Amalia regresa al Cielo

Después de aquella visita al Infierno, me sentía feliz de encontrar a mi madre, pero también estaba inquieta. Dijo que vendría a verme en cuanto pudiera, pero habían pasado casi 1 mes ya y no había noticias de ella.

Ahora estaba en la sala común de nuestro templo, escondida en una salita pequeña, con mis piernas abrazadas, y con la mirada perdida, aunque no faltaba una sonrisa coronando mi rostro. Era como si me hubiera sumido en mis pensamientos. Andaba con el pelo algo alborotado, por el nerviosismo no me había detenido a adecentarme correctamente como debiera. Tampoco había salido de mi cuarto en esta última semana.

A pesar de ello, estaba bien vestida y cuidada, a excepción de mi pelo.

Ya se adentraba la noche poco a poco, y no probaba bocado en lo que llevaba de día.

De repente, oí que golpeaban con los nudillos en la puerta de madera, y desvié mi mirada nerviosa hacia ella.

¿Quién es?

No hubo respuesta, pero la puerta se abrió, y apareció una mujer de cabellos color chocolate, de aspecto algo mayor, y con una mirada de aspecto vivaz. Al principio me quedé congelada en el sitio, pero luego me levanté de un salto, y me abracé a esa mujer con animosidad, afectuosamente, revolviéndome más el pelo de lo que ya estaba. La mujer decidió abrazarme también, con cariño y ternura maternales, acariciándome la cabeza.

¡Mamá!¡Te he echado tanto de menos!¡Estaba deseando que vinieras!¡¿Por qué has tardado tanto?!
Pregunté, simulando molestia, mientras enterraba mi rostro en su pecho, cálido y blando, donde podía oir los latidos de su corazón. Me encantaba oir los latidos del corazón de otra persona. Era muy relajante, te daba una sensación de calidez muy especial, y además, me hacía sentir muy cercana a esa persona.

La mujer me acarició el pelo, levantándome la barbilla con la otra mano, y me miró con sus ojos azules brillantes.

Bueno, estuve recogiendo mis cosas. Oficialmente, regreso al Cielo, para quedarme para siempre, mi niña.

Repuso ésta sonriendo con ternura. Después me soltó, y me senté en la cama, con ella al lado, y me acurruqué en su regazo. Hacía tantos años que no hacía eso con mi madre Amalia... Ni siquiera lo recordaba, solo sé lo que me contó el abuelo.

Amalia no dejaba de acariciar el pelo a su hija, y con la otra mano su espalda cálida.

Hija, tranquila, ya no me voy a ir más, te lo prometo.

Estando en su regazo acurrucada, sonreí para mí. Me sentía llena, calmada, relajada, querida... NUnca antes lo había sentido de esta forma.

Ahora que estás aquí, tengo que contarte muchas cosas... Entre ellas... Madre, me voy a casar Repuse sonrojándome con timidez, como si fuera un secreto que se me escapara de mis labios sin querer.

Amalia sonrió sorprendida, y me miró a los ojos con tranquilidad.

¿Cómo se llama el afortunado que te tendrá a su cuidado?

Lucius se llama. Es un hombre muy guapo, rubio, de ojos azules brillantes... Y un amor. Me cuida mucho, mamá

De repente, se le borró la sonrisa de la cara a Amalia en cuanto le nombré, y su actitud se volvió seria a medida que describía a Lucius.

No será... Calei Lucius Júpiter ¿no?

Me levanté de su regazo, y le miré a los ojos, sorprendida.

¿Cómo lo sabes?

Amalia tragó saliva, y me sostuvo de los hombros, mirándome con atención, casi como si fuera a decir algo importante.

Maya... Calei...Es mi sobrino, el hijo de mi hermana.... Tu primo, Amy...

Tragué saliva, y me llevé una mano al pecho, como si me hubieran clavado una estaca que quería arrancarme. El silencio inundó la sala. Yo no lloraba, pero sentí algo removerse en mi interior. No sabía qué decir, no sabía qué hacer. Los sentimientos se me cruzaban, y no sabía claramente cuál era el que resaltaba entre todos ellos. Amor, cariño, ternura... ¿Y ahora qué hacía?

Al final, cuando un rostro que casi parecía que se debatía entre las ganas de llorar y la autocompasión apareció, Amalia recogió a Amy entre sus brazos, y la acunó en su regazo con cariño, mientras que Amy al final no pudo soportarlo más y derramó lágrimas y lágrimas sobre ella, sin agarrarse, sin fuerzas.

