La Guerra de las Criaturas
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 Recuerdos del pasado [Sólo Angeline]

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Angeline Breedlove
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MensajeTema: Recuerdos del pasado [Sólo Angeline]   Recuerdos del pasado [Sólo Angeline] Icon_minitimeMar Mar 13, 2012 1:44 pm

Sentada en mi sillón de piel negro ante la chimenea de la sala común del Castillo Vampírico, me encontraba leyendo un viejo libro de historia de nuestra tierra. Su lomo, desgastado por el paso de los años, apenas dejaba ver el nombre del libro, escrito con una letra cursiva de tinta para plumas, completamente a mano. Rezaba su título "Los años de grandeza", y parecía bastante interesante.

Así que me dispuse a leerlo con total tranquilidad, colocándome unas lentes en los ojos. A pesar de que me mantuviera joven como el primer día, me gustaba leer con lo que, modernamente, llamaban "gafas". Veía las cosas mejor, a pesar de que fueran tan grandes como dos brazaletes puestos sobre los ojos.

El libro relataba el paso de los años desde la gran edad de oro de la nobleza, hasta la creación de los reinos de criaturas sobrenaturales, entre los cuales se encntraba el nuestro. Cuál fue mi sorpresa cuando vi mi apellido ahí escrito.

"¡Oooh! Vaya vaya. Soy famosa ¿eh? Jejejeje. Naah, sólo sale mi apellido"

Pero entonces, al avanzar un par de párrafos más, llegué a una parte que me revolvió el estómago, que rezaba así.

Fue entonces por aquellos años cuando la hija menor de los Breedlove fue casada con el Archiduque Lord Kraha Fargrave...

Cerré el libro de golpe, y lo coloqué a un lado, mirando el fuego de la chimenea con ojos enfermizos.

Ese nombre...ese año...eso...todo eso....En ese momento me pasaron imágenes de aquellos años, cuando me casaron en contra de mi voluntad, mi conversión....

Me llevé las manos a la cabeza y di un grito al techo, que, gracias a que la biblioteca estaba vacía, no creía que pudiera haber escuchado nadie. O quizás sí...

¡AarrRRg!¡Ese nombre!¡Aarg!¡Lo odio, lo odio, lo odioooo!

El nombre que tanto me hacía arder las entrañas había hecho acto de manifestarse justamente hoy, tras 1120 y tantos años. ¿Por qué justamente ahora, los halos del destino habían decidido que era el momento de recordarlo? No lo sabía, ni yo ni nadie, pensaba. Era algo tan atroz...tan molesto, y tan enigmático a su vez...

Eso me hizo recordar que apenas sabía de él. Y tal vez, por los halos del destino, por mi gran instinto del misterio, o por algún ente titiritero que me esté manejando cual marioneta, decidí que ahora era el momento para esclarecer y arrojar luz sobre el oscuro halo que envolvía la vida de Kraha. Así que recoloqué el libro en la estantería, y me dirigí a mi cuarto, donde dejé las lentes y me puse por encima la capa de viaje que tantos años me habían acompañado, en la desdicha y en la bonanza, además de los guantes y las botas,y salí del castillo, directa hacia Eliria, donde estaba la mansión de aquel Lord.

Ya estando allí, me dirigí a las afueras de la ciudad, hacia la costa. Y la vi. A lo lejos se encontraba una gigantesca mansión, cuyas paredes se encontraban azotadas por los vientos, por el tiempo, y la humedad y falta de mantenimiento. El moho quedaba, resbaladizo, en el lado que daba al mar, y por tanto, también al norte. El lado sur estaba inmaculado, excepto por el desgaste, gracias a la acción del sol, que desinfectaba a cada uno de los seres que trataban de habitar en aquellas milenarias paredes.

Me preguntaba cómo pudo aguantar tanto tiempo aquel pequeño, pero imponente castillo, sin necesidad de mantenimiento alguno.
"Lo que hacen los antiguos materiales y sus técnicas de construcción..." pensé.

