(Misión)Fiesta en la taberna

[[ Los soldados no tardan en volver a irrumpir la bulliciosa taberna de Eliria, que ya se temía su regreso.

Los hombres son numerosos,un total de 7 entran bruscamente y se dividen entre carcajadas. El primero coge al camarero por el cuello de la camisa y lo arroja por la barra hasta chocar contra la pared dejándolo noqueado. Se introduce en el interior,y empieza a repartir a sus compañeras bebidas exclusivamente alcohólicas.
Estos las cogen y vuelven a dividirse pensando en que harán seguidamente.]]

Una misión era una misión, y aunque fuera bastante estúpida, si la había encargado no tenía más remedio que cumplirla. Indiqué a Sebastian que se quedara en la puerta de la taberna, y que entrara cuando le diera la señal. Entré con paso decidido y me encontré el panorama.

- Veamos, veamos - comentaba mientras echaba un vistazo al lugar - ¿Quiénes son la escoria que esta armando jaleo aquí?

Allí estaban los soldados amenazando a todo el que se les acercara y haciendo la vida imposible a los camareros y a los clientes.

- Si por mí fuera, estaría junto con vosotros liándola, pero como tengo que cumplir una misión... debo pediros pacíficamente que os marchéis del lugar si valoráis vuestras vidas - amenacé encogiéndome de hombros. No es que me hiciera excesiva ilusión todo aquello.

(OFF: Hasta ahora todos los clientes están vivos e intactos,si no quedaran clientes la misión sería fallida.)
ON:

Parte de los soldados,que ya han empezado a coger a la fuerza a un par de mujeres, te ven entrar,y al escucharte no pueden hacer otra cosa que reírse de ti.
-Este corral ya tiene gallos,y esos somos nosotros,así que da media vuelta ahora que todavía conservas tus piernas- contesta el que permanece tras la taberna.

Dos de los soldados se cruzan de brazos,sonrientes, a la espera de tu reacción.]]

OFF: Ok, editado.

ON:
Solté un largo suspiro.

- Os he avisado, sed conscientes de las consecuencias que acarrean vuestra actitud.

Acto seguido aumenté mi aura hasta la de un maestro, lo suficiente como para que mi gema no comenzara a refulgir violentamente, aunque si se notaba un cierto resplandor rojizo. Sin desenfundar mi espada corrí hacia el primero de los soldados que se encontraba de brazos cruzados y aticé con fuerza una de sus costillas con un puñetazo circular. Debido a mi arduo entrenamiento en artes marciales, "El camino de la mano vacía" (o también conocido como Karate), el golpe asestado dejaría a la víctima sin respiración al menos durante unos segundos. Sin mediar palabra realicé un encadenamiento y elevé mi pierna derecha a su nuca, arremetiendo con el talón. Sin lugar a dudas, eso dejaría inconsciente a cualquier humano sin entrenamiento, aunque quizá al tratarse de un soldado soportaría el dolor.

- Maldita escoria... Y os hacéis llamar soldados... - solté tras realizar las dos técnicas.

El soldado cayó de bruces al suelo,tosiendo fuertemente mientras te maldice en voz alta.

Dos de los otros soldados se ponen alerta,cogen dos barras de metal que habían depositado sobre las mesas y sonrientes,se lanzan ambos a por ti,golpeándote por ambos lados,a las costillas,mientras que el que habías derribado aprovecha para hacerte perder el equilibrio tirando de una de tus piernas.