Mala Luna

El día había pasado sin mayor dificultad. Laia había despertado en el callejón de siempre, con el estómago vacío como siempre, de mal humor como siempre, y sucia como siempre. La licántropa había dedicado toda la mañana a cazar pequeñas ratas, algunos gatos callejeros y uno que otro perro perdido, y en consecuencia de esto su mejilla y su ropa estaba levemente manchada de sangre (Además de las rajaduras y la suciedad proveniente de los suelos y los callejones donde pasaba el mayor tiempo del día). Laia resongaba como una adolescente, aburrida, caminando por calles poco concurridas y sin mucha luz del sol, aprovechando esto para pasar de callejón en callejón o atrapar algún que otro animalito desapercibido. Solo había algo que "emocionaba" de alguna forma a la muchacha, y es que si sus cálculos no fallaban, esa misma noche habría luna llena, y podría transformarse, aprovechando esto para cazar un humano, una de sus presas favoritas. Nada se comparaba al delicioso sabor de la carne humana, y esa espesa sangre que parecía nunca acabar; todo un festín para la loba. Al pensar esto, una leve sonrisa se escapó de sus labios, mientras descansaba sobre un muro de una casa abandonada. De repente, vio como de la mano de su madre, pasaba un infante de no mas de cinco años, riendo felizmente al escuchar a su madre decirle tonterías.

Vaya monada...

Dijo Laia sonriendo con malicia, mientras se relamía pensando en lo que podría hacerle a aquel niño. La noche caía poco a poco, y la licántropa tenía mayor libertad a esas horas. Podía caminar por calles no muy habitadas con tranquilidad sin preocuparse del estúpido sol que dañaba su visión. Sus pupilas poco a poco se volvían una pequeña raya negra, mientras el sol desaparecía por el horizonte.- Hoy será luna llena por fin... - Susurró con entusiasmo mientras viajaba por los techos de las casas a cuatro patas, aunque resbalándose de vez en cuando cuando sus extremidades le fallaban, acompañando el susto con un leve gruñido. Y fue entonces que el momento tan esperado llegó, y la luna comenzó a asomarse. Laia sonrió ante esto, lanzando un audible aullido, mientras el viento movía su largo cabello, manteniéndose sobre el techo de una iglesia.

Pero entonces, cuando la luna pudo verse con claridad, la loba gruñó con fiereza.- No puede ser... - No era luna llena, no tendría banquete hoy. Se sentó sobre aquel tejado con mala gana, rasguñando enfadada las tejas.- ¡Estúpida, estúpida luna!.- Gritó al mismo tiempo que cerraba sus amarillentos ojos y se recostaba, suspirando.

Corría entre la maleza, feliz de volver a estar en estos lugares. No era mi continente pero no importaba, los bosques siempre eran buen refugio para gente como yo.
Saltaba agilmente de un árbol a otro mientras que mi blanca camisa y mis holgados pantalones se agitaban por mi velocidad.
Me deslizaba por ellos con gracia, aun que eran un poco diferentes a los que estaba acostumbrado.
Sin quererlo me topé con lo que parecía ser la ciudad principal.
Quedé pensativo, mirándola desde la cima de uno de los arboles, sujetándome con una mano para mantener el equilibrio.
Un sonido familiar inundó mis oídos. Mi mirada fue buscando rapidamente de dónde procedía ese aullido.
Dudaba mucho que un lobo se acercara tanto a una ciudad, pero... sin embargo, los de mi raza no tenían inconvenientes en hacerlo.

Desde el árbol salté hasta uno de los tejados, rompiendo algunas tejas pero manteniendo el equilibrio sin problemas. Continué corriendo y saltando de uno a los otros. Ya no se oía nada, sin embargo siempre me quedaba mi olfato y lo que era mejor, mi capacidad de rastreo.
En un instante encontré a quien estaba buscando. Estaba en lo que parecía lo alto de una iglesia,recostada y mirando tranquilamente. Por su aura pude deducir que, o no tenía mucho poder, o la tenía muy reducida.

Me acerque a ella y me apoyé en uno de los pequeños pináculos, con las manos en los bolsillos y mirándola, a prudente distancia.

-Bonitas vistas, ¿eh?

