Llegada del séquito de Jace, rey de los vampiros

Tras atravesar la senda del viajero y bordear el lado este de las cordilleras de la desesperación, cruzamos a través del portal al cielo que había junto a las cordilleras.
Jace había sido invitado en exclusiva por el rey de los ángeles y había querido que yo le acompañara. Mi aura la había dejado al nivel habitual, pero esperaría a ver lo que hacía Jace con la suya, para imitarle.
Todavía me preguntaba cuál sería el motivo de la invitación, pero pronto saciaría mi curiosidad.
Para esta ocasión me había ataviado con un elegante vestido negro con la parte delantera blanca, cubierta por un encaje negro que la hacía parecer mucho más tenue y el cuello bastante alto, no fuera que los ángeles se fueran a asustar, a pesar de llevar a Kuroichi envainada a la espalda. Y el cabello lo llevaba recogido por la parte de arriba con un laborioso recogido, cayendo el resto suelto y liso a lo largo de mi espalda y un maquillaje suave y con el rubor resaltado para parecer algo más niña, aunque ya aparentase 16 años.
Las puertas del cielo se alzaban cegadoras ante nosotros, a pesar de que recién acabara de atardecer y los guardias angelicales nos observaron con incertidumbre. Observé a Jace de soslayo, por si quería referirles él. Y esperé para luego seguirle.

Ingresé al territorio de los ángeles con mi aura plenamente desplegada, pensando que sería una descortesía ocultar mi poder a quien ya era consciente del mismo.
Estaba vestido normalmente, con mi camisa blanca y mis pantalones negros ajustados, y mi masamune en la espalda, en lugar de puerta, que estaba descansando en una vitrina de mi habitáculo.
Cuando nos detuvimos frente a los guardias, simplemente los miré de forma rebajante y dije - Abrid paso, soy Jace, rey de los vampiros, y he sido invitado por su rey. -

Los Guardianes de las Puertas del Cielo parecían desconcertados e intercambiaron una mirada de incertidumbre al observar a los recién llegados y la petición que formuló el llamado Rey de los Vampiros.

Pero la incertidumbre no duró mucho tiempo más, ya que al notar sus Auras me aparecí ante las Puertas para recibir a mis invitados.

- ¡Por favor, pasad! -Invité, sirviendo también de indicación a los guardianes para que les cedieran el paso y abrieran las puertas. Me acerqué entonces hacia el propio Jace con los brazos abiertos en señal de acogida-. Gracias por acudir con tal presteza. Bienvenido amigo, Jace. ¡Mi más sincera enhorabuena por su conquista! -Dije al tiempo que estiraba la mano hacia él para estrechársela cordialmente. Posé mi mirada ahora en la Princesa vampiresa que le acompañaba-. Y vos, Katerina, si mal no recuerdo, ¿no es así?

Todavía me acordaba de aquella vez... Jace tuvo la gentileza de venir a buscarme para atender a los heridos en el Reino Licántropo Renegado. La Princesa Katerina era una de ellas, pero sobre todo fue para ayudar a mi querida amiga Luccie, de la que había perdido completamente la pista desde hacía tiempo.

- Acompañadme, por favor. Estaremos más cómodos en la Sala de Reuniones.

Los guié por los caminos encolumnados del Cielo, rodeados de una serie de canalizaciones por las que corría un buen caudal de agua bendita, hacia el majestuoso Templo Angelical y luego a través de los pasillos con altos techos, sostenidos por gruesas columnas de mármol de estilo jónico, hasta que finalmente llegamos a la Sala de Reuniones. Los invité a pasar dentro y luego pasé yo al interior. Había una mesa de robusto mármol blanco alargada, rodeada de una decena de sillas acabadas con adornos dorados. Las ventanas estaban abiertas, pues soplaba una brisa bastante agradable, y las Espadas de Luz que adornaban cruzadas por pares las paredes, dotando de una agradable luz a la estancia.

Mis tres ángeles de confianza esperaban ya en el interior de la sala, junto a la puerta. Lo habían dispuesto todo para su llegada, tal y como les había encomendado y sobre la mesa había una bandeja de plata con varias copas y una jarra llena de cristalina agua.

- ¿Desean algo especial para beber? -Preguntó mi ojito derecho, Ariel. Una bella ángel de cabellos negros con reflejos azulados y los ojos cristalinos como el agua.

Ella ya había sido informada de la condición de nuestros invitados, por eso estaba alertada de servirles ADN humano que guardaba refrigerado y a buen recaudo en mi clínica.

Esperé a que se pronunciaran para después invitarles a que tomaran asiento y pudiéramos abordar el tema principal.

En cuanto los Guardianes nos abrieron las Puertas, tanto Katerina como yo avanzamos hasta quedar cerca de Lucius.
Cuando me saludó, quedé algo sorprendido por la cordialidad que transmitía con sus palabras y acciones, puesto que podía notar que eran totalmente sinceras.

(Ángeles… Al menos éste no es como Aurora) Pensé con alegría a la vez que devolvía las atenciones cumpliendo el protocolo al pie de la letra, teniendo en cuenta que era la primera vez en muchos cientos de años que acudía al reino angelical, y ya no mantenía ningún tipo de relación de carácter oficial con el mismo.

