Rememorando viejos recuerdos [Lucius y William]

Una suava brisa soplaba en las ruinas del campamento de los Cazadores del Bien. Todo vestigio de una antigua sociedad estaba derruído, destruído o aniquilado por completo. Aún quedaban algunos rescoldos de fogatas. Seguramente algún grupo de bandidos que había tenido la osadía de acercarse, ahora que ya no existían los cazadores.

Paseaba pausadamente observando cada mínimo detalle. A mi derecha se encontraba Sebastian, que olisqueaba el ambiente con cierta añoranza. Realmente no había quedado nada.

*Y tras todos estos años... ¿Cuántos fueron, siete, ocho, diez? Qué importa... He vuelto para renacer de las cenizas, y para eso debo olvidar el pasado. Salvo Caeli... ¿Qué habrá sido de ella? Es posible que me deteste, al fin y al cabo desaparecí sin previo aviso y la dejé tirada...*

Mientras me encontraba perdido en mi mente me topé con un trozo de tela mugriento. Lo zarandeé ligeramente con la bota y entonces me percaté de que era un trozo de la antigua tienda principal de los cazadores. Aquello me trajo recuerdos.

Al cabo de un rato, miré al cielo, claro y limpio de nubes. Realmente era un día espléndido.

Los rumores en esta tierra se extendían mucho más rápido que el viento. Había llegado a mis oídos la noticia de que algo en este territorio estaba matando la flora y fauna autóctona. Y me había acercado a investigar el suceso, ya que para mí la vida de todo aquello que habitara Yggdrasil era importante y me preocupaba este extraño suceso. Pero la vida tuvo su origen en las profundidades del agua y todavía hoy todas las criaturas dependían de ella para su supervivencia. Como buen médico, especializado en la investigación de las propiedades curativas del agua, buscaría respuestas en dicho elemento.

Me encontraba a orillas de un pequeño riachuelo, con el aura suprimida. La corriente parecía haber sido interrumpida en algún punto de su recorrido, parecía estancada, tenía un color verdoso y sobre la superficie parecía haberse acumulado el residuo del estancamiento. Entre mis manos había un pequeño frasco, que usé para recoger una muestra del agua. Fue entonces cuando percibí aquellas poderosas auras. Me guardé entonces el frasco en un bolsillo interior de mi chaqueta de piel marrón, y reluciendo con el resto de la vestimenta en blanco, me acerqué tranquilamente hacia allí, observando a los pocos mendigos que se postraban a mis pies pidiendo limosna.

- Es mejor que busquéis otro lugar para guareceros -Le dije a uno de ellos con suavidad, al tiempo que le dejaba un puñado de monedas con delicadeza sobre las manos que tiraban de mi chaqueta-. El agua parece haber sido contaminada, la vegetación y los animales que habitan esta zona están marchitándose...

Posé con suavidad una mano en su cabeza, transmitiéndole confianza. Y proseguí tranquilamente mi camino hacia aquellas dos imponentes auras. Un hombre y un gran león que parecían buscar algo entre los restos de lo que en su día fue una de las tiendas principales de los cazadores. Mi mirada felina se agudizó por un instante. "Un hombre con una gran mascota..." Analicé, estudiando bien con la mirada a cada uno de ellos. Me daba en la nariz que no sería una casualidad que se encontraran en el antiguo territorio de los Cazadores del Bien. "Pero los creía extintos..." Todo parecía indicar que no era así.

Torcí una ligera sonrisa, sentía curiosidad por aquellos dos sujetos. Estuviera o no en lo cierto, ya resultaba un gran hallazgo.

- Dicen que aquí se encontraba la tienda principal de los cazadores del bien -Dije alzando lo suficientemente la voz como para que me escucharan. Mis pupilas habían vuelto a su forma natural, resaltando mi observadora y atenta mirada azul-eléctrica-. No suele recibir muchos turistas ultimamente.

Comencé a caminar con una sonrisa encantadora hacia el caballero, mientras la deslumbrante luz de Acrisea hacía resplandecer mis dorados cabellos.

