Un nuevo hogar (solo ángeles)

Había sido un viaje agotador, mucho mas que cualquiera que hubiese echo nunca. Mis alas no estaban acostumbradas a hacer tan largos viajes y sin embargo parecía como si pidiesen aun mas movimiento del que habían tenido. Posé mis piernas en el suelo guardando todas las alas de mi cuerpo. Miré hacia todos lados con los ojos brillantes, todo era tan puro tan elegante y a la vez reservado, aun que no recordaba mucho de mi infancia todavía sabría moverme levemente por el lugar, o eso creía.

Me adentré en cuanto me acerqué a los guardas que me abrieron las puertas sin problemas, al fin y al cabo yo también era un ángel, como ellos. Mi mirada inexpresiva se iba clavando en cada persona que me iba encontrando mientras que ellos con una expresión extraña en sus caras me saludaban. "¿Que hacen?" pensé observando sus caras con detenimiento. Estaban haciendo gestos realmente extraños con sus caras, gestos que incluso se me antojaban grotescos.

Mis pasos me llevaron a una gran plaza, antes de un castillo completamente hermoso, de muros grandes y aparentemente fuertes. Entré sin mucho esfuerzo quedándome parada delante de la puerta, admirando cada pequeño detalle grabado, cada palabra y cada color en el inmenso espacio. Pronto y antes de que pudiese darme cuenta de su presencia, unos pasos se escucharon muy cerca de mi, alertándome y haciendo girar mi cabeza suavemente. Mi cara y ojos inexpresivos se dirigieron a esa figura sin miramientos.

En uno de mis tantos paseos por la bella plaza del Cielo, trataba de olvidar los hechos que acontecieron hace poco. Al menos, ya no me tenía que ocupar de las cosas grandes, pero... Saber lo que me comunicó mi madre me dejó extraña, muy extraña. No sabía qué sentir, no sabía qué hacer. Pero de momento era mejor dejar de pensar en ello, puesto que no lo iba a arreglar así. Entonces, mientras me acercaba al centro de la plaza,oía un rumor. Un cierto murmullo despertó en los ángeles de la plaza que entre ellos musitaban palabras de sorpresa, agrado, desagrado, y opiniones muy variopintas. Me preguntaba a quién irían dirigidas dichas opiniones, pues era un total misterio para mí.


Acercándome al centro de atención de la gente, pude ver a una chiva joven, de cabellos morenos y piel clara. Tenía unos ojos azules brillantes, como el color del cielo cuando el sol estaba en lo más alto en un día soleado y sin nubes. Además, parecia menudita y chiquitita. Y su rostro tan coqueto me daba muchas ganas de abrazarle, pero ante todo, tenía que mantener la compostura ante una chica que no conocía.

Ella se fue acercándose hacia el Templo, y yo le seguí, para saludarle y darle la bienvenida al lugar. Antes siquiera de decir nada, o hacer un gesto, o tocarle, se giró y me observó directamente a los ojos, con la mirada penetrante, sin expresión. Me quedé paralizada en ese momento, puesto que no sabía cómo responder ante algo así, y entonces, al tratar de hablar, abrí los labios, sin poder emitir sonido alguno durante unos instantes. Mis ojos estaban totalmente abiertos, y mis pupilas se habían quedado tan pequeñas como una motita de polvo.

Tras trabarme un poco al arrancar a hablar, mis palabras empezaron a fluir a trompicones.

Ho-hola... He visto que acabas de llegar y bueno.... QUería decirte que eres bienvenida al cielo... Me llamo Amy Sunie. ¿Puedo preguntarte cómo te llamas?

Pregunté tratando de esbozar una sonrisa y quitarme el nerviosismo por su mirada, colocando las manos sobre mi vientre, para tratar de relajar mis músculos.

ah...- Susurré al verla llegar ante mi, era una chica bella, algo mas mayor que yo intuía, pero aun así no me dejé llevar por las apariencias. Hice una breve inclinación de cabeza antes de verla de nuevo. Mi cara no mostró un mero atisbo de toda la curiosidad que mantenía recogida en mi interior.

Me acerqué un poco observándola detenidamente antes de hablar -¿Que estas haciendo con tu cara?- Susurré. La mayor parte de la gente había echo lo mismo y yo no reconocía en absoluto la expresión, de echo me parecía una mueca sin sentido alguno.

Entonces me aparté un poco -Un placer conocerte, mi nombre es Maia Akise, acabo de llegar como has aclarado- Volví a hacer un gesto en señal de saludo -Estoy buscando al rey de estas tierras, he pensado que sería ideal y lógico dada mi condición de desaparecida desde hace tantos o no tantos años de mi marcha- Mi voz era completamente neutra y pausada, como si las palabras fuesen simplemente soltadas para información general.

-¿Eres tu la reina de estas tierras?- Concluí, poniendo ambas manos en mis caderas.

La chica parecía bastante educada a juzgar por su inclinación de cabeza, lo que me hizo sonreir más y cerrar los ojos con cariño, aunque me extrañaba ciertamente que no tuviera un rostro demasiado expresivo.

Pero entonces oí que se acercaba, y abrí los ojos, sin dejar de sonreir, y vi que estaba cerca de mí, observándome cual científico observa su especímen, y me preguntó algo que me dejó extrañada. ¿Lo que yo hacía con mi cara? Solo andaba sonriendo. ¿Acaso esta chica no sabía lo que era una sonrisa? Si era así, tenía un problema gordo. Como ángel no podía permitir esa infelicidad.

Pero antes de nada, dejaría que terminase de hablar. Se presentó como Maia Akise, y parecía ser que hacía tiempo que no se había presentado en el cielo. Pero su forma de decirlo... Me incomodaba ciertamente. ¿Qué le pasaba a esta muchacha?

Mi voz adquirió un tono de preocupación, y mi sonrisa se fue borrando lentamente, mientras me agachaba un poco y le miraba a los ojos con la mayor intensidad posible, como si tratara de ver en su interior.

Yo estaba sonriendo ¿No sabes lo que es una sonrisa?

Entonces me erguí de nuevo, y junté las palmas de mis manos, inclinando la cabeza a un lado sonriendo.

Qué nombre más bonito, Maia. Yo me llamo Amy Sunie. Y bueno... No soy la reina.. al menos oficialmente. Pero conozco al Rey...

Dije con algo de pesadumbre. Los nuevos datos que aparecieron a la luz hace no dmasiado tiempo aún me incomodaba recordarlo, a pesar de que le tenía mucho cariño a él.

¿Te gustaría que te llevara con él?