Había sido todo... tan extraño

Había estado bastante ocupado con los preparativos para la pequeña boda. Quería que para Amy fuese todo una sorpresa, por eso le había dicho que me esperara, que yo iría a buscarla en cuanto lo tuviese todo dispuesto y listo. Y, cumpliendo mi promesa, fui a buscarla hasta su casa en el Territorio Renegado del Cielo.

Nunca me había sentido tan entusiasmado y tan nervioso al mismo tiempo. Era como si fuese un adolescente que no cabe en sí de la felicidad. Suprimí mi aura para así poder localizar la suya, pero no sólo la localicé a ella, sino también percibí un aura que hacía eones que no sentía en el Cielo... De hecho, no podía haberlo asegurado, pero... la creía muerta...

El pulso se me aceleró mucho más de lo que estaba por el nerviosismo de la boda, olvidándoseme que había venido a buscar a Amy para casarme con ella ese mismo día, pues... el vuelco que me dio el corazón al percibir el de aquella ángel, no era descriptible con palabras.

Eché a correr, como si la vida me fuera en ello, hasta el lugar en el que las había sentido y abrí la puerta de golpe, deteniéndome ante ella respirando con violencia. Mi mirada estaba fija en la mujer mayor y abierta de par en par. "Sí... de espaldas se parece a ella..." Los ojos se me humedecieron...

- ¿Tía... Amalia? -Pregunté con un nudo en la garganta.

No me había fijado en que Amy lloraba en sus brazos... Estaba en shock, impresionado como si acabara de ver a un fantasma, pero al mismo tiempo colmado de felicidad y nervioso como un flan e impaciente como un niño pequeño, deseando que se diera la vuelta para poder verle la cara y confirmar que fuera ella...

Al oir la puerta abrirse de golpe, ambas mujeres se giraron hacia Lucius. Amalia sonrió débilmente, y Amy no podía dejar de llorar.

Me levanté velozmente y me fui corriendo por la puerta, con las manos limpiándome las lágrimas de mis mejillas, y le di un codazo en el proceso sin querer a Lucius mientras desaparecía de la sala. Ahora mismo no quería estar con él. Porque me sentía feliz con su presencia, pero... Había tantas cosas que no tenía claras que no sabía qué hacer.

Así que desaparecí de la sala, dejando a mi madre y al que iba a ser mi amado, y mi primo, asolas en el cuarto, mientras gemía con el llanto en mi huída.

Amalia se levantó del sillón y se dió la vuelta para acercarse a Lucius, y le puso las manos sobre los hombros, mirándole con aquellos ojos grises tan vivos como siempre, no así como su rostro, ahora un poco afectado por el tiempo pasado en el infierno.

Sobrino... ¿Qué tal estás? Repuso con uan sonrisa apagada. Estaba feliz por Lucius, pero le dolíoa ver a su hija así

Aquella amplia sonrisa no tardó en apagarse, tornándose en un cierto desconcierto al ver a Amy salir corriendo envuelta en lágrimas.

- ¿A-Amy...? -Pude apenas pronunciar en medio del shock, viendo cómo se escapaba de mis manos y se alejaba corriendo. Me sentía lleno de dudas e impotente por la repentina marcha de Amy llorando. Me volví hacia mi tía Amalia-. ¿Qué le sucede? ¿Por qué se ha ido así? Pero, lo más importante... -Mis preguntas iban en aumento-. ¿Cómo es que os conocéis? ¿Qué le has contado para que se marchara así tan afligida?

No me había dado cuenta, pero mi respiración se había vuelto un poco ansiosa por todas aquellas dudas. Al darme cuenta de ello traté de respirar hondo para sosegarme. Me acerqué a la mujer y la abracé con cariño. Después, le tomé ambas manos entre las mías y le miré a aquellos ojos que tanto me recordaban a los de mi propia madre.

- Pues... Feliz y... confuso, muy confuso... -Dije entornando la mirada, como si de repente me hubiese entrado jaqueca-. Son muchas las preguntas que se me plantean... ¿Dónde has estado todo este tiempo? Ni siquiera imaginaba que hubiera podido sobrevivir alguien más de mi familia a la Guerra contra los Ángeles Caídos... No he tenido noticias tuyas en todo este tiempo... ¿Por qué no regresaste?