- Mi nombre es Lucius Júpiter -Me presenté, acogedoramente extendiéndole la mano para estrechársela con grandeza-. He venido a investigar la causa del repentino envenenamiento de esta tierra.

Aún seguía vagando, relacionando cada una de las pequeñas parcelas de tierra en las que antaño había algún tipo de edificación con recuerdos agridulces de mi anterior vida. De pronto, Sebastian soltó un gruñido a modo de aviso, algo o alguien se acercaba. Una voz afable sonó a mis espaldas. Al girarme descubrí un hombre ataviado con una chaqueta marrón, unos ropajes blanco marfil y una amplia sonrisa en su rostro. Sin duda alguna tenía algo que llamaba la atención, a la vez que transmitía buenas sensaciones.

Su larga cabellera dorada y sus cristalinos ojos me recordaron de golpe a la diablesa, aunque era evidente que no era ella, pues se trataba de un hombre. Realmente sería una excesiva coincidencia que aquel (al menos en apariencia) doctor tuviera algo que ver con la princesa. Por sus palabras parecía que era un investigador, aunque poco quedaba ya por investigar en aquellos parajes. Sin embargo, pese a todo esto, Sebastian no parecía muy alegre por la aparición de nuestro visitante. Sus músculos se tensaron y comenzó a emitir tenues gruñidos. Al parecer aquel médico ocultaba algo que no me gustaba un pelo...

- Así que tierra envenenada... - dije con voz ronca e inquietante - Es la primera noticia que tengo, pues un largo tiempo ha pasado ya desde mi última visita. La guerra desoló este lugar, no es de extrañar que aparezcan semejantes sucesos, o criaturas que ocultan su naturaleza... ¿Me equivoco? - interrogué a la vez que mi guadaña se deslizaba de su funda, emitiendo un sibilante y metálico sonido que no auguraba nada bueno - ¿Quién sois y de dónde venís, Lucius Júpiter? - concluí sin modificar mi rostro sereno, aunque bien era cierto que un pesado y enrarecido ambiente había comenzado a levantarse.

Sebastian rugió violentamente y yo terminé de sacar la guadaña, posándola sobre la tierra. Cualquiera hubiera dicho que la mismísima muerte había hecho aparición...

Observaba al caballero con pinta de cazador sin borrar aquella encantadora sonrisa de mi rostro. Parecía que a su mascota no le agradase mi presencia, pero traté de centrar mi atención más en su amo. Su aspecto, con aquella gema carmesí en medio de su frente, era de lo más siniestro y aterrador. Comenzaba a notar los efectos que su aspecto, combinado a su aura y aquella mirada que me profesaba, empezaban a recaer en mí. Pero, por suerte para mí, había aprendido hace mucho tiempo a ocultar mis debilidades al mundo exterior suavizando mis rasgos y ayudándome a mantener una expresión neutral, alegre y conciliadora con un sutil reforzamiento elemental bajo la fina capa de mi piel.

Su voz ronca e inquietante casaba a la perfección con la apariencia de quien la profesaba. Que su compañero felino se sumara a su discurso emitiendo ciertos gruñidos amenazantes, terminaban de completar el cuadro que se había ido configurando en mi mente. Pero sólo una pregunta se me formulaba... "¿Cómo es posible?" Podría haberlo denominado milagro, pero estaba claro que este cazador tuviera un potencial mayor que la reputación que antaño los de su raza poseían.

Mis labios se contorsionaron pícaramente en una sonrisa torcida. Aquel hombre era mucho más perspicaz de lo que aparentaba. Aunque seguramente todavía no podría imaginarse la respuesta, seguramente sospechara que al menos un ser de luz fuera. Pero yo no había venido a suicidarme, y si este cazador procedía de la estirpe de los antiguos Cazadores del Bien, seguramente un Ángel sería de sus presas favoritas. Era evidente, que aquella información no se la rebelaría gratuitamente.

