Cabaña ilusoria. (Medea + Nier)

En la profundidad del bosque, en sus entrañas, una pequeña construcción de madera se alzaba, regia. La cabaña, adornada con unos disimulados cristales, muy parecidos a los de todo el bosque, hacen de esta un escondite perfecto. En aquella casita, todo lo que había eran dos personas. El refugio apartado de todo, perfecto.

La luz resplandeciente entraba entre las cortinas a una habitación adornada con una gran cama de color verdiblanco y varios estantes y floreros, llegando levemente a sus ojos con un titileo originario tan solo de aquel bosque solitario.
Alargando la mano, sujetó lo que parecía ser el hombro izquierdo de su amado. Y abriendo los ojos del todo, sus orbes se clavaron en él con una cálida sonrisa. Acercó sus pies helados a los de él, y humedeciendo los labios con la lengua, se echó sobre su pecho, acurrucándose mientras suspiraba.

-¿Estás despierto? - preguntó. -Me apetece levantarme ya... - añadió sin asegurarse de su lucidez e incorporándose lentamente, subió un poco más por su estatura, hasta llegar a su hombro, sin apartar la mirada de su rostro.

-Sé que lo estás... estás sonriendo. - inquirió la peliverde sonriendo al mismo tiempo que él. Se sentía a gusto, y comprendía muy bien la razón de su existencia: compartir la eternidad con él.

Su amorcito había hecho toda una escena, sin duda. Y bueno, como siempre, actuaba como un tocapelotas en toda regla, pero a ella eso le encantaba, no le importaba cómo actuase si continuaba amándola siempre.

Él salió huyendo a través de la pared donde estaba apoyada la cabecera de la cama, ella, con un resoplido se dejó caer sobre la esta, estirándose un poco.
Escuchó un golpe, dirigiendo la mirada hacia la puerta. Nier ya se había vestido, desde luego el chico tenía energías por la mañana, aunque era un extremo dormilón.

Correspondiéndole la plena sonrisa desde aún la cama, vestida tan solo con unas pocas sábanas semitransparentes, se levantó sensualmente, con la mirada fija en él, caminando poco a poco, relamiéndose de forma picarona.

Justo cuando iba a llegar, la puerta se le cerró en todas las narices, desde luego, estos truquitos eran propio de ella.

Entre carcajadas, volviendo a abrir la puerta sin tan siquiera tocarla, añadió - Si es que no tienes remedio. Hahaha... - Momentos después se echó a sus brazos, devolviéndole los besos que anteriormente había recibido.
- Voy a vestirme y planeamos cosas sucias, ¿vale? - anexionó rápidamente en un tono burlesco, mientras se contoneaba hacia la cómoda, sacando un par de prendas blanquecinas desprovistas de mucha tela.

Su amor le había elegido bien, ya que, a pesar de ser un bosque cristalino, aquel día, hacía calor, así que sin pensárselo más, se puso el vestido lentamente, notando cada palmo de piel pasar por los dedos.

El sol ya era fuerte, había salido del todo, dado esto, se acercó a la ventana aún con las cortinas echadas, para retirarlas y que entrase dicha luz.
Abriendo el portillo, respiró hondo, cerrando tímidamente los ojos, y echándose el pelo hacia un lado, mientras observaba la espesa vegetación detenída en el tiempo.

-Un día estupendo, sin duda... - dijo en voz baja, casi suspirándolo, erizando su piel al mismo tiempo que sus orbes bajaban la mirada a su interior, su alma eterna, su espíritu portador de un fuego que jamás se extinguiría.

Girándose hacia él, dio dos pasos grácilmente y le agarró la mano, mostrando una amplia sonrisa, y, ya que ninguno de los dos desayunaba muy a menudo, decidió que podrían hacer algo juntos, lo que fuese.

