Un paseo por el bosque

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Aparecimos ambos en la zona más remota de los bosques de la discordia. Aquellos bosques no eran tan bellos como los del limbo, pero el cielo era el de Iggdrasil. Después me aparté de ellá y me subi a una rama de un salto cuál grácil felino.

- Creo que este sitio es más adecuado.

De repente estábamos en unos bosques, hace 1 segundo estábamos en el Limbo.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho?-pregunté sorprendida-Bueno, da igual, este sitio me gusta también.-dije sonriendo-No entiendo por qué a la mayoría de la gente no les gustan los bosques como los del limbo, estos son diferentes, más vivos, están mejor los del Limbo.

Me gustaban más los bosques monótonos, aunque me daba igual qué bosque fuera, mientras pudiera mirar las hojas de los árboles movidas por el viento.

- Por si no te has dado cuenta, soy el rey de los demonios. Hay cosas que escapan de la comprensión de otros mortales... - contesté en un tono un tanto misterioso

-Ya... Espera, ¿Rey?-dije extrañada de no haberlo notado antes-¿Eres un rey?-dije sentándome.

Pero me olvidé rápidamente de ello y me quedé reflexionando apenada en mi pasado, sentada mirando las hojas moverse.

La miré entre divertido y molesto por aquella reacción.

- Eres bastante peculiar. ¿De dónde procedes Elizabeth?

Bajé la cabeza y le respondí.

-No recuerdo más allá de que me encerraron y asesinaron a...-me llevé las manos a la cara y se me saltaron las lágrimas.

Traté de parar de llorar, pero no pude controlarme.

Al parecer había tocado un tema sensible para aquella mujer. Preferí no prestarle mucha atención, urgar más en la herida no le haría ningún bien. Como si nada hubiera ocurrido me dispuse a mirar al cielo, majestuoso como todas las noches en aquel paraje.

- Cuando no encuentres respuestas, mira al cielo. Las estrellas contienen mucho más de lo que a primera vista aparenta.

Una vez se me hubo pasado un poco la llorera, me dejé caer al suelo mirando boca arriba. Por hacerle caso no perdía nada, pero sólo pensar en ello me dolía, y me llevé las manos al pecho.
Observé las estrellas, preciosas y brillantes como diamantes a la luz del sol, pero prefería más las hojas de los árboles del limbo, las cuales eran apagadas, me tranquilizaba.

-¿Sabes? Prefiero morir antes que sufrir por ello...-dije tocando la punta de la espada que colgaba en mi espalda-Pero no hoy.-dije aún un poco entristecida.

- ¿Morir? ¿Tan poco aprecias tu vida? - pregunté con un tono de indignación ante semejante respuesta - El sufrimiento es parte de la vida, y es necesario para ganar la suficiente fuerza para aplastar a aquellos que te perturban...

-No me entiendes, no me importa vivir o morir, mientras tenga paz y tranquilidad...-respondí-Y dejar de sufrir. Y sí, sé que no aguanto el sufrimiento, llámame débil o todo lo que quieras, pero no puedo hacer nada, sólo quiero que desaparezca ese sentimiento de mi ser.-hablé en un tono de voz alto y serio, pero aún con la voz temblorosa.

- Oh, pues si tantas ganas tienes de que desaparezca, haz algo para que sea así. Pero si te estás ahí parada no conseguiras nada... - comenté pensativo.

-No puedo hacer nada para pararlo, únicamente puedo olvidarme de ello momentáneamente...-dije en un tono serio, pero no demasiado alto.

- Entonces haz lo que te venga en gana - dije algo ausente.

Después me dispuse a meditar un rato. Aquel lugar era bastante propicio para ello.