysandra, eso lo tenía claro, pero también había otra mujer a la que quería. Quería estar con Lysandra, pero también quería estar junto a Neliel.
Que complicado es el mundo Pensé con tristeza...

-Yo..., Lysandra, ¿como decirte todo lo que quiero decir?, suspiré y luego la miré a los ojos, -¿sabes?, el mundo es complicado, muy complicado....-

-Me alegro de que te parezca bien el sitio. -le respondí con suavidad.

Entonces él tomó mi mano, ejerciendo una reconfortante presión con los dedos y se la acercó al rostro. Sentía su aliento sobre el dorso, y eso me relajó enormemente. De repente parecía como si no hubiese pasado realmente tanto tiempo, sino unos pocos días desde aquella vez que volamos juntos, que me bombardeó a preguntas o que me robase el primer beso.

Me puse roja al recordar aquel momento, que había estado guardando desde que conocí a Angeline. "Me pregunto qué pensaría si se lo contase..." pensé.

Nos quedamos los dos en un minuto de silencio, escuchando el viento que revolvía nuestros cabellos y el agitamiento del mar. Con la mano que tenía libre, me intenté apartar el pelo de la cara y colocármelo detrás de una oreja.

Después se puso a hablar el, suspirando, y nos miramos a los ojos. Los suyos eran de un color realmente peculiar, pero iban completamente a juego con el color de su piel.

-Sí, supongo que lo es...-la verdad es que no sabía muy bien a qué se refería- Pero...¿por qué lo dices? ¿No te parece bien que quiera ir contigo? Procuraré no ser una molestia para ti, lo prometo.

Dije, apretando su mano levemente, mientras le dirigía una mirada suplicante.

Ella apretó mi mano y me miró con ojos suplicantes. Difícilmente pude sostener su mirada largo rato y aparté la vista para mirar el océano de nuevo. Aguardé unos minutos para mantener la compostura y luego solté su mano para atraer a Lys a mi pecho, apoyé su cabeza en él y acaricié su melena tras darle un beso en el pelo de la coronilla, me gustaba su olor:

-Es complicado porque eres muy joven, nuestra raza esta en guerra permanente, quizás no declarada, ¿pero eso importa?.- Hice una pausa y volví a besar la cabeza de la joven. -Es peligroso para los dos que nos vean juntos.- Guardé silencio de nuevo, ¿como explicarle?, ¿como decirle a aquella joven lo que se debía hacer?, lo que era correcto.

-Lys, si alguien nos viera juntos, alguien indebido, podrían intentar hacerte daño para llegar hasta mi, podrían.....- No quería pensarlo pero me interrumpí. -La única opción sería que te unieras a nosotros, pero en ese caso tendrías que luchar en la guerra y no estás preparada, eres muy joven aún.-

Y claro que era joven para guerras, debería de estar siendo cortejada por jóvenes urobas, llevar una vida tranquila, divertirse como otras jóvenes, casarse, tener dragoncitos con un buen marido. Cualquier cosa menos arriesgarse a morir luchando por causas que no le tendrían que afectar. Pero sin embargo le afectaban, nos afectaban a todos. ¿Porqué estaba yo donde estaba?, por el poder.... me respondí a mi mismo. Aunque a veces podía disfrutar de la vida, de las mujeres, de la juerga, también sentía el deseo del poder innato en nuestra especie y ella también lo sentiría.

-Creo que siento algo por ti, lo supe cuando nos vimos por primera vez en aquella espesura de nuestra patria.- Le alcé con delicadeza la barbilla para que me mirara y yo poder mirarla a ella.

-También temo por eso.-

Un instante después apartó su mirada de la mía, y repentinamente me abrazó, apoyando mi cabeza en su pecho, y mis párpados se abrieron de par en par por la sorpresa. Así podía escuchar perfectamente los fuertes latidos de su corazón, que provocaron que el mío se acelerase.

