La recompensa de un trabajo bien hecho

Miré a los ojos a Caeli con una gran sonrisa en la boca. En cierta medida, me quedé algo embobado contemplando su rostro. El rubor de sus mejillas la me llamaba la atención notoriamente. Alegremente le respondí riendo levemente.

- Anoche estabas empeñada en que debíamos ir a ver a Aspicious. Por suerte te convencí de que mejor descansaras, no estabas en el momento apropiado para ello.

Después agaché la cabeza y solté una risita algo burlona. Al devolverle la mirada la dije.

- Eres una borracha muy divertida, ¿lo sabías? Pero procura no hacerlo más... Me preocupaste bastante. Menos mal que no saliste de esta sala, te podrías haber metido en problemas serios.

Sebastian bostezó en la otra punta de la sala. Al parecer estaba algo aburrido, por lo que decidió echarse otra siesta.

- Ah... -Mi cara no tenía precio en este momento, enrojecía por momentos y reía nerviosa, al tiempo que mis ojos atentaban con salirse de mis órbitas. Me daba mucha vergüenza que William me hubiera visto así. Me sentí un poco molesta cuando me llamó “borracha”, pero lo endulzó con el resto de su comentario y me puse más colorada aun.

Me giré hacia la ventana, tratando de ocultarme tras mi cabello y observé los volcanes en erupción que se veían a través del cristal.

- Gracias por cuidar de mí, William... -Mi voz sonó muy suave, tanto que parecía que me hubiese abrumado la timidez.

Me acerqué a Caeli para escuchar bien lo que dijo, dado que había hablado en un tono muy bajo. Al escuchar aquello algo en mí me impulsó a hacer lo que hice. Suavemente la rodeé con los brazos por la espalda y acerqué mi rostro a su oído. Susurrando muy tenuemente la dije.

- Cuidaré te ti siempre que lo necesites... No lo olvides princesa...

Me sentí temblar ante la delicadeza de su gesto, mi pulso se aceleró y flaqueé ligeramente al escuchar su voz suavemente acariciar mi oído pronunciando aquellas palabras... Me apoyé en él y dejé que mis manos se posaran en las suyas con suavidad, cruzándose mis brazos por encima de mi vientre. Me presioné contra él para sentirle mejor. Me embriagaba mucho... pero me sentía muy a gusto... Quería cuidarme... Apoyé mi nuca en su cuello, dejando que mi mejilla rozara la suya y mi pelo le acariciara. Deseaba que el tiempo se detuviese en aquél instante...

Podía sentir el calor que emanaba su cuerpo. Su aura oscura era muy reconfortante, tan cálida que podría quedarme allí indefinidamente. Podía oler también su pelo, tan suave y tan aterciopelado. Aquella mujer tenía algo que me atraía enormemente... Pero por otro lado tenía un mal presentimiento, algo que me decía que no todo era tan perfecto...

Pese a ello, decidí que por un momento me olvidaría de ello. La abracé más fuerte aún con mis brazos. Sin pronunciar una sola palabra los gestos hablaban por sí solos. Entonces la cogí de la cintura y la giré para que quedáramos cara enfrente de cara. Miré fijamente sus ojos, y mi mirada después se quedó clavada en sus labios. Suavemente fui acercando los míos hasta los suyos, hasta que finalmente se rozaron con una delicadeza inusitada para un cazador.

Me embriagué aun más al sentir la presión de sus brazos abarcándome, provocando un acelere de mi pulso inevitablemente. Me giró suavemente, de modo que quedáramos el uno frente al otro, sin haber perdido un centímetro de distancia, aunque yo ahora le sintiera mucho más cerca de mí. Un adorable rubor coloreaba mis mejillas y por más que quisiera no era capaz de disiparlo. Mi mirada era intensa, profunda y brillaba ligeramente por la humedad.

Me di cuenta de lo que pretendía, pero no me opuse... simplemente cerré los ojos y me dejé llevar, pues deseaba sentir el calor y el sabor de sus labios, por lo que con suavidad le devolví el beso, enredando mis dedos en su pelo con suavidad, comenzando a jugar con él mientras le besaba con una ternura infinita.

