Alzo una ceja con el rostro serio. Demasiado precipitado lanzar unas acusaciones como esas, mi querida vampiresa. Si aprovechase mi “belleza” en ese esplendor que me ha recalcado… fácilmente terminaría como comida para perros. No me gusta que me recuerden lo que no soy, agradezco que haga frío por primera vez en la noche. Si estuviésemos en un sitio cálido, como el mismísimo infierno, algo así me habría sentado mal. Bastante mal. Pero tampoco puedo culparla, pues tan solo está viendo mi lado amable y “bello”.
Distraigo mis pensamientos con las palabras de Darksik, su cercanía me devuelve la sonrisa. Hace mucho, mucho tiempo que nadie me susurraba. Es tan gratificante el aire cálido que despiden sus palabras mmm… Contengo la respiración por unos segundos mientras escucho con detenimiento su confesión. Él no puede saber qué se siente al no haber tenido jamás a nadie, al igual que yo tampoco puedo saber qué se siente al perderlos. Quizás por eso ambas fuerzas estén justificadas; la suya para dar sentido a sus muertes y la mía para poderle dar a mi vida algún significado. Si es que de tanto ir y venir, olvidar y recordar, al final solo me lo paso bien. Sería bonito que tuviese algo más.
Supongo que tiene razón, la soledad no es algo que me asuste y por ello la frecuento. Resulta interesante escuchar a este muchacho después de todo. Me ha hecho pensar en cosas que de otra manera no me habría planteado. No de esta manera claro, porque si en algo me ayuda mi vino es a tomar decisiones. Buenas decisiones además. No obstante, todavía me sigue pareciendo una incógnita la disposición tan servicial de Darksik. Nada viene gratuito, ni nada se dice sin saber por qué se dice. Se separa de mí y abrazo mi cintura con el semblante tranquilo. Pero lo vuelve a decir, ese vocablo que Angeline ya comentó, y mis oídos pitan. Hago chirriar mis dientes sin prestar atención al resto de sus palabras. Violentamente me dirijo hacia mi bota de vino y me termino todo el contenido de un trago. Dirijo mi mirada hacia Angeline y comento con una sonrisa forzada.
A la última persona que me dijo algo así, Angeline, no le pude pegar un puñetazo pero lo suelo hacer. –Me ato la bota al cinto y siento cómo la magia del vino me envuelve y me serena. Sí, pacifica mi sangre encendida.- No te preocupes, puedo comprender que estés algo confusa y te perdono.-Le dedico una mirada tierna, aquello me ha dolido, pero tan solo pretendía agradarme. No sabe nada de mí y ella no ha visto la razón de mi acidez. –Dejemos que la más bella seas tú. Si me diesen otro papel que no fuese el de mala del cuento, posiblemente se me daría mal. –Le comento con ironía.- Y ahora mismo, os daré mis razones a ambos. –Miro primero a uno y luego al otro.-¿Quieres ayudarme Darksik? Pues ayúdame a encontrar al cabrón que me hizo esto.
Aparto el pelo de mi cara y dejo al descubierto la cicatriz. Esa marca que lleva conmigo desde que aprendí a mirarme en un espejo. Posiblemente por el frío se haya contraído y parezca mucho más abultada de lo que es en realidad. He confiado en ellos, ahora les he mostrado mis dos caras. No les advertiré más, el próximo comentario acerca de mi “belleza” se comerá un puñetazo. Siempre dicen que los amigos han de ser sinceros entre ellos, pues esta vez estoy siguiendo las reglas. ¿Qué recibiré?