Empezó a acariciarme el pelo y un segundo después sentí sus labios posarse encima. Aquella muestra de afecto tan repentina me siguió sorprendiendo. Le escuché en silencio, apoyada todavía en él por lo que no podía ver su rostro. Decía que era peligroso estar juntos y que podían hacerme daño, y entonces añadió que una opción era unirme a su causa, cosa que yo veía totalmente factible:

-Pues me uniré a tu bando, prefiero que me enseñes tú todo lo que sabes, y dejaré de ser una molestia y podré ayudar. Puedo aprender, quiero aprender. -eso último salió de mi aliento con más intensidad.

-No entiendo esta guerra ni a qué se debe, pero aún así...

Me interrumpí en cuanto le escuché decir que sentía algo por mi. ¿Algo? Las imágenes que tenía de su cara acercándose a la mía y el recuerdo de sus labios sobre los míos me asaltaron desde algún rincón de la memoria.

En silencio me separé de su pecho, quedando sentada muy cerca de él, tocando sus piernas con las mías. Le giré la cara, mirando las olas más lejanas, roja de vergüenza:

-N-no sé qué decir Axel, lo siento...-dije aquello sin pensar, como si aquello pudiese suponerle un verdadero problema.

Ella parecía dispuesta a unirse a nuestro bando renegado, pero una decisión como aquella suponía comprender bien en que consistía dar el paso. Una vez que se aceptaba no había marcha atrás a menos, claro está, que se fuera lo suficientemente astuto o hábil para volver a cambiar de bando. Muchos lo habían hecho antes y otros tantos lo harán después. De todas formas Lysandra no era ni demasiado importante, ni demasiado conocida entre los leales, ¿quien iba a echar de menos a una jovencita?, si ni siquiera trataba con su familia y eso facilitaría las cosas para ella.

-Nuestro señor deberá aceptarte, te presentaré ante él y tendrá que decidir, pero estoy seguro que aceptará.- Pero antes tendría que prepararla para su presentación. Ella se separó de mi y permaneció sentada a mi lado, en silencio, escuchando mis palabras. -Tendrás que entrenarte lo suficiente para poder resultar útil a nuestra causa.- Le dije con dulzura. -Cuando te acepten se te otorgarán guerreros bajo tu mando y un feudo, un pequeño feudo o el mando de alguna fortaleza o puesto avanzado.- Me quedé un rato pensativo antes de continuar. -A menos que nuestro señor te designe para alguna tarea específica, puede que bajo mi mando.-

Cuando le dije que sentía algo por ella se mantuvo en silencio, pero después respondió titubeante que ella no entendía a que quería referirme con lo que le había dicho. Entendí con ello que probablemente no compartía los mismos sentimientos que yo pudiera sentir hacia ella y decidí no continuar hablando de ello. Lo mejor era olvidar el asunto y seguir adelante con el propósito de entrenarla para que se uniera a nuestras filas.

-No pretendía ofenderte ni asustarte, simplemente quise decirte la verdad, pero creo que es mejor olvidar el asunto.- La miré y le sonreí, luego puse una mano sobre la suya en gesto cariñoso para confortarla, no como un gesto cómplice de un amante. -Esta bien, te quedarás conmigo y aprenderás, yo te voy a enseñar.-

-Pero recuerda que nadie, especialmente otros urobas, deben saber que estás aquí y yo te enseño.- esta vez la miré con severidad. -Es arriesgado y peligroso para ambos..-

-¿Alguna pregunta o preguntas que quieras hacer?.-

Axel continuó hablando seriamente, pero con un tono suave y dulce, como si en cualquier momento me fuese a levantar y salir corriendo por lo que decía. Me quedé unos segundos pensativa y giré la cabeza para encontrar sus ojos:

-Yo...yo no quiero poder Axel, no lo voy buscando, no me veo capaz de estar en un alto cargo, no podría mandar sobre urobas que llevan siéndolo toda su vida y que estarán acostumbrados a todo. Como tú. -dije tras una pequeña pausa- Espero que se me acepte, y si tengo que estar bajo un mando... preferiría que fuese bajo el tuyo.

