El regreso desde la propia muerte [Caeli, William Schcliff y Demonios Oficiales]

OFF: Venimos de aquí.

ON:
Había sido un camino duro, más aún cuando me encontraba tan desgastado. Llevaba varios días sin descansar y sin recibir tratamiento médico, todo con tal de que Caeli por fin llegara a salvo al Infierno. Y finalmente allí nos encontrábamos, en las puertas del mismo.

Descendí de Sebastian junto con el cuerpo de la única mujer que había amado y me acerqué a uno de los guardias.

- Llama a tu rey... Vengo con una diablesa herida... - pronuncié en un susurro apenas perceptible, por el momento no quería llamar la atención.

El demonio en un primer momento me miró algo asustado, pues seguramente había oído hablar de los Cazadores, pero al ver a Caeli supuso que simplemente venía para ayudar a una de sus congéneres.

Fue algo repentino. Me encontraba en mis aposentos revisando otro volumen titulado "Aves Sobrenaturales" cuando finalmente percibí un aura peculiar, imposible de olvidar. Se trataba William Schcliff, y al parecer se encontraba realmente derrotado. Sin duda si había aparecido en el Infierno era porque quería algo importante...

De este modo me dirigí a la fuente de dicha aura y lo encontré algo demacrado, como si no hubiera descansado en días enteros. En sus brazos se encontraba el cuerpo de una mujer, que pronto deduje que se trataba de una diablesa, aunque su aura era absolutamente tenue.

Lancé una mirada penetrante al cazador. No me agraciaba ese tipo de conductas, pero era evidente que aquella muchacha necesitaba ayuda médica urgente.

- Lleváos a la chica para curarla en el Templo - ordené sin inmutarme a los guardias que allí se encontraban -. En cuanto a tí, William... Será mejor que me expliques de qué va todo esto - concluí con una expresión adusta en mi rostro.

Aquel maldito demonio estirado no había cambiado un ápice. Quería explicaciones... y desde luego tenía que dárselas, pero no me impediría cuidar de Caeli.

- En las manos de tus médicos se encuentra Caeli et Terra, antigua renegada demonio... Murió a manos de Omega, y yo la he traído de vuelta - comencé con voz grave y ronca -. Eres el único capaz de ayudarla en estos momentos pues por su pasado dudo mucho que desee renegarse de nuevo, y por eso he venido aquí, para traerla de vuelta a casa... ¡Ahora déjame pasar! ¡Tengo que asegurarme de que la cuidáis como es debido!

Hice ademán de pasar dentro. Aunque me encontraba bastante cansado no me recuperaría hasta saber que ella se encontraba totalmente fuera de peligro.

La situación se volvía por momentos cada vez más extraña. Mi deber como sumo monarca era proteger a todos los demonios. Sin embargo, aquella mujer fue la mano derecha del antiguo líder renegado Noctis, y eso era difícil de olvidar... Sin embargo, William parecía realmente consternado por aquello, lo que me hizo replantearme la situación.

Si tenía razón y la diablesa no quería ser renegada podía ser una baza importante para el Infierno. En cualquier caso, era evidente que el cazador no se quedaría tranquilo hasta verla. Supuse que no sería tan estúpido como para realizar alguna acción comprometedora en mi reino. Le miré con suspicacia y le respondí.

- Guardias, maniatadle y llevadle ante la mujer que ha traído. Yo os seguiré de cerca.

Por su bien William aceptaría esa condición, en otro caso no volvería a ver a Caeli en mucho tiempo...

____

A todo esto, los médicos del Infierno ya estaban tratando a la muchacha en unos aposentos preparados para invitados. Se encontraba realmente escasa de fuerzas, como si estuviera al borde de la muerte...

Solté una risotada sarcástica a la vez que apesadumbrada, cuando los guardias comenzaron a ponerme los grilletes en las muñecas. Podría haberlo evitado fácilmente, pero aquello complicaría más las cosas.

- ¡Aspicious! ¡No me jodas! - grité algo enfurecido, aunque sin llegar a explotar en cólera - ¡No voy a hacer nada malo en tu reino, bien deberías saberlo!

