Mirando al horizonte

Los meses habían pasado como si un viento fuerte corriera las hojas de un libro. Había buscado, hablado, investigado y... no servía de nada. Nada había conseguido, había fracasado.
Mis esperanzas no eran más que cenizas ahora, deseando ser revividas pero... para polvo ya poco las falta... solo las queda dejarse llevar por la brisa, golpeadas y esparcidas por el resto del mundo, deshaciéndose en una orilla lejana dejada de la mano de los dioses.
Miraba el horizonte, ahora más serio, ahora más pensativo. La búsqueda me había causado malos estragos y mi rostro reflejaba unas marcas profundas de cansancio.
Cansancio por todo, por lo iluso que fui siendo tan joven al entregarme tan abiertamente a lo desconocido. No se puede entrar en una cueva a oscuras sin al menos un bastón que tantee el terreno. Yo entre corriendo y con los ojos cerrados, y caí por un precipicio. Ahora mi cuerpo mal herido trata de incorporarse, pero ahí se está a gusto. Una vez se acostumbra uno al dolor solo le queda esperar. Solo me queda seguir meditando para no volver a comenter errores del pasado.
Soy joven pero siento como si por dentro tuviera 40 años más de los que debería tener. Mi padre siempre me había entrenado para soportar los golpes, pero nunca me hubo hablado de los golpes invisibles que atraviesan el corazón.
Me siento un viejo. Y tirarme por el acantilado que estoy contemplando no tendría nada de sentido. ¿De qué serviría una muerte más? solo haría más mal... a mi padre y a Dana y a las pocas personas que tienen cierto cariño hacia mi.
No serviría de nada lanzarse por esta ladera, como ya se ha arrojado mi alma. Ella está destrozada pero yo sigo en pie, quizás eso signifique que no se ha perdido todo. Mientras siga erguido aun quedará esperanza.
Pero no para que ella vuelva, no para que ella regrese. Esa esperanza se extinguió hace mucho. Ya no hay esperanza.

El tiempo... al mismo tiempo tan eterno y tan fugaz para un vampiro... Y tan desconocido en este momento para mí... Me había pasado un tiempo investigando, intentando averiguar lo que había sucedido durante el tiempo que estuve en letargo, pero me había remontado mucho más atrás... a un tiempo en el que todavía convivía con aquellos a los que por entonces podía llamar mi única familia.
Pero... ¿a qué podía llamar familia? La que tuve en vida había sido un auténtico fracaso, pues mi madre murió siendo yo muy joven y mi padre... sólo guardaba desagradables recuerdos de él...
Fui estúpida al pensar que aquella niña me daría la libertad... El único que por entonces me había enseñado algo, había sido mi hermano –o al menos así lo llamaba yo– Lestat. La niña sólo me manipuló con su gran poder sobrenatural, y lo culpó a él de todo...
Pero ya nada podía hacer... y el haber hallado la verdad, sólo me generaba más ansias de desatar mi frenesí y matar... aunque era a ella a quien quería darle caza, por haberme usado de cabeza de turco.
Una vez me dijo que yo le recordaba a ella, pues en este momento no era capaz de vislumbrar en qué aspecto...
No podía pensar en positivo, la rabia me nublaba la razón... Toda aquella luz de la que sólo Dean me había logrado colmar... se había desvanecido... pues ahora me sumía de nuevo en la oscuridad, despertando en mi sentimientos que habían permanecido enterrados bajo tierra hasta que la verdad los despertó.
Regresaba a aquellos acantilados despues de... “Ah, de nuevo la odisea del tiempo...” aunque esta vez durante la oscuridad de la noche... y tratando de reorientar mi rumbo.
El cielo estaba despejado, reflejaba en el mar el delicado lienzo de la luna menguante rodeada de un manto de estrellas. Recordaba el reflejo de los minerales de jade al brillo del sol, las estrellas simplemente avivaban el recuerdo...