Puso una mano sobre la mía, en gesto reconfortante, y con una frase, le quitó la importancia al momento que dijo que sentía algo por mi. Rápidamente olvidé el asunto, pues el siguió hablando, aunque por un segundo pasó una imagen de Angeline por mi mente. Esperaba que se encontrase bien donde quiera que estuviese.

-Tranquilo, lo entiendo...no diré nada a nadie, seré tu pequeño secreto. -dije con una sonrisa tímida, pues el me miraba muy serio.

Luego solté su mano, y me apoyé en la arena echando la espalda un ligeramente hacia atrás, jugueteando con mis pies revolviendo la arena, haciendo dibujos abstractos sobre ésta, cuando me preguntó si tenía algo que decir:

-Sólo una cosa: ¿El señor de los urobas...es muy severo? ¿Estricto? No quiero dejarte en ridículo, me da la impresión de que eres alguien importante...

Escuché atentamente todo lo que decía, me miraba a los ojos mientras tanto para finalmente juguetear con sus pies en la arena.

-Sí os pasáis de bando y mi señor Herby os acepta tendréis que acatar su voluntad como todos nosotros. Pero no creo que os dé algún cargo, normalmente se reservan para los seguidores mas poderosos.- Miré de nuevo al océano y la tarde que comenzaba en aquel lugar. -Te asignaré a mi servicio si lo deseas....- Concluí ese tema.

Serás mi pequeño gran secreto, al menos hasta que te unas a nuestro bando y estés entrenada en el combate, luego no hará falta seguir escondiendo nada de todo esto. Mandé mis pensamientos hacia un lugar lejano, un lugar de cristal y una imagen femenina difusa. Eran unos recuerdos lejanos, muy lejanos en el tiempo, que a menudo venían a mi mente. En mi antebrazo aún tenía atada la prenda que ella me había entregado.

-No me dejarás en ridículo...- Respondí soñador, -No soy tan importante,- Reí ante el comentario con alegría y un poquito de vergüenza. -Tan solo unos de los lugartenientes de Herby.- Continué hablando de él: -Es...., peculiar, tiene las alas bien puestas aunque un poco...., bueno ya lo veras tú misma llegado el momento.-

-¡¡¡ Vamos a bañarnos !!!.- Dije al levantarme de un salto y quitarme la ropa hasta quedarme solo con los calzones, dejando todo lo demás en la arena. Sería una buena forma de celebrar reencuentro, ya tendríamos tiempo de sobra de hablar de muchos temas y más aún.


Off: Ya te comentaré el tema de la secuencia temporal para el hilo.

Concluyó diciendo que si quería podría estar a su servicio, y yo asentía con la cabeza mientras hablaba. Todo me parecía correcto.

Le miré de reojo, y ahora se encontraba mirando al frente, al mar y las olas que lo agitaban. Me fijé en una cinta roja que tenía atada en la muñeca, que contrastaba con su piel clara, mientras el viento me soplaba, revolviéndome los cabellos. Dejé de mirar su brazo cuando me aparté un mechón que se me cruzó en la cara por culpa de la brisa.

Luego cambió el tono de su voz, mostrándose más relajado y me enseñó su alegre sonrisa al soltar una carcajada.
Antes de que pudiese contestar algo, se levantó de un salto y se comenzó a quitar la ropa que le quedaba con rapidez, quedánsose solo en ropa interior. De repente me entró la vergüenza, bien si ya tenía pocas prendas puestas, que dejase su cuerpo más aún al descubierto era algo que no solía ver a menudo.
Yo me levanté más lentamente, y me alejé un poco del agua, dándole la espalda, pues estábamos muy cerca de donde las olas rompían y no quería que se echasen mis cosas a perder. Me quedé pensando un poco mientras tiraba la espada y demás cosas a mis pies: "Pero bueno, ¿qué más da lo que vea? ¡Si el mar me encanta!"

