El sol poniéndose en el mar [Lysandra y Amy Sunie]

HAcía hoy un día magnífico, excelente para salir del Templo e ir hacia las costas a disfrutar un poco del día. Por eso salí por la puerta Celestial más cercana, y me fui hacia las mismas, cuando el sol lucía ya empezando a caer hacia el horizonte. LLegué a la playa, a un mar de arena que se extendía hacia ambos lados, izquierda y derecha, hasta donde alcanzaba la vista. Ahora mismo, no veía ni un sólo alma.

Me cercioré de que no hubiera nadie, y me acerqué hacia el agua despacio, quitándome los zapatos poco antes de llegar al agua, y me quedé en la orilla, donde el agua podía llegar a los dedos ed mis pies. Estaba fría, pero al rato podía acostumbrarme. El agua, a pesar de todo lo que se removía, estaba cristalina y transparente, y podía observar el fondo de arena, y más allá, pececitos de diversos colores y formas, así como conchas.

Esbocé una sonrisa. Estaba encantada de ver un océano tan lleno de vida y tan apacible como el que tenía frente a mí.

Cerré los ojos, e introduje un poco los pies en el agua. Estaba fría, pero pronto mis pies se acostumbraron a la temperatura. El frescor me despertaba los músculos y los podía mover con mayor soltura.

Quería probar el agua, sumirme en su frescor, nadar algunas brazadas mar adentro.

Así que me desabroché los cordones de mi vestido blanco inmaculado de la espalda, y lo dejé caer hasta mis pies, mostrando mi cuerpo tal como mi madre me trajo al mundo. Lo deposité suavemente en la arena, dobladito para que no se volara ni se arrugara, y me puse de frente hacia el mar. Tomé aire profundamente, encandilada con la bella visión del océano ante mis ojos. Una belleza única...

Tras eso, me fui introduciendo en el agua, paso a paso, hasta que acabé hundiéndome totalmente en el agua, y buceé hacia el interior, observando los peces, apartando mis cabellos de mi rostro para poder observar mejor.

¿El por qué había ido allí hoy? Quería despejar la cabeza de los hechos recientes. La desaparición de Lucius me preocupaba, la verdad sea dicha.


Así que me interné unos cuantos metros hacia el interior, dando brazadas cortas, y viendo los pececillos pasar cerca de mí, haciéndome un cosquilleo leve. Disfrutaba de aquello mucho más de lo que pudiera parecer

Por fin llegaba al continente de Vaahl. Tras largo tiempo sin saber qué hacer, al final decidí tomar mi forma de dragón y alzar el vuelo desde Lineris para pisar de una vez por todas tierras aún más desconocidas para mi.
En un principio pensé en tomar un navío humano, pero seguramente el trayecto resultaría pesado para hacer un viaje en solitario, por lo que decidí seguir las rutas marítimas de los múltiples y variopintos barcos que zarpaban para vender sus especias y otras materias primas, además de para la gente que viajaba por asuntos propios.

Estaba volando entre las pocas nubes que había, observando, según había entendido por los capitanes con los que había estado hablando antes de partir, la Costa del Atardecer. Las gaviotas volaban a menor altura, anunciando la proximidad de una inmensa playa de arena.

El agua era transparente como el vidrio y se podían ver corales de múltiples colores, con peces igual de alegres y de diverso tamaño. Entonces, en medio del agua, a una distancia considerable de los límites terrestres, vi una figura color carne, una persona que quizás se estaba ahogando o metiéndose mar adentro sin querer.

Me dejé caer en picado a gran velocidad, pegando las alas a mi cuerpo, derecha a hundirme en el mar, pero justo antes de que mi cuerpo draconiano tocase el agua, me transformé en humana, sumergiéndome con ropa y equipo incluido.
Había caído detrás de un islote rocoso, que encontraba a una distancia prudencial, esperando que no me hubiese visto. Nadé a grandes brazadas para llegar cuánto antes donde se encontraba el bulto flotante. El agua estaba fría y mis ropa mojada pesaba mucho más, pero nadar era un ejercicio sencillo para mi y enseguida mi cuerpo entró en calor.

-¡EEHHH! ¿¡Hola!? ¿Estás bien? -grité para hacerme oír entre en ir y venir de las olas, parándome durante un segundo.

Alcancé el cuerpo casi sin aliento, que resultaba ser el de una mujer...desnuda. Estaba nadando tranquilamente, con sus cabellos castaños flotando a su alrededor, mirando hacia abajo, seguramente observando el fondo a sus pies. Me puse colorada, por la película que me había montado en mi cabeza en menos de un minuto y el estado de la mujer.