Pese a mis protestas, no opuse resistencia, al fin y al cabo me encontraba en territorio ajeno y la vida de Caeli pendía de un hilo...

Por otro lado, Sebastian me miró algo pensativo. Al parecer Aspicious no se preocupaba tanto por el león, y al fin y al cabo aquello era un voto de confianza. Una vez comenzamos a andar, mi mascota caminó junto a mi lado.

Una sonrisa de complacencia se escapó de mis labios.

- Así que el cazador ha sido domado... - dije riendo entre dientes - Una lástima. En cualquier caso, más te vale no hacer ninguna locura, no me gustaría tener que apresarte, William...

Estas últimas palabras las pronuncié en un tono un tanto amenazador, aunque quizá más picaresco que otra cosa.

No hizo falta que camináramos mucho rato hasta llegar de nuevo al Templo. Una vez allí, entramos en la habitación donde estaba siendo atendida Caeli y los soldados soltaron a William.

- Y sinceramente, creo que la diablesa no es la única que necesita cuidados médicos. Deberías descansar, William - le dije sin cambiar mi dura expresión.

Los médicos ya llevaban un rato inyectando oscuridad concentrada en el cuerpo de la mujer, de modo que pronto despertaría.

Poco a poco iba sintiendo cómo mi cuerpo iba recobrando las fuerzas y se llenaba de energía oscura. Mis músculos, que habían pasado tanto tiempo entumecidos iban recuperando la movilidad y mi respiración pasó de ser tan pausada a ahora algo más natural.

En mis rasgos aun inconscientes se podía apreciar la esencia de aquellas finas y suaves facciones más propias de un ángel que de un demonio, aunque relajadas y tranquilas.

Lentamente fui abriendo los ojos, presentando un claro iris gris diamantino, que no tardaron en enfocar lo que había a mi alrededor. Una habitación oscura escasamente iluminada por la tenue luz de las velas que colgaban de la lámpara del techo. La decoración era también oscura, con los muebles fabricados en una robusta madera cuyo color andaba a caballo entre el caoba y el negro, predominando en los tapizados los colores rojo apagado y negro, al igual que la colcha de la cama en la que me encontraba.

Había gente a mi alrededor, sus auras eran oscuras, demoníacas y parecían estar cediéndome parte de su energía con el control de la oscuridad. Conocía aquella técnica, yo misma le había dado un buen uso y la había perfeccionado en mi anterior vida. Sin embargo ahora no podía acceder a dicho control y me costaba un poco sentir el aire que flotaba por la estancia, antaño en continuo movimiento al rededor mío.

Pero... "¿Dónde estoy?" Éste lugar no me era para nada familiar, a pesar de sentirme como en casa...

Podía sentir los latidos de mi corazón bombeando dentro de mi pecho. Posé mi mano derecha sobre mi pecho, como para cerciorarme de que fuera real... Luego apoyé la mano izquierda sobre la cama y me impulsé para incorporarme, quedando sentada en la cama. Posé la mano de mi pecho sobre la de una de los demonios que me estaba atendiendo y se la agarré con moderada fuerza, penetrando mi mirada diamantina en sus ojos, pareciendo que pudiera ver a través de su alma, mucho más allá.

- ¿Dónde me encuentro? ¿Qué me ha pasado?

Me sentía muy confusa, no sabía cómo había llegado hasta aquí. Y en este momento el shock me impedía recordar nada más anterior a mi llegada a este lugar.

En ese instante, percibí en el exterior de la habitación dos auras oscuras y poderosas. Una de ellas me era bastante familiar, pero se encontraba bastante apagada... "Will..." Se me sobrecogió un nudo en el pecho y justo en ese instante recordé todo de golpe... El otro aura no la reconocía, aunque podía decir que se tratara del rey de los demonios por su poderío. El nombre de Aspicious fue lo primero que pasó por mi mente... pues en mi vida anterior, él había sido el actual rey de los demonios. Pero ahora no podía asegurar que fuera él, ni siquiera confirmarlo con lo que ya supiera de él, puesto que no le conocía personalmente.

