Tras mi vuelta, lo primero que hice en cuanto pude fue ir a casa de Katerina. Esta seguía se había aparecido ante mi y su estado era dejado y polvoriento. Las flores que había dejado estaban ahora marchitas, aun donde las dejé aun que la nota no se encontraba entre ellas. Eso me desconcertó y me alarmó. Llamé a la puerta cuanto pude, incluso entré en ella, y recorriendo hasta la ultima centesima de la casa no encontre nada más que polvo y soledad.
Salí de allí, confuso y desorientado. No entebdía y la preocupación me invadía. Busqué por Eliria, por los sitios que ella frecuentaba. Busque, y busqué y seguí buscando. Entonces pensé que igual se habría mudado al nuevo continente... cuando fuimos la encantó.
Y aquí estaba, con el corazón en vilo y la esperanza de encontrarla.
Mi rostro reflejaba mi aflicción y confusión.
LLegué entonces a las cascadas del Edén, donde habíamos compartido algunos momentos en aquel viaje que hicimos.
Me quedé en pie, observando el agua caer y la espuma formarse abajo del todo, por la caida y el remover de las aguas dulces.