Ya había anochecido, estaba sentado al borde del acantilado, con las piernas colgando y el viento dándome de cara, meciendo mi corto cabello.
El viento parecía traer consigo un olor embriagador, a la par que desagradable. Pero sobre todo... embriagador... Era su olor.
Había alcanzado el delirio, estaba seguro. Creía que había superado todo esto y ahora... Maldita fuese mi suerte, podría lanzarme ahora mismo sobre este acantilado y dejar que todo pasara. Pero eso no sería más que una estupidez.
Cerré los ojos, los sentimientos brotaban de nuevo. No quería, quería mantenerme frío, quería mantenerme sereno, no sentir nada.
Suspiré, todo tenía que ser una mala broma... solo eso... una mala y cruel broma de mis sentidos.

Me encontraba tan fuera de mí, que ni siquiera me había molestado en ocultar mi aura. Mejor, si aparecía una presa fácil, a por ella que iría. Pero entonces, un aroma que no esperaba encontrar en estas tierras, hizo repentinamente que un escalofrío me revolucionara por dentro.
Como un acto reflejo, mi mirada le buscó, pues estaba segura de que era él... ¡Era su aroma!
¿Qué me estaba pasando? Una tormenta de emociones y recuerdos de repente me embargaban.
Hize un soberano esfuerzo por ocultar lo que el frenesí había hecho brotar. A él no... A él no quería atacarle. Jamás sería capaz de hacerle daño... Pero no esperaba encontrármelo tan pronto, no estaba preparada, tenía que poner en orden mi cabeza antes de...
Tarde... Mis pies, aunque despacio, habían comenzado a avanzar hacia él... y por alguna razón, no podía pararlos... Tragué saliva, sabía que este impulso me costaría caro...
–¿Dean...? –Pregunté dudosa. Aunque realmente no sabía para qué lo estaba preguntando, sabía que era él. Pero, no había podido evitarlo, me había salido solo...

Alcé la cabeza lentamente. Ahora también oía su voz. ¿Pero que me pasaba? Me estaba volviendo loco. ¿A estas alturas? No entendía que fuera a estas alturas, esto tenía que haberme pasado antes, no ahora, había pasado demasiado tiempo.
Creía que había podido controlar mis emociones, creía que al final las había dominado ¿y que sacaba con ello? Tras todo este tiempo no había sacado nada, absolutamente nada.

Miré lentamente hacia atrás. Muy bien, ¿Me había arrojado y no me di cuenta? ¿Al final me había suicidado? No pude evitar que se me pusieran los ojos algo llorosos, pero pronto refrené mis impulsos. Era un hombre, como decía mi padre, los hombres no lloran así porque si.
La miré largamente, aun sin creer que esto fuera realidad. Sabía que no era realidad. Tenia que estar...

-...en el cielo-se me escaparon lentamente aquellas palabras.-Al final, el cielo del que hablaban los libros... era real. Debo estar muerto...

Mi voz era entrecortada, completamente formada ya, una voz de hombre adulto, pero estaba también algo atrofiada, llevaba demasiado tiempo en silencio sin decir nada, se me había quedado seca.

Volví a ver su rubia y lacia melena mecerse con el viento. Ahora su aroma me llenaba por completo, estaba como en una nube. Su delicada piel, sus ojos, su cuello, su figura. Sonreí tristemente.

-Definitivamente tengo que estar muerto...

–¿Muerto? –No pude evitar que se me escapara una suave risita nerviosa, pero es que me había hecho gracia su comentario. No creía que estuviera hablando en serio.
Continuaba acercándome a él, observando el cambio que ahora veían mis ojos en él. Se había convertido en un hombre... ¿Pero cuánto tiempo había pasado?
–Cuánto has crecido... –Llegué hasta él, no me importó acercarme para poder estudiarle más de cerca. Mis gélidas manos acariciaron suavemente su mejilla, mientras mi mirada le recorría cada facción con cierta nostalgia.
Le había echado de menos... desde el momento en que había decidido marcharme en aquella búsqueda...
Pareciera algo mágico... la oscuridad que había en mí hacía tan solo unos instantes, se había iluminado con su presencia.
–Me gusta el cambio... –Se contorsionó una cálida sonrisa en mi rostro.
Aparté un mechón de su flequillo con dulzura y volví a posar mi mirada en sus ojos, azulada como el mar, podía verse el reflejo de la humedad en ellos.
Sin embargo, además de su aspecto más maduro, notaba algo diferente en él, le veía... ¿triste?
Tragué saliva y retrocedí la mano, tratando de leer en su mirada lo que sucedía.
–Yo... –Agaché la mirada, apesadumbrada. No le había dado noticias de mi partida, quizá fuera aquello lo que le afligiera–. Lo siento, no... No sé el tiempo que ha pasado...
No sabía qué decir, me sentía mal... Probablemente se habría preocupado al no encontrarme, pero nunca fui buena amiga de las despedidas. Además de que no estaba segura de que mi búsqueda me llevaría tanto tiempo...