Me quedé observando a ambos por unos instantes cuando entraron. Will estaba muy demacrado y aun tenía que hablar seriamente con él por lo que había hecho sin mi consentimiento. Pero más tarde lo haría. Me acerqué al rey de los demonios con pasos tranquilos y un porte elegante característico de un miembro de la realeza.

- Majestad -Realicé una protocolaria inclinación con una elegancia impecable, doblando completamente el espinazo y prácticamente tocando la punta de mis pies con los dedos, con suma facilidad-. Debo agradecerle por la atención que me ha brindado, aunque no fuera necesario. Mi nombre es Caeli et Terra, y soy la antigua reina de los demonios renegados -A pesar de la solemnidad con la que pronuncié el título, se podía notar cierto rin-tintín en el énfasis con cierto desagrado que le puse a la palabra "renegados"-. No quiero resultar una molestia, y si lo soy, me marcharé por donde he venido. Pero, por favor, os ruego encarecidamente que no me hagáis volver allí... No quiero tener nada que ver con ellos, nunca más.

El peso que cargaban mis palabras era palpable. Solemnes, pero se pudo notar un pequeño deje gutural en la estoicidad con la que las había pronunciado. Hablaba completamente en serio, no deseaba bajo ningún concepto ser tratada como tal, ni muchísimo menos que me obligasen a regresar con ellos. Aquel, era un episodio que había quedado sellado con mi muerte.

Tras una caminata que se me tornó eterna, al fin alcanzamos la habitación donde se encontraba Caeli. Una vez dentro, se me quitaron los grilletes y respiré hondo. Frente a mis ojos, un grupo de demonios convocaban oscuridad alrededor del cuerpo de la diablesa. Sebastian se quedó observando atentamente el proceso, pues también sentia un gran aprecio por ella.

Al cabo de un rato, despertó. Era lo que llevaba esperando todo este tiempo, pero lo primero era lo primero, y la diablesa tenía que presentarse a su nuevo rey. Ya tendríamos tiempo para hablar, y yo necesitaba descansar.

- ¡Aspicious! - vociferé violentamente - ¡Dame una cama, llevo días sin dormir, maldita sea! - sabía que aquellas no eran maneras de dirigirse a un rey, pero el demonio accedería a mi petición con tal de no tener que aguantarme durante su encuentro con la recién aparecida.

Después de decir aquello lancé una mirada de soslayo a Caeli, teníamos muchas muchas cosas que contarnos... y perdonarnos...

Finalmente la diablesa despertó. Al principio parecía bastante perdida y aún en shock, pero pronto recobró la compostura y se levantó. Nunca la había visto, puesto que en la visita de Noctis al Infierno de hace tiempo él había llevado a otra persona con él. Sin embargo, pronto deduje que tras mi desaparición fue ella la que tomó el mando de los renegados.

No podía evitarlo, pero solté una mueca de desprecio al pensar en ello. Renegados... en otros tiempos hubiera entendido su existencia entre los demonios, pero durante mi reinado nadie podía tener quejas sobre mi gestión. Aquellos que se renegaban eran la escoria que solo ansían el poder, y lo que ello conlleva.

Solté un largo y pronunciado suspiro al escuchar su más sincera petición, y lo que estaba claro era que no la renegaría, pues al resucitar se podría decir que su vida empezaba otra vez de cero. Hice un gesto de cabeza a uno de los guardias para que se llevaran a William a una de las habitaciones vacías. No me digné a responderle, pues prefería no haber escuchado sus insolentes palabras.

Una vez estuvimos solos respondí a la mujer.

- Podría decir que no sois bienvenida aquí - comencé con una dura expresión en mi cara -, pues solo tengo que hacerme una pregunta, ¿no podríais ser acaso una infiltrada?

La situación podía tornarse bien tensa, aunque por el momento aquella diablesa no podría hacer nada, pues se encontraba realmente débil.

- Me temo que tendréis que demostrar con actos, y no con palabras, vuestra nueva lealtad. En caso contrario... no mostraré ningún tipo de misericordia, pese a que os halla traído el propio William.

Mi mirada estaba cargada de una mezcla de amenaza, ira y odio, aunque también de un cierto interés por el nuevo descubrimiento. Algo me decía que este acontecimiento me traería demasiados quebraderos de cabeza...