Rezongaba por lo bajo, manteniendo mis ojos cerrados y suspirando de vez en cuando. El viento soplaba de una forma leve pero casi helada, pero Laia no le daba mejor importancia; no solía preocuparse por las enfermedades humanas que estar al aire libre con tal temperatura podrían traerle, total, no la llevarían a la muerte, así que no le importaba. Estaba hambrienta y su panza rugía constantemente, maldecía a la luna cada aproximadamente tres segundos por no darle su "festín celestial" que deseaba para esa noche.
Las calles estaban totalmente vacías, tan solo pasaban unas pocas parejas de la mano o uno que otro borracho cantando feliz de la vida; aún así, la loba mantenía sus sentidos alerta por cualquier cosa que pudiese hacerle daño, o mejor, que pudiese saciar su hambre; y fue entonces que un individuo entró en su "radar" olfativo, e instantáneamente reconoció el olor. ¿Un licántropo por estas tierras? Era extraño pues Laia pensaba que era la única de su tipo por allí. De algún modo esto la alegró, pero a la vez alertó. Fue poco el tiempo que paso hasta que aquel olor estuvo a apenas uno o dos metros de ella. Frunció el ceño levemente; aquella esencia era bastante fuerte y esto hizo que una parte de ella se pusiera totalmente en guardia, lista para atacar en cuanto fuese necesario.

Entonces escuchó una voz; una voz masculina. Entreabrió los ojos, dirigiendo su mirada hacia el licántropo, el cual le hacía una pregunta con respuesta un poco obvia. Levantó levemente la cabeza para luego sentarse, rascando levemente su cabeza y acomodando su ropa. Miró entonces a aquel hombre con mas detenimiento.- No está nada mal...- Pensó bromista sonriendo a medio labio.

Meh; la ciudad no es el mejor lugar para estar. - Mencionó tras un largo bostezo. - Lo unico que me gusta de este panorama es la luna, y las estrellas. -Dijo en tono un tanto indiferente, mirando ahora hacia el cielo.- Pff, mira las cosas que estás diciendo...- Se dijo a si misma un poco enfadada aún por el tema de la (maldita) luna. Dirigió su vista hacia el licántropo, al mismo tiempo que se levantaba, caminando lentamente hacia el, un tanto desconfiada pero segura.

¿Qué haces aquí? ¿Hay mas como tú? ¿Cómo es tu nombre? -Interrogó sin rodeos al muchacho, mirándolo fijamente con aquellas orbes amarillentas y profundas, mientras el viento mecía su cabello levemente. Iba a ser una larga, larga noche, ¿Y quien sabe? Quizá por primera vez en mucho tiempo, no la pasaría sola.

-Una ciudad no es lugar adecuado para mirar las estrellas. Esas dichosas lamparas parecen borrarlas del firmamento.-hice una pausa-Lo agradable es verlas desde el más alto de los árboles, o desde la más alta de las montañas. Eso si que son bonitas vistas

"Bueno, y esto también pueden considerarse bonitas vistas" pensé cuando se levantó, mirándola de arriba a abajo.

Entonces me lanzó un avasallamiento de preguntas, a lo que no pude contener la risa. Alcé un poco las manos, abriendo las palmas.

-Eh, eh, eh. Mas despacio, lobita.-dije bromeando-Soy Andrew Wingates. Si, hay muchos más como tu y como yo, aun que por estas tierras no tengo mucha idea, la mayoría de los que conozco son del continente de Vaahl. Y... ¿que hago aquí? disfrutar de la libertad que se me concede.-hice una pausa, esbozando una media sonrisa-Y bien, ya que he saciado tu curiosidad, puedes contestarme tu a esas mismas preguntas. Sería lo justo, ¿no crees?

Escuchaba atentamente las palabras del hombre mientras lo miraba, recorriendo cada centímetro de él con sus ojos amarillentos. Se mantenía en guardia ante cualquier movimiento extraño del licántropo o alguna palabra que pudiese resultarle amenazadora o molesta. Miró con atencion como el le echaba una ojeada rápida, y no pudo evitar sonreír a medio labio.- Es muy observador al parecer... -Pensó aún con aquella leve sonrisa posada en su rostro. Escuchó las palabras del muchacho, desviando la mirada por un momento al cielo; probablemente tenía razón, pero hace mucho que Laia no salía de aquellos callejones oscuros y esos edificios inmensos. Había olvidado por completo como era vivir respirando aire puro, sin tener que preocuparse sobre los humanos, los caza-recompensas, y la comida. Aún así prefería no pensar en esas cosas, no quería ponerse sentimental y menos delante de aquel hombre.

Volvió entonces su mirada hacia el, borrando aquella pequeña sonrisa. Los ojos de la loba se posaban firmes en los del licántropo, mirándolo muy fijo, casi como si intentara ver su alma a través de estos. El viento era cada vez mas fuerte, y mas helado; y el cielo comenzaba a nublarse poco a poco. Laia miró por unos momentos al cielo, gruñendo por lo bajo, siendo esto casi inaudible. La licántropa odiaba la lluvia, todo siempre tan frío, tan mojado, las noches de tormenta eran las pocas veces en que la loba pensaba sobre su situación, sobre su soledad, sobre su pasado; era uno de los pocos momentos en que realmente, Laia se sentía triste. Volvió rápidamente la mirada hacia el muchacho, escuchando como comenzaba a hablar de nuevo, respondiendo entonces el pequeño "cuestionario" de la loba.