Me extrañaba muchísimo todo esto. ¿Realmente no sería un sueño? No, las lágrimas de Amy me habían parecido muy reales.

- Y... Amy... -Me sentía muy aturullado-. Había venido a buscarla... Justo acababa de terminar todos los preparativos para nuestro enlace... Y quería darle una sorpresa... Pero la sorpresa me la he llevado yo al verte. ¿Acaso Amy tiene dudas sobre nosotros?

Todo era demasiado confuso.

OFF Ahora hablo en primera persona desde el punto de vista de Amalia para faciitar las cosas, ya que estoy acostumbrada a postear en primera persona.

ON

Vi que las preguntas se sucedían una tras otra en los labios de Lucius, agolpándose y atragantándosele en sus cuerdas vocales. Me acerqué hasta él y le puse las manos en ols hombros, dándole un calor tímido pero relajante.

Tranquilo, Lucius. Relájate

Pero después de eso le abracé con amabilidad y cariño, apretándole con fuerza la espalda. Podía estar algo mayor, pero seguía teniendo fuerza en mis brazos.

Entonces le solté despacio, y le miré a los ojos azules eléctricos que él tenía. Sin duda, como su padre.

De nuevo, tras soltarle suavemente, se empezaron a agolpar sus preguntas nuevamente, pero mantuve el silencio todo el rato.

Tomé a Lucius de las manos, y me lo llevé al sillón y le hice sentarse en él, y yo me senté enfrente a él, mirándole con mirada calma. Solté un suspiro, y tras juguetear con mis dedos, alcé mi voz suavemente.

Verás sobrino. Todo a su tiempo. Te contaré primero mi historia, y luego ya te hablaré de Amy. En primer lugar, tuve un altercado hace tiempo con los demonios, no así con el Rey de la época. Cuando eso ocurrió, yo me fui de aquí, y desaparecí, como bien sabes. Me quedé en el Infierno, al cobijo del Rey Demonio, y he sobrevivido allí hasta hace poco, cuando Amy me encontró allí. Le prometí visitarle y aquí estoy

Repuse tomando aire, y cerrando los ojos, dejando caer mis manos sobre mis piernas.

Entonces le volví a mirar, ladeando la cabeza suavemente.

Vine a visitar a Amy, y me contó que os íbais a casar. Sinceramente, fue una gran sorpresa para mí que os fuerais a casar. Pero antes de decirte el por qué. ¿No te dijo tu madre que yo tuve una hija?

Hice una pausa un tanto dramática, y me incliné hacia delante, algo confidente.

Esa hija mía es tu prima por tanto. Amy es tu prima, Lucius. Yo soy su madre... De eso le conozco. Hacía muchos años que no veía a mi niña, y quería verle, abrazarle, y darle mimos como a ella sé que le gusta. Pero salió el tema y tuve que contárselo..

Tomé aire una vez más, y le tomé el rostro a Lucius, mirándole a los ojos.

Cuando ella se enteró de eso...tuvo un choque de sentimientos. Al principio sonreía, pero luego empezó a llorar y a llorar. Una tormenta emocional se desató en ella. Ella no sabía qué pensar. Todo eso lo sé porque soy su madre, puedo sentir todo lo que ella siente con solo mirarle y tenerle cerca

Callé y me eché hacia atrás contra el respaldo del sillón, soltando el rostro de Lucius y mirándole con atención. No quería que se entristeciera el también, pero tenía que estar atenta a su recepción

Amalia trató de tranquilizarme. La escuché con atención, todo lo que me contaba, aun así surgiéndome nuevas dudas al respecto. "¿El Infierno?" Así que ahí se había ocultado...

- Pero, tía Amalia... -Comencé a decir, asustado y preocupado-. Has estado demasiado tiempo expuesta a la oscuridad... ¡Y eso mató a mi madre! La oscuridad, si no te mata, te transforma... y te hace caer al Limbo... -Dije agarrándola con fuerza el brazo, no era consciente de la fuerza que estaba imprimiendo-. No seas tú quien traicione a tu raza...

Apretaba la mandíbula con fuerza, debido a la preocupación y la impotencia que estaba sintiendo en este momento. Ella ya se había expuesto a la oscuridad, no creía poder salvarla de su propia muerte inminente... Podía ver los efectos de la oscuridad ya habiendo calado su alma, estaba desmejorada, ojerosa, débil... Por más que ella se esforzara en mostrarme su mejor cara. A mí no podía engañarme. Ya era demasiado tarde. Aquella era la peor enfermedad que podía acaecer a un Ángel...

