Katerina Muerta en Combate
Cantidad de envíos : 453 Localización : Waiting for you to find me... Fecha de inscripción : 18/01/2012 Reputación : 9 Monedas : 4471
Ficha de Personaje Breve descripción: Inventario:
| Tema: † Destapando recuerdos † Mar Mar 20, 2012 8:58 pm | |
| Me desperté al día siguiente, era de día. Había dormido toda la tarde y toda la noche anterior. Un sueño reparador, sin duda. Hoy no tenía motivos para salir a la calle, mucho menos durante el día, así que no me arreglé demasiado. Me vestí con un largo vestido color crema y el pelo ligeramente recogido en una coleta hacia un lado del cuello. Sin maquillaje alguno. No tenía ganas de pintarme... Salí de la habitación y bajé a las cámaras criogénicas para prepararme un tentempié. Después subí con mi copa de sangre a la biblioteca, atravesando el hall y perdiéndome por la puerta de la derecha de la escalera. La luz del sol penetraba por los altos ventanales. Los techos eran muy altos, parecía ocupar toda la altura de la mansión y todo un ala. Eché una ojeada a todas las estanterías, utilizando mi buena visión. Había tantas y tantas estanterías repletas de libros que difícil era encontrar lo que se buscaba si no se conocía el lugar ya de antemano. Saqué unos grandes manuscritos de historia y los puse sobre una de las mesas. Les eché una ojeada rápida... esperaba que me dijeran algo en concreto, encontrar sus nombres sobre el papel, alguna pista... pero los historiadores eran a menudo humanos... ¿qué iban a saber ellos de las criaturas sobrenaturales? Cerré el libro de golpe y lo dejé sobre la mesa, abandonando la biblioteca de mal humor, no sin olvidarme de mi copa. Estaba comenzando a afectarme mi genio, bueno sería que mezclara la sangre con un poco de alcohol para que se me bajaran, y eso hice. Fui hasta el mini-bar del salón y me eché un poco de aquel añejo que había degustado el día de mi regreso. Le di un buen trago y salí al hall, intentando no posar la mirada en los lugares en que había estado él, para no sumirme de nuevo en los recuerdos. Me quedé pensativa, recordando cada una de las estancias de la mansión, pensando en cual podría ser la indicada, la que me aportase pistas. Me hice una lista mental... primero subí a la antigua habitación de mi creadora. Me costó girar el picaporte, no estaba segura de si invadir su intimidad fuese lo más adecuado... Pero tenía que hacerlo si quería averiguar algo... Respiré hondo y abrí la puerta. Cerré los ojos por un momento, no quería mirar... Abrí primero uno y al ver que no era más que una habitación infantil, me relajé y abrí el otro, aliviada. Entré, y aun desde la puerta y sin soltar el picaporte, me quedé observando cada uno de sus recovecos. La cama, como las demás en esta mansión, era una cama con dosel, pero el suyo era blanco, de seda y encajes. Tenía unos cojines sobre la almohada con lacitos rosa pastel, un osito de peluche blanco y azul. Tenía una especie de estantería colgada de una pared, en la cual había una colección de muñecas. Me senté sobre la cama y acaricié la colcha... los ojos se me aguaron por un momento... había pasado muchos momentos en esta habitación... ella me había enseñado todo lo que sé... incluso en la cama, pues antes de morir, todavía era virgen... Ella me enseñó a amar, a dar y hacer desear... Al ser sangre de su sangre, siempre le había tenido un cariño que iba más allá de la devoción, de la admiración, pero ella nunca confundió mis sentimientos. Yo sabía que ella era incapaz de amar y entregarse a una sola persona. Había muerto muy pequeña y en el fondo –aunque fuese la persona más sabia que había conocido–, siempre sería una niña... al igual que yo una adolescente. La personalidad original no se puede borrar, sólo mejorar. Pero siempre sale a la luz cuando menos te la esperas. Acariciando la colcha, la moví un poco más de la cuenta y el osito se calló. Mi mirada se fijó en él rápidamente. Me di cuenta de que, tras él, había un trozo de papel, que parecía haberse amarilleado con el paso del tiempo. Me apresuré a cogerlo, pero lo hice con cuidado. Estaba muy nerviosa... ¿Qué sería? Empecé a leer...
Mi querida Katerina,
“¿La carta iba dirigida a mí?” No podía dar crédito. La letra era grande y redondeada, propia de una niña. Parecía estar escrita con sangre en vez de tinta... Seguí leyendo.
Si estás leyendo esto es porque hemos tenido que marchar lejos del hogar de la mansión. No te aflijas. Teníamos que proteger la mansión, podían olernos, ya no era segura a pesar de los hechizos. Los mestizos son fuertes, nunca debí subestimarlos. Estamos bien. Por favor, no nos busques. La casa ahora es tuya. Forja tu nueva vida allí, crea tu propio clan, tu familia. Siembra un nuevo linaje de neófitos que lleven tu sangre. Ahora, tú eres la creadora. Sé que podrás hacerlo. De todos mis hijos, tú siempre fuiste la que me debió más fidelidad. Cuando regreses, lo sabré. Y te encontraré, no pierdas la esperanza.
Siempre y para siempre,
† Mater †
Y era cierto. Los vampiros tienen un vínculo muy fuerte con sus creadores... ¿por qué entonces yo no podía sentirla? ¿Se me habían atrofiado los sentidos durante el letargo? Eso era imposible... solo podía haber una cosa que nublase esa clase de capacidades, y el letargo no era una de ellas... Agaché la mirada un instante. Había estado cegada por mis emociones... no me había molestado en sentirla, no había sido mi prioridad. ¿Acaso ella ya no era lo más importante para mí? Era eso, o que ella me estuviera bloqueando el acceso a su sangre, al vínculo que tenía con ella... ¿Acaso no quería que la encontrase? ¿¿¿Por qué??? Me levanté de la cama con un grito desgarrador y lancé el osito con una fuerza descomunal hacia la pared. Había oído que despegarse del cariño de una madre era de los lazos más duros de romper, de desligarse para crecer tú solo. En vida, eso no me había supuesto un problema, mi madre había muerto muy joven y nunca quise a mi padre... en parte, fue gracias a él que me convertí en una asesina, pues era la manera que tenía de desatar mi rabia hacia el mundo. Estaba rabiosa... Me bebí el resto de la copa de un solo trago y salí de la habitación hacia el gimnasio. Tenía ganas de salir a la calle y hacer lo que mejor se me daba, asesinar... pero todavía era de día, tenía que encontrar algo que me mantuviese entretenida hasta entonces. En el gimnasio todos los aparatos estaban reforzados para la fuerza descomunal de un vampiro, no rompería nada aquí. En parte por eso me había obligado a venir hasta aquí, desahogaría parte de mis instintos. En cuanto la noche cayó, abandoné la casa para ir de caza... la sangre congelada ya no me saciaba. | |
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