Ascenso al trono de la Princesa Caeli et Terra

Ya había pasado más de un año desde su desaparición y seguía sin haber noticias de él. El reino no podía permanecer más tiempo sin un líder que guiase y representase a los demonios renegados fuera de estas tierras infernales.

Llevaba ya varios meses preparándome para este momento, aunque en un principio mi objetivo no hubiera sido gobernar, la situación lo requería y había asumido la responsabilidad, al ser la persona con mayor rango en el reino -ya que tampoco había noticias de la otra princesa, puede que hiciese el mismo tiempo o incluso más que tampoco tenía noticias de ella-, princesa y por tanto por derecho la más apta para ocupar el trono.

No podía esperar más tiempo, las cinco piedras del equilibrio se habían roto... Yggdrassil se había estremecido al hacer surgir la Torre del Fin en medio del Océano y la criatura que habían pronosticado que desataría el caos, ya había aparecido...

Fue precisamente aquello lo que me hizo tomar la decisión definitivamente. “A situaciones desesperadas, se requieren medidas desesperadas...” Pero yo ya lo había meditado muy fríamente tras haber perdido la esperanza de su regreso definitivamente. No podía dar la espalda a mi gente, la poca que aun confiaba en nuestro auge y tampoco podía darle la espalda a la realidad: El Apocalipsis.

Todo estaba ya preparado, a pesar de las crudas circunstancias. Los demonios renegados no se habían quedado cruzados de brazos. Y, a pesar de no haber conseguido realizar alianzas a tiempo, no nos quedaríamos sentados cruzados de brazos, pues ante la Guerra, todos los reinos debíamos unirnos para librar a Yggdrassil del Apocalipsis.

Ascendí lenta y solemnemente los escalones hacia la plataforma. Arrastraba un largo vestido negro con acabados en plata, con un amplio escote en barco, quedando los tirantes bajo los hombros, mostrando mi blanca y angelical piel, junto al escote mi esbelto cuello de cisne. Una diadema de plata terminada en dos finas alas plateadas, embellecía el recogido ya más formal que dejaba caer mi sedoso y liso cabello dorado sobre los libres hombros. Con la cabeza bien alta, avanzaba a la cabeza de los demonios renegados y el Ejército que se había conformado en este tiempo. Los generales, tenientes y capitanes formaban parte del pasillo que me recibía, ya firmes de cara al público, custodiando mi llegada. Al llegar al centro de la plataforma, me volví hacia mi público.

- Ha llegado el momento, me temo... Lo que hace unos meses iba a ser sólo una sustitución temporal, hoy se convertirá en realidad. Todos hemos sentido la sobrecogedora aura del ser que ha despertado tras lo inevitable de la ruptura definitiva de la última piedra del equilibrio... Estamos preparados para enfrentar lo que tenga que venir, entregando nuestra vida a la causa si fuera necesario. Pero no lo haremos bajo la dirección de una princesa regente... No. Lo haremos hoy bajo la dirección de una nueva líder consolidada, en la que todos habéis depositado vuestra fé y se presenta hoy humildemente ante vosotros para encabezar una nueva era que comienza con un camino hacia la lucha por mantener nuestro legado.

Me arrodillé, clavando una rodilla en el suelo, posando con fuerza mi puño derecho sobre el corazón e inclinando la cabeza.

- ¡JURO QUE YGGDRASSIL SABRÁ QUE LOS DEMONIOS RENEGADOS NO CAEREMOS ANTE LA AMENAZA DE OMEGA! ¡Y QUE NUESTRO LEGADO TRAERÁ UN FUTURO PRÓSPERO! ¡¡¡YA NO SEREMOS DESCONOCIDOS NI DESPRECIADOS!!! -Me incorporé lentamente y volví a alzar la mirada hacia la multitud-. Yo tengo fé en vosotros. Espero que vosotros la depositéis en mí como habéis venido haciendo hasta ahora y nunca la apartéis, porque a partir de este momento, me convierto en vuestra líder, vuestra guía, vuestra representante... Me convierto en vuestra Reina.

