El retorno del Ángel

Hacía diecisiete años que no pisaba estas tierras. Atravesaba ahora las puertas del Cielo, embutido en aquél traje que mezclaba sobre todo tonos blancos y azul-eléctrico con las botas de montar negras que me había procurado para pasar desapercibido entre los humanos, con la melena rubia al viento.

Mi séquito de ángeles me acompañaba, también ellas emocionadas por estar de regreso a su hogar.

Me descalcé para sentir el mullido suelo algodonado de las afueras, y me desabroché los botones de la chaqueta para que el Sol pudiera bañar mi pecho con su luz acogedora. A lo lejos, resplandecía el Templo Angelical cual palacio con las columnas de estilo dórico. El templo, además, estaba rodeado de un entramado de canalizaciones que transportaban agua bendita. Se respiraba un aire puro en aquél lugar, tan fresco como el propio agua bendecida por los dioses. "Estoy de nuevo en casa". Un recorrido de aquellas mismas columnas, libres de techo, guiaba el acceso al Templo.

Cargando con las botas en mi mano derecha, me adentré hacia aquel camino, nutriendo mi mirada y mis recuerdos hacia cada uno de los rincones de la ciudad, seguido por mi séquito cada cual a su ritmo también observando las maravillas del lugar. El ágora, la plaza donde se solían reunir los ángeles. Aun recordaba el día en que mi madre fue sacrificada en este mismo lugar. Bajé un instante la mirada por la tristeza que me producían aquellos recuerdos. Pero la volví a alzar sin reparo alguno, inspirando una buena bocanada de aire para recompensar la pesadumbre anterior llenando mis grandes pulmones.

Me acerqué a la fuente que adornaba el centro del ágora, una estatua de la diosa Acrisea. La contemplé durante unos instantes con admiración, parecía observarme con sus grandes ojos amarfilados. Realicé una pequeña inclinación y me elevé ligeramente para tomarle la mano y posar un suave beso en el marfil, en señal de respeto y lealtad.

Después volví a descender. Mis dos pares de alas lucían ahora en todo su esplendor y mi aura de luz, fulgía al máximo.

- Me alegra estar de vuelta -Le dije a la estatua de la diosa en tono alegre aunque solemne-. No volveré a dejaros sola. Os protegeré con mi vida al igual que mi padre hizo antes que yo.

Me di cuenta de que mis ángeles estaban tras de mi, formando un círculo de media luna, todas ellas arrodilladas, ante mí, pero sobre todo ante la diosa.

Técnicamente, no era este el lugar que debía pisar, puesto que se supone que mi reinado era el que estaba en contra de éste. Pero decidí que tenía al menos que conocer al recién llegado Príncipe. Según sabía, había llegado hace poco tiempo, pero no tenía más datos que ése. Ni siquiera conocía su aspecto.

Entonces, para terminar con aquellas dudas, entré en la zona donde vivía el régimen oficial. Técnicamente no se me prohibía pasar, pero estaba mal vista en aquellos lugares. Pero tenía que ir, tenía que comprobarlo con mis propios ojos. Debía conocer al posible rival, al posible amigo, aliado, o a saber qué condición tendría hacia mi.

Seguí el camino de mármol blanco que reflejaba la luz del sol. El mármol tenía una calidad tal que no tenía estraza alguna de color negro ni marrón. Parecía que hubiera sido diseñado especialmente para este lugar. Columnas de igual color, si no más brillante, estaban a ambos lados del camino. Hoy como casi siempre, llevaba el vestido blanco, y el pelo suelto, sin perder la formalidad de llevar zapatos blancos de hebilla y los pendientes con cruces. Mis cabellos danzaban al ligero viento que susurraba a través de las ramas de los árboles del jardín. Un entramaado de un juego de luces celeste del cielo, tan brillante como siempre por nuestro padre Sol, el blanco refulgente del mármol de la vasta construcción y el verde de las hojas de los árboles y el césped describía una vista preciosa, si no especial ya de por sí.

En la plaza central podía ver un ángel de aspecto fornido, a juzgar por su tamaño y forma, a pesar de que le viera de espaldas. A su alrededor, otras ángeles estaban arrodilladas, probablemente adorando a alguien, a saber si a él, o a la magnífica estatua que podía apreciar a esa distancia, a pesar de que no podía reconocer al personaje de la estatua.