Solo podía sonreir. Todo esto parecía un sueño. Me reí entre dientes, empecé a temblar un poco. Estaba nervioso. Seguía pensando en que esto era el cielo.
Sentí su mano, acariciandome, helida como siempre había sido.

Agaché la mirada y apreté mucho los ojos. Empezaba a dudar de que fuera un sueño. Ningun sueño que había tenido era tan real. Empezaba a dudar que fuera el cielo. Por que me dolía el pecho, se suponía que en el cielo no te dolía nada.

La miré, esa inmensidad de mar era demasiado real.

-¿Katerina...? ¿No... no estoy muerto?... ¿De... verdad estás aquí?...-mis palabras eran casi un susurro. Casi como si me lo preguntara a mi mismo. Parecía que empezaba a despertar de todo aquello. Abrí mucho los ojos y me quité del acantilado, arrodillándome junto a ella y mirándola casi con desesperación-¿De verdad eres tu? Pe...pero...

No pude aguantar más y simplemente la abracé. Ahora mismo ni me importaba donde había estado. Estaba allí, estaba allí, era real.
Empecé a pensar, entonces... en que todas las barreras que me había creado no habían servido de nada. ¿Y si se volvía a ir, y si la volvía a perder?

Volví a caer, no podía evitar aspirar su aroma. Estrecharla entre mis brazos y acariciarla mientras la cabeza. Sin apretar, pero tampoco sin querer soltarla. Acariciaba su fría piel, siempre en contraste con la calidez de la mía. La había echado tanto de menos...

Le observaba preocupada, no hacía más que dudar, como si no se creyese que yo estuviera allí... Iba a responderle, a decirle que sí que estaba allí, pero entonces me abrazó... Me cogió tan de sorpresa, que si hubiera respirado seguramente me habría quedado sin aliento... Los ojos se me aguaron irremediablemente... no podía negar que le había echado tanto de menos...
¿Cómo me podía estar pasando esto? Después de lo que había descubierto... Debería repudiar a los licántropos más que nunca... Pero es que... simplemente no podía... Él no tenía culpa de nada y ahora que sentía su calor, abrazándome, podía decir que nunca antes me había sentido como él me hacía sentir cuando me abrazaba... me sentía como en casa...
Le devolví el abrazo estrechándole con fuerza contra mí, volviendo a sentir aquella sensación que me embriagaba cada vez que respiraba su aroma...
Me separé ligeramente y le volví a mirar a los ojos, tomándole las mejillas esta vez con ambas manos, acaparando su mirada... Hacía tiempo que ya era más alto que yo, pero ahora tenía que mirarle un poquito más arriba. Sonreí con dulzura, a pesar de saber que sus ojos eran como un bello bosque otoñal, en la oscuridad de la noche se veían más oscuros y profundos.
–Estoy aquí... –Reafirmé, en un suave susurro–. Y no me voy a ir a ningún sitio...

Su aroma me embriagaba, la suavidad de su pelo hacía sentirme en una nube, la frialdad de su piel volvía a provocarme esos escalofríos placenteros.
Me dejé llevar en tan efímero abrazo. No era consciente del tiempo cuando sentí que aflojaba los brazos.
Tantas dudas asaltaban mi mente entonces, tanto tiempo pensando en un "¿porqué?", en "¿un donde fue?", en un "¿volverá...?" y un doloroso "¿que hice mal?".
Pero solo bastó aquel abrazo para que, por un momento, me diera igual todo. Sentí su cariño de nuevo, era toda respuesta necesaria para mi calma.