Sin más dilación, me acerqué a los devastados muros y traté de abrir la puerta, sin éxito. El tiempo había hecho que la puerta se atascara y oxidaran sus bisagras, y por si eso fuera poco, la humedad del mar había hinchado las puertas, por lo que apenas se movían. A todo esto había que añadir el gran canto que estaba incrustado en su cerradura, por lo cual, no había forma de abrirlo.

Así que desvié mi mirada hacia las ventanas del piso superior. De vidrio, había varias que estaban en mal estado, a punto de resquebrajarse. Así que, cogí una piedra que yacía en el suelo con mi blanca mano enguantada en cuero, y arqueé el brazo por encima de mi cabeza, apuntando hacia la ventana. Entonces retrocedí para tomar carrerilla, y me lancé corriendo hacia delante, lanzando la piedra con la velocidad que tenía corriendo más la del lanzamiento, adquirienndo así una energía cinética suficiente como para romper el cristal en pedacitos y pasar al interior de la sala. Entonces di un salto, pasando por encima del muro, y caí, apoyando mis manos enguantadas en el suelo.

Era mediodía, y no podía permitir que la luz del sol alcanzase mi piel y me dañara severamente.

Tras caer, volví a erguirme y miré hacia la ventana rota. Debía tener cuidado si no quería hacerme un corte en la ropa o en mi piel y que entrase la luz del sol. Hice un cálculo visual, mirando la ventana, y dándome la vuelta, mirando el muro algo mohoso, menos por el calor que ésta pared absorbía, y la distancia a la que me encontraba. Entonces me agaché para tomar impulso, con los brazos hacia atrás, y de un salto, lanzando los puños cerrados hacia delante, con los codos algo doblados, alcancé el muro, apoyando los pies en ellos. Y en una décima de segundo, me giré, quedando boca abajo, y volví a saltar, esta vez de la pared, hacia la ventana rota, entrando en el habitáculo rodando por el suelo. Suerte que esta forma de entrar no me hacía caer bruscamente hacia abajo, sino hacia delante, y no me llegué a cortar con los cristales rotos. Me levanté con lentitud y miré hacia los lados. Había unas estanterías en esa pequeña sala, una puerta a un lado, y un sillón con una lámpara de aceite de aspecto caro sobre una pequeña mesita.

Estaba en la pequeña biblioteca de Kraha, donde se solía ir para relajarse al parecer. Me acerqué a un libro que era ligeramente diferente al resto, y que sobresalía de los demás. Me llamaba poderosamente la atención su título: "El halo oscuro del pasaje". Como si estuviera hechizada, por su lomo rojo, y sus letras negras, tomé el libro por su lomo y lo recogí entre mis brazos. El libro pesaba bastante, y lo que oí fue asombroso. En ese momento, sonó un ruido de madera chocando al fondo, y la estantería empezó a girar hacia mi, por lo que me fui apartando hasta que detuvo su giro. Entonces vi la pared abierta, con un pasaje que iba ascendiendo en una escalera de caracol. Recoloqué el libro en su sitio, ya que pesaba tanto que apenas me podía mover con él.No sabía que había un piso más arriba en esta mansión, y lentamente, apartándome la capucha, fui ascendiendo por las escaleras, con cuidado de no subir tan rápido como para deslumbrarme o incluso quemarme. Entonces alcancé el piso superior, y oí cómo la estantería se iba recolocando en su sitio lentamente. Me había quedado atrapada, aparentemente, en ese desván, que al menos, tenía algunas ventanas.
Entonces al fondo veía, gracias a la claridad, un pequeño altar con una imagen de un lobo, una copa de oro manchada de sangre, y varios pergaminos enrollados en un pequeño estante. Me acerqué lentamente a esos pergaminos y extendí uno de ellos, desenrollándolo y quitando su lacito rojo. Entonces leí una serie de mandamientos extraños, y textos que no veía un sentido que escribiera un vampiro. Parecía algo...más digno de un licántropo, o incluso mestizo. No le di más vueltas, y me guardé todos los pergaminos en mi capa de viaje, en un amplio bolsillo, y me recoloqué la capucha. Tenía que irme de allí, por si acaso. Ya volvería si hiciera falta a recoger alguna cosa. Miré hacia ambos lados, viendo si tenía que recoger algo más.