Me detuve tras las ángeles, entrelazando mis dedos de las manos, claros como las nubes en días soleados como éste, y esbozando una sonrisa dulce. Observaba con mis ojos verdes como la hierba al ángel, hasta que sentí el impulso de presentarme ante él.

Avancé unos pasos, todavía estando tras las ángeles, y hablé con un tono dulce hacia éste.

Saludos, encantador caballero.

Esperé a que se diera la vuelta para que pudiera verme, tras lo cual, me incliné con formalidad, hasta casi hacer un ángulo recto.

Tras levantarme, terminé por presentarme con una formalidad digna de la realeza, sin dejar de sonreir abiertamente.

Es un placer ver a un recién llegado. Mi nombre es Amy Sunie, ¿podría saber cuál es el suyo?

Pero había alguien más, que a pesar de tener mi aura expandida en todo su esplendor, aun podía percibir... Pero fue el saludo de una voz femenina el que me terminó de trascender. Me giré lentamente. Mi mirada se ciñó cual imán a aquella mujer que esperaba pacientemente tras mis ángeles. Hice un gesto con ambas manos, y éstas se irguieron de nuevo creando un pasillo entre ellas dejando paso a la invitada. Mi mirada estaba fija en ella, seria. Era como si de repente el tiempo se hubiera detenido para mí...

Los recuerdos se atropellaron en mi mente y un torrente de emociones me abordaron súbitamente. Los recuerdos envolvieron todo mi entorno en una espesa capa de nubes difusas, dando paso a la noche. Cargaba en mis brazos el cuerpo de mi madre, a punto de dar a luz. Nos adentrábamos en el reino renegado de los ángeles. Me abrieron las puertas sin siquiera pedirlo, se notaba que eran ángeles con alma de ayudar a los que lo necesitaran. Una mujer, en apariencia, me recordaba a aquella ángel que se me había aparecido en mi regreso al Cielo. Atendió a mi madre como si fuera una más... y nos ayudó a traer al mundo a mi hermana...

La capa de nubes difusas volvió a envolverlo todo y al momento siguiente estaba de nuevo en el ágora. Mi séquito de ángeles había formado el pasillo para darle paso a la invitada. El recuerdo tan sólo había durado unos segundos, pero a mí me había parecido mucho más tiempo. La ángel avanzó con decisión entre las que conformaban mi séquito y realizó una reverencia con toda la clase de alguien que ha recibido una exquisita educación procedente de una familia noble.

"Amy Sunie..." Grabé a fuego lento su nombre en mi cabeza. Realmente, la mujer que acogió a mi madre no llegó a pronunciar su nombre, pero la ayudó de forma desinteresada. Y la mujer que ahora estaba frente a mí me recordaba mucho a ella.

- Lucius Jupiter, príncipe heredero de este reino -Respondí resueltamente, con firmeza. No me había costado recobrarme-. Ciertamente, no esperaba hallar a nadie aquí en el Cielo, pues todos excepto ellas -Señalé a mis ángeles- y mi persona, sobrevivimos a la guerra que hace diecisiete años acaeció sobre estos parajes y tiñó el Cielo de rojo...

Avancé un paso, ladeando el cuerpo, quedando de forma lateral con el pie derecho adelantado.

- ¿Os conozco?

Lancé la pregunta con firmeza, aunque mis ojos se hubieran entornado ligeramente por la incertidumbre y la extrañeza.

Me quedé estupefacta por el poder que infundía a las ángeles que tenía a su alrededor, y cómo siguieron su orden sin siquiera pronunciar palabra alguna.

Estaba avanzando mientras seguía esta corriente de pensamiento, hasta finalmente detenerme frente a él, a pocos pasos de su, había que decirlo, portentosa y admirable persona.

Lucius...Lucius...quizás me suene...o más bien no, jejejeje La verdad es que nunca había escuchado ese nombre, ni su apellido. A lo mejor era una casa real que acababa de llegar a tomar posesión de lo que por derecho le correspondía, o quizás es algún primo del anterior rey... No lo sabía muy bien. Pero estuve estupefacta unos segundos por la forma en la que se dirigió a mi, directa y firme, pero muy caballerosa. No titubeó ni un instante.

Sin embargo, antes de decir nada, esperé a que terminara su parte de la historia. La verdad es que si bien era cierto que hubo una guerra, no recordaba nada, que yo supiera, además de que me parecía extraño que dijera tan decididamente que no había más ángeles en el Cielo.