-De acuerdo, ¡ya voy! -le respondí con alegría repentina.

Borré la rojez de mis mejillas de una sacudida y me dispuse a quitarme el mono de cuero grisáceo que me había estado remangando antes. Lo desabroché con rapidez y lo dejé caer a mis pies, dejando al descubierto mis ropa interior clara, que constaba de una camiseta de tirantes y un pantalón muy corto y ajustado, ambos de color blanco.

Me di la vuelta y me acerqué al agua, para mojarme los pies. El agua estaba bastante fría, y unas pequeñas olas rompían animadas en la orilla, constantemente. Al principio se me piso la piel de gallina, pero cuando me acostumbré un poco a la temperatura del mar, di unos pocos pasos más adentro, y me volví hacia Axel:

-¡El agua fresquita, pero está muy buena! -dije gritando para hacerme oír entre el viento y las olas.

Aceptó la invitación al baño y se puso en pie lentamente, luego me dio la espalda y comenzó a desnudarse, tenía un cuerpo bonito y la piel suave, aunque entendí que quisiera unos instantes de pudor ante la situación, por lo tanto no me quedé observándola y me volví a esperar cerrando los ojos, disfrutando de la brisa con aliento a mar.
Cuando ella me llamó ya estaba en el agua y se había metido hasta la cintura.

-¡¡¡ Pues allá voy yo !!!.- Eché a correr y en cuanto el agua alcanzó mi cintura me zambullí directamente bajo las olas.

Estuve un buen rato buceando entre el agua revuelta por el oleaje sin poder ver apenas nada, luego me volví y salí a la superficie, ella estaba nadando plácidamente a un metro de distancia de mi. La miré, le sonreí y luego nadé hacia ella. Cuando estuve lo suficientemente cerca me detuve y permanecí flotando junto a ella.
Efectivamente el agua estaba muy bien, era una sensación muy agradable el nadar en aquellas aguas y sobre todo la compañía:

-Sí, el agua está muy buena,- Sonreí, -este será un buen lugar para reposar y reflexionar, elegiste bien el sitio Lysandra.- Asentí a modo de conformidad y aprobación.

-Después.... tendremos que buscar un lugar donde hospedarnos, hay un par de lugares apropiados.- guardé una pausa, -Si estás conforme, claro....-

Cuando grité, el corrió en unas cuantas zancadas hacia mí, y cuando el agua le cubría lo suficiente, se lanzó de cabeza justo antes de que se rompiese una ola un poco más grande.
Le perdí de vista durante un minuto, mientras yo me mantenía lo más estable que podía, acompañando el movimiento de mi cuerpo con el oleaje, hasta que vi su cabeza asomar a poca distancia de mi.
Continuó acercándose, sin decir palabra, así que durante unos segundos solo escuchaba mi respiración y el ruido del agua salada.

-Me alegro de que te parezca bien este lugar. -dije con una sonrisa, mientras flotaba cerca suyo. Después habló sobre buscar un lugar para hospedarnos:

-Bueno, yo solo pido que no sea un lugar muy caro pues mi presupuesto es mas bien...limitado. Aunque siempre podría buscar alguna forma de ganar dinero, es algo que siempre he hecho -tras eso me quedé unos segundos callada y me puse roja- ¡Pero no te vayas a pensar que hago cosas indecentes! Solo hago pequeños recados y cosas así.

Tras eso, me sumergí en el agua, dando una voltereta en la superficie, haciendo una extraña pausa en al conversación:

-El caso es que, bien pensado, este sitio apartado del resto del mundo, no creo que se suba muy alto con los precios, con la poca gente que debe pasar por aquí...quitando a los pescadores que viven ya.