-Umm... podríamos ir a leer a la biblioteca, ya sabes que me gusta saber... o también dar un paseo por el bosque, hoy está muy hermoso, o tal vez la biblioteca Áster esté mejor, aunque no lo sé... ¿tú qué opinas? La verdad es que me apetece hacer algo divertido, ¿quieres proponer tú algo, amor? - la peliverde no paraba de hablar, no sabía cuando parar. Esto se equilibraba con las situaciones en las que el silencio sepulcral se apoderaba de ella, quedándose ahí, perpleja, mirando a la nada, contemplando un mundo inexistente y a la vez tan palpable. Meditabunda.

-Te amo... - y añadiendo esto último, apretó su mano, desviando un poco la mirada, como si fuese una colegiala con algún tipo de síndrome antisocial.

Los brazos de su amado, una vez más, la sostenían, era tan cálido y a la vez tan nostálgico. Aunque no una nostalgia triste, si no hermosa, tan hermosa que le hizo derramar un par de lágrimas al mirarle a los ojos, saliendo de aquella casita.

Acurrucándose en sus brazos, levantó la mirada al cielo, suspirando muy levemente, casi imperceptible.
Los rayos de luz jugaban entre los árboles, haciendo todo un espectáculo, tan solo la estancia en aquel lugar le hacía sentirse mejor. ¿Cómo se sentiría él?

-Puedes bajarme ya... - susurró poco a poco, levitando un poco hasta alcanzar la tierra con los pies descalzos, poniéndose en pie sobre el suelo.

Sus ojos escudriñaban las ramas, viendo a algunos animalillos jugar entre ellas, cosa que le hizo sonreir una vez más.

-¡Tú la llevas! - a la peliverde no se le ocurrió otra cosa que jugar al pilla-pilla, a veces podía llegar a ser muy infantil si se lo proponía.
Dicho esto, le agarró de la ropa, y salió huyendo gracilmente entre los árboles, soltando risitas un tanto... perturbadoras para todos los que no fuesen Nier.

Corría y corría, y a los pocos segundos sintió el tacto de Nier en su hombro, el cual había llamado a uno de sus esbirros para alcanzarla, ya que, a pie, jamás podría haberla llegado a agarrar.
Después de los besos y lametones que recibió la peliverde, frunció un poco el ceño, algo enojada a la par que risueña.

-¡Eso no es justo! - inquirió mientras Nier huía en la forma espectral. No podría alcanzarlo así... por mucho que lo intentase, sus pies saltaban veloces entre las raíces de los fulgurantes árboles, pero aún así no había manera.

Elevándose un poco en el aire, extendió sus resplandecientes alas, haciendo resurgir al fénix que llevaba dentro. Volando a una gran velocidad, tanta que tan solo se veía un borrón en el aire, acortaba la distancia entre ella y su amor.

Cuando ya el verde casi devoraba al azul, empujó hacia sí misma al gran espectro que era Nier, chocándose ambos en el aire y haciéndolos caer, lamiendo un poco el cuerpo intangible de aquel armatoste con su larga y puntiaguda lengua.

-Te pillé... -

Desde luego, la chica estaba cubierta de amor y cariños, y por supuesto él también.
Las plumas se hicieron nuevamente piel, los ojos clavados mutuamente, se cerraron, dejando sentir el latido vital de ambos.

El tarareo de la peliverde resonaba en la lejanía del bosque, pasando sus delicados dedos por su pecho, suspiró.

-¿Qué piensas sobre el mundo exterior...? - podría ser una pregunta un tanto extraña, pero aquella chica estaba sedienta de sabiduría, quería conocer, quería experimentar. Junto a su amor.
El cabello aceitunado estaba esparcido por su pecho, con un olor a yerbabuena típico de ella.

-Quisiera... conocerlo todo, poder sentir que no hay nada que se me escapa, que no hay nada escondido en las rendijas de mi alma... ¿tú me entiendes, verdad? - no sabía muy bien lo que estaba diciendo, pero se la veía segura de si misma, decidida. Fuerte.

-Puede que suene algo repentino y que tal vez sea el fruto del capricho, pero sé que tú sientes algo parecido... ¿verdad, mi amor? O solo esté hablando demasiado... - guardó silencio unos instantes, volviéndole la mirada a su rostro, aún recostada en su pecho.