Me sorprendió repentinamente con su pregunta, antes siquiera de que pudiera abrir mis labios rosados para intentar responder. Debía admitir que Lucius era una persona directa, que no daba muchos rodeos.

Lo contrario que me pasa a mi, jejeje

Quedé tan sorprendida que me incliné levemente hacia atrás, tan levemente que apenas se notaba. Pero me daba cuenta de que tenía un respeto que mostrar, fuera quien fuera. En este caso, el futuro Rey del Reino. Era importante en todos los casos.

Ehh...me parece que no, pues que yo recuerde, nunca he visto a nadie tan....brillante como vos, jeje...

Se notó cierta incentidumbre en mis palabras primeras, mas luego apoyé lo que decía con una risita inocente, como si fuera una muestra de sinceridad. Pero detuve rápido mi risa, pues era consciente de que no le conocía nada, y no podía formarse falsas apariencias de mi.

Entoncs, continué para responder lo que él comentaba, que ciertamente comentaba como si fuera una pregunta, o al menos de la manera en que lo decía, intentando ser un poco más directa, pero manteniendo aquel tono dulce de voz

Ciertamente, no creo haberos visto alguna vez, estoy segura de que os recordaría si así fuera. Pero...lo que acaba de decir.. -Llevé mi mano con los dedos ligeramente cerrados hasta mi barbilla, mostrando una pose pensativa, a pesar de que mi sonrisa seguía manifiesta en mis labios.-
Desconocía esa guerra, debo admitir. Hace 17 años, yo era una niña, y la educación que me daban era muy filtrada. Nunca sabía del exterior. Pero...me parece extraño que sólo sobrevivieran ustedes a esa catástrofe...

Me erguí un poco más firmemente, dejando caer mi brazo, que se colocó por inercia junto a mi costado. Se fue dibujando una sonrisa cálida en mi rostro.

Pero me alegro de que se encuentren sanos y salvos. Hay más ángeles también viviendo en el cielo, al menos de donde yo provengo

En ese momento no sabía si era prudente decirle de dónde venía yo, pero respondería a aquello sólo si se le avivaba la curiosidad a Lucius.

Escuché cada palabra de lo que la ángel Amy me contaba, a la espera de alguna información que me fuera de interés. Me halagó, pero para mí era ya algo habitual, por lo que no me sorprendió. Sin embargo, dijo algo que hizo que pareciera encendérseme una bombillita en el interior de mi cabeza al escuchar.

- ¿Más ángeles...? -Repetí, con asombrosa firmeza en la voz, a pesar de la sorpresa. Mi mirada se mantuvo unos instantes en los ojos de Amy, mientras escuchaba el resto de sus palabras.

Comencé a divagar sobre lo que podría haber sucedido entonces. Creía haber rescatado a todas las supervivientes. ¿Alguien más había logrado ponerse a salvo? ¡¿Cómo?! ¿Y por qué hasta ahora no había recibido noticias de ello? Todo esto para mí era una gran incógnita.

Observé a Amy con cautela, y a la vez deseando saber dónde se encontraban aquellas ángeles. Pero debía apaciguar mis nervios, no era propio de mí actuar premeditadamente. Bajé la mirada, suspirando profundamente un instante antes de retomar la palabra. Evoqué por un instante la imagen de aquella mujer que veló por mi madre y la vi reflejada en Amy por un instante. Aquella mujer era una ángel renegada... y no me cuadraba el poder aural de Amy para una ángel del reino oficial del Cielo que yo no conociera ya. Y tampoco podía tratarse de mi hermana, pues sus rasgos no se parecían a los de mi madre o a los de a algún familiar, sin olvidar que su aura era puramente luminosa. Descarté aquella idea...

Volví a comtemplararla, retomando la idea anterior. Quizá no se tratase de aquella mujer, pero podría estar de alguna forma relacionada. Mucha coincidencia sería sino su gran parecido...

- Érais muy pequeña entonces, pero lográsteis poneros a salvo... o alguien lo hizo por vos y por los ángeles de los que me habláis -Avancé con tranquilidad hacia ella y me detuve a un metro escaso de distancia-. Me gustaría ver a esos ángeles, si sois tan amable. Quizá ellos puedan esclarecerme lo que haya sucedido en el Cielo durante éste tiempo.

Me mantuve a la espera de su respuesta con calma, aunque esperaba su aceptación.