- Pongamos por caso, que ambos conocemos de la existencia de ciertas criaturas que conviven entre los humanos con tal disfraz que podrían pasar por un habitante más de su censo de ciudadanos... -Comencé, como el que narra una interesante historia, dándole un pequeño matiz de misterio a mis palabras.

Posé la mirada por un instante, enfática, en su impresionante león.

- Demos por hecho que ambos conocemos esta indiscutible verdad y pasemos al siguiente nivel... -Posé ahora mi mirada azul-eléctrica, determinada y carismática, acaparando la suya-. Dado que vos os habéis personificado en este territorio, olvidado ya de la mano de los dioses, con un acompañante de tales características, me invita a pensar que guardéis una estrecha y celosa relación con él... Lo cual, podría colocarme en una situación ciertamente comprometida si os rebelara mi origen... -Mi expresión se había ido tornando cada vez más seria y enigmática por momentos. Pero volvió a torcer una sonrisa, reflejándose un ligero brillo de perspicacia en mi mirada azul-eléctrica-. Pero algo me dice que ya lo sabéis... "O, al menos, sí una ligera sospecha de por dónde podrían ir los tiros..." -Esto último no lo dije en voz alta, pero sí lo pensé-. Mas no me considero enemigo de la Oscuridad, y por el contrario pudiera decir que guardo una estrecha relación con Ella... Aunque no la comparta...

Esto último tal vez pudiera malinterpretarse, pero prefería sembrar la duda en su conciencia... Pues, tal vez así, lograra despertar su curiosidad.

- Aunque no creo que vaya a cambiar mucho vuestra perspectiva, sí os diré que he venido aquí con afán de subsanar estas tierras. Y no querréis quitar del medio a la única persona que ha parecido mostrar interés por conservar este territorio... -La sonrisa que se contorsionó en mis labios, fue sutilmente calculada para la ocasión, demostrando en cierto modo el triunfo por haberle dado un motivo al supuesto Cazador por el que no habría de matarme-. Tal vez, y sólo en el caso de que gustárais de ello, pudiéramos trabajar juntos... Para devolverle a esta tierra el nombre que se merece.

Con esto, mis intenciones habían quedado claras aunque no le hubiera respondido directamente a la sencilla pregunta que me había formulado, pues hacerlo, como bien había planteado, podría traer muchas complicaciones.

Me di unos instantes para analizarle mientras él pudiera estar asimilándolo.

- Decidme si no os parece, señor... Oh, disculpadme, pero creo no haber escuchado vuestro nombre aún, caballero... -Puntualicé, como última instancia, poniendo ahora sí fin a mi discurso.

Mi expresión se iba tornando más sombría según aquel hombre daba su discurso. Había reconocido la existencia de las criaturas, por lo que no me quedaba duda alguna de que él era una de ellas, y aún más cuando reconoció que su origen podía ponerle en aprietos. Pese a ello, su hipnotizante mirada hacía que le escuchara aún sin tomar ninguna acción precipitada. Quizá tenía algo interesante que decir.

En el momento que mencionó la oscuridad supe con certeza que se trataba de un ser de luz, quizá neutro a lo sumo. Se atrevía a compararse con la oscuridad... y más teniendo en cuenta que se hallaba ante posiblemente una de las auras más tenebrosas de todo Yggdrasil. Solté una risotada ronca, al fin y al cabo tenía agallas.

Posteriormente quiso darme una razón para no iniciar la disputa, pero pese a ello siguió sin revelarme su verdadera naturaleza...

- Aún continuáis sin decirme quién sois, Lucius - respondí secamente -. Aunque bien es cierto que tengo un cierto apego con esta tierra, no la veo razón suficiente como para confiar en vos y en vuestras intenciones.

Con un gesto indiqué a Sebastian que se calmara. Aún quedaban preguntas por hacer antes de que comenzara la caza. Por el momento no daría mi nombre, pues quería que me respondiera antes de eso.

- Habláis de oscuridad, pero me temo que bien poco sabéis de ella. Decidme pues, ¿qué clase de contacto tendría una criatura, aparentemente lumínica, con las tinieblas?