Fuera por lo que fuera, no quería que ese momento terminara nunca. La cogí aún mas fuerte con mis brazos para poder tenerla aún mas cerca. El beso se intensificó por momentos.

Entonces me di cuenta de otra cosa más... Aquel beso no era como otros que había tenido con ciertas fulanas que había encontrado a lo largo de mi vida. Aquel beso estaba cargado de algo que no había encontrado antes en ninguna mujer.

Con esto en la mente, llevé una mano a la cabeza y comencé a acariciar suavemente su largo cabello dorado. La sensación que producía era como la de estar tranquilamente en un campo de trigo, mientras pasas la mano por las espigas que cosquillean placenteramente entre los dedos.

Aparté mis labios unos instantes y contemplé sus ojos, posiblemente los más bello que había visto nunca.

Me sentía levitar, guiada por su beso... un torrente de sensaciones y emociones me recorrían y aceleraban el pulso y la respiración. Nunca antes había recibido tanta ternura en un sólo acto... temblaba, pero a la vez me sentía relajada y en un estado de sumo bienestar y felicidad. A pesar de ser una diablesa y de mi origen angelical... podía decir que en aquél momento pudiera sentir el cielo...

Me abracé y apegué más a él intensificando el beso con mucha suavidad y dulzura, enredando aun más mis manos en su pelo blanco para que mis dedos llegaran a presionar su cabeza con suavidad, ayudando a intensificar a aquél cálido beso.

Su túnica aun descansaba sobre mis hombros.

Dejé de sentir el suave y cálido tacto de sus labios, sin embargo me quedé unos instantes más soñando... Al abrir los ojos, me encontré con mi propio reflejo observándome desde sus gafas de sol. Aquello me desconcertó y en cierto modo me incomodó, por lo que con cuidado llevé ambas manos hacia sus sienes y le retiré las gafas con suavidad para poder mirarle a los ojos. Mis mejillas estaban coloreadas de un adorable rubor, no sonreía ni expresaba en aquél momento más que una tierna curiosidad.

Al quitarme las gafas de sol Caeli pudo contemplar mis ojos. Donde cualquier otro hubiera encontrado horror e instintos asesinos, ella descubrió algo tan simple como amor. Amor por aquella diablesa. No sabía cómo había ocurrido, no sabía en qué momento había aparecido, pero sin duda allí estaba. Y lo hacía para quedarse.

Con una amplia sonrisa me aparté unos pocos centímetros y la susurré:

- Princesa, no deberíais ofender de este modo a un humilde caballero que es servidor... ¿Con qué motivo retiráis mis anteojos?

OFF: Sigo la indicación que me diste sobre los ojos...

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El rubor se intensificaba por momentos, sonrosando aun más mis mejillas. Aquella mirada me embriagó... Me perdí en sus profundos ojos rojos... Me resultaba curioso que fueran de aquél color siendo él un humano... Iba a preguntarle por ello cuando de repente se me puso cara de póker por su comentario...

- Ehm... etoo... -Tenía las gafas en mis manos, bajé la mirada y me puse a jugar con ellas algo nerviosa. Me había quedado algo cortada por su comentario-. Quería ver tus ojos... no te quería ofender, lo siento...

No me atrevía a mirarle. Me sentía mal por haberle ofendido cuando no había sido para nada mi intención. No pude evitar que junto a la vergüenza mis ojos se cubrieran de una fina capa de humedad.

Acerqué mi mano suavemente a su mejilla y la acaricié dulcemente, no quería que comenzara a llorar. Con una voz serena y segura la dije muy bajito, en un susurro casi inaudible, pero que ella entendería porque estaba muy cerca.

- No sucede nada... Tranquila, princesa, todo está bien.

Después hice una breve pausa y con una gran sonrisa en los labios la pregunté.

- Y bien, ¿te gustan mis ojos?

Me acarició el rostro y me susurró unas dulces palabras de consuelo, no pude evitar devolverle la mirada. Me perdí unos instantes de nuevo en la profundidad de sus ojos... Me pilló algo de sorpresa la pregunta que me formuló acerca de ellos y me ruboricé nuevamente.