Detuve esa corriente mental que iba fluyendo y evocando frases y frases en el momento en que se repitió a sí mismo aquella afirmación, con tono ingerrogante. ¿Había algo raro en lo que dije? ¿O es que nadie lo sabia exactamente? No tenía ni la menor idea de aquello, la verdad.

Pero aquellos zafiros brillantes que tenía por ojos Lucius se clavaron en mi mirada. Con ello parecía que no quisiera que le dejase de ver. Y su mirada, tan profunda, parecía estar observando algo imperceptible para mi. Algo difícil de alcanzar.

Volví a la realidad a los pocos segundos, cuando oía sus palabras, a las que les presté toda la atención que se podía prestar.
Había dicho unas cuantas certezas en las pocas palabras que pronunció, y por supuesto, accedería de buen grado a su petición. Era agradable saber que el recién llegado Príncipe era dado a las amistades y las buenas formas, por lo que no rechazaría nunca esa solicitud. Eso sí, me agradaba su aproximación, y por ello sonreía con los labios tan arqueados como me era posible.

Sí, era muy pequeña. Tenía unos 6 años entonces. Y si alguien me puso a salvo y al resto, fueron los anteriores reyes, mis abuelos. Me tomé una pequeña pausa y entonces promulgué mi decisión

Y por supuesto, Lucius, que podreis venir al Reino Renegado, si tanto gusta. Me giré hacia el camino de donde vine, quedándome de lado junto a éste, ya que dar la espalda era una falta de cortesía muy grave.

Es por allí. Si quiere, ahora mismo podemos ir

El Reino Renegado... más cabos que confluían en una sola respuesta...

Asentí ante su invitación con una formal inclinación de cabeza y la seguí con calma, acompasando su paso, en silencio por el camino de columnas en dirección opuesta al Templo Angelical.

Hacía rato que me venía rondando un tintineo en la cabeza... "Amy..." Su nombre me sonaba, pero no por haberla conocido anteriormente, sino por la mención que la reina Luccie Hyuga de los vampiros oficiales me hizo aquél día en el que por casualidad nos encontramos en los Desiertos fríos del Norte... Su porte, su aura, su nombre inclusive, todo encajaba...

- Amy... si me permitís la indiscreción... Hay algo que me gustaría preguntaros desde hace rato... -Giré el rostro y la observé directamente a los ojos con una mirada entre tímida y curiosa-. ¿Sois la Reina Renegada, verdad?

Me mantuve expectante ante su respuesta, sin dejar de caminar paralelamente a ella, pero sin apartar aquella mirada de sus ojos.

Estábamos caminando en dirección al sitio anteriormente indicado, y giré mi rostro hacia él cuando empezó a hablar. Estaba ahora viendo sus brillantes ojos azules directamente.

No sé cómo, pero lo sabía. Tarde o temprano se enteraría. Pero no he dicho nada al respecto. ¿Cómo es posible? En fin, preguntármelo no me sacará de dudas. Volví entonces a mirar al frente, observando el jardin de la entrada del Reino Renegado en la distancia.

Sí... Eso es correcto. Soy la Reina Renegada, Amy Maya Sunie. Pero...¿Cómo ha podido saberlo? No le he dicho nada al respecto, que yo sepa. Y no he visto a nadie que pudiera haberoslo dicho.

Callé mientras esperaba su respuesta, continuando por el sinuoso camino hasta las puertas del Reino anexo. FInalmente las traspasamos, dando lugar a un jardín lleno de flores de diversos colores y tamaños. Oloros dulces saturaban el aire que se respiraba por ahí. No muy lejanamente se observaba la plaza central, y más allá, el Palacio. Por supuesto, había ángeles caminando por allí, dialogando y deteniéndose a observar el brillante color celeste del cielo, que siempre parecía mantenerse allí arriba

"¿Sus abuelos...?" Repetí para mí, anotándolo mentalmente. Lo cierto era que la mujer que atendió a mi madre no era tan entrada en edad (o al menos no lo parecía), pero bien pudiera haber sido madre.

Observé a Amy, fijando mis intensos ojos azul-eléctrico en los suyos cuando me respondió, afirmando que efectivamente ella era la reina renegada. Sonreí de manera pícara ante su pregunta y ladeé ligeramente el rostro sin dejar de observarla.

- Digamos... que tenemos amistades en común... -Respondí haciéndome el interesante-. Ciertamente me sorprendió veros al principio y realmente no me lo podía creer cuando la reina Luccie me lo comentó no hace mucho, cuando aún me encontraba en mi exilio... Y aunque confíe en su palabra, no pude dejar de sorprenderme...

