La Guerra de las Criaturas
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Caeli
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El Misterio del Ministerio Empty
MensajeTema: El Misterio del Ministerio   El Misterio del Ministerio Icon_minitimeDom Ene 08, 2012 3:39 am

Hacía tiempo que había estado pensando en publicarla, pero no me terminaba de animar. Es una historia que escribí hace tiempo, pero de todos los relatos e historias que he escrito, es el que más ha conseguido enamorarme como lectora.

Se trata de una novela de misterio, ambientada en el mundo de Harry Potter (pero sólo en el mundo, ya que no aparecen los protagonistas principales que todos conocemos). Es una novela de misterio, drama y terror. Por eso no es apta para las mentes sensibles, ya que podría generar pesadillas...

Como en el mundo de Harry Potter y en Yggdrassil, aparecen criaturas sobrenaturales. ¿Te gustaría conocer su historia? Pues ésta comienza así...


El Misterio del Ministerio

Capítulo 1: El Principio

Las imágenes siguientes se sucedían a una gran velocidad en la mente de un hombre que estaba sentado delante de otro de unos 29 años de edad, con perilla, el pelo largo y negro teñido. Un niño corría en aquellas visiones, huía de alguien pero le atrapaba y le golpeaba, parecía una pesadilla. El niño sangraba, y con rabia cogió una varita del suelo y le lanzó la maldición prohibida que causaba la muerte instantáneamente, por lo que el cuerpo de su padre cayó al suelo inerte.
–Nunca sentí algo tan parecido, era misterioso y a la vez excitante… –dijo el preso número 678 de nombre McNair.
–¿Por qué? –preguntó el hombre de antes, que estaba sentado al otro lado de la mesa.
–Porque en aquel momento dejaba de ser la presa y me convertí en el cazador… ¡Y quería que parara de pegarme!
Dijo eso último golpeando la mesa con fuerza. El otro hombre se puso en pie, se le descubrió entonces al entreabrírsele la chaqueta una insignia de identificación que rezaba “Dr. Jack Van Connors”.
–Usted está loco –lo acusó sin reparo alguno–, aunque la causa hayan sido los problemas de su padre… Y dicha situación desencadenó que usted se volviera un sádico y se terminara uniendo al ejército de Voldemort…
–¡NO DIGA EL NOMBRE! –gimió McNair.
–Voldemort, Voldemort, Voldemort –repitió Connors en tono de burla y Mcnair se agachó agazapándose en el suelo temblando como un flan. Connors guardó silencio un instante para retomar el tema en cuestión–. Usted no es un cazador… Simplemente es una ovejita en busca de su pastor... –de nuevo hizo una pausa–. Ahora Voldemort ha muerto y usted se pasará muchos años encerrado en Azkabán… Hasta que se pudra, porque su problema no tiene solución alguna señor McNair. Nadie permitiría que alguien que ha matado a más de 27 personas quede libre por muchos problemas que tenga.
Cerró la carpeta y se dio media vuelta para abandonar la sala, dejando a McNair agonizando.
–¡ESTOY CUERDO DOCTOR CONNORS! NO ME DEJE AQUÍ… AQUÍ NO, ¡POR FAVOOOR! –gritaba McNair desquiciado–. Estoy cuerdo y lucho por mi ALMA.

Jack abandonó la isla en la que se aposentaba la mayor prisión del mundo mágico, Azkabán, la cárcel que había dejado de ser custodiada por los Dementores, ya que por alguna razón habían desaparecido…
Se desapareció de allí para volver a aparecerse directamente en su despacho del Departamento de Aurores en el Ministerio de Magia, donde trabajaba de nuevo para el I.F.P. (Investigación de Fenómenos Paranormales). Tomó asiento en su silla y vio que le habían dejado una carta sobre la mesa. La recogió con cuidado para descubrir que la letra del dorso del sobre tenía una caligrafía curvada y elegante, escrita con tinta azul, característica que le hizo sonreír al darse cuenta de quién se la enviaba.
Abrió el sobre y comenzó a leer.

Querido Jack,

Hace tiempo que no me escribes, por eso me he decidido a hacerlo yo. ¿Cómo estás? Yo estoy bien. Y, bueno... y las demás también... Hace tiempo que no las veo pero me comunico con ellas, y hemos decidido ir a la vieja Mansión Van Connors a pasar unos días contigo y Estrella, y por supuesto conocer a vuestro niño...
Pasaremos por allí mañana. Espero verte.... Besos.