En mi nado, oía un aleteo lejano cuando salí a respirar, supuse que de algún grácil ave, como alguna gaviota, que pasaba por ahí. Volví a sumergirme, y me dediqué a ver los peces pasar de un lado a otro, rozando con sus colitas mis pies, y haciéndome estremecer de las cosquillas, lo que me provocó que me encogiera levemente por el cosquilleo, y que mi piel se me erizara totalmente. SOnreía para mí misma. Era divertido la verdad, disfrutar tanto del mar y sus criaturas.

Entonces oí algo caer al agua, y me giré, tratando de ver a ver si había algo a mi espalda, pero al no ver nada, volví a lo mío, a quedarme mirando los peces debajo de mí.

Entonces oí algo acercándose hacia mí, y un grito preguntando si alguien estaba bien. Saqué la cabeza preocupada, mirando de un lado a otro, nerviosa, pero sólo vi a una chica de pelo castaño con mechas rubias, flotando en el agua con un mono verde. Al darme cuenta de que estaba totalmente sonrojada y bajé la mirada y me vi a mí misma desnuda totalmente. Se me había olvidado por la preocupación de una posible persona en peligro.

Entonces me sonrojé yo también, y me tapé el pecho con ambos brazos, cerrando los ojos y girándome


¡Aahhh!¡Qué vergüeeenzaaa!


Mi cara se había vuelto tan roja como el sol que ya andaba queriendo ocultarse tras el horizonte. Y sin darme cuenta, de la vergüenza que tenía, saqué un ala y me tapé la zona del pecho y de la pelvis.

Un segundo después de comprobar su estado, la chica se miró, agachando la cabeza, como si se hubiese olvidado que no llevaba ninguna ropa puesta. Y así pareció, pues se tapó enseguida, cubriéndose como pudo con ambas manos, salpicando y agitando el agua de su alrededor. Su cara estaba igual de roja o más si cabe que la mía y me ensordeció los oídos con su agudo grito.

Entonces una ala apareció de su espalda que cubrió sus partes más preciadas. "¿¡¿Un Ángel?!?" Era la primera vez en mi vida que estaba tan cerca de un ser alado con plumas blancas como la nieve.

-¡L-lo-lo siento!

No podía decir otra cosa después de haber interrumpido un momento tan íntimo y personal como aquel. Me di la vuelta y me quedé flotando en el agua, mirando el sol que ya estaba metiéndose en horizonte, proyectando sus rayos anaranjados sobre el océano...¿Qué estaría haciendo allí?

-Lo siento, pensaba que estabas en problemas o algo así...y vine corriendo a ayudarte pero ehmmm...bueno...parece que me equivocaba. -dije en un bajo tono de voz, algo nervioso, pero más calmado.

Me fijé en los pequeños y coloridos peces que nadaban en torno a mis pies, produciéndome algunos un leve cosquilleo si me rozaban.

Al darme cuenta de que quizá le había provocado vergüenza a ella, me tranquilicé un poco, sonrojada y volviéndome hacia ella, con el ala aún tapándome el cuerpo.

Ella se había dado la vuelta, de forma respetuosa, y yo, ruborizada, sonreí un poco.

Además al parecer tenía buenas intenciones... Quería venir a ayudarme pensando que me pasaba algo... Me sentí un poco mal, por mi culpa, probablemente por mi posición, le había asustado.

Entonces, cuando me relajé un poco, me di cuenta de lo que hice. Saqué un ala a un desconocido. ¿Y si fuera humana? Sería un gran problema.

Guardar el ala ahora era inútil, así que no la moví y me acerqué a ella un poco por detrás, sin tocarla

No te preocupes... PErdóname tú a mí... Te he asustado por verme así, pareciendo que estaba ahogada o algo similar...Lo siento..

Repuse con la voz algo apesadumbrada. PEro entonces caí, era mejor vestirse y así podía hablar cómodamente con ella.

Noté otra vez los pececitos paseándose por mis piernas, un cosquilleo que si seguía por mucho, sería inaguantablemente cosquilloso

Discúlpame, pero.. ¿podríamos ir a la orilla? Así me puedo vestir y puedo hablar mejor contigo..

Repuse algo sonrojada, detrás de ella, tratando de no rozarla para no molestarla

Sentí cómo se movía a mi espalda, hasta sentir cómo las porciones de agua salada que movía con sus manos para mantenerse a flote chocaban contra mi espalda. Giré la cabeza muy poquito para poder mirar hacia atrás, de reojo, y efectivamente ella se encontraba detrás mía. Su voz era muy dulce y aniñada, además de musical.

-No, no tienes que disculparte de nada...he sido yo la que se ha precipitado. -le respondí- Bueno, entonces sólo ha sido un pequeño momento torpe y un pelín embarazoso, supongo, jejeje. -dije con una risita nerviosa.

Entonces dijo que si podíamos ir a la orilla para que se pudiese vestir. Me di la vuelta lentamente, hasta encontrarme con sus ojos de color verde intenso, que brillaban con los últimos rayos de sol.