Aún no había guardado mi arma, ni tenía intención de hacerlo hasta que no se sincerara. Si creía que con aquel discurso me había ganado, aún le quedaba mucho por aprender.

- Bueno... Lo cierto es que puedo daros varios motivos, pero aunque los escuchárais no estoy muy seguro de que cambiara algo mi situación. Aun así os los revelaré -Hice una pequeña pausa para profundizar la sonrisa, sin perder de vista su mirada-. El primero diría que amistoso con el demonio más entrañable que quizá haya conocido. Aspicious Oicilpus, ¿os resulta familiar?

No podía evitar estudiar sus reacciones a cada palabra que pronunciaba.

- El segundo motivo, podría decir que es algo más personal, pero tampoco podría explicar exactamente lo que sucedió ahí, aunque con Demian Bolkonski tuviera más que ver con los asuntos del corazón... Pero, yo creo que el principal motivo de mi estrecha relación con la oscuridad lo calificaría de... fraternal.

Seguramente esto último no se lo esperara y lograría despertar algo más su curiosidad.

- Tampoco es que sea algo muy habitual, estoy de acuerdo -Comenté, como si le hubiera leído el pensamiento-. Pero digamos que la historia se remonta al romance que mi querida madre tuvo con un demonio llamado Draihkon tiempo ha... Aun así yo nunca lo juzgué. "¡Faltaría más! Si parece que yo haya heredado ese mismo gusto y su capacidad para hallar la luz en las personas..." -Me dije esto último en pensamientos-. Sino que por el contrario la busqué por Yggdrasil sin descanso hasta que la encontré. Pues no iba a abandonar a mi única hermana, a mi única familia por entonces viva sobre la faz de Yggdrasil.

Hablaba con orgullo, se notaba que la quería. Con cada palabra mi mente se iba llenando de recuerdos y en cierto punto tuve que hacer una breve pausa para sosegar mi sofoco, pues una pequeña lágrima se había precipitado por la comisura de mi ojo izquierdo. Suspiré con cierto dramatismo, pero me ayudó a descargar el peso de las emociones que se me habían ido acumulando al hablar de ella.

- Se llamaba Caeli... Caeli et Terra, y nunca perdonaré al brujo Salem por habérmela arrebatado... -Contorsioné mi expresión en una mueca, apretando la mandíbula con fuerza e impotencia. Pero al poco esa expresión se desvaneció, dando paso a una sonrisa nostálgica-. Aunque para mí siempre será una heroína. Y no sólo porque fuera mi hermana, sino porque su corazón guerrero era indomable como la tempestad, aunque en momentos de calma la luz de su corazón no tenía límites... Ya que fue capaz de dar su vida por los suyos...

Ya no me importaba lo que pensara el cazador, pues con la mirada perdida en el horizonte, dejé que aquellas lágrimas silenciosas pero cargadas de todo lo que sentía por mi hermana.

En primer lugar mencionó a Aspicious. Realmente aquel demonio era un estirado, pero bien era cierto que le tenía que agradecer muchas cosas, por lo que de cierta manera le tenía aprecio. Sin embargo mi semblante no varió en lo más mínimo al oír su nombre. Aquello no me decía nada.

Después mencionó a un tal Demian Bolkonski, personaje al que yo no conocía. Por supuesto esto no hizo más que aumentar mi furia contenida. Aquel hombre estaba empezando a cansarme, y más aún cuando comenzó a hablar de sensiblerias sobre su hermana y su familia y empezó a lloriquear. Ya estaba a punto de cortar su discurso para con presteza revanar su cuello cuando de pronto mencionó algo que me paró en seco.

"Caeli". Según aquel médico, la única mujer a la que había amado realmente estaba muerta.