Aquel comentario sobre como obtenía dinero me resultó muy divertido por la doble interpretación que podía deducirse de sus palabras, pero fingí no haberme dado cuenta para no avergonzarla demasiado. De todas formas ella misma se lo tomó como algo gracioso y le restó importancia automáticamente, algo que yo le agradecí porque pude reírme un poquito por ello.
Ella se puso algo colorada y se sumergió en el agua, para ocultarse de su vergüenza espontánea, pero no importaba pues la tarde estaba siendo deliciosa, me sentía muy a gusto en su compañía, me sentía muy bien en aquel lugar....
Luego pensé que nunca había planeado estar con una hembra de mi propia especie en aquellas condiciones mucho tiempo. Hasta el momento tan solo habían sido pequeños encuentros esporádicos y sin repercusiones o reencuentros.

-No te preocupes Lysandra, te he entendido perfectamente.- Le dije cuando nadé hacia ella al salir a la superficie. -Puede que no tengamos que pagar nada, ya me encargaré de eso.-

-Lo que me preocupa es el problema de la intimidad.- Le dije sonriendo.

Luego me aparté para bucear y no pude evitar ver su esbelta figura bajo el agua unos instantes y acabé por apartar la mirada. Buceé hacia unas pequeñas rocas de formas lisas y unos peces de roca escaparon al verme aparecer. Luego de examinar una piedra la solté y volví a la superficie.
Ella seguía flotando, disfrutando del baño y me volví a acercar a ella.

-Empezaremos a entrenar a partir de mañana y podrás hacerme las preguntas que quieras.-

-Pero...¡pero yo no quiero que me paguen nada! Además ¿Cómo lo vas a hacer? -repliqué, arqueando una ceja.

Apenas me dio tiempo a decir aquello, pues ya estaba empezando Axel a decir algo más cuando terminé de hablar. Me dirigió una sonrisa cuando sacó el tema de la intimidad, y me quedé pensando en qué querría decir con aquello.

Entonces se sumergió de nuevo por debajo de la superficie, y como pasaban unos segundos y seguía sin volver a asomarse, miré nuestro alrededor. Unos cuantos metros más a lo profundo de la playa había unas grandes rocas próximas entre ellas, a las cuales no parecía muy difícil acceder.
Me asomé por debajo del agua, y entonces vi cómo Axel jugueteaba con una piedra del fondo, de espaldas a mi. Salimos los dos a la vez, tomando una bocanada de aire.

-Vale, me parece bien, entonces esta noche tendremos que buscar un buen sitio para dormir. -dije sonriendo. Después estiré un brazo, señalando hacia las rocas de antes.

-Pero antes...¿ves aquellas rocas de allí? ¡Pues te echo una carrera a nado!

Entonces me zambullí como un pez y seguí nadando todo lo rápido que pude en la misma dirección.

Cuando salí a la superficie ella seguía flotando mirándome y me dio su conformidad para encontrar un alojamiento adecuado antes de llegar la noche, yo ya tenía algo en mente pero se lo mostraría después cuando nos marchásemos de la playa. Ella sonrió y estiró uno de sus brazos para señalarme unas grandes rocas a uno de los extremos de la playa, quería echar una carrera a nado hacia las rocas y aquello me pareció una buena idea. Acepté inmediatamente:

-¡ EEH !, ¡ ESO ES TRAMPAAA !.- Grité divertido cuando vi como ella se zambullía empezando la carrera automáticamente.

Me zambullí tras sus brazadas y empezó la persecución. Pero pronto quedó claro que podría ser muy ágil y rápido en tierra o en el aire, con forma humana o draconiana, pero en el agua no podía competir con ella: era demasiado rápida. Con movimientos fluidos y gráciles nadaba rápido en dirección a las rocas. El agua parecía ser su elemento.
Inevitablemente ella llegó primero a las rocas y ganó la carrera.

-Bien,- Respondí jadeando, -¿Y cual va a ser el premio para la ganadora?.- Dije mirándola antes de agarrar unos salientes de una roca y apoyarme en ellos para subirme.

-¿Te ayudo?.- Dije tendiendo una mano.