-Si, será mejor para ti, supongo...además ya no queda mucho tiempo de luz. Será mejor no estar en una parte tan profunda.

Empecé a nadar hacia la playa, lentamente, esperando que me siguiese pero sin intentar presionarla.

Al parecer ella quería disculparse también, pero no estaba de acuerdo con su idea. Yo era quien debía disculparse. PEro bueno, en cualquier caso, quedó como algo anecdótico. Asi que le dediqué uan sonrisa al oirla hablar y asentí.

Sí, jeje... Supongo que sólo es una anécdota... Pero no te preocupes... No pasa nada..

Repuse sin dejar de sonreir con dulzura a todo lo que había dicho, manteniéndome a flote moviendo las piernas.

Entonces la muchacha se giró y me encontré con unos bonitos ojos amarillos que me miraban fijamente. Le dediqué una sonrisa en aquel momento.


Vi entonces que avanzaba hacia la costa y la seguí a nado suave, y cuando estuve cerca respondí a lo que dijo.

Sí, tienes razón. Será mejor no estar en aguas profundas, jeje

Entonces proseguí avanzando a nado hacia la orilla, ya más despreocupada, hasta que llegué, y tapándome con las alas como si fuera un biombo, tomé el traje , aunque tuve que plegar las alas, de espaldas a la muchacha, para poder ponerme el vestido. Ya lo tenía casi puesto, pero me acerqué a la chica un tanto tímida, de espaldas.


¿Me podrías...atar los cordones del vestido, por favor?

Pregunté más roja que un tomate

Cuando me giré para mirarla, antes de empezar a nadar las dos hacia la playa, el angel me dedicó una bonita y radiante sonrisa llena de sinceridad.

Fuimos las dos hasta la orilla, dando brazadas lentas y tranquilas, y cuando salimos del agua, ella se cubría con sus alas por delante y por detrás. Se acercó a un bulto blanco que parecía ser su ropa y se lo puso con cuidado, dándome la espalda.

Su cuerpo seguía empapado de agua salina, pues no había esperado a secarse ni un minuto, y la tela se le pegaba a la piel, de forma que la tela de color blanco dejaba deducir las formas de su bonita figura. Me puse colorada al darme cuenta de que me estaba fijando demasiado en sus nalgas.

Entonces se detuvo un segundo y se acercó a mi, pidiéndome que le anudase los cordones.

-C-claro...-le contesté.

Acerqué las manos un poco temblorosa y procedí a hacer lo que me pedía, intentando no tocar sus alas, que nacían en su espalda de color claro. El color de su piel era saludable aunque muy claro y rosadito. Cuando terminé di un paso hacia atrás para que pudiese darse la vuelta.

Yo procedí a quitarme las botas y empecé a desabrocharme el mono para dejarlos secar un poco, aunque era una tarea inútil pues el sol iba a desaparecer pronto para dar paso a la noche y empezaba a refrescar.

Notaba la ropa algo pegada a mí, y húmeda, pero bueno, ya se secaría al aire... Antes de que se fuera el sol, espero.

Oí su tímida respuesta, y noté cómo me anudaba los cordones con firmeza apretándome un poco la espalda, pero sin ser molesto, como siempre lo tenía. Lo hizo muy lentamente, como si no quisiera dañar la piel que había debajo, lo que me hizo sonreir con ternura. Encontrar a personas así de atentas era cada vez más inverosímil y extraño.

Me di la vuelta al notar que ya había terminado, y vi cómo se quitaba las botas. Tenía la piel blanquita, aunque no tanto como la mía.Ella se había dorado un poco por el sol, probablemente por su vivencia aquí en Yggdrassil. En el cielo apenas sientes el sol por muy calentito que éste luzca.

Entonces vi también cómo se desabrochaba un poco el mono, y me sonrojé un poquito, al darme cuenta de que su mono se desabrochaba por delante, y dejaba ver un poco la periferia del pecho a través de su camiseta mojada, que marcaba su figura casi como si no tuviera ropa encima, pero traté de hacer que no lo había visto para no incomodarla. Ya bastante la había incomodado con mi desnudez y un malentendido.

G-gracias...Qué cui-cuidadosa que eres...

Sonreí con ternura cerrando los ojos, mientars pasaba mis dedos por mis cabellos para quitarles algo de agua que parecía querer arriesgarse a caer desde mis puntas, y apartármelo suavemente de mi rostro, edjando que cayera por detrás de mis orejas.

Tras eso, me incliné un poco, aún sonrojada por los hechos acontecidos, escrudriñando sus dorados ojos con mi mirada alegre.

Perdón por no presentarme. Me llamo Amy Sunie. ¿Cömo te llamas?

Pregunté mirándola de nuevo, volviéndome a sonrojar al verle la zona del pecho, pero tratando de no decir nada al respecto, y volví a mirarle a los ojos fijamente, sin dejar de sonreir.