Clara


Sonrío. Hacía casi por lo menos 6 años que no las veía y se preguntaba qué tal les iría... Volvió a sonreír, esta vez de melancolía al recordar los días en que su mansión había sido un hogar de acogida para aquellas, entonces chicas, ahora mujeres, que ahora eran como hermanas para él. La imagen del reloj marcando las 3 le hizo salir de su ensimismamiento y darse cuenta de que ya podría irse a casa.
Tras recoger rápidamente sus cosas, volvió a desaparecerse para volver de regreso a la Mansión, donde le habría de recibir su mujer y podría abrazar a su pequeño.


Aparecieron delante de la verja de la Mansión. Una sonrisa se dibujó en su rostro, la mayor parte de su vida la había pasado allí, aunque ahora llevase varios años sin pisarla. Seis años... Apretó suavemente la manita que sujetaba, el simple hecho de estar de vuelta la entusiasmaba.
Cogida de su mano iba una pequeña rubia con los ojos negros. Y a su lado su marido, que había estado con ella desde que ésta había dejado la Mansión. Ulrich, que empujó la verja y se giró guiñándola un ojo.
–¿Entramos?
Sofía asintió y siguió a su marido al interior de la Mansión.


Estrella, cuyos cabellos rojizos centelleaban al reflejo de la luz cual llama, organizaba la limpieza de toda la Mansión, ahora convertida en una Casa de Huéspedes. En la sala, junto a ella, un niño de seis años jugaba tranquilamente ajeno a la mirada atenta de su madre, que a pesar de estar ocupada le vigilaba. Escuchó la puerta y, esperando que fuera otro huésped, se apresuró hacia ella.
Se escuchó un grito de sorpresa al ver a Sofía y Ulrich en la puerta, que retumbó por toda la Mansión.
–¿Cómo no me dijisteis que veníais?
–Era una sorpresa –respondió Sofía tras abrazarla–. Jack lo sabía, pero queríamos sorprenderte así que no te lo dijo.
–Hace tanto que no os veía, a ti menos Ulrich –dijo, esta vez volviéndose hacia él para saludarle después de terminar con su amiga.
Ulrich trabajaba con Jack en el IFP y alguna vez se había pasado por la Mansión por motivos de trabajo, sin embargo, a Sofía no la había llegado a ver. Las noticias que sabía de ella eran por las cartas o lo que Ulrich le comentase.
–Ahora mismo os prepararé una habitación para… los tres –al decir lo último miró a la pequeña niña que observaba toda la casa atentamente, muy sorprendida por lo grande que era todo en aquél lugar.
–Ella es Aurora, nuestra hija.
Estrella le dedicó una sonrisa y la pequeña se la devolvió. En ese momento el niño vino corriendo y se abrazó a la pierna de su madre. Era pelirrojo como ella y tenía los ojos azules, miró a los recién llegados y luego de nuevo a su madre.
–Éste es mi hijo Rubén. Rubén –se dirigió a su hijo–, ¿por qué no te llevas a Aurora a jugar contigo?
Rubén asintió y miró a la niña, Sofía soltó su mano y con un leve asentimiento le dio permiso para ir con él. Ambos se fueron del lugar dejando solos a los tres adultos.
–Jack vendrá dentro de poco –dijo al tiempo que comprobaba la hora en su reloj de pulsera–. En estos momentos tenemos dos huéspedes. Mientras preparan vuestra habitación pasad al salón, os traeré algo para tomar.
Sofía y Ulrich asintieron con una sonrisa para después seguir a Estrella hacia el salón.
–Espera, te ayudaré. Quiero recordar todos los lugares de esta casa –por lo que tras esto, las dos mujeres se dividieron hacia la cocina, dejando a Ulrich que las esperara en el salón vigilando a los dos pequeños.