*Caeli... Caeli... Muerta... Muerta... MUERTA... Arrebatado, me la han arrebatado. Muerte... Muerte... ESTO SIGNIFICA MUERTE... MUERTE. VENGANZA* retumbó en mi cabeza

Mis sentidos se nublaron por completo. Una ola de dolor nos sacudió violentamente. Sabastian comenzó a rugir violentamente como nunca lo había hecho, por el vínculo que nos unía y por el aprecio que él también tenía a la diablesa. Antes de que me diera cuenta mi gema estaba refulgiendo de un color escarlata como pocas veces había hecho. Una bruma negra y pesada se había levantado, tomando la forma de una siniestra y mortal calavera que se cernía sobre los allí presentes.

Cuando me quise dar cuenta mi guadaña estaba en el cuello de Lucius, como si aullara acechante por beber el rojo espeso. Sin embargo solamente se hundió ligeramente en la carne, dejando correr un pequeño hilillo de sangre. Una voz gutural y antinatural salió de mi garganta.

- ¡ÁNGEL! ¡ERES UN MALDITO ÁNGEL! - lo único que Lucius podía contemplar en aquel momento era un halo totalmente aterrador de un color rojo oscuro, formando imágenes de muerte y transmitiendo sensaciones de pavor y horror. La parca se había presentado finalmente, y su mascota mostraba unos ojos inyectados en sangre y colmillos rebosantes de baba - ¿¡DÓNDE ESTÁ SU CADÁVER!? ¡DIME DONDE COÑO ESTÁ SU PUTO CADÁVER!

Mis pensamientos estaban centrados en el recuerdo de mi querida hermana. No había sido el mejor momento para abstraerme, pues el cazador aprovechó mi desprevención para pillarme por sorpresa.

El sentido del tacto al recibir el corte fue lo que me hizo despertar...

Pestañeé para volver en mí, afilando las pupilas al tiempo que desviaba la mirada todo lo que podía hacia el cazador, sin mover la cabeza, pero reforzando con mi control elemental aquella parte de mi cuello en la que había sentido el roce de la fría y cortante hoja de la guadaña de oscuridad del cazador; movilizando el agua de las células de aquella zona de mi cuerpo y haciendo que se congelaran para que el filo de la guadaña no pudiera hundirse más en mi piel. Instantáneamente elevé mi aura, mostrando y confirmando ya inevitablemente la naturaleza angelical de mi ser, para contrarrestar la infecciosa oscuridad que a través de la hendidura que había trazado en mi cuello, penetrase a mi interior.

Ya no tenía mucho sentido ocultar mi identidad, pues el cazador, con lo que le había referido, había sacado sus propias conclusiones demostrado ser mucho más perspicaz de lo que parecía, acusándome sin ningún escrúpulo de ser un ángel.

Y había acertado... Lo que seguramente no se esperaría era con qué clase de ángel se habría llegado a topar... Pues mi aura no ascendió más allá del nivel de un común, lo suficiente para contrarrestar aquella pequeña oscuridad que había intentado penetrar a mi interior. Sin embargo, y para que no sospechara, preferí no sanar el corte, aunque sí protegiera mi cuello de su hoja.

Pero lo que yo no me esperaba era que el cazador hubiera reaccionado de aquella manera al hablarle de mi hermana. Lo cual, me mosqueó al escuchar su inquisidora exigencia, y mi semblante se endureció frunciendo el entrecejo desconfiado.

Sería la primera y la última vez que me alcanzaría desprevenido. Nada se escapaba a mi buena visión, lo que me permitía estar un paso por delante de las circunstancias y no dejar que me afectara ninguna clase de intimidación o método de persuasión, y mantener la mente todo lo fría que se la pudiera tener, o más si cabía.

Por su reacción, imaginaba que el cazador tendría a mi hermana en una buena estima, aunque desconociera el motivo. Y aquello, me había salvado la vida...

- Si... te lo digo... -Comencé a decir con voz grave aunque suave y prolongando calculadamente las palabras en las pausas-. ¿Me dejarás libre... y... con vida?

No me agradaba en absoluto rebelarle el paradero de la sepultura de mi hermana, mucho menos sin conocer sus intenciones. Pero las cartas estaban sobre la mesa y yo acababa de jugar mi baza. Si tenía claro lo que le convenía, me dejaría con vida; de lo contrario me llevaría dicha información a la tumba. No me haría cambiar de parecer.