Mientras estaba bajándome el mono hasta los pies, eché un vistazo hacia el ángel, que resultaba estar mirándome con las mejillas teñidas de un color rosado intenso, pero enseguida apartó la mirada hacia otro lado, avergonzada.

-Nada, no te preocupes. -dije acompañándolo son una risa- Espero no incomodarte yo ahora, pero es que no me puedo quedar con las ropas tan empapadas, no quiero coger frío.

Aunque me daba un poco de vergüenza, no dejé que ésta se dejase ver de cara al exterior, y seguí desprendiéndome del mono, sacándomelo por los pies para luego recogerlo del suelo y retorcerlo hasta que cayese un hilillo de agua en la arena.

Me quedé con la poca ropa que llevaba debajo, que consistía en una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos y muy ajustados, ambos de colores claros. La chica se estaba escurriendo y adecentando sus cabellos mojados, y yo mientras me acerqué a una palmera que estaba convenientemente inclinado para colgar mi traje. Dejé a un lado las botas y me volví hacia ella.

Su sonrisa no desaparecía de sus labios, como si fuese la forma natural de los mismos, aunque siguiese sonrojada. Era más alta que yo, por lo que se tuvo que inclinar un poco para mirarme directamente a los ojos.

Me preguntó por mi nombre y me percaté de la mirada furtiva que señaló hacia mis pechos, y no pude evitar hacer yo lo mismo, observando durante un segundo su bonito cuerpo, adornado por unos pechos de tamaño similar a los míos. "Señorita Lysandra, ¿¡en qué narices estás pensando?!" me dije a mí misma, sacudiendo la cabeza.

-Esto...mi nombre es Lysandra, Lysandra Xelmont, es un placer, Amy. -dije, clavando mi mirada en sus alegres ojos verdes.

-Supongo que es lo evidente pero...Eres un ángel, ¿no? -dije, intentando detectar mejor su aura.

Negué con la cabeza ante su respuesta, diciendo que no me incomodara, sin dejar de sonreir. Pues claro que no me incomodaba.

No te preocupes.. Jeje, se te entiende perfectamente

Entonces veía que ella terminaba de quitarse el mono, y se quedó en su cortita ropa fresquita, mientras me escurría algo mis cabellos. Algo se le pegaba y marcaba su figura, curvada, bonita. Desde luego, su pareja debía sentirse, al menos físicamente, y muy probable, psicológicamente, plena con esta muchacha, a juzgar por su atisbo de personalidad.

Ella colgó su traje de una palmera y dejó las botas y se acercó hacia aquí de nuevo, mientras que yo no dejaba de sonreir mientras regresaba, mirándola de arriba a abajo, justo en el momento en el que me quedé mirando su pecho por unos segundos.

Vi que sus ojos bajaron de ver los míos y luego agitó la cabeza, cosa que me sorprendió un poco. Me preguntaba en qué habría pensado en ese momento.

Al oirle decir su nombre, un tanto... exótico la verdad, vi cómo me miraba directamente a mis ojos con los suyos dorados. Parecían dos pepitas de oro brillante, de lo bonitos que eran.

Y al parecer, por supuesto, se había dado cuenta de que era un ángel.

Asentí, y extendí mis alas por completo, ya no para taparme, sino para mostrárselas a ella. Blancas emplumadas, de aspecto suave, o eso pensaba yo.

Sí... soy un ángel... Espero que no te asustes por ello... Por favor... Como humana, no le digas a nadie que yo soy un ángel... Te lo suplico

Repuse tras lo cual, y además, como parte del saludo que siempre daba, me acerqué a ella y le abracé rodeándole la espalda con mis brazos suavemente.

Aguanté abrazándola unos segundos, donde notaba la calidez de su cuerpo próximo al mío, aunque algo húmedo por supuesto, y tras unos cuantos segundos, me separé suavemente, como sin ganas. Abrazarla era reconfortante... Cálido, bonito... Olía a...un perfume... ¿Vainilla? No sabía decir, era un olor suave y dulce.

Entonces la miré con ojos de petición, insistentes. Tenía que saber que ella no le diría a ningún humano que yo era una ángel.

Ella extendió sus alas majestuosamente, con sus plumas blancas e impolutas, me entraron unas ganas inmensas de tocarlas y comprobar por mi misma si eran tan suaves como parecían a simple vista. Aún así me contuve, pues quizá no le agradaban ese tipo de cosas.

Pero entonces ella se aproximó a mi sin pensarlo dos veces y me abrazó con infinita ternura. La suave piel de sus brazos me rodeó por la espalda, pegando su cuerpo al mío.

Aquello me pilló totalmente desprevenida, y me quedé totalmente quieta durante un segundo, pero como seguía en la misma posición, me relajé y respondí a lo que había dicho:

-No, si yo no me asusto...he escuchado hablar de muchas otras razas que existen en Yggdrasil, pero no he visto todas con mis propios ojos, y más concretamente, es la primera vez que conozco un ángel...-dije en un murmullo suave, adormilándome por su cálido contacto.