Las palabras de Will me lo confirmaron finalmente, me hallaba frente al renombrado rey de los demonios, Aspicious. Le dirigí una fugaz mirada de desaprobación, pues aquellas no eran maneras de dirigirse a un rey, mucho menos a su anfitrión, a parte de que desconocía completamente aquella faceta tan arrogante suya. Como ya me había propuesto, más tarde hablaría con él.

En ese instante Will me devolvió la mirada, cargada con el peso de todo aquello que teníamos que hablar, pero fui incapaz de sostenerla. No me gustaba mostrar mis sentimientos en público, mucho menos ante la persona quizá, por la que más respeto podía sentir en todo Yggdrasil, y que tuviera que ser ahora, y bajo éstas circunstancias que al fin me la pudiera echar a la cara. Por un momento, y ante aquél renuncio, pude sentir la suave caricia de la brisa a mi alrededor. Parecía que comenzaba a despertar...

Mas su respuesta, a pesar no ser la esperada, no me impidió seguir mostrando aquel semblante calmo y sereno. Estaba muy acostumbrada al rechazo y tampoco había contado con la aceptación de Aspicious. Decidí respirar, paciente, y esperar a que terminara de acusarme para darle una respuesta.

- ¡Sea! -Dije con firmeza y solemnidad. A pesar de no terminar de fiarse de mí, me estaba ofreciendo una oportunidad, y no podía rechazarla-. No puedo negar lo que fui, pues sólo busco la aceptación de mi raza. Durante mucho tiempo tuve que vivir aislada, porque tu antecesor quiso matarme cuando sólo era una niña. Mi padre se renegó para protegerme y toda mi vida la he pasado sola, pues mi padre murió a causa de la más cruda enfermedad que puede acaecer a un demonio... La luz de un ángel... mi madre.

Mi tono seguía siendo estoico, calmado, pero duro. Seguramente Aspicious no conocería mi historia, pues ni siquiera me conocía. Pero si algo había escuchado al respecto, le refrescaría la memoria.

- Soy de la creencia de que el fin justifica los medios, y para mí el tiempo que pasé allí fue solo un paso para lograr la aceptación. Pero el camino es duro... Tuve que tantear el terreno, acercarme a los demonios oficiales en la medida de lo posible, para alcanzar la aceptación. Hubo demonios renombrados que me aceptaron... Darksik, Wataru... Viví mucho tiempo a la sombra de un rey que sólo ambicionaba el poder, y al final me abandonó, dejándome al frente de aquellos a los que juró gobernar. Pero al final quien dio la cara fui yo. Tuve que ponerme al frente, consolidar al ejército para defender el buen nombre de los demonios frente a la amenaza de Omega. Y al final fuimos nosotros los que estuvimos en primera línea de batalla. Soy guerrera, y no me rindo ante nada. Por eso... -De repente, me arrodillé frente a él, clavando la rodilla en el suelo y colocando el puño derecho sobre el corazón, con el brazo perfectamente alineado perpendicularmente al suelo, con la mirada alzada hacia el demonio-. Juro que si me das la oportunidad, Aspicious, seré la mejor aliada que hayas conocido jamás, el miembro más leal de tu corte, te ayudaré a nutrirte de los mejores aliados, pues la diplomacia siempre ha sido de mis puntos más fuertes. Pero, en definitiva, a consolidar a los demonios oficiales como la nación más fuerte, próspera y admirada de todo Yggdrasil.

Mi mirada seguía alzada hacia Aspicious, manteniendo la posición sin moverme ni un ápice.

- Compartimos la aversión hacia los renegados y mi pasado como reina me precede. Piénsalo. Ganarías mucho más de lo que podrías perder. ¿Alguna vez has tenido a tu lado a alguien con las mismas credenciales? Conmigo a tu lado, el Cielo jamás supondría una amenaza. Pues conozco al rey de los ángeles, y te puedo asegurar que jamás atacaría al reino al que pertenece su hermana.