Cuando salí a la superficie para nadar rápidamente hacia las rocas, escuché a Axel gritar. Fue un momento divertido, yo nadé lo más rápido que pude, con unas brazadas firmes y seguras, seguidas del movimiento ondulante de mis pies.
Alcancé la superficie rocosa, pero el uroba estaba aún nadando a mi espalda. Parece que yo me desenvolvía mejor en el agua.

Axel me dio a elegir un premio por mi triunfo y sonreí satisfecha, mientras se subía a la roca y me tendía una mano:

-Sí, por favor -dije mientras agarraba su mano y me ayudaba a subir.

-Bueno, pues creo que reclamaré mi premio en forma de...¡una buena cena!

Me reía alegremente, después de tomar aliento tras el esfuerzo. El agua chocaba intentando abrirse paso, formando espuma en las paredes de la roca, arremolinándose en los recovecos que se habían formado fruto de años y años de erosión.

La ayudé a subir y resoplé de nuevo por el esfuerzo de nadar, estaba claro que el agua no era mi elemento, pero no importaba me quedaría con el la tierra y el aire. Tras relajarme un poco de la carrera le indiqué mediante señas que era mejor sentarse en uno de los lados menos aristados de las rocas, sería más cómodo y seguro. La ayudé a acceder a la zona y luego me senté junto a ella mientras la ocasional espuma del mar salpicaba nuestros pies.

-Me parece bien una cena, os la has ganado.- La miré y le sonreí, -Nadas muy bien Lysandra, estás en tu elemento.- Y en verdad lo pensaba.

-Mira en el horizonte, allí...- señalé una media luna blanca en la lejanía del horizonte a ras de agua. -Es un barco, pero las preguntas serían ¿de donde es? y ¿a donde se dirige?.-

Estaba realmente atractiva casi sin ropa con el pelo y el cuerpo mojados por el agua del mar. Una vez mas mi mente volvía a traicionarme al llevarme a terreno peligroso. ¿Sería el hecho de pertenecer a mi misma especie y tenerla tan cerca?. Una y otra vez me volvían las mismas preguntas y dudas a la cabeza.
Me quedé pensativo con la mirada perdida.

Axel me ayudó amablemente a llegar a una parte más adecuada para sentarnos juntos. Uno al lado del otro mirábamos el horizonte azul que se perdía ante nuestros ojos.

Le miré cuando continuamos conversando, sonriendo ambos, le dije risueña:

-Me pregunto qué tal lo haría en mi forma de dragón. -me quedé unos segundos pensando- Por cierto, ¿te he dicho que ya si que puedo hacer un vuelo en picado? Practiqué muy duro para poder hacerlo igual que tu.

Me reí, tímida por mi pequeña confesión. Después me dijo que mirase al frente, donde señalaba una pequeñas cosa blanca a ras del agua, un barco.

-Pues...no sé...me imagino que vendrá del puerto, pero a donde se dirige ya...¿Cómo es que te pones tan melancólico de repente? -dije en tono suave, intentando no ofenderle. Me había sorprendido el giro que había dado a la conversación.

Me escurrí el pelo con parsimonia y sacudí la cabeza para que no se quedase apelmazado. También ahuequé mi camiseta para que no se me quedase pegada a la piel y se transparentase demasiado. Me volví hacia él, observándolo con curiosidad. Su pelo le caía por detrás de los hombros, y sus ojos violetas se habían vuelto más claros por la luz que se reflejaba en ellos.

-No lo sé, pero no creo que se pueda nadar muy rápido así.- respondí soñador.

Volví a la realidad con su segunda pregunta, en efecto me estaba poniendo melancólico con demasiada frecuencia cuando estaba junto a ella, debía de sentirse inquieta por mi comportamiento o quizás empezaría a pensar cosas extrañas. Volví a apartar los pensamientos de mi cabeza y centrarme en donde estábamos. Pero en el fondo de mi sabía que tarde o temprano llegaría el día en que tendría que hablar con ella o tomar una decisión.

