Como su madre

El tiempo pasaba y los entrenamientos con Lucía continuaban al mismo ritmo, la chiquilla tenía potencial, aprendía rápido y no solía comenter el mismo error dos veces. Me encontraba en la sala de armas del castillo, con una espada embotada en la mano, apoyado contra una pared. Estaba esperando a que hiciese acto de presencia. Ultimamente no pasaba mucho por el castillo, pero nunca había faltado a uno de nuestros entrenamientos. La verdad es que estaba en una situación complicada.

Mientras la esperaba observaba a los demás vampiros que estaban entrenando, por supuesto los había mejores y peores pero en general siempre trataban de superarse a si mismos.

Me acerqué a la pared de la que colgaban las espadas y cogí una segunda. No tardaría mucho en llegar, siempre era puntual.

Llevaba toda la mañana con los ojos abiertos, hacia mucho tiempo que no conseguia conciliar el sueño tanto como para dormir el dia entero y como era de esperarse no salí de la habitacion tampoco esta noche.
Me levanté cuando ví que era casi el momento de entrenar con mi padre y todavía tenía que ducharme aun que para ser sincera no tardé mas de cinco minutos. Me puse la antigua ropa de mi madre y salí andando.

Mi pelo corto apenas se removía al andar y el frescor me daba en la nuca erizandome la piel. No tardé mucho en llegar con mi espada en la cadera y agaché la cabeza en modo de saludo-Padre-susurré esperando recibir ordenes.

Al final llegó, puntual como siempre. No pude evitar fijarme en sus ropas, eran las que solía vestir su madre. Mucho había llovido desde la primera vez que la había visto así vestida. Un sonrisa se dibujó en mi rostro al recordarlo. Tambien me fijé en que llevaba su espada colgada del cinto, tal vez fuese el momento de darle su regalo.

-Buenas noches pequeña. -Dije acercandome a ella y acariciandole la cabeza, revolviendo su pelo negro. -Veo que hoy traes tu espada, bien, ¿eso significa que ya no quieres practicar con filos romos? -Pregunté con una sonrisa pícara.

-Muy bien, hagamos una cosa, si consigues vencerme te daré un regalo. -Me dí la vuelta y dejé las dos espadas de práctica en la pared. Desenvainé la mia.

Asentí, me había cansado de practicar con madera o hacerlo sin filo o punta, era aburrido y si me daba nunca me haría daño y yo lo que quería era poder entrenarme para no morir.
Desenvainé mi espada y me puse en posicion de defensa, esa posicion que el mismo me había enseñado.
Eché un paso hacia detras y alcé la mano izquierda para despues dejar en tension la derecha que sujetaba la espada.
-pues me temo que te quedarás sin regalo- sonreí de medio lado.
Suspiré y centré mi mirada en sus ojos, sin dejar en ningún momento que me amedrentase su mirada, sin desviarla como solía hacer, yo ya no tenía ningún miedo.
Mis ojos se volvieron verdes, verdes esmeralda como los de mi madre solo que los míos eran muchos mas penetrantes de los suyos, como si pudiese ver en su interior.
Me mantuve así, Samantha siempre me había dicho que el debía tener el primer movimiento.

Coloqué la espada fente a mi en posición de defensa y observé su postura y movimientos. Tenia su vista clavada en mí y no separaba sus ojos de los mios como había ocurrido otras veces. Bien. Mi guardia era baja y bastante descuidada a propósito, si ella creía que habia un hueco donde en realdidad no lo había tendría ventaja.

Descendí mi aura hasta su nivel para poder emplearnos en igualdad de condiciones. Como pude ver se había vuelto bastante precavida, eso era interesante. Llevar la iniciativa en un combate era importante, pero tambien lo era saber contenerse.

Comencé a andar hacía ella y lance un golpe para probar su defensa, a ese siguieron otros muchos. Con tal cadencia la iniciativa era mia, si no la dejaba tiempo a reaccionar debido a la rápida sucesión de golpes se vería obligada a retroceder. Retroceder siempre era malo. Una sonrisa divertida se dibujaba en mi rostro. Veamos cuanto había mejorado la princesita.

El se adelantó primero y me lanzó una sucesión rápida de estocadas que yo paré como pude, pues sin duda mi padre era mucho mejor espadachín que yo.
Abrí mi mente, había notado que su aura se había colocado junto a la mía y eso iba a ser interesante, por un momento me metí en su mente. Su mente era despejada pero muy difícil de seguir, fruncí el ceño.

"Si me quiere hacer retroceder no lo voy a permitir" pensé. Utilicé el baile de las sombras tan fácilmente como si hubiese nacido sabiéndolo, era algo que utilizaba muy a menudo. Me coloqué en su espalda y le lancé varias estocadas manteniendo la iniciativa, con rapidez y la velocidad que me eran características.

Bien, pero era una táctica bastante previsible. Rastrearla resultaba muy sencillo asi que tuve tiempo de sobra para reaccionar. Desvié una par de estocadas y giré hacía un lado de un salto, con la agilidad que me era natural, el baile del acero había comenzado, con pasos acompasados y movimientos improvisados. Se movía bien, había aprendido mucho estos años, estaba orgulloso de ella, quien sabía, puede que esta fuese la primera vez que lograse derrotarme. Lancé una sucesión de golpes hacía su flanco con mi espada que silvaba cada vez que cortaba el aire.

Como esperaba me había rastreado a la perfección y contrarrestaba todos mis golpes, pero quizás ya era hora de terminar con la espada.
Dí un salto hacia atrás cuando su espada siseo a mi derecha y me quedé cubriéndome con un brazo y sonriendo.
Eché a correr de nuevo, sin apartar la mirada, corrí hacia delante como si supiese que se iba a apartar en cuanto supiese que yo no lo haria. Corrí todo lo rapido que pude y en cuanto su espada iba a atravesarme desaparecí.
Aparecí agachada a su izquierda al lado de sus piernas lanzando una patada a la corva de sus rodillas para hacerle caer.
Mi cara era seria y concentrada en todo momento, aun que de vez en cuando apareciese una sonrisa de autosatisfacción.

Se zafó de mis ataques saltando hacía atrás. Le sostuve la mirada y cuando comenzó a correr hacía mí lancé una estocada, simplemente para medirla. Entonces desapareció y volvió a aparecer a mi lado, agacha y lanzándome una patada a la corva de la rodilla. Sonreí, muy bien. Giré mi perna todo lo rápido que pude y en lugar de golpear en su objetivo golpeó en el lateral de mi pierna, echándola hacía atrás. La apoyé de nuevo en el suelo y contraataqué con un puñetazo, con la izquierda, dirigido a su estómago. Despues salté hacía atrás y volví a levantar mi guardia con espada.