Sólo recogí la copa y la guardé en otro bolsillo, tras lo cual, cerré con un botón cada uno de ellos, y me acerqué a la ventana, quitando su cerrojo y abriéndola lentamente. La luz del sol empezó entonces a penetrar por la obertura creada al abrir la ventana, cuya cortina impedía la entrada de la luz solar. Vi que estaba bastante alto, así que saqué medio cuerpo por la ventana, siempre oculta con mi capa, agarrándome a la repisa, y fui sacando el pie hasta ponerlo en un lugar seguro, donde finalmente, apoyé y salí de ahí dentro. Me sostuve de una protuberancia del tejado, parecido a una porra de piedra, y miré hacia abajo. ME daba algo de respeto saltar desde tan alto, pero no tenía elección. El sol me impedía sacar las alas, y no veía una manera segura de bajar de allí, ya que si me soltaba y trataba de deslizarme hasta el borde, quizás podría precipitarme al vacío sin control, por lo que era más seguro, dar un salto. O...incluso saltar al agua, que es lo que veía frente a mi, al encontrarse el castillo ante un barranco. Era otra cosa peligrosa. ¿Qué debía hacer?

Fue entonces cuando la campana sonó, y apareció una nube que ofuscaba el paso de la luz solar, impidiendo así que me alcanzara.

Saqué los brazos de la capa de viaje, sin desatarme el cordón que me agarraba por el pecho y la cadera, ni la capucha. Entonces saqué las alas por las ranuras practicadas en mi traje, y me tiré al vacío, planeando hacia el agua. Justo cuando iba a girar para volver a tierra, la nube se apartó, y la luz del sol aterrizó con fuerza sobre mis alas, provocándome un dolor apenas descriptible.

Grité de tal manera que casi pensé que los dioses podían escucharme desde aquí, plegando las alas de forma instintiva por el dolor. ME ardían como si me hubieran tirado a la hoguera, y me daba la sensación de que iban a quemarse hasta reducirse a cenizas. POr suerte, pude guardarlas lo antes posible, aunque seguían doliéndome, como si palpitara mi corazón ahí.

No pude sino caer al agua, y sabiendo que si no protegía los pergaminos, quedarían sin poder leerse, hice lo impensable. Me quité la capa de viaje en el aire, dándome así el sol en la nuca, haciéndola una pelota y colocándomela sobre la cabeza. Entonces caí al agua, lanzando la pelota hacia arriba para que no se hundiera conmigo, y me dejé hundir, hasta que la fuerza de la caída impidió que descendiese más, y volviese a la superficie tras dar unas brazadas. Tomé la capa, y mientras me seguía quemando, me la coloqué en ñla cabeza, y traté de nadar así hacia la orilla, con ambas piernas y un solo brazo.

Al final alcancé la orilla, y me volví a poner la capa, ahora mojada, pero el interior estaba seco por suerte.

"Uff...menos mal"

Proseguí mi camino a pie hasta el castillo, donde me descubrí, mostrando mis quemaduras, y me dirigí a mi cubículo, dejando colgar la ropa de una percha, sacando lo que conseguí, y colocándolo en una mesa, mientras seguía quitándome la ropa. Ya sin ropa, totalmente desnuda, me fui hacia la bañera y la fui llenando de agua fría, y me metí en el interior, dejando que lentamente el agua me cubriese. Por fin había terminado, pero las quemaduras continuarían unos días.

OFF Por fin termino
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