Andrew -Pensó- Bonito nombre... -Susurró entrecerrando los ojos por unos segundos, para luego volver a mirarlo como antes, con aquella mirada penetrante. Entonces fue cuando escuchó que había mas licántropos en aquellas tierras. ¿Era aquello bueno o malo? Luego de haber vivido tanto tiempo lejos de cualquier contacto con otra persona, temía un poco el no ser aceptada "como una de su raza" o en situaciones peores, que decidieran eliminarla. Podría decirse que Laia tenía un trauma con respecto al hecho de ser excluída, pero ese es otro tema.

Y tocó el turno de la loba para responder las mismas preguntas que ella había echo, suspiro levemente, aclarándose la garganta y prosiguiendo a hablar.- Mi nombre es Laia Tsubaki, dime Laia si deseas -Dijo de forma un tanto seria pero a la vez amigable de alguna forma.- Y estoy aquí porque este es mi hogar desde hace unos cuantos años; desde que llegué a estas tierras no he salido de la ciudad. Vivo en callejones oscuros y me alimento de animales malolientes. -Mencionó con un poco de molestia y enojo.- No conozco mas que estos sucios y contaminados metros cuadrados; un poco triste, pero quedarme aquí es lo único que puedo hacer para lograr sobrevivir sola. - Suspiró cerrando los ojos por unos segundos, mientras el viento movía sus ropajes y su alvino cabello.

Y tu... -Dijo mientras abría los ojos y miraba al licántropo con una leve tristeza que escondía lo mas que podía.- ¿Tienes familia por estas tierras? Y al contrario de mi, ¿Conoces mas allá de esto no? - Preguntó con curiosidad mientras se acercaba un poco mas confiada a Andrew, aunque aún alerta ante cualquier cosa.
Y poco a poco la luna y las estrellas desaparecieron, las nubes cubrieron totalmente el cielo, y podía olerse en el aire que pronto todo estaría cubierto de gotas de agua.

Su mirada era curiosa, pero como no dejaba de mirar de aquella manera comencé a presuponer que era su forma de actuar.

-Gracias, puedo decir lo mismo, Laia.

Escuché su pequeño relato a lo que la miré con interés.

-Dioses, ¿no te vas a los bosques a cazar osos? su carne es tan tierna y jugosa. Al no hacer tanto ejercicio están llenos de grasa, lo malo es el pelo pero eso se quita rápido.-hice una pequeña pausa-Ha tenido que ser duro, se muy bien lo que es sobrevivir solo, pero ya no tienes porque lidiar más con eso.

La miré detenidamente ante esa pregunta, sus palabras denotaban tristeza, mínima, pero lo completaba un pequeño olor de ese mismo sentimiento.

-Si, todos los que están en mi reino son mi familia. Puede que la mayoría no de sangre, pero nos une algo mucho más profundo que eso. Una maldición o.. bueno, para muchos de nosotros una nueva oportunidad. La que nos liga a la vida nocturna y nos da la potencia necesaria para enfrentarnos a nuestros males.-dije con tono pausado, poniéndole más entusiasmo según avanzaba mi diálogo.-Este continente no lo domino, no hace tanto que nos enteramos de su existencia, pero en Vaahl somos bastantes y conozco muy bien esas tierras, sobre todo sus bosques.

Hice una pausa, acercandome un poco más a ella, con semblante gentil y tono amable.

-Y siempre que quieras, puedes formar parte de nosotros. No te rechazaremos ya que, eres una de los nuestros.-me alejé un poco, dándola espacio-Claro, todo esto si quieres. Eres libre de elegir

Laia se mantenía pensante, sin quitarle la mirada de encima al lobo. Sonrió de forma leve al escuchar su respuesta ante el pequeño halago de la licántropa; no era de decir ese tipo de cosas, pero Andrew le daba confianza por algún motivo, quizás por el echo de ser de la misma raza, o quizá porque era el primero que conocía con la misma "mutación". Por lo menos estaba tranquila de saber que no era un monstruo, como la llamaban en su tierra natal, donde había pasado toda su niñez y parte de su juventud. Luego de haber sido desterrada había vivido sola, y se había acostumbrado a esa soledad y esa exclusión por parte de los humanos, las personas "normales". Pero, ¿Quién determina que es lo normal y lo anormal? Si de todas formas cada uno tiene algo que lo hace especial y único, por lo cual, lo normal no existe. Y si así fuese, si todos fueran iguales, sería monótono; por eso, a Laia le gustaba ser un monstruo, le gustaba ser anormal de algún modo, porque sabía que eso la hacía especial, y que algún día alguien se daría cuenta de ello.