-Perdona..., bajé la vista, -debo de parecerte un raro o algo así.- La miré a los ojos con ternura y una sonrisa en el rostro. -Me gusta estar contigo, pero eso ya lo sabes.-

La observé como se escurría el cabello y se despegaba la ropa del cuerpo, una tarea inútil la segunda porque se le volvía a pegar de nuevo a la piel y sus bonitas formas quedaban marcadas. Era una uroba muy bonita. Luego me dí cuenta que me observaba en silencio.

-¿Qué es lo que ves en mí?, Lysandra.-

-jejeje no pierdo nada por intentarlo alguna vez, tengo la sensación de que no se me daría tan mal.

Le respondí mientras nos mirábamos. Entonces me di cuenta de cómo su mirada se desviaba por debajo de mis hombros, y me miré el pecho, viendo que se seguía transparentando la camiseta, sin éxito en mi anterior tarea. Me ruboricé al darme cuenta de que estaba muy desprotegida ante sus ojos, los ojos de un hombre. Sabía que ellos no podían controlar sus instintos primarios demasiado bien.

-Bueno, me alegro de que pienses así, en realidad, no lo sabía. ¡Y no me pareces raro! -dije con una sonrisa tímida-, pero yo también disfruto de tu compañía. En fin...creo que nos queda un tiempo de convivencia, ¿no? ¿No te van a necesitar en un tiempo los tuyos?

Luego hubo unos segundos de silencio, y Axel me hizo una pregunta breve, que bien podía significar mucho, o ser importante para él...no lo tenía claro:

-¿Que...qué veo en ti? No sé muy bien qué quieres decir...Como persona me pareces...misterioso, y respetable, algo imponente, pero creo que tienes un fondo dulce y amable, al menos conmigo te portaste bien cuando andaba perdida por la selva, y eso hizo que no me olvidase de aquel día.

-Sí, merece la pena que lo intentes, se te da bien el agua y te gusta-

Ella se percató de que miraba sus encantos y se ruborizó aunque no hizo nada por evitarlo, ni siquiera se sintió molesta.

-Gracias Lys,- respondí asintiendo a su cumplido. -Sí, vamos a pasar una buena temporada juntos y posiblemente, si es que lo deseas, te vendrás conmigo a las tierras renegadas.- Le devolví la sonrisa. -Aquel día cuando te encontré, creí que eras un agente enemigo, un espía,- y estuve a punto de atacarte, pensé con tristeza, -pero luego me dí cuenta que no era así y... guardé silencio y le volví a sonreír.

-Creo que es mejor que regresemos a la playa y nos vistamos, empieza a refrescar.- Comenté mirando alrededor pues efectivamente el sol comenzaba a descender y el aire empezaba a golpearnos fresquito.

Me incorporé y descendí por las rocas, luego me volví para ayudar a Lysandra tomándola por la cintura para ayudarla a bajar sin riesgo. Ambos teníamos algún pequeño arañazo en brazos y piernas, pero nada que no cicatrizara sin dejar rastro esta noche. Luego nos arrojamos al agua y me dirigí nadando plácidamente a la orilla, ella me acompañaba. Una vez en la orilla tomé una toalla de una bolsa de cuero que había traído y ayudé a secarse un poco a Lysandra primero.

-No puedo hacer nada por secar vuestra ropa interior pero..., si queréis que me dé la vuelta para que os la quites antes de vestirte,- le dije dubitativo mientras comenzaba a secarme. -Yo también me la voy a quitar de encima, de todas formas ahora iremos directamente a hospedarnos.-

Asentí mientras hablaba, a modo de contestación, pero de repente empezó a confesarme que pensaba que yo era una espía del bando contrario. Concluyó vagamente su explicación con una sonrisa, y en aquel momento no supe qué decir que fuese apropiado.

-Vale, pues vamos -dije con una media sonrisa cuando vimos que estaba anocheciendo y el ambiente se volvía más frío.