Iba caminando por el sendero que conducía a la Mansión, sin ninguna compañía. Como había salido con tiempo decidió aparecerse en el pueblo para llegar dándose un paseo. Había abandonado la interpretación para hacer un curso avanzado de Auror e incorporarse en un futuro al IFP, todo por pasar el mayor tiempo posible con el Máscur del que se enamoró. Un ser inmortal, sobrenatural, mitad vampiro mitad licántropo y a la vez humano... Mantuvieron una relación que duró varios años, los más felices de toda su vida, pero desgraciadamente ya todo había terminado. Hacía tan solo unos meses… dejándola con una hija pequeña, la cual pasaba todos los fines de semana que podía con su padre, siempre y cuando no fuese la fecha en que su transformación se volvía más peligrosa. Había terminado, sí... y a Clara aun no le había dado tiempo a sanar las heridas…

Conforme se acercaba a las puertas que daban paso a los terrenos de la Mansión, de quien durante mucho tiempo había sido como un hermano para ella, rememoraba aquellos momentos que había compartido con él y “sus hermanas” en la residencia. Ansiaba verlas. Seis años separadas era mucho tiempo, pero cada uno de ellos había aprovechado para encauzar y comenzar una nueva vida, asentarse y formar una familia en algunos casos. Sofía y Estrella le habían hablado de sus pequeños, al igual que ella de la suya, por eso, también, ansiaba poder conocerlos al fin.

Se detuvo ante la verja suspirando y la empujó momentos después con suavidad. Atravesó los grandes jardines, rozando con sus manos las plantas y algunos muebles de jardín que encontraba a su paso, imaginando algunos de sus recuerdos en aquellos lugares. Se arrodilló junto al borde de la piscina y contempló su reflejo sobre la superficie en calma del agua. La acarició con las yemas de los dedos dibujando formas en ella al son de la dulce melodía que comenzó a entonar, observando las ondas que generaban sus dedos al tocar el agua.
–Esa voz es inconfundible…
Se incorporó de golpe, callando. Su cabello dorado ondeó gracilmente con su movimiento. Volviéndose para ver, apoyado de lado sobre un árbol cercano, la figura inconfundible del hombre que la sacó de la calle, la acogió, ofreciéndole su casa, su compañía, su amistad y, posteriormente, su cariño.
Los ojos se le humedecieron ligeramente al reconocerle y corrió hacia él para abrazarle.
–Jack… –pronunció en un suave suspiro cuando logró alcanzarle.
El Doctor Connors la estrechó entre sus brazos con una sonrisa dibujada en sus labios.
–Mi ángel… –respondió él mientras acariciaba el suave cabello de la chica.
Se separaron durante un instante y compartieron una tierna mirada. Aun así, él leyó el dolor en lo más profundo de la mirada de ella.
–¿Dónde está Alucard? –preguntó él con suavidad.
La expresión de ella se ensombreció. Agachó la cabeza con pesar…
–¿No lo sabes? Pensé que te lo habría dicho…
–¿Es que tenía que decirme algo? –insistió Jack, levantándole la barbilla con suavidad.
Clara alzó la mirada. Sus ojos habían vuelto a brillar, pero esta vez no de felicidad…
–Sois amigos, pensé…
–Hace unos cuantos meses que se fue a una misión, no sé nada de él…
Clara abrió los ojos de par en par y desvió la mirada, sintiendo un leve malestar.
–No se fue a una misión… se fue para… desaparecer…
Pero aquello no aclaró del todo a Jack, quien la miró extrañado.
–¿Desa-parecer…? –repitió.
Clara bajó la mirada.
–Se inventó lo de la misión para no tener que decirte nada, porque sabía que no le dejarías marchar… –por el tono de su voz se notaba que acababa de llegar a aquella conclusión.
–Pero… ¿por qué se marcharía así... por las buenas?
–Porque quería protegerme… –las lágrimas inundaron sus ojos.
Fue entonces cuando el Doctor lo comprendió… La condición de Alucard no era favorable para ellos y aun así ella quiso arriesgarse a tener una relación con él basada en el amor, formar una familia y ser felices. Pero la felicidad no les duró demasiado, Alucard a veces era incapaz de controlar sus instintos, por más que se inyectara sangre humana, y aunque él no poseía la debilidad de la Sed, temía que en un momento de desesperación acabase con la vida de la mujer que amaba… ya que, al ser Máscur, no podía convertirla sin más, porque los Máscur son seres especiales a los que muy pocas personas podían llegar a ser, porque su sangre podría no llegar a resistirlo…
Jack la volvió a abrazar.
–¿Y Liss? –preguntó refiriéndose a la hija de ella.
Clara se separó un instante para mirarle a los ojos.
–Se ha quedado a pasar unos días con mi primo Manuel, iba a llevarla a casa de mis tíos, y Katie ha ido con ellos, por eso ellos no han podido venir…
Jack suspiró.
–Bueno… –pasó un brazo por sus hombros–. Ya hablaremos sobre eso más tarde. Vamos dentro, que Estrella y Rubén deben estar ya esperando…
Le dedicó una sonrisa reconfortante antes de guiarla hasta la puerta con cuidado y entraron a la Mansión.


