Hablando de cosas importantes [Andrew, Dean y Lucius]

Esta vez estaba paseando por algunos de los balcones unidos del reino que conectaban a varias habitaciones distintas. Contemplaba el reino con tranquilidad cuando de pronto sentí un gran aura. La reconocí, aun que con algo de meditación ya que había visto poco a ese hombre. Se trataba de aquel Angel, Lucius. Me daba curiosidad saber por qué se habría acercado a mi reino. Antes de que llegara a las puertas mandé la orden a los centinelas de que lo acompañaran hasta mi despacho, donde recibía a los invitados importantes. No sabía de que me iba a hablar pero si que sabía que venía sin malas intenciones. Nadie en su sano juicio entraría en un reino ajeno con el aura completamente extendida, solo y con intenciones hostiles.

Un centinela se acercó a Lucius y le acompañó hasta mi despacho. Mientras, el primer vigilante con el que había hablado Lucius se dirigió a el dormitorio de Dean, donde se encontraba en esos momentos y le llamó para que se reuniera también en mi despacho.

Una vez entró Lucius a la habitación me levanté y le recibí con una cordial sonrisa, la verdad es que ese hombre, en el poco tiempo que compartimos, me cayó bien. Y por lo visto, según lo que me contaba mi hijo, le estaba enseñando medicina y era un hombre de fiar.

-Bienvenido, señor Lucius. ¿Que le trae por nuestro reino?-pregunté, mientras invitaba con la mano a que se sentara en un comodo sillón en frente del escritorio

Etsaba en mi cuarto, tumbado en la cama y mirando al techo, inmerso en mis pensamientos.
Alguien los interrumpió llamando a la puerta, alcé la cabeza e invité a entrar.
Al comunicarme el mensaje fui directo al despacho de mi padre. Llamé a la puerta y entré, entonces me encontré a mi padre y a Lucius reunidos.

Me alegró verle, aun que desoconocía por completo que haría aquí.

-Buenos días, Lucius-saludé gentilmente al entrar, entonces miré a mi padre-¿Me llamabais, padre?

Había entrado hasta la mitad de la sala, y esperaba ahora de pie y recto una respuesta.

Cuando iba a hablar entró mi hijo. Sonreí.

-Bueno, aquí está. Oportuno, eso sin duda.-dije riendo entre dientes. Hice un saludo con la cabeza a mi hijo-Bueno, el señor Lucius por lo visto tiene algo importante que decirlos-le miré-te escuchamos

la verdad es que me intrigaba saber que nos tenía que decir. La verdad es que no me lo imaginaba

Le escuché en silencio, mirandole con atención. Sonreí al oirle decir la confianza que tenía en mi Amy, recordando fugazmente nuestros momentos juntos, era una gran amiga para mi.
Entonces, cuando me dijo aquello, quedé anonadado. "¿¿Qué??" ¿Se iban a casar? ¿y querían que yo la llevara al altar? no sabia bien que contestar, no por que no quisiera o no lo fuera a hacer, sino por la impresión que me había dado. Ni si quiera me había parado aun a pensar en que, de verdad, me hacía mucha ilusión llevarla al altar, aun que seguía estando aun muy sorprendido.

-¿Que.. qué?... espera, espera, espera-dije alzando los brazos intentando aclararme las cosas-¿¿en principio... tu y Amy os vais a casar??-en el tono de sorpresa se podía descubrir también un cierto tono de alegría-¿cu...cuando? no asbía que vuestra relación iba tan avanzada-hice una pausa pero sonreí ampliamente. Me levanté y me acerqué a él y le estreché fuertemente la mano. Mi sonrisa seguía brillante y mi mirada era de completa aprobación y orgullo-Me alegro mucho por vosotros, Lucius. Sería para mi todo un honor llevar a Amy al altar ante tí y ser vuestro padrino.

Sonreí ante su interes sobre mis avances.

-Muy bien, aun que sin tus poderes no es tan asombroso, peor sigo esforzandome.-contesté con sinceridad, había estudiado mucho y todos los días que podía leía libros sobre medicina y plantas curativas, al igual que sobre las venenosas.