- A decir verdad, Lucius, vine tan pronto como pude porque yo también estaba interesado en hablar con vos. – Respondí antes de escuchar sus próximas palabras. Al oírlas, me tomaron de sorpresa, puesto que confiaba en algún tipo de recriminación debido a la relación que él y Luccie tenían. (Supongo que en realidad no mintió tampoco en la carta, que es mejor tipo de lo que sospeché…).

Estreché su mano y sin dilación lo obedecí y comencé a seguirlo hasta la Sala de Reuniones, pasando por diversos ambientes decorados de formas que, cuando menos, merecen el calificativo de excelsas. Al ingresar al habitáculo donde Lucius pretendía que tengamos nuestra reunión, la luz era menos fuerte pero estaba dispuesta de forma más pareja que en todos los otros lugares por los que pasamos para llegar hasta ahí, lo que me produjo una cierta molestia en la visión hasta que mis pupilas, en pos de la adaptación, se dilataron.

- Una copa de sangre siempre viene bien. En lo posible, que sea humana. – Solicité formalmente a la vez que me detenía detrás de una silla para apoyar mis brazos en su respaldo y mirar a Lucius. – Pues bien… Ya estamos aquí.

A pesar de tener el aura al nivel normal de princesa, no pude evitar deslumbrarme con tanta luz cuando Lucius apareció para recibirnos.
–Sí, así es, señor Lucius –Respondí con una sonrisa.
Después les seguí por aquel impresionante paraje, que no dejaba de alucinarme a cada paso, hasta que Lucius terminó de guiarnos a la Sala de Reuniones. Allí parecía haber tres ángeles más y una de ellas preguntó si queríamos tomar algo de beber. Rápidamente Jace pidió un poco de sangre.
–La verdad, yo preferiría un poco de vino tinto, si no es molestia –Reconocía que prefería tomar sangre en un ambiente más íntimo que éste, ya que cuando bebía sangre mi frenesí se podía desatar y no quería causar una mala impresión.
Lo cierto era que era una vampiresa con bastante autocontrol, pero desactivaba completamente mi humanidad cuando bebía sangre. Y el alcohol me ayudaba a serenar mi instinto.

[OFF Yo estoy aquí sólo como acompañante, así que me podéis saltar el turno libremente, que sois vosotros los que tenéis que hablar xD Yo intervendré sólo cuando sea necesario. ]

Ocupé un asiento junto a Jace, en la cabecera de la mesa, dejando que Katerina se sentara justo enfrente de su Rey, y a mi otro lado. Mis otras dos Ángeles se quedaron cada una a un lado de la puerta, mientras Ariel salía en busca de las bebidas.

- El motivo de la invitación, como ya os referí en la carta, es principalmente para hablar de un posible pacto entre ambos reinos. Pero también deseaba hablar con vos sobre otro tema que concierne a los Vampiros.

Hice una pequeña pausa, en la que, con calma me incorporé para servir un poco de agua en una de las copas. Justo en ese momento, Ariel regresaba con las bebidas, y con elegancia las sirvió a cada uno de los invitados, y se retiró silenciosamente para colocarse junto a sus compañeras. Le di un suave trago a mi copa y proseguí.

- Como ya sabréis, guardo una estrecha relación con la antigua reina Luccie Hyuga. Y, aunque me complace que vuestra victoria, no puedo dejar de preocuparme por mi vieja amiga. Pues desde hace tiempo no sé nada de ella, y esperaba que vos pudierais ofrecerme alguna noticia de su paradero.

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FDI: Evidentemente, este tema es anterior al regreso de Luccie y Walter. Así que, entendería que Jace no tuviera noticias de ellos. xD

- Oh, vaya. - Repuse mirando a Lucius a la vez que sostuve mi copa con la mano izquierda y usaba la mano derecha para dejar un cigarro arriba de la mesa. (Para después...) Fué lo último que pensé antes de empezar a meditar qué responderle a Lucius.

- Bueno, a decir verdad, a mi pueblo le hacen falta aliados que puedan asistirnos en combate. Estamos en plena reorganización y, como comprenderás, nuestro ejército aún no es tan amplio como solía serlo. - Tomé un par de tragos de sangre y sentí como mi sistema se revitalizaba. La verdad es que si hubiese sido otra la situación, habría pedido vino blanco, pero desde hace un par de horas venía padeciendo los efectos de la sed, y no pude encargarme de ningún ángel por temor a arruinar las relaciones diplomáticas.

- Sobre Luccie... ¿Qué puedo contarte de Luccie? Yo también tengo un vínculo muy cercano con ella, aunque no tengo idea de qué habrá sido de su suerte. De hecho, y a juzgar por mi red de espías, nadie lo sabe. ¡Como si se la hubiera tragado la tierra! - Concluí sarcásticamente a la vez que encendía mi cigarro y empezaba a fumar. Exhalé un montón de humo de tabaco antes de proseguir. - A ella, a su hija, y al tal Walter. Nadie sabe nada de ellos. -

Alissia, una de las ángeles que custodiaba la puerta, castaña con una atenta mirada ambarina, rápidamente se adelantó a Jace, colocando un cenicero frente a él, desde su espalda y con suma elegancia. Para luego regresar con suavidad de nuevo a su posición, notándose una suave brisa que purgaba sutilmente el ambiente del humo del tabaco, para que no resultara molesto para los presentes, guiándolo con suavidad hacia la ventana una vez Jace lo expulsaba.