La sala de a continuación era muy fría comparada con el paisaje anterior. Estaba hecha de piedra maciza combinada con alguna clase de metal que la insonorizaba de todo aquello que sucediera en el exterior del Ministerio, por lo que apenas se podía escuchar nada.
Apenas había gente saliendo, tan solo se pudo ver en aquel momento a una persona transitar solitariamente por la calle. Vestía un traje rojo carmesí, sus cabellos eran largos y de un color negro hermoso, pero no era lo único bello en ella, sus ojos verdes dejaban ver el brillo de la astucia y de alguien que albergaba un gran conocimiento.
La mujer caminó hasta lo más profundo, oscuro y frío de aquella sala oculta en el mismo corazón del Ministerio, caminando sin prisas por un largo pasillo hasta llegar a lo que parecía ser la gruesa y circular puerta de una gran caja fuerte, en la cual había un rótulo que rezaba: “Proyecto K”.
La mujer resopló y sacó su varita, pronunciando las palabras “Seguretum”, que parecía ser el hechizo de seguridad. Pocos segundos después la puerta se abrió y, con pasos decididos, penetró hacia el interior de la cámara.
Ésta era blanca por completo, y allí había unos hombres vestidos de túnica blanca por completo. Uno de ellos se giro hacia la mujer.
–Anna Couchman...
–Eber –respondió la mujer con voz imperativa–. ¿Cómo está nuestra pequeña?
Eber era un hombre entrado en edad que bien podría tener unos 70 años de edad, con los rasgos ya muy marcados por la edad, la cara bastante pálida y prácticamente calvo, salvo por tres o cuatro pelos que aun se veían en su despejada cabeza y su barba desordenada.
–Su carácter es estable –respondió Eber–. Ahora, con ella no harán falta más Dementores...
La mujer se quedó mirando el cristal que tenía delante y sus ojos se llenaron de júbilo.
–¿Y qué me puedes decir de los demás funcionarios? –preguntó ésta de golpe.
–Pues todos están dispuestos a apoyarte en las elecciones y a la vez están intentando buscar una navaja para clavársela a la Ministra de Magia –contestó el viejo con una sonrisa.
La mujer sonrió y soltó una fría carcajada.
–Qué lo intenten... –dijo la mujer desafiante antes de volver su semblante de nuevo serio–. Con este proyecto llegaremos lejos...
Tras esto desapareció de la sala y las puertas se cerraron al instante.


Una nueva mañana, un nuevo día.
Ya era rutina que una chica alta, morena, con los ojos verdes, fuera cada día por las calles de Londres, entre todos los muggles sulfurados que iban con desgana a sus trabajos.
Minutos más tarde se encontraba en su despacho, dejando las carpetas y el bolso, y sacando la tarjeta de identificación del Ministerio donde ponía:

Lorena Black
Departamento de Aurores


–Señorita Black, vengo a recoger los informes de esta semana.
Un muchacho joven que llevaba pocos meses trabajando en el Ministerio acababa de pasar a su despacho.
–Sí, ahora mismo te los doy.
Rebuscó entre las carpetas que tenía en el escritorio y cuando los encontró se los dio al chico. Después ocupó su asiento para comenzar el día de trabajo.