Mi expresión no cambió un ápice tras escuchar el discurso de la mujer. Una cosa estaba clara, y era que debía tener mucho valor para querer decir aquellas cosas. Por otro lado, su inexistente falta de humildad no hizo más que producirme una silenciosa e irónica carcajada.

Resultaba paradójico, y el hecho de que anteriormente se hubiera autodenominado "reina" de los renegados me hacía ver todo el asunto como una gran broma. Habló de sus raíces angelicales, y realmente supe entonces el por qué de su discriminación. Sin duda alguna era motivo más que suficiente para no confiar en ella.

De nuevo volvió a utilizar la palabra "rey" para referirse al farsante que ostentaba el poder de los renegados, y pude notar como una puya nociva era lanzada con su comentario sobre la guerra de Omega. Desde luego, si pretendía que así fuera aceptada, no iba por buen camino... No me fiaba, y sus comentarios solo consiguieron que me enfureciera aún más.

Su palabrería pareció concluir cuando nombró a Lucius, soberano del Cielo. Al parecer era su hermana. Bien lo podría haber imaginado, pues aquella labia solo podía venir de familia... Pero desde luego yo ya era demasiado viejo como para ser engañado tan fácilmente. Si realmente estaba en lo cierto y quería dejar su pasado atrás, no le sería nada fácil lograrlo. Antes de eso debería ganarse el respeto de los Oficiales, y jurar lealtad al único y verdadero Reino de los Demonios.

- Infierno solo hay uno... - respondí con un gesto absolutamente sombrío - Al igual que monarca de los Demonios. No os confundáis, Caeli et Terra, un solo desliz y juro por Nilven que acabaréis con vuestros huesos en el mismo lugar de dónde habéis venido. Si no sois encarcelada en estos momentos no es por vuestro discurso, sino por la oportunidad que os estoy ofreciendo - tomé una pausa y proseguí -. Ahora levantáos, es suficiente.

Una solemne expresión acompañó a la profunda y penetrante mirada que inquietaba hasta al más valiente.

- Es vuestro turno de demostrar que lo que decís es cierto, y no baladronadas de la escoria renegada de la que procedéis - mis palabras eran duras, pero la diablesa debía tener claro desde el primer instante cuál era su posición actual -. No os juzgaré por vuestras raíces, pero sí por vuestros actos. Demostrad de lo que estáis hecha. Ahora, desapareced de mi vista. Solicitad a Khoui, el mayordomo jefe, que os muestre dónde se sitúan vuestros aposentos...

Dicho esto di media vuelta y me encaminé a la puerta. Nos volveríamos a ver, y para entonces esperaba que supiera que el verdadero Infierno no tenía nada que ver con el territorio de los desechos de renegados.

Me puse en pie de nuevo siguiendo su indicación, sin apartar aquella firme y penetrante mirada de sus profundos ojos negros como pozos, manteniendo la postura firme y estoica pero sumisa, descansando el brazo. Y simplemente asentí, acatando sus palabras y como muestra de agradecimiento a la oportunidad que me ofrecía. Ahora mismo no me encontraba en una posición favorable, pero todo se andaría, a su debido tiempo... O eso esperaba.

Esperé, conservando la compostura firme y serena, a que pronunciara sus últimas palabras y abandonara la habitación. En ese momento, entró un demonio ataviado en un traje que bien podría catalogarse de "mayordomo".

- Acompáñeme, señorita. La llevaré hasta sus nuevos aposentos.

Tras un nuevo asentimiento, le seguí en silencio. El aire a mi alrededor, parecía ya volver a reaccionar ante mi presencia, lo cual me hacía sentir de nuevo viva por dentro.


El camino transcurrió en completo silencio. A pesar de ser tan observadora, apenas me fijé en la decoración del pasillo, pues iba sumida en mis pensamientos, rememorando todo lo que había sucedido.

Estaba muy acostumbrada a no mostrar mis emociones en público y a mostrarme estoicamente serena, pero todo lo sucedido con Aspicious, a pesar de la oportunidad que me brindaba, me había resultado como si una fría losa cayera sobre mis hombros y soportarlo me había resultado muy duro, a pesar de las apariencias. Tenía que encontrar la manera de poder llegar hasta él sin valerme de las palabras y de mi elocuencia. Demostrárselo con actos y no con palabras, como él bien me había indicado. Tendría que hacerle caso, pues a pesar de mi malestar, valoraba mucho sus consejos y la oportunidad que me estaba ofreciendo.