Nos separamos, un poco a mi pesar, pues me había relajado totalmente, como si tuviese un efecto relajante en mi sus movimientos delicados y sus gestos tan dulces. Le volví a mirar a los ojos, que me evocaban a una inmensa pradera de hierba en calma, mecida por una suave y cálida brisa.

-Bueno, pensaba que te darías cuenta por mi aura o algo así, pero el caso es que no soy una humana corriente. Yo también tengo alas, en cierta forma, y de hecho venía volando desde lejos...

Le hablaba pausadamente, con temor a contarle mi secreto de buenas a primeras, pero la chica parecía tan amable que no parecía un problema decírselo yo también, después de haberla pillado como los dioses la trajeron al mundo.

-En fin...¿sabes lo que son los urobas, Amy? -dije, cruzando los brazos sobre mi pecho de manera inconscientemente protectora.

Noté mientras abrazaba a la chica que se había calmado, profundamente, como si apenas gastara energía en este mismo momento y estado. Yo la verdad es que me sentía siempre bien cada vez que abrazaba a alguien... Y más ahora. Además... Seguía oliendo el dulce olor de su piel tan embriagador.

Su voz sonó relajada cuando respondió, en un ligero murmullo. Era la primera vez que veía un ángel. Y se notaba cada vez más relajada. Apenas su corazón latía lentamente.

Bueno... Es un placer presentarme ante una señorita tan mona como tú Repuse con una sonrisa en mi rostro.

Después de eso, me separé de ella, y vi sus ojos dorados como el sol mirarme directamente a los míos.

Y después de comentarme que ella también tenía alas, y tomarse unos segundos para proseguir, mencionó que ella era una Uroba. ¿Una Uroba? ¿Qué tipo de criatura sería? Vi que se cruzaba de brazos, y sonriendo, dándome cuenta de que me había provocado que depositara mi confianza en ella al conocer un dato tan personal como aquel. Lo que sí es que no era exactamente humana, eso me di cuenta.

Bu-bueno... Tu aura no me sonaba nada familiar... Así que bueno, dudé en si estaba percibiendo bien o no y por eso pensé que tal vez podrías ser humana... Me alegra saber que alguien que sabe mi secreto no lo es...

Sonreí y puse una mano mía en un hombro suyo, acariciándoselo lentamente con los dedos, y la otra mano la tenía en mi pecho, presionándolo levemente, relajándome a mí también.

Y la verdad... Desconozco, sinceramente, qué es un Uroba.. ¿Podrías tratar de explicármelo, Lysandra? Vayámonos a un sitio cómodo donde reposar

Repuse descendiendo mi mano de su hombro hasta su mano, sosteniéndosela con el pulgar, índice y corazón, con la palma hacia arriba, y desvié una mirada furtiva hacia una zona de hierba que había un poco más allá de la arena, donde podríamos sentarnos con tranquilidad sin que la arena se pegase a la ropa.

Me sonrojé, halagada ante su comentario. ¿En verdad sería así con todo el mundo? Parecía que sería igual de bondadosa con cualquiera de las criaturas vivas de este planeta, pero podría darme lugar a pensar otras cosas...

-Me alegro entonces de que hayas confiado tu secreto en la persona correcta. -dije inmediatamente después, componiendo una sonrisa para el ángel.

Luego puso su mano sobre mi hombro y empezó acariciarlo. En verdad le tenía que gustar el contacto, porque me extrañaba un poco de alguien que acababa de conocer, y no sabía cómo era su forma de ser. Su otra mano presionaba su pecho, de forma que aquel acto parecía muy...¿espiritual? Pero en realidad su contacto me agradaba de una forma muy peculiar.

Dejó de hacer eso, pero llevó su mano hasta la mía y me pidió que fuésemos a donde terminaba la arena de playa, para dar paso a la hierba, que no me había fijado que le seguía una verde espesura tierra adentro.

Me acerqué hasta allí con ella y me acomodé en el suelo, con las piernas cruzadas, y empecé a contarle lo que me había pedido:

-Bueno, pues..verás, al otro lado del océanos, está en continentes de Lineris...¿eso lo sabías? Y allí existen otras razas, como los urobas, que es mi caso, y...cuando no tenemos forma humana, somos dragones, reptiles alados de unos 3 metros de alto y 5 de largo...Supongo que tu raza es demasiado popular, jejeje. -dije, al principio un poco nerviosa de que no tuviese ni idea de lo que le estaba contando.

Me hizo muy feliz ver que ella también sonreía, y que se alegraba por que confiara en ella mi secreto.

Al parecer, había respondido a lo que yo hacía de una forma muy positiva. Muy positiva. No me esperaba que hubiera personas que pudieran coger una cierta confianza. Me recordaba a cuando conocí a Luccie.