Guardé silencio durante un instante, dándole tiempo a que lo asimilara, mientras caminábamos por el sendero encolumnado hacia las puertas del Reino Renegado. Después me volví hacia ella volviendo a mirarla con aquellos ojos azul-eléctrico, aunque está vez más serio. Y me detuve, antes de cruzar el portal y abandonar el reino oficial.

- Me gustaría ser sincero con vos, Amy, teniendo en cuenta nuestras pequeñas diferencias... -Profundicé la mirada en sus ojos, abarcando toda su atención-. Soy consciente de ello y por eso creo lo más justo para ambos que pongamos las cartas sobre la mesa cuanto antes.

Guardé silencio de nuevo, manteniendo y profundizando aquella intensa mirada, cerciorándome con mi especial visión de que gozaba ahora de toda su atención.

- Me gustaría disponer de vuestra plena confianza y sinceridad en está empresa. Realmente deseo visitar a los ángeles de los que me habláis. Considero que es mi deber comprobar su estado y preguntarles por lo acontecido en el Cielo en mi ausencia. Es mi deseo expresarle, Amy, que no tengo nada en contra de los renegados, les debo la vida de mi hermana, pues una vez acudí a vuestro reino en busca de cobijo y ayuda... Con esto, es mi deseo que sepáis que podéis contar con todo mi apoyo y amistad por la acogida recibida entonces. Y que si alguna vez necesitarais disponer de mi ayuda, con gusto os la ofreceré. Pero me gustaría también dejar claro que nuestros reinos son independientes y no tengo intención de abrir las fronteras permitiendo la libre circulación que podría conceder una alianza. Además, me gustaría establecer un protocolo de actuación... Sólo vos gozáis de mi plena confianza para visitarme en mi reino y por ello seréis siempre bien recibida. Pero los vuestros, si alguna vez visitan el reino oficial, requerirán de una recomendación con vuestra firma y sello oficial, para que mis guardias permitan el paso.

Concluí mi discurso con aquellas palabras. No dejaba de observarla con atención, la confesión y propuesta acarrea consigo temas que seguramente Amy necesitaría considerar.

- Ahora, Amy. Es vuestra decisión invitarme a cruzar a vuestro territorio. Comprendería que tras lo que os acabo de transmitir, rehusaseis la invitación. Pero, si sois tan amable, me gustaría conocer vuestro parecer.

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FDI: Si al final no declinas la invitación y pasamos al reino renegando, creo que deberíamos finalizar este tema e iniciar uno nuevo allí.

Me parecía curioso. ¿Ya conocía a alguien que yo conozco? Al parecer sí. Mi amiga Luccie.Bueno, nunca estaría de más saber un dato como ese. Y la verdad, más me sorprendió a mi escucharle.
Me detuve al oirle, junto al umbral de las puertas de entrada y me giré hacia éste, para escuchar lo siguiente que iba a decir. Pareció extenderse bastante. Debía admitir que era algo poco habitual que alguien empleara tanta cortesía, tanta educación y tanto tiempo para expresar de forma tan bella aquello que quería transmitirme.

Ciertamente me parecía bien que quisiera dejar claras sus intenciones. Bien es cierto que no puede todavía confiar en los que bajo mi mando se encuentran, pues acaba de llegar otra vez a este nuestro hogar. Si eso significaba que la gente de mi confianza podía ir allí a tener una conferencia, me parecía muy bien. Entonces asentí con lentitud, esbozando una sonrisa, formal pero amable, tras lo cual respondí.

Me parece excelente que declareis vuestros pensamientos, así como me conteis lo que quereis. Por supuesto, me halaga que confíe en mi Reí por lo bajo levemente, pero la risa era bastante refinada y dulce para lo que quizás sería habitual.

Aunque quizás me hice demasiadas ilusiones con una posible alianza, bien es cierto que no podemos confiar tanto en nuestros ciudadanos. Comprendo perfectamente su postura. Así pues, le diré que estaré enormemente encantada de invitarle a poder conocer a los ángeles que aquí, en mi reino, viven y moran.

OFF Cierto, jejeje. Haré el tema cuanto antes. Por cierto, ayer no pude responder porque estuve intentando no dormirme. Me levanté muy temprano sin haber dormido lo suficiente, y ya se sabe, jejejeje. Pero bueno, intentaré recuperar el tiempo perdido esta noche.

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