En primer lugar fue Axel quien descendió por las rocas, asegurando el camino, y yo le seguí con su ayuda. Gentilmente me tomó por la cintura para que bajase mejor, y su mano cubría gran parte de mi vientre.

Nadamos juntos hasta la orilla de la playa. La sensación producida por el contraste de temperaturas fue mayor, y cogí un poco de frío al salir. Axel, muy bien dispuesto, sacó una toalla de una bolsa y me secó un poco, hasta que se detuvo por respeto a mis partes más íntimas.

-Sí, te lo agradecería. -dije sonrosada.

Esperé a que se diese la vuelta y me volví yo también, acercándome donde tenía mis cosas, dándole la espalda. Me quité lo que llevaba puesto rápidamente y me quedé desnuda por unos segundos. Una pregunta que me había guardado antes me vino a la mente de nuevo, así que dije mientras tanto:

-Dime, Axel ¿En serio te parecía una espía? ¿Por qué razón?

Saqué ropa interior seca de un bolsillo de mi cinturón y me puse el mono de cuero fino con habilidad. No era muy cómodo ir sin nada debajo, pero esperaba que pasase poco tiempo hasta que encontrase un sitio para volver a sentirme mejor.

-Ya estoy, puedes...puedes darte la vuelta. -dije, para que pudiese darse la vuelta, y me giré yo también.

Cuando me volví de espaldas a ella y me quité los calzones mojados para terminar de secarme, a continuación empezar a vestirme con mis prendas secas. Primero me puse los pantalones sin nada debajo, pero no importaba, dentro de muy poco iría a recoger mis cosas en la población y cuando encontráramos un lugar adecuado me cambiaría de ropa y me pondría ropa interior limpia. Luego me senté para calzarme las botas, en todo momento de espaldas a ella y sin volverme, cuando ya estaba listo e iba a incorporarme ella me formuló la pregunta que estaba esperando:

-Sí, lo pensé, ¿los motivos?,- Guardé una pausa, -Estábamos en zona de incursiones atacando unos asentamientos, y las fuerzas leales suelen infiltrar agentes para espiar nuestros movimientos, además de tendernos emboscadas.- Chasqueé la lengua y me quedé mirando los acantilados unos segundos en silencio, luego cogí la camisa y el jubón y proseguí: -Una uroba joven perdida en los bosques resultaba muy extraño en aquellas circunstancias, era lógico desconfiar.-

-Al menos eso pensaba en aquel momento.- Concluí poniéndome en pie.

Me avisó que podía darme la vuelta pero no lo hice de inmediato, me puse la camisa tranquilamente y luego me volví hacia ella. Ya estaba vestida y como la solía recordar en todo momento. Le sonreí y asentí con la cabeza.
Luego terminé de vestirme y me coloqué la capa en los hombros y el sombrero en la cabeza, guardé las cosas restante en la bolsa de cuero y nos dispusimos a partir:

-Volvamos a la población, buscaremos un lugar adecuado y podrás cambiarte, luego iremos a cenar.- Le dije alegremente. -¿Te parece bien?.-

Nos pusimos en camino y tras veinte minutos de camino llegamos a la población costera. Estaba anocheciendo y las calles empezaban a vaciarse. La conduje a una pequeña posada, modesta pero confortable y lo mas importante: poco llamativa. La invité a entrar y luego me dirigí al tabernero, tras hablar un ratito con él aparte pudimos subir a nuestro cuarto, era una estancia de tamaño normal con dos camas separadas y algunos muebles, incluso disponía de un pequeño cuarto de aseo, un lujo demasiado importante dadas las circunstancias. Le indiqué que eligiera una cama y luego le propuse colocar una cortina corredera para poder guardar mejor la intimidad de la estancia. No íbamos a estar dándonos la espalda cada dos por tres, luego le pedí que se cambiara tranquila mientras preparaba el tema de la cena.
Salí del cuarto y me dirigí a hablar con el tabernero mientras tanto.