Ya finalmente nos fuimos a la hierba y tomé asiento frente a ella, sentada sobre las piernas, y le miraba con atención, a la par que le escuchaba, mientras ella hablaba y mencionaba lo que era un Uroba.

Sí que había oído hablar de la existencia de Lineris, pero no de sus especies ni criaturas, aún...

Y.. los Urobas eran... Dragones.... ¿Dragones?¿Esos reptiles con alas, grandes y fuertes? Vaya..

Me había quedado muda, con los ojos totalmente abierto y alzando las cejas. ¿Dragones humanos?

Sí... Conocía la existencia de Lineris... Pero.... ¿Dragones...?¿De verdad? Vaya.... Me dejas totalmente anonadada

Repuse parpadeando varias veces, antes de relajar la vista un poco, aunque siguiera sorprendida.

Y bueno... Verás...Los ángeles entre los humanos bien podemos ser populares... Pero parece que actualmente no podemos hacer mucho con respecto a las demás razas... Y a veces eso me hace sentir impotente

Amy se sentó justo enfrente y me escuchó con total atención, pensativa, hasta que su expresión cambió, abriendo los ojos como platos y con las cejas levantadas, como si no se terminase de creer lo que le estaba contando.

Me sonrojé ligeramente al verla tan sorprendida y pensar que para ella no fuese creíble la existencia de una raza como la mía.

-Eh...si, Amy, dragones, eso son los urobas. -dije, alzando las cejas para hacer hincapié en mis palabras.

Mi tono de voz quizás fue un poco más brusco de lo que hubiese pretendido. Pensaba que los ángeles eran unas de las criaturas más ávidas de conocimientos y me sorprendía que no conociese ya todas las razas. Aunque por una parte...también era agradable darle una sorpresa a alguien de vez en cuando.

-Si, a eso me refería. Supongo que la humanidad entera sospecha de que razas como las nuestras existan de verdad, aunque hemos sido tan poco los que nos hemos dejado ver o hemos sido sorprendidos que sólo se quedan inmortalizados en meras historietas y rumores.

No supe ni porqué había empezado aquello, así que sacudí la mano apartando imaginariamente mi frase a un lado y solté una risa floja para hacer una pausa en la conversación. Después le miré con una mirada completamente distinta y con renovado interés:

-¿Enserio? ¿Y qué es lo que os gustaría hacer a los ángeles por los demás? -dije, rascándome la barbilla- Me imagino que las demás razas no se interesan mucho las unas por las otras...

Vi que de repente se sonrojaba cuando yo estaba aún haciéndome a la idea. Pero parecía que el tono con el que lo dijo pareciera un pelín molesto. Quizás no le hizo mucha gracia que desconociera su raza. Me ruboricé de pensarlo y bajé la vista a mis piernas durante unos segundos, con la cara totalmente roja, de eso estaba segura.

Luego elevé la vista para demostrarle que le prestaba atención, a pesar de que siguiera sonrojada.

Bueno, era bien cierto que los dragones sólo existían en los libros de leyendas, para los humanos al menos. Nosotros... Bueno, los hemos visto alguna vez en alguna caverna...


Me pareció curioso que contara eso, y parece que a ella también, porque trató de quitarle importancia a lo que dijo, o eso pensé por su gesto. Aun así me pareció bastante interesante.

Lysandra se aventuró a preguntarme que qué queríamos nosotros los ángeles hacer por los demás. Me acomodé un opquito, y puse mis piernas encogidas a un lado, tomando una postura de cría sentada en el campo admirando las flores. Bueno, así pensaba yo que se me vería.


Pues verás... Yo como particular, quiero seguir un legado, el de mi madre. Mi madre tenía un sueño: Unir a todas las razas en un océano de paz que nos bañase a todos. Demonios inclusive....

Cerré los ojo por un momento y bajando la vista suspiré, tras lo cual volví a mirarla renovando mi sonrisa, aunque muy ligeramente.

Eso es lo que yo quiero hacer. Empecé por unirme con los Ángeles Renegados... Aunque su Reina haya dejado de serlo. Por otro lado, también me alié con los Licántropos Renegados. Pero ya está, eso es todo... Ojalá pudiera hacer de Yggdrassil un lugar pacífico

Repuse, sin mencionar un cierto detalle que bien podría escamarle a Lysandra

El dulce ángel bajó la mirada y cuando levantó la cabeza para mirarme mientras yo le hablaba, su tez estaba completamente teñida de rojo. Había llegado a la conclusión de que parecía ruborizarse con facilidad.

Antes de contestarme, ella cambió de posición, poniendo sus piernas hacia el mismo lado. Me removí un poco sobre la hierba, y me agarré las rodillas, mirándola, perdiendo la vista intentando abarcar su rostro al completo.