- No, teníamos prohibido hablar de los renegados bajo el reinado de mi padre... Lo poco que supe de ti en su día, me ayudó a salvar a mi hermana, si aun lo recuerdas... -Esclarecí, aun afligido por la historia y ciertamente enojado con ella por haber elegido el Infierno como lugar para esconderse.

Lo que no entendía era lo que habría llevado a dicho Rey Demonio a acogerla. Resultaba totalmente irracional... Los Demonios eran nuestros enemigos naturales, me resultaba mucho más fácil pensar que hubiera sido su prisionera y ella hubiera preferido enmascarar la verdad, para seguir pareciendo una heroína.

Pero entonces, llegó la noticia que podría decir que por unos instantes me mantuvo en el limbo entre la vida y la muerte. Me faltó el aliento... "No..."

- No, no, no... ¡¡¡NOOOO!!! -El grito desgarrado que salió de mi garganta, prácticamente se llevó todo el aire que restaba en mis pulmones, rasgándome la garganta sin remedio-. No, Amalia, dime que no es verdad... ¡¡¡DÍMELO!!!

Las lágrimas, la impotencia, la ansiedad, la rabia... eran tantas las emociones que se habían arremolinado ahora y afloraban por doquier, incontenibles, que no era capaz de controlarlas...

Pero yo sabía que no iba a obtener una respuesta más esclarecedora de la que ya me había dado. Aunque en el fondo me aferrara a la esperanza de que así fuera... En vano.

Me puse en pie con brusquedad y me alejé hacia la puerta, apretando los puños con fuerza, mi rostro estaba enrojeciendo por toda la rabia que estaba conteniendo en aquel momento.

- ¡Ojala te hubieras quedado en el Infierno! Y nunca hubieras regresado... -Solté entre dientes en un susurro casi inaudible antes de marchar.

En el fondo, no lo sentía, no le hubiera dicho eso en otras circunstancias. Pero no podía en este momento evitar convertirla en la culpable del peor de los males que me podía acaecer. Aquella información me cambiaría la vida, me gustase o no. Ya no podría casarme con Amy... Mis planes de futuro se desmoronaban... Necesitaba tiempo para pensar y aclararme.

¿Qué más...? ¿Qué más desgracias podían sucederme de aquí en adelante...? ¡¿No había pagado ya suficiente?!

"¡Zetros! ¿Es éste el castigo divino por no servirte a ti? ¡¿Es éste y TODO por lo que me has hecho pasar, MALDITO BASTARDO?!" Maldecía mientras salía del territorio renegado. "¡Algún día me las pagarás...! LO JURO, ¡por la tumba de mi madre!"

Lucius parecía preocupado hablándome así, después de que le contara lo de mi residencia allá en el Infierno. 30 años de mi vida, algo me había afectado sin duda. Pero me había acostumbrado a ello. Una chica demonio además me había ayudado a integrarme allí. Pero eso no importaba ahora.

Tranquilo, Lucius. Llevo ya 30 años allí. Si no me he muerto ya, es que de alguna forma me he acostumbrado, pero sigo siendo un ángel, aunque algo afectada por todo eso. Pero no te preocupes por mí

Entonces escuché el resto de lo que él decía. Parecer que estaba enfadado conmigo, y no era de extrañar. Pero ¿A dónde ir? Los hechos que acontecieron en el cielo no me proporcionaban nada de seguridad, y menos aún a mi hija. Tenía que mantenerla oculta, y huir de allí. PEro eso no se lo podía explicar a él. No lo entendería.

Entonces oí su grito, y vi su cólera. MI mirada se entristeció a medida que seguía gritando. No hice un intento de detener sus palabras ni de detener su caminar. Se fue de allí, mandándome al infierno y deseando no haber vuelto nunca. Sus palabras me hirieron profundamente, pero sobreviviría a eso. Él tenía que comprenderlo, y estaba claro que no lo había entendido.

Suspiré. Tal vez no fue tan buena idea contárselo a mi sobrino y a mi hija. Eran felices en la ignorancia, y la verdad daño les hizo. Soy la culpable de ese daño, porque era la única que lo sabía. Podía haber muerto, y nadie se hubiera enterado jamás.