- La verdad es que... sí... -Aparté la mirada con timidez, los había estado observando demasiado y ahora de nuevo me daba vergüenza mirarlos-. Sobre todo la mirada que me profesan... -Me ruboricé aun más, sorprendiéndome a mi misma por haber pronunciado aquello, pero me salió del alma-. Sin embargo, hay algo que me desconcierta acerca de ellos... -Le volví a mirar, profundizando mi mirada en ellos-. Su color no es habitual para un ser humano...

Mi mirada no se apartaba ahora de sus ojos. Parecía interrogarle con la mirada con aquellas cuestiones que me asaltaban y que no me atrevía a expresar.

Me separé por un momento de ella y comencé a andar hacia Sebastian. Aquella pregunta no resultaba difícil de contestar, aunque me gustaba hacerme un tanto el interesante.

- ¿De veras quieres saberlo? - pregunté observando detenidamente su rostro.

Una sonrisa muy macabra comenzó a brotar de mis labios. La gema de mi frente empezó a brillar siniestramente, en un tono carmesí. Mi aura había comenzado a expandirse, aunque no es su totalidad.

Poco después volví a reducirla a la normalidad y la gema se apagó.

- Quizá entiendas así que estoy maldito. Es la maldición del mismísimo diablo, y por ello soy una de las criaturas más oscuras que pueblan Yggdrasil, pese a ser un humano.

Después me senté en una de las sillas y miré hacia una de las ventanas.

- Sin embargo... ¿puedo hacerte una pregunta? - dije en voz muy baja, a la vez que sobrecogedora - ¿Por qué hay residuos de luz en tu aura Caeli?...

Le seguí con la mirada, sin moverme del sitio y asentí en respuesta a su pregunta. ¡Por supuesto que quería saberlo! Me quedé a cuadros... estaba maldito... Sin embargo, no me disgustó, ya que al ser yo una diablesa, estábamos mucho más cerca ahora de lo que parecía...

Me sorprendió su pregunta, a la vez que me entraba un escalofrío por el cuerpo... Creía que no se notaba... por un momento me sentí como una niña pequeña a la que acaban de pillar por haber hecho algo malo... Aparté la mirada avergonzada.

- Bueno... supongo que no tiene mucho sentido ignorarlo... -Me acerqué a él lentamente, posando mi mirada con un ligero brillo de temor en mis ojos. Merecía saberlo-. Mi madre era un ángel... -Dije escuetamente. Seguramente se imaginaría el resto de la historia, aunque no dudaría en contarle lo que sabía si me preguntaba.

Permanecí expectante de ver su reacción, ligeramente temblorosa. Me preocupaba mucho su reacción, pues él era un cazador de seres de luz aunque yo no lo fuera del todo... pero no dejaba de correr sangre angelical por mis venas aunque mi aura fuese oscura como la noche, demoníaca... No quería perderle... para mí lo era todo.

Aquella información me cayó como un jarro de agua fría. Bien era cierto que algo me intuía. Sabía que algo no iba del todo bien, pero aquello...

Cerré los ojos por un instante. Necesitaba asimilar la nueva noticia. Me senté pesadamente sobre una de las sillas y agaché la cabeza.

- Así que hija de un ángel... - dije secamente con una voz cargada de pesadumbre.

Si hubiera sido cualquier otra persona seguramente hubiera desenvainado mi arma y hubiera arremetido contra ella. Sin embargo... contra Caeli no podía. De alguna manera u otra no podía, me resultaba imposible realizar cualquier tipo de acto violento hacia ella.

Con un gran esfuerzo levanté mi cabeza y observé su rostro preocupado.

Me levanté y me quedé a escasos centímetros de su rostro. Sus ojos me habían cautivado, pero un gran pinchazo en mi pecho le procedía. Una cosa era clara, su aura no era de luz, era oscura, muy oscura. Eso me tranquilizaba bastante. Sin llegar a tocarla la pregunté timoratamente.

- ¿Cómo es posible?... ¿Por qué eres una diablesa entonces?