Al igual que ángeles, me confirmó la existencia de sus principales enemigos ancestrales, los demonios. Y que trataba de unir toda las razas y que reinase la paz entre ellas, al igual que su madre. Aquella idea me parecía totalmente idílica, dada la situación actual, por lo que sabía las razas llevaban luchando entre ellas desde tiempos inmemoriales, aunque también se habían dado casos de hijos nacidos fruto de dos miembros de razas totalmente opuestas. Los que podían...no sería mi caso, dado que era imposible que tuviese hijos con otra mujer y aún así los urobas solo tenían hijos entre ellos...
Varias cosas me vinieron a la cabeza pero dejé que mejor se esfumasen de mi mente.

Amy suspiró, dirigiéndome una sonrisa cansada y no tan luminosa como las veces anteriores. No entendía muy bien de qué me estaba hablando, su historia estaba demasiado resumida y no conocía los detalles, pues no había estado con ella para presenciarlo.

-Tu madre parece que tenía un sueño muy grande, quizás un poco difícil de alcanzar...-miré hacia abajo, arrancando los hierbajos que veía- Los reyes solo se interesan por gobernar, y los que siguen su mando son como ellos, pero hay unos pocos que tienen sus ideas individuales, y eso hace que no siempre se salga uno con la suya...

Notaba que mi ropa interior estaba prácticamente seca, y eché un vistazo hacia la palmera, donde se encontraba lo demás, para ver si seguía todo en su sitio. Pensé en lo que me había dicho un momento, y después volví a mirar al ángel.

-Y...¿por qué la reina de los Renegados ha dejado de serlo? No he entendido muy bien eso.

Vi cómo se removió ella en la hierba unos segundos antes de que me dispusiera a hablar, abrazando sus piernas. Me preguntaba por qué haría eso.


Parecía algo pensativa después de que mencionara lo de mi madre. Me pregunto en qué andaría pensando.

En cualquier caso me concentré en lo que dijo después, tomando algunos trozos de hierba. Asentí. Es cierto que mi madre ambicionaba mucho con eso.

Bueno... No todos los reyes piensan sólo para sí mismos y su Reino....

Repuse diciéndolo en tono muy bajo. Quizás era hora de decírselo.

Pero esperé a que dijera ella algo que parecía rondarle por la cabeza.

Porque perdió su poder... Desapareció y alguien tomó su lugar. Luego apareció de nuevo, pero claro, ya no como Reina... ASí que no sé realmente cómo puede permanecer la alianza.


Me acerqué a ella un poco, inclinándome hacia delante, apoyando las manos delante de mí, de manera qeu mi tronco hacía un ángulo de 45º aproximadamente con el suelo, y le miraba al rostro, suspirando un momento antes de hablar, y con algo de seriedad, y quizás cierto temor... ¿o nostalgia tal vez?

Lysandra... Yo soy la Reina Renegada de los ángeles.... Y además, actualmente el Rey oficial ha desparecido...

Dije en voz clara, bajando luego con la parte del Rey la mirada y mi tono, suspirando después de decirlo, cerrando los ojos lentamente.

Dioses, no me estaba enterando de nada, me daba la sensación de que cuánto más me revelaba Amy, más confusos parecían los acontecimientos que habían sucedido a su alrededor. Mis ojos buscaban algún tipo de aclaración, pero ella se limitaba a darme detalles un tanto escuetos, y se iba alterando mi cara a una confusa expresión.

Entonces ella se inclinó hacia delante, quedando su cara a menor distancia, y nuestras miradas se cruzaron. Eso me puso un poco nerviosa y, en el momento en que suspiró, me sentí liberada y pude mirar hacia otro lado, mientras ella seguía hablando.

Y dijo que ella era la Reina de los Ángeles Renegados. Enseguida la miré, volviendo la cara rápidamente, con los ojos como platos, como si fuese por primera vez. Hace un rato la había descubierto en paños menores, completamente sola, andando completamente a sus anchas...¿y resultaba ser una reina? Si lo era debía ser infinitamente bondadosa, no me la imaginaba de otra forma, y más tras haberme confesado su sueño.

-Entonces, si el Rey "oficial" ha desaparecido...¿eso no te hace a ti la vencedora? ¿No serías tu la Reina de todos los Ángeles, volviéndoos a juntar? ¿No sería lo que tú desearías?

Me incliné también hacia delante, para mirarla todavía un poco más de cerca, intentando leer sus pensamientos a través de sus ojos verdes, aunque ya me costaba distinguir el color por la escasa luz del sol que quedaba en aquel momento.

-Amy, de lo que has dicho antes, no he entendido nada...-dije, sonrojándome de la vergüenza. ¿Cómo sería el trato más apropiado ahora que sabía su condición?

Parecía que lo que le contaba la estaba confundiendo. Sobre todo la primera oración inacabada que le di por respuesta, supuse.