Estaban todos reunidos en la vieja sala de estar, donde Clara, Sofía y Estrella hablaban de las cosas que últimamente salían a la luz... pues ya habían agotado los temas que atañían a sus vidas cotidianas. Que si la futura Ministra, que como crecían los niños.... tanto Sofía como Estrella habían evitado preguntarle a Clara por Alucard, porque sabían lo mucho que aun le dolía.
Ulrich y Jack salieron al jardín, hablaban de muchas cosas aunque especialmente del trabajo.
Anteriormente Jack había estado trabajando en unas oficinas donde hacían Marketings deportivos. Pero Alucard le terminó convenciendo para que se volviera con ellos. Desde que Alucard desapareció, y debido a su antigüedad, había sido Vindy quien había tomado las riendas del I.F.P.
Después de unas horas se reunieron para comer la comida cuyo aroma se podía percibir desde el jardín. Ahora en la Mansión contaban con servicio, ya que antes eran ellos los que se ocupaban de las tareas domésticas y de cocinar. La mesa seguía siendo redonda y grande, con capacidad suficiente como para que se sentaran las 7 chicas y Jack, aquel recuerdo le vino a la mente a Clara al atravesar la puerta.

Por la tarde, mientras se estaban tomando un café todos juntos, apareció en la ventana una especie de figura plateada con la forma corpórea de un león, que la atravesó con arrogancia y elegancia, sobresaltando a las tres chicas, que no habían previsto su llegada. Ni siquiera Jack y Urich podían reconocer de quién era ese Patronus.
El león los miró a ambos y entonces del patronus salió una voz bastante grave.
«Connors...»
–¡Es Tyron! –exclamó Ulrich al reconocer la voz de su compañero–. ¿Caso 045?
–Asesinato múltiple –afirmó Jack en respuesta–. Perdonadnos, pero tenemos que irnos.
Las tres chicas asintieron.
–No pasa nada –dijo Estrella–. Pero, tened mucho cuidado.
Los dos asintieron, se pusieron sus chaquetas negras de piel del IFP, y desaparecieron para aparecerse de nuevo en Azkabán.

Había mucho ruido en la prisión, demasiado para ser Azkabán. Justo en al entrada había un hombre de unos 29 años de edad, pelo largo como Jack pero castaño, gafas de montura y vestía la misma chaqueta que ellos. Era Alexander Anderson, nombre en clave: Tyron.
–¿Cuál es la situación, Tyron? –preguntó Jack entrando en las salas de la cárcel.
–Era un día normal, los guardias estaban haciendo la guardia rutinaria de la mañana cuando empezaron a oír gritos desde las celdas y...
–Van, Ginoso –dijo una voz femenina a lo lejos. Se dieron la vuelta y vieron que era Lorena Black, Aurora del departamento y una de las Huéspedes de la Mansión Van Connors–. No os lo vais ha creer...
Pero antes de que la chica dijera algo más, Jack y Ulrich ya habían visto el primer cadáver... de un preso estirado cuan largo era en una de las celdas... y sucedía lo mismo en las siguientes celdas hasta la número 027.
–En total hay 27 cadáveres –dijo Tyron.
Jack se acercó a uno de ellos. Le conocía, era el cadáver de McNair, le había interrogado el día anterior. Se agachó para examinarle, sacando unas gafas especiales del interior de su chaqueta y poniéndolas. Descubrió al mirar en su interior algo que le horrorizó.
–¡Es imposible! –exclamó–. Le falta la clavícula y además es como si se la hubieran arrancado, pero... ¡Exteriormente el cadáver está intacto!
Lo que decía era cierto, a todos los presos les faltaban órganos y algunos huesos vitales... pero no había signos de intervención, era como si no los hubieran tocado...
–¡¿Qué demonios está pasando aquí?! –la pregunta de Ulrich se hizo eco por todas las salas.


Mientras Estrella y Sofía intentaban dormir a los niños, Clara preparaba un chocolate caliente para ellas tres. Luego fue al salón para esperarlas. Dejó la bandeja sobre la mesita y luego aprovechó para avivar el fuego.
Se quedó observando las llamas, de nuevo perdida en su continuo movimiento de pesamientos… Quedarse sola no le hacía tanto bien… porque la hacía perderse en sus recuerdos… e, inevitablemente, comenzó a rememorar…

