La calma

Chasqueé ligeramente la lengua al escuchar el comentario del demonio. No le faltaba razón, tenía que admitir, pero me habían disgustado sus palabras. Sin embargo, preferí ignorarlo... pues ahora estaba más centrada en el recién llegado...
Una sonrisa torcida y llena de travesura se contorsionó en mi rostro, pues el humano parecía haber caído en mi juego... y eso me gustaba.
Iba a responderle, con la intención de atraparle un poco más en mi tela de araña de seducción... pero entonces empecé a notar unos ciertos calambres internos –que disimulé perfectamente, pues ya estaba acostumbrada a ellos–, a pesar de que el manto de la noche aun cubriera el cielo nocturno. Era una advertencia de que el amanecer se aproximaba amenazantemente...
Estaba bastante lejos de casa, por lo que disponía de poco tiempo para encontrar un lugar en el que guarecerme durante el día. Una profunda cueva parecía la mejor opción por estas tierras, como había venido haciendo días atrás.
–Me encantaría quedarme y acompañaros, mi buen caballero... pero tendrá que ser en otra ocasión, pues ahora habréis de dispensarme, una debe retirarse si quiere volver la noche siguiente...
Y tras una pequeña inclinación, desaparecí alejándome del lugar como una exhalación, perdiéndome entre la oscuridad...