~ Ascensión ~
El Fin de Yggdrasil
Reinaba la más absoluta calma, las pobres almas del Cielo se habían apagado, pues de algún modo ya nada era lo que fue antaño. Aun me pregunto qué pudo ser, pues el cómo la mayor maldición de todas las que nos habían acontecido había aparecido era algo incognoscible.
Pero aquellas eran las limitaciones del resto de los mortales.
Gehena crepitaba como las fauces del Averno. Los volcanes y el olor a azufre del Infierno vinieron a mi mente rápidamente. Jamás los volvería a ver. Así pues, apartando estos nostálgicos pensamientos de mi mente me adentré en la última de las aventuras, que no sería otra que la búsqueda definitiva del conocimiento divino, del génesis, de la última piedra de la sabiduría.
Esta andanza era totalmente diferente a todas las anteriores, en esta ocasión nadie me acompañaría, nadie podría notar mi ausencia. Sin embargo aquello no me entristecía en absoluto, ya que el fin máximo de mi existencia estaba en el culmen del largo y tortuoso viaje.
La cueva que se encontraba ante mí se mostraba abierta, como si los dioses me invitaran a entrar. Al fin y al cabo ya era lo único que les quedaba... Pese a lo que podía esperar a priori, y a diferencia de las anteriores ocasiones, el camino hacia el interior no resultó complicado, aunque la nada más excelsa engullía el lugar, sin paredes, sin techo, y solo la oscuridad impenetrable me acompañaba. Un silencio sepulcral invadía la enorme cavidad, ni siquiera las llamas de
Gehena apartaban la negrura, ni el suave aleteo de mis alas producía sonido alguno.
- Te tomaste tu tiempo para llegar a este lugar... - se escuchó una potente voz femenina desde ninguna parte
-. Aspicious Oicilpus, ¿qué te hace pensar que obtendrás lo que buscas con tanto ímpetu? Lo que ansías no es asunto de seres como tú, deja estos terrenos a los dioses.Una risa amarga se me escapó de entre los dientes. Aquella era la ironía divina en su máxima expresión.
- No soy más que lo que vosotros creasteis milenios atrás, parte de vuestro imperfecto trabajo al que llamasteis mundo, y por ello, Acrisea, ni tú ni nadie puede detener lo que está por venir, pues así es como estuvo predestinado desde el comienzo - hice una pausa y adopté un gesto serio, a la vez que agachaba ligeramente la cabeza
-. Y tú lo sabes mejor que nadie.Se hizo el silencio, en el fondo la diosa sabía que tenía razón, pero de algún modo quiso comprobar si era cierto que llegaría hasta ese punto. Fue en ese instante cuando el gran cristal se materializó de la nada, cubriendo el lugar con la luz más pura que jamás había contemplado.
- Sé que esto es lo que deseáis, de otro modo me hubierais detenido antes de que me hubiera podido plantearme esta meta - pronuncié seguidamente a modo de soliloquio, sabiendo que las doce deidades estarían escuchando en aquel momento
-. Sois conscientes de que solo aquellos que han visto el corazón de Yggdrasil son capaces de superar los límites que impusisteis. No os culpo de vuestros errores - negué con la cabeza
-, la perfección no existe, pues la propia perfección es el mayor de los defectos...Acto seguido avancé tenuemente hacia la gran piedra. Una vez la tocara cambiaría el curso de los acontecimientos para siempre.
- Y esa es a la conclusión a la que he llegado después de todos estos siglos, este universo se fundamenta en esa idea. No existe Utopía, y vosotros no habéis sido conscientes de ello. Es por eso mismo que yo puedo hacerla posible, pues hasta que no conoces los verdaderos límites, eres incapaz de superarlos... Así, cumpliré con mi principal rol - volví a reír, pero esta vez algo más animadamente, aunque con ese matiz de reserva presente en todo momento
-. Nunca olvidé qué es lo que soy, aunque no lo pareciera.Tras una inquietante y prolongada pausa, el silencio sucesivo a mis palabras se rompió de nuevo.
- Que así sea entonces. Este poder quedará en tus manos, y con él forjarás lo que está por venir - concluyó un coro canónico de doce voces omnipresentes, no era otra cosa que el propio legado de los dioses.
Miré de frente a la estructura cristalina, con la mayor determinación que había poseído jamás, y que alguien hubiera podido poseer. Mis ojos profundos como pozos emanaban un brillo especial. Era un brillo oscuro, aunque cargado con la sabiduría de la Historia.
- Ese es tu nombre, Gehena, tú traes la destrucción con tu fuego y con tu alma, tú eres la bestia que habita en mí. Yo solo soy el ambicioso sospechoso, aquel demonio obstinado en ser inmortal...Y de este modo la piedra fue palpada, desencadenando una ingente cantidad de energía que pronto sería absorbida por mi psique, como así estaba previsto.
Gehena flotó en el aire y simplemente estalló en fragmentos existenciales.
La nada se fundió con el todo, el pasado con el futuro y mi cuerpo con el flujo de conocimiento.
Soy el alpha y soy el omega, conceptos opuestos pero componentes de un mismo existir que hila el éter de éste y cada mundo. Soy cada uno de vosotros, y a la vez no soy nadie. Uno a uno nacemos para terminar de tejer nuestra propia Sefirah, y acaba al morir, que es el empezar.
Esto es el fin, que dará un nuevo y majestuoso comienzo. Así fue destinado, y así concluirá. La nueva semilla ha sido sembrada, ahora germinará en manos de los que están por llegar.Y de este modo, la historia de Yggdrasil dio a su término, tal y como se había iniciado en el alba de los tiempos, y tal como los dioses acontecieron.
Fin ~