Me esperaba su reacción en cierto modo, pero esperársela no era lo mismo que recibirla... Respiraba con dificultad, se me había cogido un nudo en el pecho que me oprimía y me dificultaba la respiración... temblaba, estaba como un flan de nerviosa, temblorosa, temerosa... los ojos se me iban inundando como consecuencia del malestar, aunque yo hacía soberanos esfuerzos por sobreponerme a todo esto...

Esto era algo que hubiera tenido que pasar tarde o temprano, muy pocos conocían mi verdadera naturaleza aunque mis rasgos angelicales fuesen claramente visibles... pero parecían reacios a preguntar o quizá tímidos... o quizá fuera yo la que imponía la barrera inconscientemente y me ocultaba tras mi capa de aura oscura como la noche, por miedo al qué dirán...

Me había ensimismado en mis preocupaciones, por un momento imaginándomelas haciéndose realidad... estaba realmente aterrada... Si William hubiese querido, podría haberme quitado la vida en aquél instante sin que yo opusiera la menor resistencia...

Su pregunta me devolvió a la realidad. Me hizo dudar de sus intenciones... realmente, ¿me estaba aceptando...? Por un instante me perdí en la profundidad de su mirada, olvidándome de todo lo demás... deseaba con todas mis fuerzas aferrarme a él...

Pero el recuerdo evocado de su pregunta, que resonaba como un eco lejano en mi mente, me devolvió de nuevo a la realidad... Pestañeé, antes de responder.

- Me crié en el infierno con mi padre... nací oscura, todo lo que conservo de mi madre son sus rasgos... pero sólo cuando no estoy transformada... Un ángel puede volverse demonio si se corrompe lo suficiente y cruza la barrera... Yo no la crucé, o quizá sí... -Callé de repente, poniendo los ojos como platos ante la gravedad de lo que me acababa de dar cuenta-. ¡Asesiné a mi madre desde el vientre...! -La voz se me quebró, las lágrimas brotaron irremediablemente de mis ojos, me sentí flaquear...

Todo este tiempo había creído que fue un ángel quien le arrebató la vida, y probablemente así fuera al final de todo... pero yo la había ido matando lentamente, después de todo... le había hecho padecer la enfermedad que la fue consumiendo poco a poco...

Fue algo totalmente inconsciente. Rodeé su cintura con un brazo y con el otro su nuca y la acerqué hacia mí, apoyando su cabeza en mi pecho. No había más motivos para ello que el simple hecho de ver llorar a Caeli.

Por un momento no me importó cuál era su procedencia, ni qué había sucedido para que las cosas hubieran llegado hasta ese punto. Lo único que me mantenía preocupado era el sufrimiento latente que la diablesa mostraba tras sus lágrimas. Deseé que aquello se detuviera. Un dolor muy intenso me recorrió todo el cuerpo, un malestar tan profundo que procedía únicamente de aquella mujer, del llanto de aquella mujer. Solamente procuré consolar a la princesa, no pensaba en nada más.

Delicadamente acerqué mis labios a su oreja derecha y susurré dulcemente.

- No temas... Me quedaré aquí contigo... No me importa de dónde y cómo vengas. Solo sé que tu aura es oscura. Solo se que cuidaré de ti siempre que lo necesites...

Tomé un respiro antes de decir mis últimas palabras, apenas inaudibles, pese a hacerlo a milímetros de su oído.

- Solo sé que te amo...

Comencé a llorar compulsivamente al recibir el calor de su abrazo. Hundí mi cara en su pecho y me aferré a él con todas mis fuerzas. Sí, definitivamente sus palabras confirmaban que me aceptaba... tal y como era... Ahora mi llanto se transformó en felicidad... no cabía en mí... se desbordaba... No me había imaginado que esto sucedería así, hasta ahora me había puesto siempre en lo peor, por eso ahora me sorprendía mucho más que gratamente...

En aquél momento no era capaz de pronunciar palabra, por eso me aferré a él con más fuerza para demostrarle que yo también a él, y poco a poco comencé a besarle por el cuello con mucha dulzura hasta acabar abrazándole de nuevo rodeándole sobre los hombros y por detrás de la nuca. No quería que ese momento terminara nunca...