El asunto de Dana no era fácil de explicar. Era todo lo que sabía, no podía contar nada más. Así que, aunque fuera eso, no podía decir nada más.

Después de bajar la mirada, me senté de nuevo, con la espalda recta y la cabeza gacha, para luego mirarla desde abajo. Aunque cuando vi su impresión volví a mirarle a los ojos, aún algo nostálgica. ¿Tanto le sorprendía saber un dato como ése?

Pero lo que mencionó después me hizo volver de nuevo la cabeza gacha, aunque mirándola desde abajo

Verás.... Sí en teoría... Pero realmente no es así....No íbamos a seguir enfrentados... De hecho, nunca me enfrenté a los ángeles oficiales... Sólo renegué porque era lo mejor en aquel momento. Y bueno...Porque... bueno... él y yo... nos íbamos a casar... Lysandra... El Rey Oficial iba a ser mi esposo...

Vi que mientras decía que no entendió nada, se andaba sonrojando. Eso me hizo sonreir levemente, pero apenas aguantaba esa sonrisa mía
Bueno... ¿Qué es lo que no has entendido, querida?

Se irguió sin moverse de su sitio, aunque con la cabeza mirando al suelo, para luego levantar la mirada hacia mi, aportando una extraña perspectiva de su rostro, dando la sensación de que era aún más redondeado. Yo me eché hacia atrás también, y me apoyé con las manos en el suelo mientras la escuchaba. Había dejado un montoncito de hierbajos arrancados ante mi.

Me explicó que el Rey Oficial, el que se daba por desaparecido, iba a contraer matrimonio con ella. Las dos facciones en un principio opuestas se hubiesen unido de nuevo en una sola, formando simplemente un bonito Reino de los Ángeles. O así imaginaba yo en mi cabeza.

-No te preocupes, creo que ya lo voy comprendiendo un poco mejor... -le respondí, mirando para otro lado- Lo del Rey...tiene que ser muy doloroso no saber nada de su paradero. Lo siento mucho por ti...

Mi voz se volvió pesarosa, pero no quería desanimarla al hablar de aquella forma, así que le dediqué una sonrisa compasiva mientras me volvía a inclinar hacia delante, entrelazando mis manos, y le pregunté:

-¿Tú...le amas? Parece que os esperaba un destino muy bueno, si es así...espero que algún día vuelvas a dar con él.

Vi que miraba hacia otro lado poco después de mencionar lo último que dije, tal vez por no ver la mirada que yo tendría en ese momento, aunque no quería apenarla ni nada.

Al oirla decir eso, tomé una de sus manos con la mía y la acaricié con la otra mano.

No te preocupes... Son cosas que pueden pasar.... PEro bueno.... Dicen que cuando un amor va, otro viene....

Vi que sonreía un poco forzadamente, y traté yo también de sonreir para que no sintiera un esfuerzo en vano. Le solté suavemente las manos y entonces se incliní hacia delante con los dedos entrelazados.

Sí, le amo... Profundamente... Pero pasaron ciertas cosas que ... Bueno...

Por el momento no quise molestarla con ellom así que no dije nada, y agregué otra cosa

PEro bueno...No puedo hacer nada...

Amy tomó mi mano entre las suyas dulcemente, mientras me contestaba, acariciando mi piel y haciéndome un ligero cosquilleo. Sus manos eran cálidas, pequeñas y suaves, produciendo una agradable sensación en mi interior.

Luego me dedicó una sonrisa forzada antes de soltarme, y sentí las manos frías, faltas del calor que me había proporcionado.

-Bueno...-no sabía que responder a aquella primera frase, si darle la razón o no.

Después dijo que había pasado algo y que no podía hacer nada.

-¿Y qué pasó? -pregunté, intentando hablar pausadamente- ¿Tan segura estás de que no puedes hacer nada? Eres una Reina, y no puedes...no sé. ¿ir en su busca? Si yo estuviese en tu lugar, haría todo lo posible por encontrar a la persona que amo...

Al parecer parecía dubitar por un momento después de que soltara sus manos. Y me preguntó acerca de si podía o no hacer algo. Me tomé un brazo con la mano y lo presioné suavemente, mirándola un poco dispersa, mordiéndome un poco el labio.

Bueno... Ya he hecho lo que pude hacer... Tampoco puedo ponerme a gastar muchos recursos de mi reino para buscarle.... Dado que soy la única al mando... No tengo ni una princesa a la que cederle el mando en caso necesario


Repuse un tanto intranquila, mirándola a los ojos y relajando de nuevo mis brazos. Tras eso, coloqué mi dedo índice de mi mano edrecha en la tierra y empecé a hacer circulitos con el dedo.


Te aseguro que si pudiera hacer más, lo haría... Pero no puedo... El Reino oficial está roto, mi corazón también... Otra persona me odia... Y bueno...