La actitud victimista del ángel me repugnó sobremanera. Si algo detestaba es que la caza fuera de aquella manera. Me gustaba que mis presas sintieran miedo y desesperación, pero en este caso no se trataba de eso... De algún modo sentía que el médico se burlaba de mí. Sin embargo, poseía una información altamente relevante, por lo que debía calmar mis ansias asesinas.

Algo me decía que, aunque yo tenía la guadaña sobre su cuello, era el ángel el que realmente tenía la sartén por el mango. No había cosa que me desagradara más que eso, pero tenía que dar mi brazo a torcer si quería hallar el paradero de la diablesa. De este modo, la gema de mi frente se fue apagando poco a poco y la nube densa y oscura que me rodeaba se disipó. Pese a ello, no bajé la guardia en ningún momento. Un cazador siempre estaba alerta, y bien podría tratarse una trampa.

- Muy bien - respondí toscamente, como si de un escupitajo se tratara -. Por esta vez lo dejaré pasar, dadas las circunstancias - recogí la guadaña, a la vez que Sebastian relajaba ligeramente su expresión, mas aún ambos seguíamos en tensión y expectantes por si la situación daba un giro dramático -. Llévame ante el cuerpo de Caeli, y más te vale no tramar ningún tipo de jugarreta... Aquellos que lo han intentado están ahora criando malvas... - concluí amenazante. Era evidente que la situación me gustaba tan poco como a él.

Permanecí inmóvil y a la expectativa de la respuesta que daría el cazador. Y ésta no me sorprendió en absoluto... Había calado bien al cazador, aunque todavía no fuese capaz de adivinar porqué tendría tanto interés en saber dónde había sido enterrada mi hermana.

Apartó la guadaña de mi cuello, pero yo no esbocé sonrisa alguna sino que permanecí en un principio igual de firme, serio y duro, a pesar de que en mi interior saltara del triunfo. Como tampoco moví un solo músculo hasta haber escuchado de sus labios la confirmación de que me liberaba.

Con tranquilidad, relajé la tensión de mis músculos y me di la vuelta con la misma parsimonia, posando en el trayecto y por un instante la mirada en su mascota, terminando por regresar a los ojos de su amo, impenetrables.

- Descuidad, soy un hombre de palabra -Respondí, con firmeza-. Y mientras vos mantengais la vuestra, yo no habría de romper la mía... -Añadí, con cierta suspicacia.

Tras lo cual, hice ademán de agarrarle el brazo, junto al hombro. Pero me detuve en el último instante.

- Disculpad, ¿me permitís? -A pesar de habérselo preguntado, como muestra de cortesía, no esperé a que me respondiera, pues había asumido que aceptaría.

No me hacía cargo de su mascota. El cazador había pedido por él, y realmente me importaba bien poco si nos seguiría o no.

El cazador y yo, desaparecimos en un destello de luz.

__________

FDI: Vamos a aquí.

Lancé una mirada penetrante al ángel. Por su gesto deduje que iba a teleportarnos, lo cuál me resultaba desagradable, teniendo en cuenta que era un ser de luz. Incluso podía debilitarme, lo cuál no era aconsejable, y más aún cuando Sebastian se tenía que quedar allí. Aquello era una de las cosas que más detestaba en el mundo, separarme de mi mascota, pero no me quedaba más remedio.

- Un momento - respondí escuetamente.

Me acerqué al león y tras agacharme acaricié cariñosamente su melena y le susurré al oído:

- Lo siento Sebastian, será mejor que vuelvas a casa. Te prometo que volveré a por tí cuanto antes.

Después me incorporé y esta vez mi rostro se desencajó con un profundo malestar. Necesitaba ver su cuerpo, necesitaba cerciorarme de que era verdad, pues para mí todo aquello era una vil patraña. Armándome de valor asentí a Lucius y juntos nos marchamos hacia nuestro destino.