Sujetó mis mejilla, volví a naufragar una vez más en el azul de sus ojos, perdiéndome sin sentido de la orientación. Queriendo lanzarme al mar sin mirar si hay roca que pueda atravesar mi piel. Era débil en estos momentos. ¿Todo lo que hice no sirvió de nada? No hubo noche que no durmiera mirando las estrellas e imaginando que ella también las miraba. No hubo día que no echara de menos sus caricias. No hubo momento en el que no sonriera por tan solo recordarla.

Esuché sus palabras, pero aun me costaba creer que todo esto fuera real. Tanto tiempo buscando para que... ya perdida la esperanza, apareciera sin más. ¿Por qué se fue? ¿A donde se fue? ¿Por qué no dejó tan siquiera una nota, o un mensaje...?
"Estúpido, el que tiene que disculparse eres tu. Tu te fuiste primero" me dije a mi mismo. Y no mentía en mis palabras pues yo me largué si más que una triste nota y unas flores marchitándose.

-Te debo una disculpa...-la dije, apartando levemente la vista, aun que aun permitiendo estar entre sus manos. Añoraba su contacto, había olvidad lo importante que era. Tal como el respirar, mucho había aguantado en el limbo.

Hablaba demasiado, sabía que no hablaba mi razón, sino la ilógica del amor y el sentimentalismo. En parte odiaba aquello, no me hacían pensar con claridad, actuaba sin sentido y me volvía impulsivo. Pero eran tan placenteros los deleites que este me concedía, y ella como la musa que me guiara a ciegas por la larga senda de la confusión. Ya no importara que se fuera, sus razones tendría. Aun que no por eso dejaba de pincharme la curiosidad.

–¿Por qué...? No... –Mis manos ascendieron hasta sus sienes, manteniéndole la mirada con preocupación–. Tú no tienes la culpa de nada... Así que, ni se te ocurra volverlo a repetir –Casi pareciera por lo determinada que se había vuelto mi mirada, que me molestara su actitud. Pero al instante siguiente se esfumó, con un suspiro.
Parecía una batalla sin sentido... La lucha por averiguar quién tendría más culpa, menuda tontería... Además, no podía enfadarme con él... Este pensamiento me hizo volver a mirarle con dulzura.
–Me fui sin avisarte de nada... –Pero necesitaba que lo comprendiera. Aflojé las manos, sin dejar de presionar sus sienes con suavidad, y tornando algo más seria tanto mi mirada como mi voz–. Cuando vi tu carta ya no estabas, yo podría haberte respondido y contarte a dónde iba... Pero no quería preocupar a nadie sobre mi ausencia... –Me pausé por un instante, silenciándome al darme cuenta de algo–. Veo que conseguí todo lo contrario...
Con esto último tanto mi mirada, que se agachó apesadumbrada, como mi voz, que se apagó, mostraron que me sentía culpable. Después de todo, averiguar la verdad que buscaba, no me trajo más que dolor... e impotencia. Y ahora necesitaba toda la paz que sólo Dean era capaz de darme...
Volví a sumergirme en su calor, rodeando mis manos por su cintura y ascendiéndolas suavemente por su espalda hasta hacer presión con ellas a la altura del nacimiento de las “alas” –si Dean las tuviera–, presionando mi cara contra su pecho como si no quisiera volver a soltarle... al fin y al cabo, no podía asfixiarme porque no necesitaba respirar, y desde ahí podía sentirle –su aroma, el calor que me transmitía su ardiente cuerpo, los latidos de su corazón... la seguridad y la calma que sólo podía sentir estando ahí– mucho mejor.
–No me sueltes nunca, Dean... –Apenas se pudo escuchar, aunque separara mis labios hacia abajo para que el aire que transportaba mis palabras fluyera libremente... esperaba que la brisa marina se encargara del resto...