Volviendo al grano, La licántropa siguió escuchando las palabras del muchacho, prestando mas atención en la parte de "carne jugosa" y "grasa". Su estomago rugió; recordó que tenía hambre, mucha, pero eso no era importante en ese momento, Laia quería saber mas sobre ese lobo, quería saber mas sobre los de su especie y las tierras que rodeaban aquellos callejones de los que no había salido desde hace tanto tiempo. Bajó levemente la cabeza, mirando hacia su izquierda, pensando. Poco a poco comenzaba a ponerse melancólica, y era lo que menos quería en ese momento, entonces escuchó algo de que ya no tendría que vivir sola. Dirigió su mirada hacia Andrew con interés y una pizca de esperanza, enderezando su cabeza.- ¿A qué se refiere?... -Pensó para sí misma, fijando la mirada en los ojos del lobo. Unas pequeñas gotas comenzaron a caer, pero era un menor problema; apenas una llovizna. Laia no hablaba, solo se mantenía callada, escuchando atentamente al licántropo hablar.

Así que todos eran su familia, para la loba era algo curioso pero suponía que debía ser divertido tener tantas alrededor, pues ella nunca había tenido mas que unos monjes que siquiera cuidaban bien de ella. Laia nunca conoció a sus padres, nunca tuvo una familia de verdad, nunca sintió cariño ni amor de ninguna otro ser vivo; siquiera de un animal. Cada vez que él hablaba sobre los bosques, la loba recordaba lo hermoso que era el sentimiento de poder correr libre y respirar aire puro, lo contrario a lo que hacía allí en la ciudad, con toda esa gente peligrosa y ese aire que con suerte no te mataba de lo contaminado que estaba. Las ganas de Laia de conocer mas de esas tierras aumentaba a medida que Andrew hablaba.

Notó como él se acercaba, mas no se alejó, había bajado la guardia hace unos cuantos minutos, ese lobo de alguna forma se había ganado su confianza; no sabía porque ni como, simplemente lo había echo.- Formar...parte de ellos... -Susurró de forma casi inaudible, mirando por un segundo a su izquierda, para luego volver su mirada hacia Andrew.- Si...digo, no se, digo, ¿Si me voy con ustedes, entonces tendré algo así como... -Hizo una pequeña pausa, tragando grueso.- ¿Una familia? - Preguntó un tanto avergonzada por la forma en que estaba actuando. Parecía una pequeña cachorra asustada o algo por el estilo.

Pero, no conozco las tierras, ni la gente, ni nada -Dijo un tanto preocupada.- No se siquiera como salir de este mugroso lugar... -Suspiró de forma leve, acercándose unos tres pasos al lobo, mirándolo fijamente.- Tú! -Dijo sonriendo animada, mostrando sus pequeños colmillos como un perro buscando jugar.- ¡Tú me mostrarás el lugar! - Era una mezcla entre pedido y obligación.- Vamos, no puedes decirme que no! - En esos momentos lucía como una histérica niña pidiéndole a su papá que le compre un juguete nuevo, era algo adorable e insoportable a la vez; además de bipolar.

Las nubes comenzaron a dejar caer sus primeras gotas. Puse cara de asqueado al sentir una correr por mi sien. Odiaba el agua, no sabía por que pero nunca me había gustado para más de lo necesario.

Me alegró ver la reacción de la licantropa, sobre sus palabras finales.

Puse mis manos en las caderas, mirándola muy sonriente.

-Muy bien, pequeña. Pues vamonos antes de que estas nubes invadan todo y acabemos empapados.

Una pequeña idea picara se pasó por mi cabeza y no me importó, durante un instante, tanto que lloviera al pensar en la mujer y sus prendas pegadas a su piel. Traté de apartar esas ideas de mi mente, cosa que no me fue difícil al recordar a Dana con una sartén amenazándome por infidelidad. Un escalofrío me recorrió por completo, haciéndome estremecer.

La miré un segundo más, parándome a analizarla. Me parecía haber escuchado el rugido de sus tripas. Mi sonrisa se tornó a compasiva, ladeando la cabeza.

-Desde aquí es un largo viaje... Lo más fácil es usar un truco que... bueno, todas las razas que conozco lo utilizamos para teletransportarnos al reino con rapidez. Yo te llevo y... tranquila, al principio marea un poco, pero confía en mi. Allí hay comida en abundancia.-terminé diciendo mientras la guiñaba un ojo.

La puse la mano sobre el hombro, aun con una sonrisa amable en el rostro y desaparecimos de aquel lugar lluvioso.

Off: vamos aquí ---> https://creatureswars.forosactivos.net/t2702-un-nuevo-hogar#45474