~ Flashback ~

Se encontraba en la terraza de su casa –la de Alucard, donde se había instalado años atrás después de vencer a Kian–, situada al borde de un acantilado a cuyos pies se abría majestuosamente el Océano Atlántico, más o menos a la misma distancia de Santiago que de La Coruña, aunque perteneciese a la capital de la Comunidad Gallega.
Estaba amaneciendo, pero aun no se veían los primeros rayos de sol. El mar estaba revuelto y golpeaba con fiereza las rocas al pie del acantilado, agitando al viento, que revolvía su cabello de la misma forma que las olas contra la base del acantilado.
Alucard aun no había vuelto de la misión que le habían asignado hacía una semana, pero presentía que lo haría pronto.
Posó una mano sobre su vientre y suspiró mirando al horizonte. Hacía días que había comenzado a sentirse rara, que algo dentro de ella estaba cambiando, aunque no pudiera saber lo que era.
De repente, unas manos rodearon su cintura desde atrás y fueron a posarse sobre sus manos, atrayéndola contra la persona en cuestión. Clara suspiró, reconociendo su tacto, su aroma, y el calor que su cuerpo desprendía, sonriendo con ternura para sí misma y presionando su espalda contra el torso de él.
–Te echaba de menos… –recibió un suave beso en el límite de su cuello y su cara, logrando estremecerla.
Ella se giró con suavidad, sin salir de la prisión de sus brazos y quedó frente a él, a la misma distancia que antes. Observó cada una de sus facciones y le retiró un mechón de la cara con dulzura, para luego posar los brazos sobre sus hombros y rodearle el cuello. Él bajó sus manos hasta las caderas de ella y la atrajo suavemente hacia sí.
–Yo también… –rozó su nariz al tiempo que apoyaba su frente contra la de él–. Y tengo una noticia que darte…
Alucard sonrió con dulzura y la miró con picardía.
–Pues no la demores más… –rozó su nariz con la de ella en respuesta, ocultando su fuerte curiosidad tras una tierna sonrisa.
–Esperamos un hijo… –sus mejillas se sonrojaron levemente.
–¿En serio? –su sorpresa no se podía hacer más patente, sintiendo a su vez un ligero revuelco de su corazón.
–Completamente… –el brillo de sus ojos le demostró la verdad. Alucard se contagió de él y, lleno de felicidad, besó sus labios con mucha dulzura posando una de sus manos en el vientre de ella a su vez, y ella le correspondió irresistiblemente, con dulzura, con pasión, enredando sus dedos en el cabello de él… Mientras los primeros rayos del sol los iban bañando con su deslumbrante y rojiza luz…

Clara… ¿Te encuentras bien? –una voz ajena al recuerdo la devolvió a la realidad.

~ Fin del Flashback ~


Estrella y Sofía la miraban preocupadas. A Clara le brillaban mucho los ojos, como si se fuera a poner a llorar en cualquier momento… Sofía se adelantó y la sentó en el sofá, sentándose después, ambas a su lado. Posó una mano sobre la de ella y se la cogió.
–Has vuelto a pensar en él –dijo con suavidad sin apartar su mirada de los ojos de su amiga, era más una afirmación.
Pero, Clara apartó la mirada, desviándola hacia la bandeja.
–Os he preparado chocolate, ¿os apetece?
Sofía intercambió una mirada con Estrella y ambas suspiraron silenciosamente, aceptando el chocolate para no desilusionar a su amiga, y decidiendo dejar el tema para otro momento.

Sofía miraba de reojo preocupada a Clara. Con el chocolate esperaba que se animara, pero no parecía que hiciera mucho efecto, una lágrima cayó en el chocolate de la rubia. Las manos le temblaban, dejó el chocolate en la mesa, pero un par de gotas cayeron sobre ella salpicándola. Apretó sus manos con fuerza, era como si se recriminara por ser débil y sentirse vulnerable en momentos como estos.
Otra taza fue depositada en la mesa de forma más decidida y unos brazos la rodearon el cuello con fuerza y rapidez. Clara abrió los ojos sorprendida, y unas lágrimas traicioneras cayeron de sus ojos sin poder detenerlas, ya no quería pararlas. Se apoyó en el hombro de Sofía y empezó a llorar.
No sabía porque había tenido este impulso, solo que al ver a Clara así no lo pudo evitar y la abrazó con fuerza. Si el chocolate no la reconfortaba, ella intentaría calmarla. Clara siempre había sido la fuerte y no podía dejar que se desmoronara. No, no lo permitiría.
Estrella apoyó la mano en su espalda y Clara agradeció tenerlas cerca.
Después de un tiempo se separaron, ninguna preguntó nada, ver a Clara más calmada era suficiente... Esperaban que durara.


Podéis dejar comentarios, jeje. Pondré un link al siguiente capítulo en cuanto lo suba, pero dejadme comentarios y opiniones, por favor!!! n___n
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