Recién llegado (Cambios - Chinaski)

Me sentía cómodo en el Valle de la Niebla. Era mi lugar, el hogar de los Uroba. Caminé varios kilómetros sin rumbo fijo, solo intentando estar a solas conmigo mismo, con mis pensamientos. El camino de hojas secas crujía bajo mis pies a cada paso; el sonido de los animales rompía la quietud del lugar, y poco a poco escuchaba en menor medida el resonar del arroyo que visité para refrescarme. Atardecía, y me encontraba algo cansado.

Era un lugar hermoso, me recordaba tanto a las tierras en las que antaño corría armado y embestía con brutalidad contra el primer salvaje al que divisara. Las hojas secas bajo las botas, la hierba húmeda con el agua del arroyo. Y ese sonido, el sonido del agua fluir contra las rocas, puliéndolas con el paso del tiempo, todo me traía viejos recuerdos a la mente.

Apoye mi rodilla al borde del arroyo y me atreví a tomar unas de las piedras del fondo, a observar cuanto tiempo mas podría sobrevivir bajo la presión que ejercía el agua.

Mi cansancio se disipó completamente. No me sentía cómodo. Notaba un aura especialmente poderosa, no era usual, no la reconocía. Bajé la potencia de la mía para no ser reconocido, y, cauteloso, retrocedí sobre mis pasos buscando ese aura misteriosa.

Llegué de nuevo al arroyo. El atardecer y la niebla me impedían ver más allá de escasos tres metros. Sentía cada vez ese aura más y más presente.

El sonido del arroyo hacia eco con el aire, sin embargo me había parecido oír el crujir de las hojas bajo unas botas, era un sonido que no me era familiar, ya no escuchaba nada, no podía evitar distraerme con el sonido del arroyo y del viento, la niebla solo me dificultaba la tarea de averiguar si me encontraba o no realmente solo.

Me incorpore desde el arroyo y con la piedra aun en la mano busque alguna figura con la mirada a mi alrededor.

Me desvestí, y me transformé en dragón para poder visualizar todo desde el cielo y más cautelosamente. Quise hacerlo de forma de nada ni nadie sintiera mi presencia, pero removía la niebla y el viento, y creaba corrientes de aire que fácilmente se sentían.
Tras este intente fallido de ser sigiloso, me vi obligado a bajar a la superficie, y transformarme de nuevo. Me vestí, y al darme la vuelta, pude ver al ser cuya presencia estaba investigando.

-¿Quién eres?

Asombrado por el cambio en el ambiente y sin tener la mas remota idea de lo que pasaba con el aire que me envolvía me limite a observar los cambios en el entorno para mas tarde observar como una figura de un joven se acercaba a mi. Sin soltar la piedra respondí a su pregunta.

- Soy la visita.

Sonreí de forma picara y deje mi mirada fija en el.

Sus palabras me dejaron en shock. Su inusual descaro hizo que una rabia incomprensible me dominara. La noche se estaba cerrando rápidamente, y la niebla ya casi era inexistente por mis aleteos. Pude ver a mi compañero nocturno; aún con mi intimidación y mi aura en su casi máximo poder, no se amedrentaba nada.

-Y dime, "visita", ¿qué te trae por aquí?

No podía evitar sentirme atraído y nervioso por aquella figura juvenil que se presentaba ante mi, tan arrogante y prepotente, era inusual que aquel joven no se diera cuenta que hablaba con un viejo soldado, aunque solo lo identificara por el uniforme.

- Bueno, me gusta el ambiente. ¿Que haces tu por aquí?

-Quise estar solo por un minuto.

Esas palabras me sonaron irónicas hasta a mí. Llevaba horas andando, y años solo, lo último que quería era estar solo por decisión propia... pero necesitaba forjar una conversación con aquel individuo.

-¿Me permites presentarme? Soy Cambios, un Ur... mercader de la ciudad de los Uroba. ¿Usted es?

- Ya veo, aquí lo difícil es encontrar compañía.

Le tendí la mano de forma que dejara a la vista los tatuajes indígenas que adornaban mis muñecas.

- Hank Chinaski, duelista. Soy nuevo en estas tierras y bueno, necesitaría algo de orientación, sabría pagarte la ayuda y la compañía.

En esos momentos tan tensos, me sorprendió que me tendiera tan amablemente la mano, cuando nuestro primer contacto fue tan frío. Necesitaba ayuda, y aunque me hubiera irritado tanto, mi primer instinto fue el de ayudarle.

- Bien... pues estamos en el Valle de la Niebla, pleno territorio Uroba.

- Diablos... si le llevara volando hasta un lugar más urbanizado, sería decir a gritos que soy un Uroba, pero andando, y con esta noche por delante, quizá sea peligroso...

- Tendremos que andar un poco, pero daremos con civilización, tranquilo. Acompáñame.

Llevé a mi nuevo y misterioso compañero por el camino que yo mismo recorría tiempo antes, hasta la ciudad más cercana.

Mire el camino, la tierra salvaje que ancha se abria ante mis ojos, no entendia como podria estar tan proxima la civilizacion sin haber perjudicado esta naturaleza, una naturaleza tan bella que me hacia sentir comodo conmigo mismo.

- Sera un placer. ¿Que hay en estas tierras?

Espero que este joven pueda darme algo de alojamiento, o al menos me permita cobrarme algún trabajo, mis bolsillos están tan vacíos como mi estomago, aun me pregunto que puede hacer un joven como este en medio de un sitio como este.

Me quedé unos segundos callado, intentando inventarme alguna excusa para responder a su pregunta.

-Hmm... pensándolo bien, ¿qué mal puede tener que me transforme ante él? No creo que repercuta en nada, si me intenta enfrentar batalla, podría huir entre la niebla volando, o simplemente invocar algún conjuro que me saque del apuro.

-Pues... a decir verdad, la ciudad más cercana que recuerdo está a unas 30 millas, pero conozco un... atajo.

Me desvestí tras unos arbustos, y me transformé en forma Wyvern.

-Sube. Yo te llevo.

Era asombroso el hecho que ante mis ojos se había abierto, aquel joven de aspecto y actitud temeraria y grandilocuente era algo similar a los dragones que había leído en los libros, aunque claro, si valoramos la sangre que corre por mis venas no es de extrañar que existan todo tipo de seres con capacidades como las mías.

- No se por que me sorprendo - Dije mientras hacia un gesto tapándome la cara y recogiendo mis cosas.
- Si ahora me dieras algo de trabajo te debería algo mas que el viaje, la vida.