Escuché atentamente sus palabras, no me acordaba de lo bonita que era su voz. Sentía sus manos sobre mi sien, su mirada preocupada y severa hizo que yo me pusiera aun más serio. Sin embargo asentí ante todo. No la culpaba de nada, solo me había preocupado. Más bien me había desesperado, el hecho de no saber nada de ella ni tan siquiera una mínima pista. Sin más, esfumarse. Pero no la guardaba rencor, ni mucho menos. Sus motivos tendría y yo no era así.

Me abrazó, se escondió entre mi pecho y no pude hacer otra cosa que rodeándola con mis brazos, apretándola a mi con dulzura. Apoyé mi cabeza sobre la suya, añorando su contacto, aspirando su aroma, envolviéndome con su esencia. La acaricié según la abrazaba y besé su sien. La había echado tanto de menos... parecía como si aun la extrañase y la abracé por un instante más fuerte, entonces reaccioné y aflojé, me había dejado llevar por la emoción.
Escuché que habló, y al fin y al cabo, pese a ser medio humano, seguía siendo un lobo, tenía muy muy buen oído. Percibí sus palabras.
Me acerqué a su oído.

-Nunca, por mi propia voluntad al menos.-la susurré y la alcé la cabeza. La miré unos instantes. Completamente enamorado de ella la besé. Dejándome llevar por sus besos, por sus labios. Todo lo había extrañado tanto...-Te amo-volví a habrazarla.

Quería saber qué había hecho todo ese tiempo, quería preguntarla, que me contara, quería saber de ella. Quería saberlo todo de ella, en realidad poco sabía, lo nuestro había sido todo tan pasional... Me gustaría aprenderme sus gustos, descubrir sus sueños, averiguar sus opiniones y ahora mismo estaba dispuesto a pasar toda la vida que me quedara solo por y para ella. Pero no me atrevía, al menos no me atrevía a preguntar donde había estado, que había hecho y porqué había emprendido ese viaje. Sin embargo eso era algo que ella tendría que contarme por propia voluntad, respetaría su silencio e intimidad. Ahora ya no importaba, ahora estaba conmigo. Lo único que me importaba era no perderla de nuevo

Me sumergí en el paisaje otoñal que tenía como color de ojos en cuanto me alzó la barbilla para buscar mi mirada... tan sólo podía profesarle un amor infinito... Desvié por un instante la mirada a sus labios, y él pareció pensar igual que yo, ya que cuando le devolví nuevamente la mirada a los ojos, me concedió aquel deseo que tanto había anhelado...
Cerré los ojos... el tiempo se detuvo para mí... una notable brisa nos envolvía a ambos, inmortalizando el momento y volviéndolo más único si cabía... Volvía sentir aquella sensación en mi pecho mientras le besaba, oprimiéndome, como si de haber latido mi corazón ahora se hubiera desbocado de tal manera mi pulso que quisiera escapar de mi pecho... y revolucionara todo mi cuerpo...
Aquella sensación... libertad y dependencia absolutas... ambas tan diferentes y ahora tan arraigadas a mi ser... Tan sólo él era capaz de hacerme sentir así... como si quisiera volar... y al mismo tiempo no deseara bajo ningún concepto que me soltara...
Era tan contradictorio... y en cierto modo doloroso, pues si él no estaba, nada podía llenar el vacío que quedaba en mi interior...
Se despegó de mis labios... pero mi aliento, mi ser, aun creía seguir unido a sus labios... No fue hasta que me sentí de nuevo en sus brazos que desperté de aquel sueño... y apoyando el lado derecho de mi rostro en su pecho, volví a aferrarme a él... esta vez con las mejillas ligeramente sonrosadas –tanto había aumentado mi temperatura, que sí, podía notarse el rubor en ellas–, y una mirada de creer estar en el paraíso, perdida en la lejanía con un brillo especial...
De hecho, me dejé llevar por un ligero impulso inconsciente y dejé que mis alas salieran a la luz... inconscientemente nos elevé suavemente del suelo y nos transporté en lo que duró el abrazo hasta la playa...
El sonido de las olas al romper en la orilla volvió a despertarme del sueño –mis alas habían vuelto a esconderse–, pues mi mirada observaba a la lejanía en dirección contraria.
Me separé de él suavemente, y observé a mi alrededor, hacia el horizonte del mar. La bella luna se reflejaba en las aguas verdosas del Mar de Jade, cuya visión en la noche y a nivel del mar parecía mucho más impresionante y sobrecogedora...
–Creo que nunca había compartido contigo la visión de tan bello paisaje... –Mi voz salió en un susurro suave, tierno.
Volví a posar mi mirada en él, sonriendo adorablemente enamorada, y tomé sus ambas manos con suavidad –sentí repentinamente como si al tocarle se produjera una sensación electrificante entre los dedos de ambos– guiándole sin apartar la mirada de él, caminando hacia atrás unos pasos hasta que me di la vuelta, liberando una de sus manos para guiarle hacia la orilla... donde me senté cruzando las piernas sobre la arena, dejando que la brisa marina agitara mis largos cabellos que parecían plata a la luz de la luna...
Apoyé entonces la mano que aun le sujetaba sobre la arena y lo observé, esperando a que se sentara a mi lado.
–Dean... Quiero saberlo todo de ti... –Susurré con suavidad, sin apartar aquella mirada tierna de sus ojos–. Tus gustos, tus aficiones, lo que te hace feliz, lo que te aflige, lo que te hace sentir indefenso... tu color favorito... –Sonreí, como una tonta enamorada–, quiénes son las personas que te importan más, a quién le debes lealtad si es que hay alguien... Yo quiero compartir todos mis secretos contigo y que tú compartas los tuyos conmigo...