Mi sorpresa no fue menor que la de mi padre, pero yo no le dí tanta efusividad y desconcierto como reacción. Permanecí depié mirandole sorprendido, pero sin perder la forma. en el fondo era de esperar, son una pareja muy formal y por lo visto llevaban mucho tiempo ya, no era tan sorprendente. Me relajé al asimilar la noticia, pero a mi padre al parecer no le entraba tan rápido.
Observé la escena, en mis labios no se podía dibujar otra cosa que una sonrisa.

-Mi enhorabuena, señor Lucius

Era una gran noticia, sin duda. Tendría que ir pensando el regalo que les iba a ofrecer, pero no sabía bien el qué. Tendría que hablar con mi padre mas tarde de eso.

Asentí, contento con su comentario de que llegaría lejos. Era cierto que me estaba esforzando mucho, y todo esfuerzo tiene su recompensa, aun que no tuviera poderes si que tenía bien en cuenta que sabía mucho más que cuando empecé, de eso estaba seguro.

Escuché sus palabras posteriores y las recogí con sorpresa. En gran medida me alegraba el hecho de que hubiera pensado en mi, pero... solo pensar que sería tan enormemente el centro de atención me provocaba un pequeño nudo en el estómago. No me gustaba demasiado ser el centro de atención, prefería pasar inadvertido entre las multitudes, mi estilo era algo más sutil. La poca sutileza se la dejaba a mi padre.
Pese a ello, no dejaba de ser un gran honor para mi y respondí como un principe educado lo haría.

-Será para mi un gran placer, Lucius. A la par que un gran honor el que me otorgas. Seré tu patrón de honor, por supuesto.-dije con una sonrisa en los labios, que no era finjida, era muy sincera.

-Eso seguro-dije cuando mencionó lo de la responsabilidad.

Observé entonces su conversación. A decir verdad no entendía demasiado de medicina, mis conocimientos se limitaban más a la guerra: estrategias, tácticas ofensivas y defensivas, rastreo, localización y detención de individuos... entre otras muchas habilidades que se requerían para esos temas.
Pero medicina... ni lo básico. No me importaba que Dean se centrara en la medicina, siempre era útil tener médicos en nuestras tropas, pero seguía pensando que no tenía que descuidar tanto el entrenamiento de combate.

Me vino de sorpresa la invitación de Lucius para que Dean llevara ese cargo, pero sonreí ampliamente por él.

-Enhorabuena, hijo.-le felicité poniéndole una mano en el hombro.

Entonces miré a Lucius con una sonrisa maliciosa entre los labios.

-Bueno, bueno. Pero lo más importante... Un gran hombre se merece una gran fiesta de despedida de soltero. Tranquilo, tranquilo, que yo me ocupo de todo-dije con una amplia sonrisa en mi rostro

Al escuchar aquello de despedida de soltero quedé algo estupefacto. Nunca había asistido a ninguna, como era evidente, y el vago conocimiento que tenía de ello era... sin duda... algo demasiado lujurioso para mi gusto.

Les miré a los dos, algo desorientado, si saber exactamente que responder. No estaba seguro de si querría ir a algo como eso, no me daba muy buena espina. Entonces vinieron amí palabras que había oído en tabernas y sitios similares sobre las despedidas de soltero.
Comencé a palidecer, aun que solo parcialmente, y mis mejillas se tiñeron de un tenue rojizo. Me puse algo rígido, como conteniendo la respiración.

-Ah... yo... no se yo si... debería ir a... eso-dije, balbuceando un poco.

No quería ofender a Lucius, pero si había alguna posibilidad de no ir me agarraría a ella.

Vi la reacción de Dean. El chico se había quedado sin color, como si la sangre no le corriera por las venas.
Si no fuera por que se parecía tanto a mi físicamente, en ocasiones juraría que no es hijo mio.

Le dí un empujoncillo de ánimo en la espalda, sin hacerle daño, claro. Tenía una sonrisa en los labios y le rodeé con mi brazo detrás de la nuca, atrayéndolo un poco, con cierto cariño.

-Vamos, vamos! No te pongas asi. Ya eres todo un hombre y por que vayas a una despedida de soltero no se te va a caer el mundo. Ya es hora de que vayas conociendo lo que es una buena mujer, hijo-dije entre risas.