Todo ello sin interrumpir la conversación, mientras yo prestaba toda mi atención a lo que Jace contaba, dándole de vez en cuando algún que otro sorbo a mi copa de agua. Lo cierto era, que en otras circunstancias, hubiera degustado una buena copa de vino blanco fresco, pero en esta ocasión prefería refrescarme con el agua pura.

- Todo un misterio, sin duda... -Respondí, dándole un toque ciertamente enigmático a mis palabras y prolongando unos instantes el silencio posterior, meditando sobre lo que Jace acababa de contar-. Pero, en cualquier caso, contaba con vuestra palabra. Al fin y al cabo, seguramente las noticias lleguen antes al Reino Vampírico en caso de que diera señales de vida.

Compartí una sonrisa y mirada un tanto nostálgica. Me fijaba en que Katerina parecía muy fiel a su rey, y eso resultaba muy bueno y conveniente, no habiendo intervenido en nuestra conversación pero sí secundando a Jace con su sola presencia.

Parecía que por el momento, nada más había que decir sobre mi amiga Luccie. Y tampoco quería tardarme en abordar el tema principal por el que le había invitado hoy a mi Templo.

- No esperaba menos de vos -Dije abordando el tema, por fin y respondiendo a la primera cuestión-. A decir verdad, mi amiga Luccie estaba aliada con mi prometida, la Líder Renegada de los Ángeles, y aunque un servidor no contase con una alianza, si que trabajamos codo con codo durante la Guerra de Omega. Mi reino es próspero y actualmente se encuentra en continuo crecimiento. Os deseo lo mejor al vuestro también.

Di un pequeño sorbo a mi copa, antes de continuar.

- El Cielo, desde hace mucho tiempo, podría decir que desde que accedí al Trono, no se ha visto desprotegido. Pero nunca se sabe de dónde podrían surgir los enemigos... Es por ello que tampoco ceso en buscar aliados sólidos, como es natural.

Extendí mi fuerte brazo cuan largo era a lo largo de la mesa, entre mis invitados, para tomar de nuevo la jarra de agua y servirme otro poco.

- Una nación fuerte y próspera, es siempre menos propensa a que le declaren la guerra, y por tanto una mejor baza para solicitar apoyo aliado -Deposité la jarra de nuevo sobre la bandeja y me volví a apoyar con elegancia en el respaldo de la silla, observando al rey vampiro con cierta perspicacia por encima de mi copa-. Yo pienso en el futuro, es por lo que valoro muy mucho el pasado de cada uno... Conozco el vuestro, Jace. Sé que antaño gobernasteis el Reino Vampírico con carácter sólido... Y tales circunstancias, os convierten en una nación con un próspero futuro por delante... No acostumbro a elegir a mis aliados a dedo, valoro sus circunstancias antes de actuar. Pues, deseaba ser el primero en brindaros la oportunidad.

Se dibujó una sonrisa cuanto más cómplice en mis labios, una sonrisa cargada de perspicacia.

Había escuchado que Lucius estaba con dos vampiros reunido por lo que se preparó para dirigirse a la sala de reunión y estar cerca de su rey por si ocurría algo. Se puso su túnica blanca, el cinturon marron que solia tener en el estomago, los guantes, las botas y la espada de luz en su citura. Como siempre su rostro estaba oculto por una capucha blanca que ocultaba los tatuajes de atras de su cuello y la mayoria de su rostro.

Se dirigió a la sala sin hacer mucho ruido entró aproximandose hasta el lugar donde se encontraba su majestad pero se colocó a una distancia prudente detrás de Lucius vigilando a los vampiros. No le gustaba que Lucius estuviera solo con dos vampiros aunque sabía que habría guardías se fiaba mas si estaba él presente allí. No dijo nada pues no quería interrumpir, además que él no hacia falta que interviniera en la conversación pues era un simple guerrero que hacia todo lo posible por el bienestar de su señor.

FDI: a mi me podeis saltar tambien solo estoy para proteger a Lucius XD

- Muchas gracias. - Dije cuando noté que una ángel me acercaba un cenicero de muy buen grado. Le dí un par de golpecitos al cigarro con mi dedo anular para que un poco de la ceniza que se formaba cayera al cenicero y me dispuse a escuchar con atención todo lo que Lucius decía.

En cuanto terminó de hablar me apoyé el cigarro entre mis labios, en el lateral derecho de los mismos, y cerré mis labios en torno a el justo antes de, con un suspiro, llenar mis pulmones de humo de tabaco.

- Entonces, ¿Qué propones? - Le dije simpáticamente a la vez que le devolvía la sonrisa. Creía saber por dónde se encaminaba la conversación, pero prefería que lo explicite él.