Me abrazó y la envolví con mis brazos apretando, siempre sin hacerla daño. Sumergiendome en su pelo y aspirando su aroma. Demasiado era el tiempo que había estado sin sus caricias, sin sus miradas, sin sus manos, sin su pelo, sin sus labios...

Noté como si voláramos, miré abajo y en efecto, estábamos a un poco de distancia del suelo. Me alarmé seriamente pero fue breve el paseo, la miré aun algo asustado, eso no me lo había esperado. Mucho menos que lo hiciera con tanta facilidad. Además que nunca había visto sus alas, o al menos no me acordaba de ello.
Las observé con curiosidad. No eran como las de Amy, plumosas y delicadas. Eran más bien como alas de murciélago. No se las solía ver, lo que me daba mucha curiosidad y palpé la parte de la espalda por las que deberían surgir. La piel estaba bien, sana y suave como toda ella. No había rastro de la apertura. Supuse que en esa parte sería como nosotros, en el fondo esperaba que solo fuera en esa parte.
Ahora estábamos al borde de la playa, las olas iban y venían. Me condujo con las manos, yo me dejaría ir a donde me pidiera y Me guió hacia la orilla.
Vi el cruzar de sus piernas, observando su longitud y finura, al igual que la delicadeza con lo que lo hacía. El aire trajo a mi su embriagador aroma. Su brillante pelo se mecía al compás y mis instintos renacían de nuevo queriendo entregarme a ella, o que ella se entregara a mi.
Me negué a mi mismo aquel impulso, controlándome. La deseaba, era algo obvio, hacía mucho que mis manos no se encontraban con su piel. Pero no era momento, no quería, quería disfrutar de ella sin llegar a ese plano. Al menos por ahora. Seguía sintiéndome mal por pensar en ello a cada instante. Era mejor que cuando era más joven, controlaba mejor todo esto pero no dejaba de sentir la palpitación de vez en cuando.

Me senté a su lado, aun sin soltarla la mano. Al revés, sujetandosela con delicadeza la alcé y besé, pegándola después a mi, dándola de mi calor. La miré y como si hubiera leído mis pensamientos me dijo todo aquello. Sonreí ámpliamente.

-Es justo lo que yo quiero... Yo también quiero conocerte mejor, descubrirlo todo sobre ti, si me permites pasar ese umbral, por supuesto...-hice una pausa, pensando en todo lo que podría contarla, y riendome entre dientes comencé-Bueno, mi color favorito es el verde. Por lo demás... en lo que respecta a gustos... me apasiona la música. Toco el piano y el saxofón, se algunos más tocarlos más o menos pero esos son los que más me gustan. También me encanta la literatura... me habré leido todos los libros de las bibliotecas de mi reino, del de Ian, del de Dana y del de Lucius... ¿Y tu? ¿Cuales son tus gustos más generales?