Llegamos por fin hasta los nuevos aposentos. Me detuve nada más poner un pie dentro de la habitación. Mi mirada se alzó del suelo, el que parecía haber estado escudriñando durante todo el camino, perdida en la lejanía, para devolverme de nuevo a la realidad y encontrar ante mis ojos una habitación mucho mejor preparada para permanecer en ella durante un tiempo mayor que en la que me había despertado.

No podía catalogarla de hermosa, pero al menos resultaba mucho más acogedora y la cama parecía mucho más confortable que la de invitados. En la decoración seguía predominando la madera oscura de caoba y los tapizados en tonos rojos apagados y negros. Ni muy grande ni muy pequeña, pero justo con lo que necesitaba: una cama, un armario y un pequeño tocador junto a un alto ventanal con cortinas tejidas en el mismo tapizado.

Volví la mirada de soslayo hacia el mayordomo demonio, de nombre Khoui.

- Muchas gracias, Khoui -Me volví hacia él, girándome con suavidad-. No sé si será posible, pero mis pertenencias aun deben estar allí... Si alguien pudiera traérmelas de vuelta, le estaría eternamente agradecida.

Mi semblante, a pesar de la seriedad y frialdad, parecía haberse suavizado con el mayordomo. La presencia de Aspicious parecía ponerme un poco más tensa al tener que soportar aquella presión, teniendo que aguantar su continuo rechazo. Pero ahora mi expresión se notaba visiblemente más relajada y amable.

- No le puedo prometer nada, señorita Caeli. Pero si estuviera en mi mano, haría lo que fuera posible por recuperarlas para usted.

El demonio había sido sincero, y con eso me bastaba. Por ello, le dediqué una cálida sonrisa de agradecimiento.

- Te lo agradezco, Khoui -Respondí amablemente, cruzando el brazo por delante de él para posar mi mano derecha con suavidad sobre su hombro derecho-. Ahora, si no te importa, me gustaría asearme. Me siento avergonzada de haber estado en presencia de Aspicious con esta apariencia tan sucia, recién salida de la tumba.

- Por supuesto, discúlpeme. Estaré por los pasillos si necesita alguna cosa.

Tras esto, el mayordomo se marchó, cerrando la puerta tras de sí, dejándome de nuevo sola en la intimidad de mi nuevo aposento.

Exhalé entonces un profundo y prolongado suspiro, cerrando eventualmente los ojos para despojarme de toda aquella tensión y al terminar, volví a abrir los ojos. Me encontraba justo delante del tocador y no pude evitar ver mi reflejo en el espejo, lo que me hizo pensar que no disponía de ninguna otra ropa a excepción de la armadura y la combinación que llevaba debajo. Me acerqué entonces al armario, a ver si con un poco de suerte, hubiera algo de ropa que me pudiera poner limpia tras asearme. Afortunadamente, así fue, había un vestido marrón de cuero ligero que bien podía servirme, con unas altas botas y un cinturón a juego enrollado a los pies (OFF: Como el del avatar). Lo saqué del armario y lo estiré sobre la cama, luego me quité el cinturón del que colgaba la vaina de mi espada de oscuridad, lo puse sobre la mesita del tocador y después me senté sobre la silla del tocador para quitarme las botas de armadura pesada que llevaba, tras lo que, desclanza caminé con tranquilidad hacia el aseo que parecía haber al otro lado de la habitación.


Cuando ya me había aseado y vestido con aquel nuevo atuendo, enganché la vaina de la espada al nuevo cinturón y salí de la habitación en dirección hacia la zona de entrenamiento. Pues, si quería impresionar a Aspicious, no podría hacerlo si antes no recuperaba la destreza que antaño solía poseer. Pero antes iría a visitar a Will en la habitación de invitados que le había sido prestada para que descansara. Teníamos muchas cosas de las que hablar.

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OFF: El tema continúa en los Aposentos de invitados.