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Había escuchado todo su discurso, oculto entre la multitud bajo el amparo de la sombra de una túnica negra como la misma noche, con el aura suprimida, por supuesto. Nadie se había dado cuenta de que un ángel estuviera entre los demonios renegados, mucho menos el rey ángel.

Me sentía orgulloso de mi hermana y como si se tratara de un acto de la escuela, había asistido para darle todo mi apoyo. Fui el primero en romper el silencio al iniciar mi aplauso, pero al poco se fueron sumando el resto y termino siendo una gran ovación. Aproveché aquel momento para deslizarme como una sombra entre los demonios y así poder esperarla al pie de la escalera por la que había ascendido al escenario, a que lo abandonara.

Pasaron unos segundos en silencio después de que terminara mi discurso, lo cual me puso un poco nerviosa, pues pensé por un momento que no me aceptarían como reina... Pero todas mis dudas se disiparon cuando parecieron darse cuenta de que había terminado y poco a poco fueron animándose a recibirme. Orgullosa y con el ánimo por las nubes, les dediqué la más amplia sonrisa agradecida. Después, me giré para abandonar el escenario por donde antes había llegado, con paso firme, seguro y elegante.

Una sonrisa torcida contorsionó mis labios al verla acercarse, aunque era lo único de mi rostro que podía verse. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para escucharme, le dije:

- Buen discurso... majestad -Con la última palabra realicé una pequeña inclinación. Mi tono era enigmático y mucho más grave de lo que solía ser. Pretendía disimular delante de los demás demonios, pues a pesar de que mi hermana fuese su reina, ellos eran muchos, no quería ponerla en un compromiso. Permanecí inclinado en señal de lealtad.

Mi mirada se fijó en su figura en cuanto le escuché, clavándose como un puñal. El corazón me dio instantáneamente un vuelco... había sido tan solo un instante, pero había podido vislumbrar el brillo de su piel angelical. “No puede ser...” Pensé, por un momento asustada. “¿Noctis...?” Tragué saliva, pero no dejé que se me notara, pues aunque hubiese hecho ademán de frenar en seco, dejé que la brisa me empujara. No podía ser...

Seguí caminando hacia él y me detuve a su lado, peligrosamente cerca, posando mi mano izquierda sobre su hombro, clavando mi penetrante mirada inquisidoramente en él. Aquello había sido una señal para que dejara de reverenciarme.

Pacientemente, esperé a que se acercara. Y sin borrar aquella sonrisa de mi rostro, le devolví la mirada en cuanto sentí su mano sobre mi hombro. Tras lo que ascendí sin apartarla un instante hasta que la sobrepasé en altura. Mis ojos azul-eléctrico la miraban con una pícara complicidad bajo la sombra de la capucha.

No estaba segura, pero tenía que comprobar si era él. Mi mirada se cruzó con la suya, saltaban chispas. No quería ni pensar lo que podría suceder si aquél hombre fuese Noctis... Me había hecho más fuerte, eso seguro... pero siempre habría algo superior a mí que me impediría hacerle daño por más que me cabreara. El odio hacia él podía ser muy grande, pero nunca podría olvidar que sentía una profunda admiración hacia él, que incluso lo había amado en secreto, aunque no hubiera sido un secreto para él...

No fue hasta que me superó en altura que pude realmente verle la cara. Mis pupilas se dilataron, mi rostro se tensó...

- ¡Estás loco! -Mascullé al reconocer a mi propio hermano, en un tono ahogado y sólo audible para él, conteniendo mi propia rabia, aunque en el fondo me sintiera aliviada de que fuera él y no Noctis.

Mi mano se deslizó a su brazo y tras agarrarlo con fuerza, lo solté y proseguí mi camino. Esperaba que hubiera captado el mensaje y me siguiera.

Reprimí una risita divertido, me había gustado la cara que había puesto. Y aunque me resignara a su represalia sin chistar, agaché el rostro en un asentimiento y la seguí obedientemente, con la cabeza ligeramente gacha para favorecer su sombra.

Avancé en silencio hasta un lugar apartado en el que nadie pudiera vernos ya y me volví rápidamente hacia él, le agarré nuevamente del brazo y nos desaparecimos en un halo de oscuridad.

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OFF: Nos vamos aquí.