Parecía –por la posición en la orilla de la playa– que nuestra presencia en aquel lugar fuera una tentación constante para el mar, pues cada vez que las olas rompían en la arena parecían hacerlo con más fuerza y, unas veces más que otras, daba la sensación de que su cristalina agua y su espuma, en conjunto, llegarían hasta nosotros... pero las veces que más lejos llegaban, se quedaban a muy escasa distancia de nuestra posición, sin llegar siquiera a rozarnos...
Mi mirada cristalina le observaba con un brillo especial, pues no sólo el sentimiento que le profesaban los hiciera brillar de aquella manera, el reflejo de la luz de la luna tornaba mi mirada mucho más intensa, si cabía...
Me estremecí al sentir el calor que le profesaba –como electrificante– a la mano que me tomó y besó... Me contagié de su sonrisa enamorada, sin poder ni querer apartar mi atención de él, mientras le escuchaba como atontada...
–¿Aquellos, si no me equivoco, no son el Líder de los Licántropos, la Reina de los Ángeles Caídos Renegados y el Rey de los Ángeles?
Realmente no los conocía individualmente y en persona, pero había coincidido con todos ellos en algunos eventos especiales, aunque no hubiese llegado a tratar con ellos –salvo en el caso del Rey de los Ángeles, aunque hubiese tratado más con Jace en aquella ocasión, y yo hubiese sido el tercer elemento en discordia; en el caso de la segunda, realmente no estaba muy segura, pero algo me había parecido haber oído...
–Tienes unos amigos bastante importantes... –Le dije con una entrañable sonrisa–. Mi círculo no es demasiado amplio, si te digo la verdad... sin alejarse mucho más de los vampiros y de tí...
Me arrimé un poco más a él, dejando un suave surco tras de mí dibujado sobre la arena... sin poder evitar el suave rubor que coloreó sorprendentemente mis mejillas al referirme a él.
–Mi color favorito es el rojo... carmesí, aunque si tuviera que escoger un color en las rosas, sin duda el negro sería mi favorito –Pronuncié la sonrisa, esta vez con cierto orgullo–. Anhelo el calor del sol, por eso mi casa tiene los ventanales hechos de cristal templado, pues es la única manera que tengo de poder disfrutar de él; ya que... la crema que me regalaste, se me terminó hace tiempo... –Agaché ligeramente la mirada, aunque no tardé en volver a alzarla–. Hace tiempo que busco a un mago capaz de usar la magia arcana como la que hechizó un día mi casa... Mi Sire me habló de un artefacto capaz de permitir a los vampiros vivir a la luz del día... Pero aun no he encontrado a ninguno capaz de conjurar ese tipo de magia tan antigua y poderosa...
Al nombrarla –a mi Sire–, aquellos amargos recuerdos fueron evocados en mi mente, y la impotencia y el rencor de nuevo me embargaron. Había dejado de poder sentir a mi Sire, lo cual podía significar dos cosas: que había muerto o que había cortado su conexión conmigo para que no pudiera encontrarla... y, en cualquier caso, la venganza no me devolvería a mi hermano Lestat. Sólo podía enterrarlo en los recuerdos y seguir adelante. Con Dean y Jace –el cual para mí era una mezcla entre mi Sire y mi hermano Lestat; no podía explicarlo, pero mi vínculo con él me hacía sentir de una manera tan parecida...
Mi mirada volvió a enfocar los ojos de Dean en cuanto regresé de mis recuerdos, dedicándole una tierna sonrisa.
–No... –Dudé por un instante. Deseaba contárselo, si él quería escucharlo, pero tampoco sabía por dónde comenzar–. Los motivos de mi marcha tienen que ver con mi pasado, antes de entrar en letargo... Para comprenderlos, has de conocer la historia inicial... Pero es una historia dolorosa y llena de traiciones, que he descubierto recientemente, porque yo creía ciegamente en los traidores antes de descubrir su mayor traición...